Sacerdocio. Teología Dogmática
 

El s., en la Revelación cristiana, constituye una tarea de mediación entre Dios y los hombres. El sacerdote es un mediador divinamente constituido que ofrece a Dios un verdadero sacrificio (v.) de expiación por las culpas humanas, procurando de esta manera a los hombres la pacificación y la amistad de Dios. El verdadero sacerdote es, pues, mediador entre Dios y los hombres (S. Tomás, Sum. Th. 3 q22 al), en cuanto su oficio consiste en comunicar las cosas divinas a los hombres (oficio descendente) y las cosas humanas a Dios (oficio ascendente).
A lo largo del A. T., Dios hizo surgir en Israel diversas figuras de mediadores, y entre ellos un s. que estuvo confiado a la tribu de Leví (cfr. Num 1,49-53; 18,1-7; v. LEVITAS). Cristo es el perfecto mediador (cfr. 1 Tim 2,5; v. JESUCRISTO III, 2,4b), y como consecuencia es el perfecto y sumo Sacerdote (v. II; JESUCRISTO III, 2,4e) que consumó con su muerte en la Cruz un sacrificio perfecto (cfr. la doctrina expuesta en la Epístola a los Hebreos; v. SACRIFieio). La Iglesia participa del único s. de Jesucristo y constituye una comunidad sacerdotal de salvación, mediadora entre Dios y los hombres. Esta participación es orgánica y diferenciada, y da lugar a dos formas de s., distintas no sólo de grado, sino también esencialmente: el s. ministerial o jerárquico y el s. común de los fieles. Para el s. ministerial, v. ORDEN, SACRAMENTO DEL; OBISPO; PRESBÍTERO; DIÁCONO. Para el s. común, V. IGLESIA III, 4.
De forma resumida, puesto que este tema se estudia ampliamente en los lugares de esta Enciclopedia a los que se acaba de remitir, señalamos los rasgos más significativos del s. ministerial cristiano, que es al que de manera más ordinaria y propia se aplica el nombre de sacerdote.

1) El sacerdote, por la consagración que realiza el sacramento del Orden, ha sido revestido de una singular condición y dignidad; ha sido configurado a Cristo Sacerdote y Cabeza de su Cuerpo para actuar como ministro suyo (in persona Christi; Conc. Vaticano II, Decr. Presbyterorum ordinis, 2): anuncia y enseña con autoridad el mensaje de Cristo, renueva su Sacrificio en la celebración de la Misa, en su nombre perdona los pecados y reconcilia a las almas con Dios, se ocupa del pueblo cristiano para, como pastor suyo, orientarle hacia Dios.

2) Por el carácter impreso en el sacramento del Orden, esta consagración recibida es indeleble y permanente (verdad definida: Conc. Trento: Denz.Sch. 1609,1774), de modo que es sacerdos in aeternum, sacerdote para la eternidad. Este carácter sacramental dota al ministro sagrado de poder ontológicamente distinto de los poseídos por el resto de los fieles: no se trata solamente de una diferencia de funciones, sino de una diferencia esencial en el modo de participar del s. de Cristo.

3) Por esa específica participación en la mediación sacerdotal de Cristo, el sacerdote tiene la misión -del modo y con el poder que le son propios- de hacer perenne y actual la obra redentora del Salvador. El sacerdote es mediador entre Dios y los hombres para comunicar a éstos la gracia de Dios, y para dar en nombre de los hombres, y en unión con ellos, culto a Dios: adoración, acción de gracias, satisfacción. La misión del sacerdote en favor de la humanidad tiene como fin conducirla hacia Dios; es, pues, un ministerio de orden espiritual, que no termina en el hombre, sino en Dios.

4) El ministerio principal de los sacerdotes es celebrar el Santo Sacrificio del Altar (v. EUCARISTíA; MISA, SANTA), donde se renueva sacra mentalmente la obra de nuestra Redención y se aplican sus frutos, y donde todo el ministerio sacerdotal encuentra su plenitud, su sentido, su centro y eficacia (cfr. Decr. Presbyterorum ordinis, 5). Todo el resto de las funciones del ministerio verbi el sacramentorum -ministerio de la Palabra y de los Sacramentos- se ordena a aplicar y a anunciar este misterio sublime de nuestra Redención.

5) La consagración y la misión sacerdotal pide que el sacerdote sea y se muestre en todo un hombre de Dios; que ejercite santamente su ministerio santo. Es así como mejor podrá manifestar ejemplarmente ante los hombres su condición de «dispensador de los misterios de Dios» (1 Cor 4,1), y facilitará el que todos puedan acudir a él para recibir esos misterios.
Los protestantes han desdibujado la doctrina del s. (niegan su carácter de sacramento, consideran al sacerdote como mero delegado de la comunidad, cte.; cfr. Conc. Trento, Denz.Sch. 1763-78) de modo que su concepción se aparta radicalmente de la doctrina católica (v. PASTOR PROTESTANTE).


MIGUEL ÁNGEL MONGE.
 

BIBL.: S. Pío X, Exhort. Ap. Haerent animo, 4 ag. 1908; BENEDICTO XV, Enc. Humani generis redemptionis, 15 jun. 1917: AAS 9 (1917) 305-317; Pío XI, Enc. Ad catholici sacerdoeei, 20 dic. 1935: AAS 28 (1935) 5-53; Pío XII, Enc. Mediator Dei, 20 nov. 1947: AS 39 (1947) 522 ss.; íD, Exhort. Ap. Mentí nostrae, 23 sept. 1950; AAS 42 (1950) 657-702; íD, Aloc. 29 mayo 1954: AAS 46 (1954) 307-313; íD, Aloc. 31 mayo 1954: ib. 313-317; íD, Aloc. 2 nov. 1954: ib. 666-677; JUAN XXIII, Enc. Sacerdotii nostri primordia, 1 ag. 1959: AAS 51 (1959) 545-579; PAULO VI, Enc. Sacerdotalis caelibatus, 24 jun. 1967: AAS 59 (1967) 657-697; CONC. VATICANO II, Decr. Optatam totius, 28 oct. 1965; Decr. Presbyterorum ordinis, 7 dic. 1965 (estos documentos pueden encontrarse en: P. GALINDO, Colección de Encíclicas y documentos pontificios, 7 ed. Madrid 1967;
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991