SINAGOGA


Lugar de culto judío. La palabra griega synagogé significa reunión y traduce la palabra hebrea kenesseth. Ha seguido parecida evolución semántica que ecclesia, designando sucesivamente la comunidad local, el conjunto de los creyentes y el edificio en que se reúnen para el culto. Para este último sentido, el hebreo emplea beit hakenesseth: la casa de la asamblea.
     
      Origen y desarrollo. La institución sinagogal tiene su origen, al parecer, en el exilio babilónico (s. VI a. C.), cuando los judíos, lejos del Templo (v.) de Jerusalén, se reunían en las casas particulares para la lectura de la Escritura y para la oración. La s. es, por tanto, una institución que caracteriza la vida de los judíos en exilio: se han encontrado en Alejandría de Egipto los restos de una s. que data de antes de la segunda mitad del s. III a. C., así como en la isla de Delos en Grecia un edificio que se remonta a finales del s. II a. C. En Palestina, en las excavaciones del Ofel, se descubrió una inscripción griega de finales del s. I a. C., en la que se hace mención de un cierto Teodoto, arquisinagogo, hijo y nieto de arquisinagogos, que construyó la s. en cuestión «para la lectura de la Ley y la enseñanza de los mandamientos». Esta inscripción muestra que la s. en esta época es, incluso en Palestina, una institución bien establecida, paralela al Templo.
     
      Es muy posible que pueda considerarse a Esdras (v.), el escriba, como el verdadero fundador del culto sinagoga] en Tierra Santa: él es en efecto quien instituyó la lectura pública de la Ley (Torah) en las tardes del sábado (v.), así como los lunes y jueves, días en los que las gentes de los pueblos iban a la ciudad para el mercado. Nada prueba tanto el crédito de que gozaba la institución sinagogal como el hecho de que existía una s. al lado mismo del Templo de Jerusalén, donde, según el testimonio del Talmud (Sotah 40b; Yoma 68b), el gran sacerdote leía la Ley y recitaba las bendiciones. Los Evangelios mencionan frecuentemente s.; es en una s. donde Jesús comienza su ministerio público (Le 4,15); es ahí donde frecuentemente enseña y predica.
     
      Unánimemente se reconoce que gracias a la existencia de la institución sinagoga] el judaísmo pudo recuperarse de la destrucción del Templo y de la catástrofe nacional del año 70 (v. HEBREOS I-II). El Templo y el culto sacrificial no ocupaban al principio de nuestra era el lugar que habían tenido algunos siglos antes en la vida religiosa de los judíos. No es sólo alrededor del Templo como se organiza el judaísmo, sino también alrededor de la Ley, en la meditación y en la práctica de sus preceptos. La destrucción del Templo se hará sentir muy dolorosamente a nivel nacional, pero a nivel religioso los fariseos (v.) estaban ya preparados, si se puede hablar así, para tomar una posición de repliegue. En efecto, éstos exaltaban desde hacía mucho tiempo la primacía de la Torah escrita y oral, pero sólo una parte de ella estaba consagrada al culto sacrificial (v. SACRIFICIO II). Por eso mismo, la destrucción del Templo y la desaparición de los sacrificios no fue para ellos el golpe mortal que fue para los saduceos (v.). Como consecuencia de la destrucción del Templo, el judaísmo de Palestina y el de la Diáspora (v.) quedan a un mismo nivel: el culto sacrificial será reemplazado por el «culto de los labios» (Os 14,13), y el proceso de la espiritualización del culto, exigido por los profetas -aunque ellos apuntaban al Mesías (v.) y a la Nueva Alianza (v.)-, será desarrollado sobre todo en el judaísmo helenístico (tanto fuera de Palestina como dentro de ella), a causa de los mismos acontecimientos.
     
