Salmos, Libro de los
 

1. Etimología y división. El término psalmos, salmo (de psalló, pulsar un instrumento de cuerda, el psalterion), designa en griego un poema que se recita con acompañamiento musical. Traduce el hebreo mizmór (de zamar, cantar), más neutral en cuanto a género. Psalmos, en efecto, tiene un matiz de canto de alabanza de que carece el hebreo, y no abarca todas las unidades del salterio. El Antiguo Israel no conoció tampoco un término adecuado para todos los salmos. En época tardía designó la colección con el nombre tehillim (de habal, alabar) o sefer tehillim, libro de las alabanzas. A una buena parte de los Ps conviene mejor el nombre tef illót, oraciones (Ps 72,20). En los títulos de los Ps aparecen varios términos, que expresan otros matices: canto, canto gradual, poema, lamentación, alabanza, oración y otros de significación discutida, como miktcim (quizá: oración secreta) y maskil, instrucción. En Occidente se impuso el título Salterio_ y Libro de los Salmos. En conjunto, los Ps son poesía sagrada y fórmula de oración, con la que Israel hablaba con Dios, y que siguieron usando con ese mismo fin la Sinagoga y la Iglesia. Son la respuesta del hombre a Dios que se revela en la naturaleza, en la historia, por la ley y por los profetas.
Los Ps constituyen uno de los libros sagrados del A. T., del grupo de los escritos (Kétubim), posterior en cristalización canónica a la Ley y a los Profetas. En la tradición hebrea encabeza ese grupo, seguido de Proverbios y de Job, con los que comparte un peculiar sistema de acentos masoréticos. El libro no nació de una vez como una obra orgánica, sino que es resultado del coleccionamiento de Ps independientes, de lo que hay constancia en el texto.
Actualmente está dividido en cinco partes (Ps 1-41; 42-72; 73-89; 90-106; 107-150), que rematan, cada una, con una doxología de este tenor: «Alabado sea el Señor, Dios de Israel, desde siempre y para siempre. Amén. Amén» (41,14). Se ignora a qué obedece esta división del editor. Posiblemente a la lectura cursiva de los Ps en la liturgia sinagogal, o quiere ser respuesta a la palabra revelada en los cinco libros mosaicos. Hay indicios de colecciones más antiguas. Una tradición popular atribuye los Ps en bloque a David. El rey pudo iniciar la obra que concluyeron sólo los siglos posteriores. Bajo su nombre surgieron, tal vez, las primeras colecciones: Ps 2-41 (prácticamente el libro primero); 51-72; 138-145. Otros Ps se aglutinaron bajo el nombre de los hijos de Coré (42-49; 84-85 y 87-88) y de Asaf (50; 73-83), cantores del Templo. Anterior al exilio es la formación de una colección, en la que se cambió sistemáticamente el nombre divino Yahwéh por Elohim, y que por ello se conoce como «salterio eloísta» (42-83). Abarca los libros segundo y tercero. Posiblemente esa revisión se deba a que los exiliados llevaron consigo esos Ps y quisieron evitar la pronunciación del nombre propio divino en tierra extraña. Otro grupo de Ps lleva por título «canto gradual», y son, tal vez, Ps de peregrinación (120-134).
Después del exilio esas diversas colecciones se engrosaron con otras menores (como Ps de la divina realeza, aleluyáticos, etc.), hasta formar el libro actual de 150 unidades. El número 150 es casual (los Setenta conocen un Ps 151 «extranumerario»), dado que la división, la integridad y la unidad de más de un Ps es discutible. Así 9 y 113 de la tradición masorética se dividen en la versión de los Setenta en 9-10 y 114-115 respectivamente, mientras esta versión unifica 114-115 y 146-147, para hacer los Ps 116 y 147 de su numeración. Con ello hay discrepancia de una unidad desde el Ps 9 al 147 entre esos dos testigos del texto. En el caso del Ps 9-10 acierta la tradición masorética, pues es un Ps alfabético. Pero aun con la convergencia de los dos testigos no siempre es acertada la división de un salmo. Así 42-43 eran originariamente una unidad, como atestigua el refrán y otros elementos comunes. Hay casos de repetición de un Ps bajo otro número: el 53 es un duplicado del 14; el 70 es idéntico a 40,14-18; el 108 se integra del 57,8-12 y 60,7-14; 96 y 105 forman una unidad en 1 Par 16. Aparte de ello, hay probablemente Ps incompletos en el salterio actual y otros de unidad muy discutible (19; 22; 89).
