OSEAS, PROFETA Y LIBRO DE


1. El autor. Oseas es el primer profeta menor que nos presenta el canon de los libros inspirados (v. BIBLIA I-II). Cronológicamente, sin embargo, no es el primero. Su nombre significa «Yahwéh salva». Era hijo de Berí y pertenece al reino del Norte (v. ISRAEL, REINO DE), cuya historia, vida política y religiosa conoce perfectamente. Algunos piensan que sería sacerdote, otros que pertenecía al cuerpo de los profetas (v. PROFECÍA Y PROFETAS). Por su lenguaje y por el análisis del libro (Os), parece ser lo más probable que procediera de la pequeña burguesía terrateniente. Es un hombre apasionado, de alma profunda y delicada. Se le ha comparado con los hijos de Zebedeo. Tiene una propensión acentuada hacia el amor, denotando una afectividad extraordinaria.
     
      Hay un hecho en su vida que va a ser parte integrante de su misión, su matrimonio con Gomer, la prostituta, hija de Diblaim. Es un acontecimiento tan desconcertante que en su interpretación se dividen los autores. La interpretación alegórica, encabezada por Orígenes, está hoy prácticamente abandonada. No se pueden sostener actualmente las opiniones que hablan de parábolas en acción, entendiendo como mera invención el suceso referido por O. Son muchos los detalles que se refieren para suponer una mera ficción. Por otro lado, el semita gusta de los hechos reales que sirven de símbolo, siendo corriente en los profetas realizar una acción que sirve de nervio al mensaje que han de transmitir (Ier 13,1-11; 16,1-10; Ez 24,18).
      Es Yahwéh el que le ordena que se case con Gomer. De ella tiene tres hijos a los que el mismo Dios pone el nombre. El primero se llama Jezrael, nombre siniestro que evoca la llanura donde Jehú exterminó la dinastía de Acab. Gomer da a luz a una niña a la que se le da el nombre de Lo-Rujamá (La no-amada). El tercer hijo es llamado Lo-`ammi (No mi-pueblo). Son símbolos del castigo de Israel y preludios de las desgracias familiares del profeta. Esos mismos nombres cambiarán cuando Gomer vuelva al amor de su esposo, cuando Israel deje los dioses falsos y se vuelva a su Dios Yahwéh. Jezrael, «Yahwéh siembra», será símbolo de la bendición ubérrima de la tierra. Israel volverá a ser entonces el pueblo escogido y llamado «amado» y «pueblo-mío».
     
      Gomer traiciona a su esposo y vuelve a la prostitución sagrada que formaba parte del culto a los baales (v. BAAL). O. penetra entonces en el sentido de su vocación. Israel es la esposa querida de Yahwéh que traiciona al esposo que apasionadamente la había amado; O. siente en su propia carne los celos y el furor de Yahwéh. Todo el vocabulario imaginable en materia de relaciones amorosas brota encendido y desbordante de los labios y el corazón del profeta; nunca unos términos semejantes se habían oÍDo al hablar de los sentimientos de Dios; con una audacia irresistible nos describe a Yahwéh como un esposo amante que es burlado por el amor de su vida.
     
      La amenaza es terrible, el castigo duro e implacable; pero O. no puede olvidar a su esposa. Su terrible castigo es el recurso último que le queda para atraer de nuevo a Gomer... y cuando ella vuelva al hogar abandonado, él la recibirá gozoso, olvidando el pasado y volviendo a vivir las ternuras de su primer amor.
     
      2. El libro. a. Fecha de composición y ambiente histórico. El ministerio de O. comienza durante el reinado de Jeroboam II (783-742). En la segunda parte de este periodo se pueden colocar cronológicamente los cap. 1 y 3, ya que 1,4 supone que la casa de Jehú se mantiene todavía y que aún existe la prosperidad (Os 2,4-15). La segunda parte del libro alude a sucesos posteriores: alianza con reyes extraños (7,16; 8,4), tributo de Menahem al rey de Asiria (5,13; 7,11-12) guerra siro-efraimita del año 735 (5,8-6,6), recurso a Egipto en tiempos del rey Oseas de Israel (7,11; 9,6; 12,2). No se puede concluir, como algunos hacen, que el profeta asistiera a la caÍDa de Samaria (721), pudiéndose sostener que los años límites de su actividad son los años 750-730 a. C., es, pues, algo posterior a Amos (v.) y en parte contemporáneo de Isaías (v.).
     
