SIONISMO


El término, acuñado por Natán Birnbaum, secretario que fue del primer Comité sionista, designa el ideario y movimiento judío moderno, de carácter racista y político, tendente a la reconstrucción nacional del pueblo de Israel en Palestina (Eres Israel, «la tierra de Israel», como los judíos prefieren llamarla). El nombre, como es obvio, se deriva de Sión, la ciudad de David, la antigua fortaleza de la capital, Jerusalén, y sinónimo de ésta, sobre todo en poesía; en los libros poéticos, didácticos y proféticos del A. T. aparece más de 60 veces. El ideal sionista de reconstrucción de la nacionalidad judaica, desaparecida por espacio de 20 siglos, obtuvo un triunfo en la instauración del nuevo Estado de Israel (v.) en 1948.
     
      1. Sionismo histórico. a. Cuestiones históricas. El país llamado por los griegos y latinos Palestina (Filistea), nombre que ha prevalecido hasta hoy, fue conocido primero como «Tierra de Canaán» y después como «Tierra prometida» por Yahwéh a los patriarcas del «pueblo de Dios» (v. PALESTINA). Luego quedó convertido en Eres Israel, «la tierra de Israel», en el sentir de este pueblo, que la ocupó durante unos 13 siglos, desde la conquista de Josué (v.), coetáneo probablemente de la guerra de Troya, hasta el año 70 d. C., como nación independiente o provincia más o menos autónoma de grandes imperios (persa, griego, romano) (V. HEBREOS I; ISRAEL, REINO DE; JUDÁ, REINO DE). Después, a través de diversas vicisitudes políticas, bajo distintos y nuevos pobladores, junto con otros pueblos, durante 20 siglos existieron algunas familias hebreas afincadas religiosamente en la antigua tierra de sus padres, ennoblecida por los grandes recuerdos de la Historia Sagrada.
     
      Las luchas armadas con Roma para lograr la plena independencia, en el s. I, terminaron con la destrucción de Jerusalén (v.) y de su Templo (v.) en el a. 70, como había sido anunciado. Hasta el s. IV hicieron diversas tentativas para reconquistarla, pero la población judía era ya entonces allí tan menguada, que cualquier empresa de ese tipo había de organizarse desde fuera. Así surgieron movimientos «mesiánicos», sobre todo al reconocer, por obra principalmente del rabinismo (V. RABINO), director de la vida espiritual de Israel en la Diáspora (v.), ya desde la fracasada sublevación de Barcoquebas, la imposibilidad de toda acción política o militar, y esperar la ayuda sobrenatural de Dios en la persona del Mesías. Dichos movimientos se manifestaron con variable insistencia en aisladas ocasiones (v. MESIANISMO). Mas, a pesar del fermento religioso que animaba estas sacudidas judías, los factores políticos, militares y otros, así como las diversas vicisitudes y la evolución natural de las cosas, pudieron más que la voz de un visionario o un aventurero.
     
      Prueba de ello son algunos proyectos que ya en la Antigüedad, pero sobre todo a partir del siglo XVI, con José Nasí, duque de Naxos, se fraguaron para restaurar la nación hebrea, forjados bajo los auspicias a veces de monarcas y altos personajes. El más antiguo es el atribuido al emperador Juliano el Apóstata (m. 363), y uno de los últimos, antes de organizarse el movimiento sionista moderno, el de Napoleón Bonaparte. A pesar de la atracción que ejercía el viejo solar palestinense, se pensó también en otros lugares, p. ej., América del Sur y América del Norte. Durante el s. XIX pulularon sugerencias y proyectos, en los que intervinieron personas diversas e influyentes: príncipes, nobles, estadistas, militares, banqueros, comerciantes, intelectuales. Aparecieron también algunos libros que defendían la idea de una Palestina judía, principalmente por motivos políticos y económicos, sin que dejaran de ejercer también influencia algunas obras literarias tales como Hebrew melodies, de Lord Byron.
     
      b. Antecedentes del movimiento sionista. Los dos antecedentes y causas principales e inmediatas del s. fueron: el sentimiento nacionalista, que se manifiesta tan pujante en el s. XIX con el romanticismo (v.) y que motivó la independencia de varios países, y el antisemitismo o antijudaísmo. Éste, que estuvo latente desde muy antiguo en todos íos países de fuerte contingente judío, con algunas excepciones modernas bien destacadas, se recrudeció extraordinariamente en el s. XIX y primera mitad del XX, precisamente a causa de los nacionalismos, especialmente nazis y comunistas, mezclados con cuestiones de racismo (v.); mezcla que creó con frecuencia a los hebreos situaciones angustiosas o insoportables en el orden social, político, económico, cultural o de convivencia. De modo que frente a un racismo, ya superado en gran medida, nació otro racismo, el del s., que en gran parte, paradójica y anacrónicamente, ha perdurado.
     