La mayor parte de los Ps lleva títulos particulares, actualmente incorporados al texto por la numeración en versos. Sólo 24 Ps aparecen «huérfanos» en el texto masorético. Son adiciones tardías, obra de los coleccionadores, en parte hoy incomprensibles. Las versiones se comportan ante ellos con libertad y quizá con desconocimiento ya de su sentido. Se les puede catalogar en varios grupos, según su naturaleza y propósito. Algunos son nomenclatura de orden literario, como los ya mencionados de canto, oración, etc. Otras hablan de su uso litúrgico, con indicación de instrumentos que han de acompañarlos (con la guittit o lira de Gat, con el octacordio, con flautas, con instrumentos de cuerda), de melodías conocidas (según los lirios, según la cierva de la autora), de destinación litúrgica (para acción de gracias, para conmemorar, para instrucción, para el sábado, para la dedicación del Templo). La indicación misteriosa selah, al final de una estrofa, pudiera recomendar pausa, inclinación o elevación de voz. Otros títulos recuerdan nombres de personas conocidas: de David (en 73 Sp), de Asaf (12), de los hijos de Coré (11), de Salomón, de Hemán, de Etán, de Moisés. El nombre va precedido de un lamed, que pudiera ser de autor. En Ugarit aparece un lamed análogo, para indicar los cielos de poemas de Baal, Keret y Aqhat. En los Ps debe tratarse de un nombre de colección. Tal vez pertenezca también a esta categoría el título «del director», uno de los no menos misteriosos.

2. Autor y género literario. Los autores de los Ps nos son en parte desconocidos. Como la poesía anónima, pasaron a ser del dominio común y sufrieron adaptaciones parciales, a lo largo de los siglos, a las situaciones convenientes. Por eso también la época de composición es críticamente imprecisable. A lo sumo se puede conseguir una datación aproximada por la afinidad con piezas literarias bien datadas. Un grupo final de títulos habla de la situación histórica en que un Ps habría nacido (18, 51, 52, 54, 56, 57, 59, 60, 63), en general un episodio de la vida de David. El análisis interno muestra que no siempre esas indicaciones son coherentes. Son un intento, el primero conocido, de encuadrar la pieza literaria en su marco histórico. El valor de los títulos radica en su antigüedad y en ser testigos del coleccionamiento de los Ps y de su uso litúrgico en la comunidad judía. No obstante, por unánime consentimiento de códices y de versiones antiguas atribúyense a David (v.) unos 70 Ps, o sea, casi la mitad de la colección.
Desde el punto de vista literario los Ps son poesía. Su lengua se distingue de la común de la prosa por su forma y su estilo. La autodisciplina le da una sonoridad que la avecina a la música, y una concentración que la hace más vigorosa y expresiva. Hoy se ve como esencial la atención a estas características del lenguaje poético, para captar las vivencias que se expresan en ellos. Este lenguaje acude a términos menos usados y más nobles, abunda en imágenes, que dan grafismo y calor al sentimiento. Arcaísmos, términos sonoros y efectivos, palabras de lenguas afines (arameo, ugarítico), son recursos de variedad del lenguaje poético. La morfología poética busca también las formas menos usuales; la sintaxis conoce su orden propio de colocación de los elementos de la frase. La disciplina en la formulación del pensamiento consigue la unidad poética sonora, que es el verso. La medida produce el ritmo poético. Generalmente el verso hebreo se compone de dos hemistiquios, aunque 111 y 112 parezcan abogar por sólo uno. El ritmo no resulta de la identidad de sílabas en cada hemistiquio (ritmo aritmético), ni de la cantidad de las sílabas del verso, como en la poesía clásica (ritmo prosódico), sino de la sucesión regular de acentos tónicos, tras dos o tres sílabas átonas (ritmo tónico). En el verso de dos hemistiquios (dístico) se puede dar este número y combinación de acentos: 2-2, 3-3 4-4, 4-3, 3-4, 3-2, 2-3. Si el segundo de los dos hemistiquios es más corto, resulta la g¡ndh, ritmo típico de la poesía lírica. En el verso de tres miembros (trístico) las combinaciones pueden ser: 2-2-2, 3-3-3, 4-4-4, 3-3-2, 3-2-3, 4-4-3. El cambio de ritmo en un poema no es indicio necesario de falta de unidad. Factor esencial de la poesía hebrea es el paralelismo, conocido también en otras literaturas. Consiste en la articulación de una sentencia en una emisión binaria, guardando proporción los dos miembros de la bina. Se da también la emisión ternaria, de tres miembros. Hay varias formas de paralelismo: el sinónimo, en el que la segunda parte completa la primera con términos sinónimos (6,2); el antitético, que consigue lo mismo con términos de sentido opuesto (1,6); el sintético, en que se redondea el pensamiento con elementos nuevos (27,1), y el climático, que repite un término y lo lleva hasta el clímax (29,1). La rima no es esencial en la poesía hebrea; se obtiene, a veces, con sufijos (2). Otros recursos sonoros son la anáfora, la aliteración, la onomatopeya; recursos expresivos, la metáfora, la alegoría, la comparación, la prosopopeya. Se usa el refrán (46,8.12) y el acróstico alfabético (9-10,25, 34,37,111,119). La poesía sálmica es lírica, expresión del impacto que produce el objeto externo en el poeta. El objeto externo no habla sólo por sí en esta poesía, como en la historia o en la épica; ese objeto es subjetivizado y revivido. La nueva vivencia es el objeto integral, que busca cauce de expresión en el lenguaje.