      Es una época de marcada decadencia. A los tiempos esplendorosos de Jeroboam II sigue un periodo de dificultades crecientes. Tiglatpileser III (745-727) se hace cada vez más terrible y provoca con su invasión un tiempo de descomposición política. Los reyes se suceden vertiginosamente, siendo el regicidio casi la única ley de sucesión. Así el hijo de Jeroboam II, Zacarías, apenas reinó un año (743), asesinado por Sellúm que a su vez lo es por Menahem (743-738). Su hijo Pecaya le sucede, pero pronto es asesinado por su capitán Pecaj en el mismo palacio real. El nuevo monarca reina desde el 737 al 732, cuando es asesinado por Oseas, que le sucede como rey. Este nuevo rey es el último del reino del Norte. Al principio entregaba sumiso el tributo al rey de Asiria, pero al morir Tiglatpileser las relaciones con el nuevo rey Salmanasar V (727-722) se endurecen por la inclinación del rey de Israel hacia Egipto y el no pago del obligado tributo. El peligro se hace inminente y pronto caerá la capital del reino.
     
      Todas estas circunstancias enrarecen el ambiente político y religioso. Israel es como «una paloma acorralada» (7,11) que se precipital ora hacia Egipto, ora hacia Asiria; la inseguridad, la violencia, la decadencia moral son signos inequívocos de la ruina que se acerca; la realeza es culpable ya que ha desconfiado del poder de Yahwéh apoyándose en potencias extranjeras, escandalizando con su apostasía, mostrándose inepta para mantener el orden y la justicia; Israel ha venido a ser un pueblo como los otros, volviendo las espaldas a su Dios. El sacerdocio es aún más culpable y O. se muestra muy severo con él; son bandidos rapaces que se aprovechan de la religiosidad de su pueblo (4,8; 6,9); son ignorantes, adúlteros del monoteísmo yahwístico, idólatras. Baal (v.) y Astarté (v.) son adorados con un culto lujurioso en Israel: Betel (v.) con su becerro de oro es un reflejo real del estado íntimo de un pueblo profundamente corrompido. Todo el libro manifiesta esta situación. El profeta habla en nombre de Yahwéh, el esposo amante y burlado.
     
      Las dos colecciones que constituyen el libro se debieron de componer bastante pronto, ya que están poco recargadas. En 1,7; 4,15 y 5,5 hay algunas alusiones a Judá que pueden provenir de una mano judía; 5,8-6,6 es considerado por algunos como un aditamento sapiencial. Por tanto, la colección habría sido comenzada en Israel en vida delOSEAS, PROFETA Y LIBRO DEprofeta, y terminada en Judea después de la caÍDa de Samaria (v.).
     
      b. Análisis y contenido del libro. Después del título 1,1, O. entra inmediatamente en el tema central del libro, las relaciones amorosas de Yahwéh con su pueblo. Hay dos partes claramente diferenciadas:1 ° parte: del cap. 1 al 3; se relatan los hechos y su significado. Están escritos en prosa y nos narran el matrimonio de O. con una prostituta, símbolo de la infiel Israel, de la que tiene tres hijos cuyos nombres simbolizan a su vez el destino del pueblo. Después se nos narra el castigo de la traición y el retorno al amor de juventud.
     
      2° parte: del cap. 4 al 14; está formada por una serie de oráculos conminatorios escritos en verso. Se habla de la culpabilidad de Israel y de su castigo, de la impenitencia del pueblo y de la cautividad. Finalmente el cap. 14, verdadera joya literaria, exhorta al arrepentimiento y al retorno a Yahwéh, que él promete como una vuelta gozosa al amor inmenso de Yahwéh, su dulce esposo. Aunque diferentes en cierto modo, ambas partes tienen una íntima conexión por su temática y doctrina.
     
      El texto nos ha llegado en malas condiciones y algo oscuro. S. Jerónimo dice: Oseas commicatus est, el quasi per sententias loquens. Su temperamento pasional le obliga a veces a hablar de modo entrecortado, faltando en ocasiones el encadenamiento lógico. La versión griega de los Setenta es la única que ofrece cierto apoyo a la hora de su interpretación. Otra causa de la oscuridad del texto proviene de la ausencia de contexto o de las alusiones veladas. Así se explica que la exégesis de ciertos pasajes sea incierta.
     
      La influencia de O. es profunda tanto en el A. como en el N. T.; la mayoría de los profetas han insistido en la necesidad de un amor auténtico y sincero en las relaciones con Yahwéh, abominando la religión meramente formalista y exterior. Los esponsales de Dios con su pueblo han venido a ser una imagen clásica. Otros profetas la toman también (ler 2,1-7; 3,20; 31,2-3; 51,5; Ez 16 y 23; Is 50,1; 54,5-8; 62,4-5). En el N. T., S. Juan y S. Pablo aplican la relación de esponsales a Cristo y a su Iglesia (2 Cor 11,2; Eph 5,25-33; Apc 19,7; 21,2). La Iglesia y su tradición mística han aplicado estas entrañables relaciones a las del alma fiel con Jesús, dando a esta imagen un peso incomparable.
     
      c. Mensaje. «Cuando Israel era un niño yo le amaba, y de Egipto llamé a mi hijo... Y yo enseñaba a Efraím a caminar, le llevaba en mis brazos... Con cuerdas de bondad los atraía, con lazos de amor, y fui para él como quien alza a un niño, sobre su propio cuello, y se inclina hacia él para darle de comer» (11,1-4). Pero el pueblo traiciona el tierno amor de Yahwéh: «Cuanto más los llamaba, más se alejaban de mí. Ofrecían sacrificios a los baales y quemaban incienso a los ÍDolos... no han comprendido que yo cuidaba de ellos...» (11,2-3). Por eso Gomer, la prostituta, la esposa infiel, será el símbolo de Israel.
     