      Como defensores y propagandistas del ideal sionista aparecen en varias naciones de Europa una serie de pensadores y escritores judíos.,Entre ellos cabe mencionar a Moses Hess, n, en Bonn (1812) y m. en París (1875), gran propagandista del socialismo, quien, con su Rom und Jerusalem (1862), donde aborda decididamente temas judíos y que vino a ser obra clásica del s., creó dentro de éste una base ideológica amplia, aun cuando no ejerció quizá una influencia directa; su lectura impresionó profundamente a T. Herzl. David (Dob Ber) Gordon, polaco, publicista en hebreo e inglés (m. 1886), que propugnó la colonización judía en Palestina. Su homónimo Aarón David Gordon (1856-1912), n. en Rusia y m. en Palestina, fue una especie de filósofo práctico del «culto al trabajo» y del «retorno a la tierra», al par que del movimiento inmigratorio a Palestina, en el que dio ejemplo; expresó sus ideas en numerosos artículos y ensayos, recogidos posteriormente en cinco tomos. También el historiador H. Graetz (m. 1891) contribuyó a levantar el espíritu nacional de su estirpe con su Historia de los judíos, que influyó positivamente en el citado Hess. El publicista, poeta, novelista y periodista Peres Smoleskin (m. 1885), nacido en la Rusia Blanca, ocupa asimismo un puesto entre estos sionistas; como igualmente el médico polaco Leon Pinsker (m. 1891) por su folleto Autoemancipación (Odesa 1882). Digno sucesor de Hess y Smoleskin fue Aser Ginsberg, que popularizó el sudónimo 'Aliad ha'-Am («Uno del pueblo»), y representó el s. espiritual o cultural, frente al político. «Lo que nos falta -escribe- es un domicilio estable, para fijar el centro de la vida espiritual judía... Toda la Diáspora debería participar en la creación y extensión de ese centro espiritual en Palestina». El hombre que encauzara todas esas aspiraciones e impulsos fue Theodor Herzl (v.; 1860-1904), verdadero fundador, primer líder y presidente de la Organización sionista y del s. propiamente dicho.
     
      2. Sionismo político. a. Fundación. El tristemente famoso proceso contra Dreyfus (v.), oficial judío del Estado Mayor francés, condenado por supuesto delito de alta traición, degradado y desterrado a Cayenne (Guayana francesa) en diciembre de 1894, causó impresión en T. Herzl. Descendiente de una familia de criptojudíos españoles, volvió en Turquía a la religión de sus mayores; pero no se sabe lo que haya de cierto en esa tradición familiar. Inició su carrera literaria cultivando varios géneros y también el periodismo, sin prestar apenas atención al judaísmo y su cultura. Pero el mencionado suceso y las explosiones antijudaicas que presenció en París cambiaron el rumbo de su vida, que dedicó desde entonces a la defensa del pueblo judío, en un sentido más racista que religioso, y a propugnar un Estado judío.
     
      En 1896 publica su obra principal, Der Judenstaat (El Estado judío), folleto más bien que libro, una especie de «manifiesto», con afirmaciones precisas y contundentes. Dice en el Prólogo: «El pensamiento que desarrollo en este escrito es antiquísimo, a saber: el establecimiento del Estado judío. El mundo resuena con el clamor contra los judíos y esto despierta este adormecido pensamiento». Después, añade: «El Estado judío es una necesidad universal; por consiguiente, nacerá»; y termina con estas palabras: «Depende, pues, de los mismos judíos el que este proyecto de Estado no sea, por ahora, nada más que una novela. Si la generación actual permanece todavíaimpávida, ya vendrá otra, superior y mejor. Los judíos que quieran, tendrán su Estado y lo merecerán». Naturalmente había que contar también con esa trama complicadísima y decisiva en pro y en contra que constituyen las circunstancias, aparte de la voluntad para la consecución del propósito; hay que reconocer que si ésta no faltó a los judíos, también supieron aprovechar la oportunidad de aquéllas.
     