El descubrimiento de la forma poética de los Ps abrió los ojos ante composiciones análogas fuera del salterio. Hay Ps encuadrados en diversos libros bíblicos, en contextos que hablan de su origen y de su uso. Así el canto al paso del mar Rojo (Ex 15,1-18), el de Moisés (Mt 32, 1-43), el cántico de Débora (Idc 5) y el de Ana (1 Sam 2,1-10), los Ps de Ezequías (Is 38,10-20), de Jonás (Ion 2,3-10) y de Habacuc (Hab 3,2-19), las Lamentaciones y otros varios Ps en el libro de Isaías (Is 12,1-6; 25,1-5; 26,7-19; 63,7-64,11) y de jeremías (Ier 15,15-18; 17,1418; 18,19-23), y los himnos del N. T., magnificat, benedictus, nunc dimittis. Estos Ps se hallaban ya en sus contextos respectivos cuando se hizo el coleccionamiento de los mismos o entraron en ellos después de concluido. Algunos traicionan lo artificial de su emplazamiento; otros se encuentran en su ambiente vital.

3. Historia del texto. Con tantos siglos de azares ¿nos ha legado la Tradición el texto original? Sabido es que los Ps nacieron independientes, en ambientes y épocas diversos, y se transmitieron oralmente, dejándose actualizar y adaptar por limaduras y adiciones, hasta alcanzar la forma definitiva y la fijación por escrito. Los duplicados antes aludidos permiten constatar las variantes que va adquiriendo un texto al transmitirse. Los antiguos no eran en ello escrupulosos. Todas esas modificaciones, involuntarias o conscientes afectan a los Ps in f ieri, y no hay razón ni posibilidad de ir tras ellas, con criterios lingüísticos, poéticos, u otro cualquiera. Tenemos varios testigos. El primero es el texto hebreo, fijado, por selección, en el s. t y puntuado después por los sabios masoretas. Los fragmentos de Ps encontrados en Qumrán, Masada y En-Guedi autorizan la fidelidad de ese texto, desde ahí hasta nosotros. Además del texto hebreo hay las antiguas traducciones (griegas, arameas, siriacas, latinas), unas directas de un texto básico hebreo y otras indirectas. Toda traducción lleva inherente una desventaja: la de ser interpretación y adaptación a otra lengua, que representa otra mentalidad. Pero se puede acudir a ellas para cubrir lagunas infranqueables. De más garantía será siempre el texto hebreo consonántico, prior a la obra masorética, que es ya una interpretación. Si la recuperación del texto original es críticamente una utopía, los testigos existentes nos aseguran de que el texto recibido es sorprendentemente fiel e inteligible, pese a tantos avatares.

