Tobías, Libro de
 

Contenido. Tobit era un piadoso israelita que fue deportado a Nínive, probablemente en tiempos de Salmanasar V (727-722). En Media prestó a Gabael diez talentos de plata. Su bondad, espíritu de servicio y trabajo le granjearon el favor del rey. Fiel a su religión se dedicó a obras de misericordia, como hacer limosnas y enterrar a los muertos. Por ello, el favor del rey se convirtió en persecución. Pierde Tobit todos sus bienes, se queda ciego, es abandonado de todos y tiene que escuchar reproches, incluso de su mujer. Pero pone su confianza en Dios, y Dios acude en su ayuda. Se acuerda entonces del dinero prestado a Gabael y manda a su hijo Tobías a recuperarlo. El camino es largo, pero Tobit queda tranquilo porque a su hijo le acompaña un joven llamado Azarías, bajo el que se oculta el Arcángel Rafael (v.). El episodio del pez proporciona al Arcángel ocasión para revelar a Tobías los remedios para curar la ceguera de su padre y para contrarrestar los maleficios del demonio, que mataba a cuantos intentaban casarse con su prima Sara; elogia la belleza y virtud de Sara y le invita a casarse con ella. La boda se celebra durante dos semanas en medio de la mayor alegría y regocijo. Sara queda libre del demonio. El ángel recobra el dinero de Gabael. Sara, Tobías y Rafael vuelven gozosos a Nínive, donde son recibidos jubilosamente por los ancianos padres de Tobías. Tobit recobra la vista. A Tobías y Sara le nacen hijos. Todos alaban y bendicen a Dios, que, después de purificarlos con el dolor, ha tenido misericordia. El Arcángel se da a conocer y les invita a obrar el bien y dar gracias a Dios. Tobit, finalmente, da los últimos consejos a sus hijos.

Son muchos los temas tratados en el libro, pero todos ellos están dirigidos y centrados en torno a una triple idea principal: a) la idea de la retribución (v.) que poco a poco fue revelándose más en el A. T. y cuyo misterio fue desvelado más plenamente en el libro de la Sabiduría (v.); b) la de la Providencia especial de Dios en favor de quienes le sirven fielmente; y c) la de la universalidad del Dios de Israel, que no queda limitado por lasfronteras del pueblo elegido, sino que se le puede servir también en el destierro.

Historicidad. El problema del género literario utilizado por un escritor bíblico es distinto del de su inspiración y canonicidad. Dios puede inspirar un libro en diversos géneros literarios (histórico, poético, etc.). Por ello, para mejor interpretar un libro hay que precisar su género literario, si éste presenta ciertas dudas (v. BIBLIA II-IV). Respecto al 1. de T. puede decirse que no hay concordancia o claridad en la tradición sobre su mayor o menor carácter histórico.

Los autores que admiten el carácter histórico del libro recurren a la tradición, al género narrativo, a los datos históricos, geográficos, genealógicos, cronológicos, a la narración en primera persona al comienzo y fin del libro. Otros, principalmente los críticos acatólicos de tendencia liberal, niegan la historicidad basándose en las dificultades de orden histórico y geográfico, en los milagros y hechos portentosos narrados, en el desorden de sus datos cronológicos y en los parecidos con la Leyenda de Ahicar (v. infra).

La mayoría de los autores modernos afirman que el autor del 1. de T. se propuso un fin más didáctico que histórico, y quiso ofrecernos una enseñanza más que relatarnos acontecimientos históricos; es decir, el libro estaría más cerca del género sapiencial que del histórico, aunque, sin duda, no puede decirse que todo él sea pura ficción literaria sin fondo histórico. Este existe, y el autor inspirado lo ha adaptado o embellecido literariamente para dar su enseñanza. Ciertas ficciones literarias aparecen evidentes en el libro; p. ej., en el sincronismo de los hechos: el mismo día y a la misma hora prueba Dios a Tobit en Nínive y a Sara en Ecbátana; idéntica es la reacción de ambos ante la prueba de Dios; Dios escucha sus oraciones en el mismo momento; los siete maridos de Sara tienen el mismo fin. Sara, mujer de Tobías, desconoce el préstamo hecho a Gabael; Sara, hija de Ragüel, desconocía la existencia de un pariente próximo con el que debía casarse según la Ley, pero lo sabía su padre. Una vez dice el texto que Tobías iba solo a Jerusalén (1,6); otra, que iba acompañado de Ananías y Natán (5,14). Toda la narración rezuma un halo poético y muestra un esquema literario bien trazado. El autor se inspira claramente en el Génesis, sobre todo en el viaje de Eliecer (Gen 24).

