Rut, Libro de
 

El personaje. El nombre de Rut quizá provenga del siriaco re'ut, la amiga, la compañera, o de rwa, en el sentido de reconfortada, refocilada. En una lista de jóvenes de una tablilla de Ugarit aparece el nombre de bn rt, cuya pronunciación se desconoce. Fue R. una joven moabita (1,22; 2,2.6.21; 4,5.10) que contrajo matrimonio con Majalón, nombre que le dio la tradición por haber muerto prematuramente (Mahlon=languidez), hijo del matrimonio Elimélec y Noemí, de Belén de Judá (1,1). Muertos Elimélec y Majalón, Noemí decidió regresar a la tierra de Judá (1,7). R. no quiso abandonar a su suegra y se fue con ella a Belén. Una vez allí, y carentes de medios de vida, la moabita R. fue a espigar a un campo de un noble efrateo llamado Booz, el cual, prendado de las virtudes de R., la tomó por esposa, amparándose en una interpretación amplia de las leyes del levirato. De este matrimonio nació un hijo, al cual las vecinas dieron el nombre de Obed, que fue el padre de Isaí, padre de David (4,17).
El libro. Se llama así por ser Rut la protagonista. Clasificado en las Biblias hebraicas entre los libros de la tercera colección (Kétúbim), después del Cantar de los Cantares (v. BIBLIA I, 3), se leía en las sinagogas en las fiestas de Pentecostés, que coincidían con la siega de la cebada en Palestina. En el Canon alejandrino (v. BIBLIA II), y en la Vulgata se coloca, por razón de su argumento y como introducción a la historia de David (v. SAMUEL, LIBROS DE), entre éstos y el libro de los jueces (v.). Fue escrito originariamente en hebreo por un autor anónimo, que vivió después de la cautividad de Babilonia. Cada día más pierden terreno las hipótesis que fijaban su composición en los comienzos de la época monárquica, durante el reinado de Ezequías, en el tiempo que media entre la caída de Samaria (722) y la toma de Jerusalén por Nabucodonosor (587), en tiempos en que se codificó el Deuteronomio o durante el exilio. Glanzmann distingue tres etapas en su composición: 1) existió en forma de relato poético, de origen extraisraelita, con nombres de los personajes principales, y que circuló oralmente; 2) en los s. VIII-IX se escribió en prosa y recibió el colorido israelita que presenta hoy; 3) después del exilio tomó forma actual. Pero todo esto son sutiles conjeturas críticas, difíciles de probar y discutibles. Lo cierto es que el autor sagrado, conducido por la gracia de la inspiración divina (v. BIBLIA III), supo dar a todo el conjunto de posibles fuentes anteriores tal unidad literaria e ideológica, que apenas son perceptibles las posibles manipulaciones anteriores. El libro actual comprende cuatro cuadros armónicos: 1,6-18; 2,1-7; 3,1-15; 4,1-2, precedidos de una introducción (1,1-5) y seguidos de una conclusión (4,13-17), entremezclados con frases aisladas que sirven de enlace y transición (1,19-22; 2,18-23).
El argumento es el siguiente. «Al tiempo en que gobernaban los Jueces» (1,1), un matrimonio de Belén de Judá, Elimélec y Noemí, fue a habitar con sus dos hijos, Majalón y Kilyon, en los campos de Moab. Después de la muerte de Elimélec, sus dos hijos se casaron con dos jóvenes moabitas, R. y Orfa, respectivamente. Al poco tiempo, ambas quedaron viudas. Entonces Noemí decidió regresar a su tierra de Judá. Orfa, ante los ruegos de su suegra, decidió volver a la casa de su madre (1,8), mientras que R. se abrazó a ella, diciendo: «No insistas en que te deje y me vaya lejos de ti; donde vayas tú, iré yo; donde mores tú, moraré yo; tu pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios; donde mueras tú, allí moriré y seré sepultada yo. Que Yahwéh me castigue con dureza si algo, fuera de la muerte, me separa de ti» (1,16-17). Suegra y nuera entraron en Belén, y las gentes se preguntaban: «¿Es ésta Noemí?» (1,19). Y ella contestaba: «No me llaméis Noemí, la agraciada, la afable; llamadme Mara, la afligida, la dolorida» (1,20; cfr. lob 21,25; Prv 31,6). R. pidió a su suegra autorización para ir a espigar al campo, y llegó por azar al campo de un noble efrateo, del clan de Elimélec. Las virtudes de la joven moabita atrajeron la atención de todos, y Booz, el dueño, se interesó vivamente por ella. R., confundida, le dijo: «¿Por qué he encontrado gracia a tus ojos, interesándote por mí, siendo yo una extranjera?» (2,20). Pero en torno suyo se había creado una atmósfera de comprensión y simpatía, y todos se sentían orgullosos de contar con una mujer virtuosa. Bcoz la considera como de casa, como una siphehah, o sea, como miembro de su clan, y hace votos para que «Yahwéh te pague lo que has hecho, y que Yahwéh, Dios de Israel, bajo cuyas alas te has refugiado, te dé plena recompensa» (2,12). Efectivamente, Dios la recompensó con creces, admitiéndola como suya e incorporándola a su pueblo. Dios dirigió todos sus pasos para que se casara con un auténtico representante de la comunidad hebraica. R. pidió a Booz que la tomara por esposa y ejerciera sobre ella el derecho del goelato por ser un garob, un pariente suyo; a lo que contestó Booz: «Bendita seas de Yahwéh, hija mía; tu muestra actual de bondad es mejor que la anterior; pues no has ido a la busca de ningún joven, rico o pobre. No temas, hija mía; haré por ti cuanto me digas, porque todos los que están a la puerta de mi ciudad saben que eres una mujer virtuosa» (3,10-11).
Booz resolvió con prontitud la petición de la moabita. Existía otro goel más próximo, pero renunció a sus derechos (4,3-6), con lo cual Booz tomó a R. por esposa, con la alegría y aprobación del pueblo humilde y de todos los nobles de la ciudad, que le dijeron: «Haga Yahwéh que la mujer que entra en tu casa sea como Lía y Raquel, que edificaron la casa de Israel. Que por ella seas poderoso en Éfrata y tengas renombre en Belén. Que sea tu casa como la casa de Fares, el que Tamar dio a Judá, por la descendencia que de esa joven te dé Yahwéh» (4,13). Del matrimonio de la moabita y del noble de Belén nació un hijo, al cual las vecinas llamaron «Obed, padre de Isaí, padre de David» (4,17). Este hijo era una recompensa de Yahwéh a la moabita R. por sus virtudes y también para Noemí, a la cual decían las vecinas: «Bendito Yahwéh, que no ha consentido que te faltase hoy un redentor. Que su nombre sea celebrado en Israel» (4,14).
Es sintomático que en el curso del libro se mencione a R. y se le añade el calificativo de moabita (1,22; 2,212,21; 4,5.10), haciendo hincapié en su condición de extranjera. En todo el relato se hace ver cómo el pueblo amaba a R., la consideraba como suya, aunque perteneciera al abominable Moab (Esd 9,14). Yahwéh manifiesta su providencia hacia R. y la recompensa por haberse acogido bajo su protección y por las virtudes de que dio constantemente pruebas. Por eso, en el libro se vislumbra con claridad la mente del autor sagrado de combatir las medidas (cfr. Esd 9-10; Nehem 13) por las que se obliga a los israelitas a despedir a sus mujeres extranjeras, oponiéndose manifiestamente a cualquier matrimonio mixto, que significara una mezcla de sangre extranjera con la raza santa (Esd 9,1-2). Valiéndose de una antigua tradición, el autor sagrado hace ver que el Dios de Israel no limita su protección a los de su pueblo escogido, sino también a los paganos que confían en Él (2,12). La práctica de las virtudes puede existir en individuos paganos de nacimiento. En premio de su conducta, Dios incorpora a una mujer pagana, moabita, al pueblo de Israel para hacerla partícipe de los beneficios de la Alianza. Dios mismo mezcla la sangre de una moabita virtuosa con la de un hombre de raigambre israelita. En todo el libro campea la idea salvífica universal de Dios. Inculca la necesidad de la convivencia mutua de los hombres entre sí; señala que la misión encomendada a Israel es la de ser misionero, como Noemí, en medio del mundo por el testimonio de vida, por la palabra y el ejemplo. Dios quiere que todos los hombres se salven, entren en la Alianza y sean partícipes de sus bienes. No todos los matrimonios mixtos suponen un peligro religioso para el consorte, pues pueden convertirse en medios para ganar más adeptos para Yahwéh. Pueden ser un medio querido por Dios para que las almas selectas de las naciones paganas se incorporen a Israel y se extiendan a ellas las bendiciones reservadas en principio a los descendientes de Abraham (Gen 12,2-3).