      Arquitectura, elementos y disposición. La arquitectura de la s. varía según los tiempos y países. Las prescripciones talmúdicas estipulan que la s. debe ser más alta que las otras casas de la localidad. Parece que las antiguas comunidades tuvieron que acomodarse a esta prescripción. Las s. del periodo helenístico tienen siempre la forma de una basílica cuadrada o rectangular y una fachada ricamente adornada. A lo largo de los siglos fueron adoptados nuevos estilos arquitectónicos. En España, en donde predominaba el estilo arabesco, las s. adoptaron ese estilo, como, p. ej., las dos s. de Toledo: una de ellas fue construida por Joseph ibn Shushan al final del s. XII bajo el reinado de Alfonso VIII y después ha venido a ser la iglesia de Santa María la Blanca; la otra fue construida por Samuel Leví, tesorero y amigo del rey Pedro I de Castilla (1350-69) y lleva por nombre El Tránsito. Con el Renacimiento aparecen el neo-gótico y el barroco; pero los judíos de Polonia de los s. XVI y XVII crearon un estilo particular edificando las s. en madera. Desde la emancipación, las s. se parecen cada vez más a las iglesias y a los templos cristianos en su aspecto exterior.
     
      En la antigüedad se construían las s. cerca del mar o de un río. Hablando de las comunidades helénicas, Flavio Josefo señala que los judíos erigen sus lugares de oración a la orilla del mar (Ant. XIV,10,23); por su parte, S. Pablo dice que en Filipos, en Macedonia, salían el sábado «fuera de la puerta, a la orilla de un río, en donde se hacía habitualmente la oración» (Heb 16,13). Es de suponer que esta práctica haya tenido como finalidad el favorecer las purificaciones (v.) rituales. En Antioquía, sin embargo, la s. se encontraba en el mismo centro del barrio judío.
     
      La mayor parte de las s. eran bastante pequeñas. En la de Dura, en Mesopotamia, erigida en el año 245 a. C., cabían unos 55 hombres y 35 mujeres. De todos modos,no es la existencia de un edificio consagrado al culto lo que tenía importancia, sino la reunión de un grupo; así se explica que frecuentemente se reservara en las casas particulares una habitación para la oración en común y que desde entonces esta habitación fuera considerada como una sinagoga.
     
      En un antiguo tratado talmúdico (Tosephta, Ber. 3) se lee lo siguiente: «El que ora en la Diáspora debe volverse hacia el país de Israel; en Israel debe volverse hacia Jerusalén y en Jerusalén hacia el Templo...; de este modo toda la Casa de Israel se volverá hacia la misma dirección». De hecho la mayoría de las s. antiguas que se encuentran en Cisjordania al norte de Jerusalén están orientadas _hacia el sur, mientras que las de la Transjordania lo están hacia el oeste. En la antigüedad era la puerta principal la que servía de criterio a la orientación, porque, después de entrar, los fieles se colocaban en sus sitios y se volvían hacia la entrada, cerca de la cual se colocaba durante el oficio el Arca que contenía los rollos de la Ley. Más tarde, se construía un edificio pequeño en el interior de la s. para colocar dentro de él el Arca, y desde entonces, ya no es la portada la que determina la orientación, sino la posición del Arca. La s. de Cafarnaún ilustra bien esta transformación. Ante la entrada solía haber generalmente un patio o un vestíbulo en donde se encontraba un estanque en donde los fieles podían lavarse las manos (y los pies) antes de entrar en el edificio.
     
      En el Templo de Jerusalén las mujeres debían permanecer en la primera zona del atrio interior: el patio de las mujeres, y no tenían acceso al patio reservado a los hombres: el patio de Israel. También en la s. existía una estricta separación entre hombres y mujeres. En la mayor parte de las s. existe una galería de las mujeres a la que se llega por una escalera exterior. Cuando por razones arquitectónicas esto era imposible, las mujeres eran relegadas a una habitación vecina que se comunicaba con la s. por medio de una pequeña ventana o por medio de un hueco enrejado. A juzgar por los restos de ciertas s. medievales así como por los testimonios literarios, la comunidad no promovía la asistencia de las mujeres al oficio y prefería que ellas permaneciesen en casa. Sin embargo, en la Alemania del s. XIII existían s. reservadas a las mujeres (Frauen Schule) en donde presidían la ceremonia las lectoras.
     