      Complemento de esa obrita de T. Herzl fue su Diario, publicado diez años antes de su prematura muerte (1904). En este periodo, Herzl desplegó una actividad intensa en favor de la causa que era ya la razón principal de su existencia. Realizó numerosos viajes a Palestina, Turquía, Inglaterra y otros países, y se entrevistó con soberanos y estadistas. Como fruto de sus actividades se celebraron seis congresos sionistas. En plena madurez, apenas cumplidos los 44 años, agotado y triste, murió sin ver realizados sus afanes sionistas, que tardarían medio siglo en cumplirse. Su desaparición dejó un vacío que sólo años después llenaron varias personalidades que prosiguieron hasta la meta la obra comenzada. Y, sin embargo, «se le había combatido y se había criticado sin piedad sus deficiencias como adalid judío; pero, una vez desaparecido, se comprendió que la nación había perdido a su primer estadista y a su primer jefe de talla nacional en el curso de muchos siglos» (Enciclopedia Judaica, o. c. en bibl.) (V. HERLZ, THEODOR).
     
      b. Desarrollo del sionismo. Sin embargo, Herzl no fue una figura solitaria como paladín del s.; como hemos indicado le habían precedido varios pensadores, que propugnaron como él, aunque con diversos y aun contrapuestos tonos y enfoques, la idea del retorno a Sión. Otros le siguieron, también con variados enfoques; recordemos, por ej., al pensador Martin Buber (v.); David ben Gurion (v.), uno de los más calificados realizadores de la idea sionista, escribía, con evidente exageración: «El anhelo del pueblo judío de alcanzar nuevamente su independencia y soberanía en la patria de sus antepasados no cesó en ningún momento desde que abandonó su solar milenario, e índice de ello lo constituye el hecho de que tres veces al día eleva el judío sus preces por el retorno a Sión» (Prefacio de la ed. española de El Estado judío, publicada en el primer centenario del nacimiento de su autor).
     
      Desde la desaparición de T. Herzl aún le quedaba al s. un camino largo que recorrer. Los cinco primeros decenios del s. XX fueron pródigos en acontecimientos a escala mundial, como las dos guerras mundiales; algunos de ellos retrasaron el cumplimiento de promesas y esperanzas, otros precipitaron indirectamente los sucesos. La fecha del 14 mayo 1948, con la constitución en Palestina del nuevo Estado de Israel, marcó el fin de una época azarosa de intrigas y aspiraciones, al par que el principio de otra, marcada por ilusiones y realidades, mas también por luchas y problemas.
     
      La construcción de una patria, un «hogar», para el pueblo de Israel disperso por el mundo constituyó una idea básica del s., fundamentalmente racista y político; pero en él se mezclaron otras diversas motivaciones, interpretaciones, intereses y tendencias. Además, los partidos políticos en pugna, cada uno con su ideología más o menos dispar, son muchos, 20 o más; aunque el peligro y el sentimiento racista ha unido siempre a todos contra los enemigos comunes, son muchas las incógnitas, problemas e injusticias, que como espectro se yerguen sobre ese territorio cuajado de historia como pocos en el mundo (V. PALESTINA; CANAÁN).
     
      3. Factores místicos, literarios y religiosos. El sentimiento de amor a Sión fue cultivado por rabinos y sabios de Israel con diversos y variados acentos: cultural, espiritual, poético, literario, consolador, sentimental, religioso. Los movimientos mesiánicos (v. MESIAWISMO) que se suceden desde el s. V al XVIII son en gran parte explosiones de esos sentimientos; y los personajes en quienes se encarna arrastran secuaces a veces sinceros y convencidos, pese a las diversas formas -más o menos vigorosas o fantásticas- que adoptaron en Oriente o en Occidente, según las condiciones políticas y sociales del momento en que se producían. Algunas partes o aspectos de la literatura religiosa o de los escritores judíos a lo largo de los tiempos se han intentado así relacionar o emparentar con los temas del sionismo.
     