Según esto, para Hummelauer el 1. de T. es una especie de novela histórica; para Lagrange, Clamer, Barucq, una historia edificante; Arnaldich dice que es una novela didáctica con fondo histórico. El P. Vaccari hablando de los 1. de T. y Judit dice que «pertenecen a un género literario menos rigurosamente histórico»; de modo parecido se expresa el P. Prado. «Nadie piensa hoy, escribe Lefévre, en una historicidad estricta de la obra». Delimitar con acierto lo histórico de lo ficticio es ya otro problema que hoy por hoy no puede realizarse a satisfacción.

Autor, lugar y fecha de composición. No son convincentes las razones de los que afirman que el libro fue escrito por Tobit o por su hijo Tobías. El uso de la primera persona de los tres primeros capítulos se debe más bien a un procedimiento literario muy conocido en la Biblia; y las palabras del Arcángel: «Escribid lo que os ha sucedido» (12,9), han de entenderse en el sentido de divulgación de cuanto él ha dicho, no en el de escribir todo el libro.

Los autores actuales afirman que el autor de Tobías es un judío que vivió después del destierro. Los países que se disputan el lugar de composición son Palestina, Egipto y Babilonia. Parece mejor Palestina, ya que el autor coloca en Egipto la morada del demonio Asmodeo y se muestra desconocedor de Babilonia. No hay coincidencia general en cuanto a la época de composición. Fue escrito ciertamente después del destierro, pero ¿cuándo? Después del destierro, porque los graves y trascendentales acontecimientos del mismo hace tiempo que sucedieron, según nuestro libro (cap. 13-14). La caída de Nínive pertenece también al pasado (14,6.16). La doctrina sobre el tercer diezmo (1,8) es reciente, ya que no aparece más que en la Misná y en el libro de los Jubileos (cap. 13). Existen, finalmente, en el libro claras semejanzas con los Sapienciales (v.), que fueron escritos después del destierro. Pero no fue escrito después de los Macabeos, porque nada se dice de aquella época gloriosa. La ley del Levirato, que cayó en desuso en el s. II, todavía continúa vigente (7,14). Nada se dice de la división surgida en el s. II a. C. entre fariseos y saduceos.

Por tanto, la época de composición del 1. de T. se coloca entre los s. V-II a. C., y aquí caben ya todas las hipótesis: en el s. III o comienzos del II (Arnaldich); hacia el 250-150 (Vetter); antes del s. II (Clamer); inmediatamente antes de la rebelión macabaica (Miller, Lods, Schumpp).

Texto. La cuestión de la lengua original del ¡.de T. ha recibido notable clarificación con los manuscritos del mar Muerto (v. QUMRAM). En aquella famosa biblioteca han aparecido tres manuscritos arameos y uno hebreo del1. de T. «Su estudio provisional produce la impresión de que el libro fue escrito en arameo y traducido después al hebreo» (Milik). La hipótesis que venía imperando hace tiempo de que había sido escrito en una lengua semita recibe así plena confirmación.

Las versiones o traducciones no han transmitido el texto de modo uniforme. Entre los códices de la versión griega, los más representativos son, por una parte, el Vaticano y el Alejandrino, por otra el Sinaítico. Los primeros dan una versión breve; el Sinaítico, más larga. La Vulgata latina depende de la versión griega y de la Vetus Latina. Esta última ofrece un texto muy afín al Sinaítico.

