Teurgia
Concepto. La t. (del griego theos-ergon, «acción
divina, operación mágica», o, con sentido activo, «elaboración de dioses») es un
tipo de superstición (v.) pagana. Según la definición de Proclo (Theologia
platonica, 63), la t. es «un poder superior a toda la humana sabiduría, que
comprende las bendiciones de la divinidad, los poderes purificadores de la
iniciación y, en una palabra, todas las operaciones de la posesión divina». Rama
superior de la magia (v.), mientras ésta emplea fórmulas más o menos religiosas,
al menos en su origen, para tratar de alcanzar objetivos profanos, la t. se vale
de recursos mágicos vulgares para fines más o menos religiosos (Jámblico, De
mysteriis, 179,8), como, p. ej.: facilitar a los practicantes su liberación del
hado (Oráculos caldeos, 59; Jámblico, o. c., 269,19 ss.), asegurar la
divinización del alma (Proclo, In Rempublicam, 152,10), el conocimiento del
porvenir (Jámblico, o. c., todo el libro III) y ciertas visiones luminosas (Papyri
Graecae Magicae, 634 ss.; 694 ss.) y apariciones divinas en sueños (Eusebio,
Praeparatio evangelica, 5,12).
Las culturas en decadencia suelen caracterizarse por la irrupción de lo inmoral
y de lo irracional; en ellas puede encontrarse a veces el recurso a la t., según
la cual la salvación y el conocimiento de la divinidad nos vendrían por lo
irracional de ciertas técnicas rituales más que por la obediencia a Dios y por
la razón (Jámblico, o. c., 96, 13). Por eso el primero que, según los
testimonios conservados, se llamó a sí mismo «teurgo», uno de nombre Juliano del
tiempo de Marco Aurelio, probablemente empleó esta designación para distinguirse
de los «teólogos». Theologos es «el que habla de los dioses»; theurgos, en
cambio, el que «actúa con o sobre los dioses» o, según la interpretación
«activa» de algunos, el que «los hace o crea» (S. Eitrem, o. c. en bibl.,
22.43).
Los principales testimonios de t. son los de la que desarrollaron los
neoplatónicos (v.). Mientras que con Plotino (v.), y en parte con su discípulo
Porfirio, el neoplatonismo se mantuvo en la esfera de especulaciones filosóficas
y místicas (aunque no falta alguna referencia a la magia: Enn. V,3,11; VI,4,57),
con Jámblico, discípulo de Porfirio, y otros, se descendió al nivel de la magia
y de la superstición, mezclada con afanes pseudomísticos, que se extenderían
como una de las últimas expresiones de la religiosidad neoplatónica y pagana, y
que sería retomada por algunas figuras extrañas del s. XV y XVI (V. TEOSOFÍA,
2-3; TEOCRASIA II; RENACIMIENTO II).
Clases de teurgia. a. Teurgia teléstica o «consecrativa». La t. llamada «teléstica»
en la antigüedad trata de «consagrar» y animar las imágenes con un fin mántico,
es decir, adivinatorio o interpretativo (Proclo, In Timeum, 3,6,12-13; 3,155,18;
Theologia platonica, 1,28,70). La «consagración», transmisión del poder divino a
la imagen, se conseguía por medio de «símbolos» que se metían en su interior (Proclo,
o. c., 1,273,11). Estos «símbolos» eran hierbas, piedras, animales, gemas
grabadas, fórmulas escritas de tipo mágico. A veces, debían ser pronunciadas, p.
ej., las siete vocales simbólicas de los siete dioses planetarios o los son¡
certi quidam ac uoces de Porfirio (S. Agustín, Ciudad de Dios, 10,11); su
pronunciación acertada se transmitía oralmente con alcance de secreto
profesional.
La atribución de eficacia a estos símbolos provenía de la creencia de que los
dioses tienen como un representante mineral, vegetal o animal; y de que se
relacionan con él, por simpatía o especial analogía, p. ej., la serpiente con la
Madre Tierra (v. SERPIENTE), a la vez que él es su «símbolo». De tal manera que
dicho «símbolo» se consideraba eficaz por sí mismo; incluso, en algún caso, p.
ej., los «nombres bárbaros» o palabras extranjeras se pensaba perdían su
virtualidad si se traducían al griego (Pselo, Exposición de los Oráculos
caldeos, 1132c; Corpus Hermeticum, 16,2). Jámblico trató de demostrar que los
«ídolos son divinos y están llenos de la presencia divina» (Focio, Bíblica,
2,15). Apuleyo (Metamorfosis, 11, 17) llama simulacra spirantia a las estatuas
de Isis.
Expresión de esta creencia supersticiosa (v.) en la presencia de la divinidad en
su imagen parecen ser los cuidados que con ella tenían en muchos templos,
especialmente egipcios, donde la vestían, lavaban, bañaban, etc., y el cristiano
Arnobio (Adversus Gentes, 6,17) presenta a un pagano, según el cual ellos no
consideran la piedra o madera como dios, sino que oran a los dioses que por
efecto de la «consagración» residen en las imágenes, obra de los hombres.