      Los poetas judíos medievales cultivaron con frecuencia el tema de Sión, que tuvo su más exaltado cantor en el mayor lírico hispanojudío, Yehudá ha-Leví (v.), autor también de la famosa apología del judaísmo Cuzarí. En sus Siónidas, sobre todo en la primera, llamada «la gran Siónida», evoca «la función trascendental que Jerusalén estaba destinada a cumplir en el mundo... En estas poesías no se mueve entre conceptos, imágenes o personificaciones, sino que se abraza conmovido a realidades que fueron, y que cree han de volver a ser imperecederamente; y, recordando a los profetas, suspira junto a ellas ansioso de infundirles nueva vida... Se descubre un aliento que aspira a ser profético, descriptivo y evocador, un amor y una conciencia histórica que sabe ser sublime y tierna, una capacidad de consolación muy hebraica. Enesto, Yehudá ha-Leví se adelantó a todos los poetas y pensadores judaicos y ha sido el más grande de ellos» (Millás y Vallicrosa, La poesía sagrada hebraicoespañola, 1940, 102). En el fondo hay una fermentación mesiánica y unas ansias de redención que quieren actualizarse en la vida real. Análogos sentimientos palpitan en gran parte de las composiciones del más grande poeta judío moderno, Bialik (v.; 1872-1934), hondamente preocupado por el sino trágico y por los anhelos de redención de su pueblo.
     
      El movimiento sionista, de compleja raigambre y contenido, como hemos dicho, ha revestido variadas formas, no coincidentes ni homogéneas, sobre todo si se quiere encuadrar al judaísmo religioso de otros tiempos como sionismo. Al belicismo judío de la primera época, que perdura hasta el s. VIII, durante la cual se manifiestan propósitos de conquistar la antigua patria palestinense por la fuerza de las armas aprovechando coyunturas favorables, sucede durante los diez siglos siguientes la mística religiosa del «retorno a Sión», que termina en los movimientos mesiánicos de los s. XVII y XVIII, a mediados del cual acaba la era del s. místico. Tras un siglo más de indiferencia respecto a reivindicaciones palestinenses, comienza, a mitad del s. XIX, el s. propiamente tal, coronado a mediados del XX con la instauración del Estado de Israel. Ahora bien, este s., esencialmente racista en su concepción y político en su actuación, no renuncia a otros aspectos del judaísmo, y el factor religioso asume también su papel.
     
      Así, en la Declaración de la Independencia, firmada y proclamada por los miembros del Consejo Provisional del Estado el 14 mayo 1948, «con fe en el Todopoderoso», se dice que «en Eres Israel, cuna del pueblo judío, se forjó su personalidad espiritual, religiosa y nacional». Se insiste después en que el naciente Estado «estará basado en los principios de libertad, justicia y paz, a la luz de las enseñanzas de los profetas hebreos», y se termina con una protesta de «fe en el Todopoderoso». Existe neta separación entre las actividades religiosas y las funciones estatales; mas ello no significa que el Estado se inhiba de tan importante cuestión en relación con los ciudadanos y demás habitantes del país. En la referida proclama se asegura que «el Estado de Israel... garantizará la libertad de culto, conciencia, idioma, educación y cultura, y salvaguardará los Santos Lugares de todas las religiones». Sin embargo, de hecho, los de religión no judía, bien sean descendientes de judíos convertidos al cristianismo, o bien los nativos de Palestina pero de otras confesiones religiosas o de otras razas, han padecido y padecen no pocas dificultades en el ejercicio de sus libertades tanto religiosas como ciudadanas.
     
      Lo mismo que el hebreo es la lengua oficial, el judaísmo es también la religión oficial, profesada por la mayoría de los israelíes. El Sábado (v.) y las fiestas judías (v.) son días festivos. El número de sinagogas (v.) se elevaba a unas 3.500 en 1960 en un territorio notablemente exiguo. Hay un Ministerio de Asuntos Religiosos, que desarrolla sus actividades en colaboración con los representantes de las confesiones religiosas radicadas en el país, muy numerosas y variadas. El Rabinato Central constituye la suprema autoridad en asuntos de religión. La producción literaria de carácter religioso, incluyendo las ciencias bíblicas, es destacada y figura a la cabeza de las demás ramas. Con todo, también se advierte cierta disidencia espiritual entre los viejos, conservadores de las doctrinas tradicionales y observantes, excepciones aparte, de las normas y prescripciones religiosas, y los jóvenes, menos preocupados del mundo religioso y hasta indiferentes a esos valores.
     