Canonicidad. El l. de T. forma parte de la Biblia y es de inspiración divina; en los manuscritos griegos forma grupo con los de Judit y Ester, ocupando un puesto variable; después de los grandes libros históricos (códice Sinaítico), después de los Sapienciales (Vaticano), o detrás de los profetas (Alejandrino). El I. de. T. es uno de los llamados libros deuterocanónicos, porque hubo algunos que negaron su inclusión en la Biblia. Algunos judíos, especialmente los palestinenses, no lo admitieron en el canon bíblico, y por eso algunos Padres de la Iglesia, entre ellos S. Jerónimo, se muestran inseguros en considerarlo inspirado o no. Pero la Iglesia de los primeros siglos desde el principio lo admitió como inspirado, y la mayoría de los Padres lo utilizan y citan como el resto de la Sagrada Escritura. Concilios antiguos, como el de Hipona (393) y los de Cartago (397 y 419) incluyen en el canon el I. de T., como hacen igualmente más tarde los Conc. Florentino (1411), Tridentino (1546) y Vaticano 1 (1870), por lo que no puede ponerse en duda su inspiración y canonicidad (para todo, v. BIBLIA II, A, 1).

Doctrina religiosa. a) En el I. de T. se pone de relieve la Providencia especial de Dios hacia los que le sirven fielmente. A pesar de las dificultades, infortunios y pruebas que el justo puede encontrar en la vida, Dios no le abandona. Tobit «caminó por los senderos de laverdad y de la justicia todos los días de su vida» (1,3); Sara «jamás deshonró su nombre ni el de su padre en el destierro» (3,15). Tobit ciego y Sara desgraciada en su matrimonio acuden en oración al Dios de sus padres, y Dios viene en su ayuda enviándoles al Arcángel Rafael, que les colmará de felicidad porque «habéis hecho el bien, nada malo os sucederá» (12,7).

b) Como en el libro de Job (v.), en nuestro libro se plantea uno de los problemas más oscuros y difíciles: el de la retribución (v.), por qué muchas veces el justo sufre y triunfa el impío. Tesis muy difundida entre el pueblo era que Dios, en esta vida, favorecía al justo con toda clase de bienes y castigaba al malo con infortunios y desgracias. Pero la experiencia y práctica de la vida enseñaba otra cosa: el piadoso rey Josías caía herido de muerte en Meguido ante la espada del incircunciso faraón Necao; también sufre el justo Job; y tantos otros. Ahora, Tobit, el limosnero judío convertido en sepulturero de sus hermanos muertos en aras de la misericordia. El problema está planteado dramáticamente en Job, angustiosamente en Tobías, vitalmente en el Eclesiastés (v.). Dios acude y libera a Tobit y su familia de sus males facilitándoles bienestar y paz; aunque nada se dice expresamente de la otra vida, de la retribución del más allá.

c) Una idea merece destacarse por su importancia y coloca al I. de T. en la corriente universalista del A. T., y había calado ya en el pueblo judío: es la de un Dios universal. El profeta Ezequiel (v.) había visto la gloria de Dios junto al río Quebar (1,4 ss.); ahora un judío en el destierro sirve allí a su Dios y allí Dios le ayuda. El universalismo en el sentido de voluntad salvífica de Dios en favor de todos los hombres aparece ya en Gen 12,1-3; Ruth; Is 25,6-8; 56,6-7; Jonás; etc.; v. t. ALIANZA (Religión) ii. Tobit en su cántico dice que «nadie hay que pueda huir de su mano» (13,2).

d) La angelología da un paso importante en el libro de Tobías. Por vez primera se habla aquí de los ángeles que tienen entrada ante la majestad de Dios, que le asisten y presentan las oraciones de los justos (12,12-20; cfr. Apc 8,2). El nombre de tres ángeles aparecen frecuentemente en la Biblia: Miguel (Dan 10,13.21; 12,1; 1 Thes 4,16; Ids v. 9; Apc 12,7); Gabriel (Dan 8,16; 9,21; Le 1,19); Rafael (Tob 3,17; 12,15). Los libros apócrifos (v.) han añadido otros nombres: Uriel, Fanuel, Sariel, Jeremiel, etc. Frente a Rafael, ángel bueno cuya misión es curar, está el ángel malo Asmodeo, cuya misión es matar. La acción de Asmodeo, esencialmente, conviene al papel de Satanás (v. ÁNGELES II).

