Pobres Lombardos
Expresión con la cual se designa la secta difundida
por Juan de Roco, en el norte de Italia, principalmente en Lombardía, a
principios del s. XIII. Hacia 1205 ese discípulo de Pedro Valdés, fundador de
los valdenses (v.), asumió la responsabilidad de romper la dependencia que
existía entre los valdenses italianos y los hermanos itálicos o pobres de
espíritu. De la iniciativa nació un nuevo movimiento, cuyas características,
aunque semejantes a las susodichas sectas en muchos puntos doctrinales, no dejan
de ser originales. Se creían los verdaderos reformadores de la Iglesia católica,
dominada, según ellos, por el ansia del poder, por la riqueza, por los iütereses
no evangélicos y por los errores morales y doctrinales. Para llevar a cabo la
salvación de los cristianos, los p. l. se organizaban en asociaciones o grupos
de acción, controlados por un jefe y un gobierno comunes. Conjuntamente debían
elaborar una ofensiva contra las posiciones admitidas o consentidas por la
Iglesia oficial, en particular las que ofendían más directamente a la más pura
interpretación del Evangelio. Ello comportaba una lucha para destruir sobre todo
el aparato jerárquico. A este respecto, negaban concretamente que los clérigos
tuvieran un poder ministerial que los facultara a administrar los sacramentos, a
predicar y a dirigir espiritualmente a los fieles. Era, por tanto, lícito
sublevarse contra las atribuciones que se arrogaban los sacerdotes. Muchos, no
todos, para suplir la carencia del ministerio sacerdotal, proponían que los
seglares presidieran y consagraran la Eucaristía. Al esfuerzo de combatir a la
Iglesia oficial, tenía que corresponder una vida simple y pobre y una conducta
moral irreprensible. Sin embargo, al principio no aceptaron el rigor de otras
sectas de la época, por lo menos en algunos aspectos. Así, pues, p. ej.,
concedían la posibilidad del matrimonio e incluso admitían, a veces, la
separación de los cónyuges. Más tarde, a partir de 1235, impusieron la
observancia del celibato y prohibieron el uso del matrimonio entre los ya
casados. Paralelamente atacaban los abusos del poder civil. Según los p. I. las
autoridades seculares carecían del poder coercitivo, y cualquier abuso en este
sentido no era más que una infelidad grave a Jesucristo, quien, según ellos, lo
había abolido. De un modo especial querían demostrar que nadie tenía la facultad
de condenar a muerte a los que se designaban como herejes ni de castigar con
penas a quienes prestaban juramento sin previa autorización. La mayoría de las
actitudes y el fondo de la ideología adoptados por los p. l. tienen un gran
parecido, e incluso una interdependencia, con los sostenidos por otro grupo más
importante llamado «humiliados de Lombardía». En efecto, éstos influyeron
notablemente sobre aquéllos en el modo de organizarse y en las formas de
conducta, mientras los p. l. incitaron a los «humiliados» a que se definieran
más como movimiento antijerárquico.
La reacción por parte de la jerarquía eclesiástica no se hizo esperar. Apenas
las ideas de los p. l. empezaron a difundirse, los obispos de la región les
prohibieron predicar. Sin embargo, hicieron caso omiso de la intervención
episcopal. Las autoridades religiosas recurrieron al Papa y al poder secular.
Fueron ya indirectamente condenados por el Conc. III de Letrán (1179), donde se
tomó oficialmente posición contra los grupos que se autodefinían como de
cristianos perfectos. Pero no fue hasta 1184 cuando cayó sobre ellos la condena,
formulada por Lucio III, y que desencadenó la persecución exterminadora, bajo el
mando de Federico I Barbarroja.
Aunque con algunas características propias, el movimiento de los p. l. no es más
que una de tantas manifestaciones de exageración unilateral del espíritu
reformador y de la necesidad de una purificación de los miembros de la Iglesia.
Nacido como reacción ante la decadencia religiosa y los abusos del poder, se
convirtió en un movimiento intransigente en el que se mezclaban, además de unas
claras posturas de oposición al orden establecido, un anhelo de independencia,
de libertad y de coherencia que contrastaban con su propia ideología semi-maniquea,
intolerante y cerrada.
A. ARGEMÍ ROCA.
BIBL.: A. DE STEFANO, Riformatori ed eretici del
medioevo, Palermo 1938, 273-279.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991