4. Interpretación. Se han corrido caminos en muchas direcciones. Los títulos de los Ps son ya testigos de algunos. Por ellos se intuye que la identificación del autor se consideraba ya de interés para entender un texto. Intento más pujado de interpretación son los títulos históricos, que buscan poner el Ps a la luz de un suceso o de una situación. Con ello se inicia un método de exégesis, en vigor hasta el presente: el método historicista. Hay Ps que son síntesis de historia, y otros que aluden a acontecimientos concretos de la misma. Las alusiones son muchas veces sutiles o imprecisas. Y aun cuando sea evidente, no lo es que el Ps naciera de esa situación. Se la puede evocar desde lejos, con vistas a otro momento. La lírica revive con nuevas dimensiones lo que fue. Lo aludido no basta para entender el Ps., p. ej., el 114, con los datos del paso del mar Rojo y del Jordán. Objeto de la lírica no es la materia objetiva, sino la vivencia que pro
voca. El método en cuestión ha resultado con frecuencia infructuoso más allá de lo que los mismos títulos de los Ps indican. Según los presupuestos del intérprete, un Ps puede hablar de personajes muy diversos, desde David a Judas Macabeo.
Singular abolengo y autoridad tiene la interpretación escatológico-mesiánica. Se apoya en Ps que exhiben esa dimensión; se hace más consciente en el tardo posexilio y encuentra plena acogida en el judaísmo y en el cristianismo. No supone un punto de vista diverso del anterior. Es una penetración en el sentido, que descubre en el Ps ecos y secuencias de la historia salutis, no precisamente en su vertiente de pasado realizado, sino de futuro en esperanza. Representa una dimensión de la teología de Israel, que florece con pujanza a partir de los profetas. El N. T., cumplimiento del A. T., abunda en esta línea, revelando con autoridad divina el sentido mesiánico, y específicamente cristológico, de algunos Ps. Ahí se incluye el valor profético de los Ps, como de los demás libros del A. T., que preanunciaron a Cristo en sentido pleno, tipológico o alegórico (v. HOEMÁTICA). oParte de los Ps aludidos son citados sin contexto en el N. T., a raíz de términos elocuentes, en los que se revela un sentido más pregnante (2, 8, 16, 22, 69, 110, 118). Esos textos y otros, sobre todo de Isaías, sirven a los testigos de los acontecimientos cristianos para encuadrar en la historia sagrada la persona y la obra de Jesús, el Mesías prometido en el A. T. Eso se llama «comprender las Escrituras» (lo 20,9) por aquellos a quienes Dios abre su sentido (Le 24,25-27.44 ss.). Comprenden que el Dios que actúa allí está ahora con los hombres, en los nuevos acontecimientos.
De índole y valor completamente distintos son las interpretaciones críticas modernas. Una aportación interesante en el estudio reciente de los Ps viene del lado literario. Si este aspecto no había pasado inadvertido en los siglos anteriores, su valoración sistemática es obra de nuestro tiempo. El nombre del estudioso protestante liberal H. Gunkel es aquí una clave. El conocimiento de las literaturas vecinas juega su papel. En lugar del estudio individual de cada Ps, con frecuencia infructuoso, se emprende el estudio de los géneros o categorías literarias, que abarcan los Ps por grupos. El camino es el análisis minucioso de las formas, de los temas y del.tono. Se busca también la ambientación de cada género en la vida real, con lo que propiamente se descubre el origen de los géneros. Éstos son cauces de expresión, que seguirán con más o menos libertad los compositores de los Ps en los siglos sucesivos. Parece que el alejamiento del origen, el culto de Israel, lleva consigo la paulatina desintegración de los géneros puros. Los profetas habrían contribuido a su espiritualización. Este método adolece en sus comienzos de cierto rigorismo, y no está libre de prejuicios, relativos a la evolución religiosa de Israel. Con todo, abre una perspectiva auxiliar para el conocimiento de los salmos. Un correctivo al rigorismo de este método, que confía demasiado en las formas y no concede suficiente autonomía a cada unidad, viene del ahondar precisamente en uno de los principios de este método: la ambientación del Ps en la vida real. El nombre de S. Mowinckel es ahora significativo. Se reconoce el culto como centro de la vida real y se intenta reconstruirlo, a la luz de lo que de él se sabe entre los primitivos (por la antropología) y en las religiones vecinas de Israel. A la pregunta sobre el ambiente de origen y destino de los Ps se responde: el culto y para el culto. Ello no sólo los géneros y los esquemas primitivos, sino los mismos Ps que nosotros conocemos. Antes de ser el libro de cantos de la comunidad judía, los Ps pertenecieron a ambientes de la corte real, de santuarios locales, de peregrinación y de la calle; nacieron de rituales especiales de alegría y penitencia, de victoria o de catástrofe, y de fiestas anuales, como la gran fiesta de la entronización o del año nuevo, análoga a la homónima en Mesopotamia; la fiesta de la renovación de la alianza, aparte las conocidas. Mucho hay de hipotético en la reconstrucción de estas fiestas. Pero no por eso dejan de descubrir un aspecto decisivo de la vida de Israel. Con los propiamente cúlticos hay también Ps sapienciales, reflexivos, meditativos y proféticos. Los estudios más recientes centran su atención en estos cuadros de la vida real de Israel, valiéndose de datos de la antropología primitiva y de las religiones comparadas. En muchos casos se ha llegado casi a perder de vista, por ese camino, la particularidad de la religión israelita, que es una religión revelada. Pero con ello se ha profundizado en un aspecto notable, que complementa lo conseguido por otros métodos. Sería caer en los mismos fallos combatidos el constituir como absoluta esta nueva perspectiva. Los Ps se seguirán entendiendo si, junto con la ambientación cúltica, su forma literaria y sus conexiones con la historia toda de Israel, se leen en su más profunda dimensión escatológico-mesiánica.