e) La limosna (v.) ocupa un lugar preeminente en el I. de T.: «Practica con tus bienes la limosna y no apartes tu rostro de ningún pobre, porque así no apartará de ti su rostro el Señor. Da limosna según tus posibilidades: si tienes mucho, da mucho; si tienes poco, da con largueza de ese poco. Así acumularás un tesoro para el día de la necesidad, pues la limosna libra de la muerte e impide andar en tinieblas. La limosna, para todos los que la dan, es un precioso depósito ante el Altísimo» (4,7-11; cfr. 12,9). Bellas palabras que entendidas, como lo hace la Vulgata, a la luz de toda la Revelación adquieren dimensiones salvíficas: la limosna nos libra del pecado.

Tobías y la leyenda de Ahikar. En los años 1906-07, arqueólogos alemanes encontraron en Elefantina (Alto Egipto) once hojas de papiro palimpsesto, escritas en arameo, de fines del s. V a. C., que contienen parte de la leyenda de Ahikar. Pero ya antes era conocida por ediciones poscristianas, de las que la siriaca es la más antigua. El I. de T. menciona cuatro veces a Ahikar (1,21-22; 2,10; 11,19 y 14,10); en 1,21-22 y 11,19 se dice que Ahikar era sobrino de Tobit. Además coinciden ambos en sentencias exhortativas, lo que ha dado pie para relacionar los dos libros, ya desde hace tiempo. Los autores admiten generalmente que la leyenda pertenece al s. VI a. C., y que el I. de T. es posterior. Según esto, si hay que admitir alguna dependencia, será entonces el I. de T. quien haya tomado algunos elementos de esa leyenda para sus fines didácticos, lo cual no quiere decir nada ni va contra la inspiración del libro (v. BIBLIA III).

V. t.: ANTIGUO TESTAMENTO.


J. HERNÁNDEZ MARTÍN.
 

BIBL.: R. GALDÓS, Commentarius in librum Tobiae (CSS), París 1930; A. CLAMER, Tobie, en DTC 15,1153-1176; íD, Tobie, en La Sainte Bible (ed. Pirot-Clamer), IV, París 1949, 377 ss.; C. F. DE VINE, Tobías, en Verbum Dei, II, 2 ed. Barcelona 1960, 47-72 (n° 300-308); L. ARNALDICH, en Manual bíblico (Casa de la Biblia), II, Madrid 1968, 164-171; íD, Tobit, en Biblia comentada (profesores de Salamanca), II, 2 ed. Madrid 1964, 797 SS.; M. SCHUMPP, Das Buch Tobias übersetz und erklürt, Miinster 1933; A. MILLER, Das Buch Tobias, Bonn 1940; G. PRIERO, Tobia, en La Sacra Bibbia (dir. S. GARAFALo), Turín 1953; R. GALDós, Historicidad del libro de Tobit en sus varias partes discutidas, «Estudios bíblicos» 6 (1947) 449-480; R. PAUTREL, Trois textes de Tobie sur Raphaél, «Recherches de Scienles Religieuses» 39 (1951) 115-124; J. T. MILIK, La patrie de Tobie, «Rev. Biblique» 63 (1966) 522-530; J. PRADO, La índole literaria del libro de Tobit, «Sefarad» 7 (1947) 373-394; íD, Historia, enseñanzas y poesía en el libró de Tobit, ib. 9 (1949) 37-51; íD, Tobias (Introducción, versión y comentario teológico-popular), Madrid 1950; J. STRAUBINGER, Tobías, el libro de los novios, Buenos Aires 1943; A. HERRANZ, El libro de la familia cristiana (explanación del libro de Tobías), Barcelona 1936.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991