      4. Congresos y asociaciones. En el desarrollo y avance del s. han ejercido acción decisiva los Congresos sionistas, reuniones de delegados elegidos por los miembros sionistas de todo el mundo, verdadera asamblea del s. nacionalista y su principal instrumento político. Desde 1897, en que tuvo lugar el primero, convocado por H. Herzl, en Basilea, hasta el de Jerusalén en 1951, se reunieron 23, 14 de ellos en Suiza. En el penúltimo, convocado en Basilea (1946), renunció a la presidencia de la Organización Sionista Mundial el ilustre químico H. Weizmann, que la venía desempeñando desde 1945, y, anteriormente, de 1920 a 1931. Dos años después fue elegido presidente del Estado de Israel. Al instaurarse éste, el nuevo Estado asumió, como era lógico, la alta dirección de las actividades políticas. El fundador del s. dio gran importancia a estos congresos para la causa que patrocinaba; refiriéndose al primero, escribió en su Diario: «En Basilea fundé el Estado judío».
     
      Cristalización muy particular de los sentimientos sionistas es el representado por el movimiento Hibbat (o 'Ahñbat) Siyón, «amor de Sión» (1860-70), creado por el rabino Z. Kalischer. Sus miembros eran los Hobébé Siyón, «amantes de Sión», y puede considerarse como una transición entre las modalidades precedentes y el s. político. También la Alliance Israélite Universelle, de fines culturales, prestó atención a los comunes esfuerzos orientados hacia Palestina.
     
      Para terminar diremos que no debe identificarse el Estado de Israel (v.) con el s., como algunos pretenden; son muchas las fuerzas puestas en juego en ese dinámico Estado, si bien hay que reconocer en el s. una de las palancas que con mayor eficacia han actuado y actúan en los avatares de ese joven Estado. La política se ha superpuesto, aparentemente, a los demás ideales del s., pero éste no descuida ninguno de los demás factores. En cierto sentido podríamos decir que el s. es más y es menos que el Estado de Israel; más, porque la creación de éste, en que tan relevante papel jugó el s., no constituye la total realización de sus aspiraciones; y menos, si se tiene en cuenta la heterogeneidad de la población y de los inmigrantes en el nuevo Estado, procedentes de diversos países del mundo y estratos sociales. El Congreso XXIII, celebrado en Jerusalén (1951), abogó por el fortalecimiento del Estado de Israel y el fomento de la unidad del pueblo judío, como parte fundamental del programa sionista. Varios son los partidos políticos encuadrados dentro del s., aunque con diversas tendencias, que van desde la llamada extrema derecha, constituida por los revisionistas, de fuerte tendencia nacionalista, hasta la llamada extrema izquierda. El Mapa¡ y el Mapam son los de más acusada tendencia socialista.
     
      V. t.: ISRAEL, ESTADO DE; MESIANISMO; DIÁSPORA; JUDAÍSMO; HEBREOS.
     
     

BIBL.: The Iewish Encyclopedia, ed. SINGER, Nueva York 1960, X11,666-686; Enciclopedia judaica castellana, ed. E. WEINFELD, México 1948-51, X,10-26 y V,391-408; Encyclopaedia judaica, ed. KLATZKIN-ELLBOGEN, Berlín 1928-34, VII,1222-1228; N. SOKOLOW, History ol Zionism (1600-1918), Londres 1919; M. BERENFELD, Le Sionisme, París 1920; N. NIJENSOHN, Historia del Sionismo, Buenos Aires 1945; J. 1. ZINEMAN, Histoire du Sionisme, París 1960; 1. AUSTRI-DUNN, La cuestión judía y el sionismo, México 1947; T. HERZL, Der Iudenstaat, Leipzig-Viena 1896 (trad. esp. B. Aires 1944 y Jerusalén 1960); J. CANTERA, El nuevo Estado de Israel, Vitoria 1951.

 

D. GONZALO MAESO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991