5. Clasificación. La clasificación literario-religiosa de los Ps tiene un punto de apoyo en los títulos que les da la tradición. Dos de ellos, tehillim, alabanzas, y tefillót, oraciones, tocan las dos actitudes básicas que expresa en ellos el autor o el orante, individuo o cdlectividad. En esas dos formas de respuesta a Dios que se revela caben matices muy diversos. Equidistante entre ellas está la acción de gracias y la expresión de la confianza. Con ello se alude a los múltiples tonos y objetivos que conoce la oración. El criterio individual-colectivo no decide mucho en la clasificación, por la fluidez que existe en los Ps entre el yo y el nosotros. En el capítulo de la alabanza están los himnos, que constituyen el grupo más característico, más fácilmente distinguible y uniforme en su tono, su lenguaje y su estructura. La introducción llama a alabar; el cuerpo del Ps motiva esa llamada y especifica el objeto de la alabanza misma; la conclusión sintetiza el tema o repite el inicio. Estos Ps se dejan ambientar, en cuanto a origen y uso, en las fiestas nacionales conocidas y quizá en otras desconocidas o matices de aquéllas, más tarde suplantados y olvidados. Objeto de la alabanza, y con ello razón de variedad entre los himnos, es la creación, la manifestación de Dios en la naturaleza, su acción en la historia, los atributos divinos revelados en el gobierno de Israel y de todo el universo (8, 19, 29, 33, 100, 103, 104, 105, 111, 113, 114, 117, 135, 136, 145150). Por su tema especial se ha distinguido entre los himnos los cantos de Sión (46, 48, 76, 84, 87, 122, 137) y los himnos de la divina realeza (47, 93, 96-99). Con frecuencia se superponen en el himno objetos y temas diversos.
En el campo de las oraciones están las súplicas individuales y colectivas. Tienen todas una estructura análoga, más variada y libre que la del himno. En las primeras presenta el individuo -las cuitas propias, sus quejas, la petición de auxilio. Inicia con la invocación y concluye con la expresión de la confianza (5, 6, 7, 9-10, 13, 17, 22, 25, 26, 28, 31, 35, 36, 38, 39, 42-43). En las súplicas colectivas habla el nosotros de la comunidad o un yo representativo, en coyuntura de mal nacional, natural, religioso o político. Todo mal tiene dimensiones religiosas
(12, 44, 58, 60, 74, 77, 79, 80, 82, 83, 85, 89, 90, 94, 96, 106, 108, 123, 126).
Tocando con la súplica están los Ps en que, sobre la queja y la petición, predomina la expresión de la confianza, lo mismo en el plano individual (3, 4, 11, 16, 23, 27, 62, 121, 131) como en el colectivo (115, 125, 129). Entre la alabanza y la súplica está la acción de gracias, motivo que aparece ya en la súplica como móvil y como expresión de la certeza en el socorro. Es alabanza por favores divinos puntuales, con autoinvitación y gracias, con relato del favor experimentado, con la llamada a otros a dar gracias. Se ambienta en el sacrificio de este género, en cumplimiento de votos hechos. Son también individuales (18, 30, 32, 34, 40, 41, 92, 107, 116, 138) o colectivas (65, 66, 67, 68, 118, 124).