Diversas imágenes (de Dioniso en Quíos, Ártemis en Eritrea, Afrodita en Esparta,
etc.) estaban atadas, «para que no pudieran huir los seres superiores que en
ellas moraban» (Pausanias 3,15,7; 8,41,6; etcétera).
b. Teurgia mediante un «medium». Ésta trata, con fines también mánticos, de
inserir la presencia de un dios en una persona, no en algo inanimado. Se basa en
la creencia de que los cambios psíquico-somáticos llamativos o profundos (estado
de «trance» a semejanza del espiritismo moderno) se deben a la posesión del
sujeto paciente por un dios, un demon o el espíritu de un muerto (p. ej.,
Serapis uocatus et intra corpus hominis collacatus respondit: Fírmico Materno,
De errore profanarum religionum, 14. Sobre las personas que creían ser dioses
paganos y la actuación al respecto de los exorcistas cristianos, v. Minucio
Félix, Octavio, 27,6 ss.; Sulpicio Severo, Diálogos, 2,6: PL 20,215c).
En algunos casos, casi siempre en círculos privados, se decía que el dios
penetraba en el cuerpo del medium no espontáneamente como en los oráculos
oficiales, sino en cierto sentido obligado por la llamada del «invocador» (cletor)
(Proclo, In Rempublicam, 1,111,28), o, según la terminología espiritista,
«invocador», el cual en los casos egipcios llegaba hasta amenazar al dios si se
resistía. Antes de actuar, el «invocador» y la persona medium o «poseída» se
preparaban por diversos medios: purificación con fuego y agua (Proclo, In
Cratilum, 100,21), túnicas con cinturones especiales (Proclo, In Rempublicam,
2,246,23), guirnalda mágica (Porfirio, en Eusebio, Preparatio Evangelica, 5,9).
Lo que se consideraban como síntomas o signos de la «posesión» no siempre
coinciden; podían ser: la anestesia y la insensibilidad al fuego (Jámblico, De
mysteriis, 110,4 ss.), movimiento corporal o absoluta inmovilidad (ib., 111,17),
alteraciones en la voz (ib., 112,5 ss.). Existen diversas descripciones de la
conducta y estado psicológico del medium (cfr. Jámblico, De mysteriis, 3,4-7;
Pselo, Oratio, 27; Scripta minora, 1, 248,1 ss.).
Durante el trance se decía que los dioses revelaban el porvenir por medio de las
palabras del medium. También se dice a veces que manifiestan su presencia
mediante señales visibles (luminosas, dios o espíritu que entra o abandona el
cuerpo del medium en formas ígneas, «fuego con figura de niño», «fuego sin forma
del que sale una voz»: Jámblico, De mysteriis, 3,6 y 112,10 ss.; Proclo, In
Rempublicam, 1,111,1); en analogía con esto quizá puede recordarse el
«ectoplasma» o «teleplasma» de las modernas reuniones espiritistas (como hacen
Hopfner, Dodds, etc., o. c. en bibl.). Otras veces se decía que el dios o
espíritu se manifestaba sólo por sonidos y palabras (Proclo, In Cratilum,
36,20). También se decía que el cuerpo del medium podía experimentar ciertos
fenómenos curiosos, como alargamiento o dilatación y hasta levitación (Jámblico,
De mysteriis, 112,3. Véase la sátira de Luciano, Philops 13; Asin. 4).
V. t.: MAGIA; SUPERSTICIÓN; ADIVINACIÓN; ORÁCULO; HERMETISMO; TEOSOFÍA;
ESPIRITISMO.
M. GUERRA GÓMEZ.
BIBL.: P. BOYANCÉ, Théurgie et télestique
néoplatoniciennes, «Rev. de I'histoire des religions» 147 (1955) 189 ss.; T.
HOFFNER, Theurgie, en RE VI,A,258-270; E. R. DODDS, Los griegos y lo irracional,
Madrid 1959; F. CUMONT, Les mages hellénisés, Bruselas 1938; 1. BIDEZ, Le
philosophie lamblique et son école, «Rev. des Etudes Grecques» 32 (1919) 29 ss.;
M. P. NILSSON, Geschichte der Griechischen Religion, II, Munich 1961, 436-466,
524-529, etc. ; S. EITREM, La théurgie chez les néoplatonicíens et dans les
papyrus magiques, «Symbolae Osloenses» 22 (1942) 49 ss.; W. KROL, De oraculis
chaldaicis, «Breslauer Philologische Abhandlungen» VII, 1 (189'4); A. I.
FESTUGIÉRE, Vidéal religieux des Grecs et l'Évangile, 2 ed. París 1932 (excursus
E: La valeur religieuse des Papyrus magiques); íD, La révélation d'Hermes
Trismégiste, IV, París 1954, 182-199.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991