      El Arca y los libros de la Ley. Funciones sinagogales. Dentro de la s. -ya lo hemos dicho- se reserva un lugar especial al Arca (téva o aron) ricamente adornado. El Arca contiene los libros de la Torah en forma de rollos, conservados con mucho cuidado. El rollo de pergamino que sirve a la lectura litúrgica está escrito según unas reglas precisas y minuciosas (v. ANTIGUO TESTAMENTO II). El Arca está bajo un baldaquino cubierto con un velo. Delante del Arca o en su interior se encuentra una cortina (parokhet) artísticamente bordada que se cambia según las fiestas. Los mismos rollos están envueltos en unos lienzos y son guardados en estuches. El pergamino con el texto de la Torah o Ley está enrollado alrededor de dos palos de madera, llamados «árboles de vida» (ets hayyim). Delante del Arca se coloca una lámpara siempre encendida (ner tamid). La lectura litúrgica de la Torah se hace sobre un estrado especialmente construido y llamado bima o Al-menor. Esta última palabra es de origen árabe: es una forma truncada de la palabra al-minbar por la que se designa la cátedra que sirve en la mezquita para la predicación del viernes. El lugar tradicional de la bima está en medio de la sinagoga.
     
      Sería un gran error querer identificar pura y simplemente la s. con una iglesia católica. Existe, como es lógico, una marcada analogía entre el culto o celebración de la palabra en las iglesias y el culto sinagogal (v. PALABRA DE DIOS III), pero en la s. no se ofrece sacrificio (aunque se recuerdan los sacrificios ofrecidos en otro tiempo en el Templo) y el culto no está asegurado por un sacerdocio jerárquico. Según la ley judía, diez judíos adultos (que tengan 13 años cumplidos) de sexo masculino constituyen una comunidad (edah o minyan) y desde el momento en que una minyan está reunida para la oración realiza un culto público. El rabino (v.) participa en el culto como un simple miembro de la congregación. Por consiguiente, el culto sinagogal es esencialmente un culto ofrecido por sólo laicos. Además, no se consideraba a la s. únicamente como un lugar de culto, sino también como una especie de centro comunitario; por eso mismo, estaba abierta a otras actividades.
     
      Habiendo sido considerado siempre el estudio de la Ley y de la Tradición como la obligación por excelencia de cada judío, era en la s. en donde se reunían para este fin. Por eso mismo, la s. también se llama entre los judíos escuela (shul en alemán). El heder (escuela elemental) estaba frecuentemente en la misma s. o en una habitación adyacente. Los viajeros indigentes y los peregrinos encontraban allí albergue; los estudiantes talmúdicos que eran pobres permanecían allí durante sus estudios. En las comunidades hasídicas (pietistas; v. ASIDEOS) de Polonia, se tenía la costumbre en los s. XVIIl y XIX de hacer la tercera comida del sábado en la sinagoga. Aun en el s. XX, en que la práctica religiosa judía está en baja, en ciertos países, sobre todo en Estados Unidos, se observa un resurgimiento de la vida comunitaria judía centrada en la sinagoga. Muchos judíos consideran que éste es el medio por excelencia para afirmar su identificación con su herencia nacional-religiosa.
     
      V. t.: JUDAÍSMO II; FIESTAS II; PALABRA DE DIOS III; RABINO.
     
     

BIBL.: S. W. BARON, The Iewis Community, Filadelfia 1942; E. L. SUKENIK, Ancient Synagogues in Palestine and Greece,Londres 1934; 1. LEvy, The Synagogue, Londres 1963; F. CANTERA BURGOS, Sinagogas Españolas, Madrid 1955; S. S. KAYSER, Jewish Ceremonial Art, Filadelfia 1955; y la bibl. de JUDAfsMO.

 

M. JOSEPH STIASSNY.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991