Los Ps reales no constituyen, por criterios literarios, grupo aparte, pero sí por su contenido teológico; pertenecen a los diversos géneros mencionados. El nombre se justifica por tener como sujeto y tema al rey, tipo o figura del Mesías, tema frecuentemente unido al de Sión (2, 18, 20, 21, 45, 72, 89, 110, 132, 144). No son fáciles de ambientar en situaciones históricas concretas. Aluden a David o a otros reyes de Israel o de Judá, o al rey en general en su función. Probablemente son, al menos en parte, de época monárquica. Pero la figura del rey sobrevive a la institución, como personalidad sacra, como símbolo de la elección de Israel y como anuncio profético del futuro Mesías Salvador. Por eso cabe la composición de Ps reales durante y después de la monarquía. Algunos de sus temas son la elección y la entronización del rey, súplica por él antes de la guerra, gracias por su victoria, lamento por su humillación. Aparte el estilo cortesano con que se habla del rey, hay en estos Ps tendencia a la idealización de su figura. Es el ungido de Yahwéh, siempre una figura bivalente, hecha del plano histórico y del plano ideal del rey que adecuará las esperanzas. En ese sentido el rey se acentúa como figura mesiánica. Pero este mesianismo no prescinde del primer plano histórico.
Hay Ps de carácter didáctico, de estilo sapiencial, con alocución, consejo, sentencia, con propósito de enseñar, de fortalecer, de convencer (1, 37, 49, 73, 78, 91, 101, 119, 127, 128, 133, 139). Otros con tema y lenguaje de envergadura profética (14, 50, 52, 53, 75, 81, 95), si bien la presencia de los profetas en los Ps tiene mucho mayor alcance de cuanto estos pocos Ps darían a entender.
La sinagoga y la Iglesia recibieron los Ps de Israel como su libro de oración por excelencia: por ello han de ser leídos con toda veneración y unción religiosa, como expresiones las más profundas y adecuadas de alabanza y adoración a Dios.

V. t.: DAVID; SAPIENCIALES, LIBROS; ANTIGUO TESTAMENTO.


A. GONZÁLEZ NÚÑEZ.
 

BIBL.: A. GONZÁLEZ, El libro de los Salmos, Barcelona 1966; P. DRIJVERS, Los Salmos. Introducción a su contenido espiritual y doctrinal, Barcelona 1964; 1. ENCiso, Los títulos de los Salmos y la historia de la formación del Salterio, «Estudios Bíblicos», 13 (1954) 135-166; L. ALONSO-SCHOEKEL, Estudios de poética hebrea, Barcelona 1963; R. DE MANRESA, El libro de los Salmos (trad. y coment.), 2 vols. Barcelona 1935-36; 1. PRADO, Comentario ascético-teológico al Nuevo Salterio, Madrid 1948; P. AUVRAY, Los Salmos, en Introducción a la Biblia, vol. 1, Barcelona 1965, 537-569; R. ARCONADA, S. BARTINA y F. X. RODRíGUEZ MOLERO, Los Salmos, en La Sagrada Escritura, dir. J. LEAL y R. CRIADO, Antiguo Testamento, IV, Madrid 19ó9, 3-430; A. COLUNGA, El mesianismo en los Salmos regios, «Studia Anselmiana», 27-28 (1951) 208-230; F. ASENSIO, ¿Salmos mesiánicos o salmos nacionales?, «Gregorianum», 32 (1951) 219-260; 1. PRADO, Dios y el universo en los Salmos. Apuntes de Teología bíblica, «Estudios Blblicos», 2 (1943) 213-241; 1. PRADO, La aportación histórica del libro de los Salmos, «Sefarad», 6 (1946) 219-236; S. DEL PÁRAMO, El género literario de los Salmos, «Estudios Bíblicos», 6 (1947) 241-264; A. COLUNGA, Los sentidos de los Salmos según Santo Tomás, «La Ciencia tomista», 15 (1917) 353-362; B. UBACH, El Psalteri, 1-II, en La Biblia de Montserrat, Barcelona 1922; S. AGUSTÍN, Enarrationes in Psalmos (ML 37-38); S. JUAN CRISÓSTOMo, Homiliae in Psalmos (MG 55); S. TOMÁS DE AQUINO, Commentaria in Psalmos; G. CASTELLINO, Libro dei Salmi, Roma 1955; E. KISSANE, The Book of Psalms, Dublín 1953-54; H. J. KRAUS, Psalmen, Neukirchen 1960; R. TOURNAY, Les Psaumes, París 1964; A. WEISER, Die Psalmen, Gottinga 1959; H. CAZELLES, La question du «Lamed auctoris», «Revue Biblique», 57 (1949) 93-101.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991