LUIS ARNALDICH.
 

BIBL.: P. CLAUDEL, Le Livre de Ruth, París 1938; P. HUMBERT, Art et lepon de 1'histoire de Ruth, Lausana 1938; A. M. DEL SOCORRO, El libro de Rut, Montevideo, 1953; S. SIERRA, Il libro di Ruth, «Rivista degli Studi Oriental¡», 32 (1957) 357-369; G. S. GLANZMANN, The Origin and Date of the Book of Ruth, «Catholic Biblical Quarterly» 21 (1959) 201-207; J. FRANSEN, Le livre de la fidélité, «Bible et vie chrétienne» 34 (1960) 20-28; O. LORETZ, The Theme of the Ruth Story, «Catholic Biblical Quarterly» 22 (1960) 391-399; A. PENNA, Giudici e Rut, en La Sacra Biblia, Roma-Turín 1962; O. LORETZ, Gotteswort una menschliche Erfahrung. Eine Auslegung der Bücher lona, Ruth, Hohelied Qohelet, Friburgo de Br. 1963, 38-69; G. GERLEMANN, Ruth. Das Hohelied, en Biblischer Kommentar d.A.T., XVIII,2, Neukirchen 1963; L. ARNALDICH, Libros históricos del A. T., Madrid 1966, 145-150; J. L. VESCO, La date du Livre de Ruth, «Revue Biblique» 74 (1967) 235-247.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991