      El pueblo se olvida de Dios en medio de su abundancia, no reconoce que todos aquellos bienes proceden de Yahwéh; y en lugar de darle culto sincero, le juegan una doble carta, mezclando los sacrificios de Yahwéh con los de Baal: «Cosas horribles he visto en la casa de Israel: allí se prostituye Efraím» (6,10); «No existe ya ni fidelidad ni amor, ni conocimiento de Dios en el país, mas por doquier perjurio, mentira, homicidio y robo, adulterio, violencia y sangre...» (4,1-2); «Mi pueblo consulta a un trozo de leño, y su bastón le da respuestas, porque suespíritu de fornicación le ha seducido: adoran a los ÍDolos abandonando a su Dios» (4,12). En contra de lo mandado por Yahwéh, el pueblo se alía con los pueblos vecinos: Efraím se apacienta de viento y anda sin cesar tras el solano; mentira y violencia multiplica; hace alianza con Asiria, y lleva aceite a Egipto (12,2).
     
      El profeta sufre con la traición de su esposa; su alma está transida de despecho, de celos y de rabia. Sus palabras salen entrecortadas, preñadas de ira; todo el vocabulario terrible de un gran amor burlado brota impetuoso de labios de Yahwéh. O. comprende el porqué de su casamiento por mandato de Dios, y no duda ni por un momento en trasladar a su estado de espíritu al corazón de Dios: «Yo, Yahwéh, soy tu Dios, desde el país de Egipto. No conoces otro Dios más que yo, no hay salvador fuera de mí, Yo en el desierto te cuidé, en la tierra de la sequedad; yo los apacenté y se saciaron y, saciados, se engrió su corazón y se olvidaron de mí. Pues bien, seré para ellos como león, como leopardo al acecho en el camino. Caeré sobre ellos como una osa privada de sus cachorros, desgarraré su corazón, los devoraré como un león, y las fieras del campo los harán pedazos» (13,4-8). Siguen las quejas de Yahwéh: «Su corazón es doble mas ahora lo pagarán. Él demolerá sus altares... El (rey) también será llevado a Asiria, como presente para el gran rey... ¡Ha desaparecido Samaria! ¡Su rey es como espuma sobre el agua! Serán destruidos los altos lugares del crimen, pecados de Israel, crecerán espinas y abrojos en sus altares. Dirán entonces a los montes: ¡Cubridnos! Y a las colinas: ¡Caed sobre nosotros! » (10,2.6-8). «Será castigada Samaria porque se ha rebelado contra su Dios. A espada caerán, serán estrellados sus niños, y reventadas sus mujeres encinta» (14,1).
     
      Pero O. sigue amando a Gomer, a pesar de todo. Lo mismo Yahwéh con su pueblo. Por eso el castigo no la aniquilará del todo, por eso y cuando se retuerza de dolor y gima entre angustias de muerte se acordará de nuevo del amor de su esposo y se volverá a él. Y el esposo lo olvidará todo: «Venid, volvamos a Yahwéh: Él ha desgarrado, £1 nos curará; Él nos ha herido, Él nos vendará. En dos días nos dará la vida y el tercero nos levantará y viviremos en su presencia» (6,1-2). Dice Yahwéh: «Pero he aquí que yo la atraeré y la llevaré al desierto, donde le hablaré a su corazón... Sí, aquel día ella me llamará «Mi-Marido»... Entonces te desposaré conmigo en la justicia y en el derecho, en la benignidad y en el amor... y diré a «No-mipueblo»: Tú «Mi-pueblo», y él dirá «Dios-mío» (2,16. 18.21.25).
     
      Se ha dicho que O. es el profeta nómada. Pero hay que entender que su nostalgia por el desierto se refiere no al lugar, sino a la actitud de amor y de confianza que el pueblo tenía en medio de aquel paraje desolador, su nostalgia es la del amor primero, el amor de la juventud. El escenario del nuevo idilio será ubérrimo: «Seré como rocío para Israel; y-él florecerá como el lirio. Sus ramas se extenderán lejos, como el del olivo será su florecer y su fragancia como la del Líbano» (14,6-7).
     
      V. t.: PROFECÍA Y PROFETAS.
     
     

BIBL.: M. GARCÍA CORDERO, Oseas, en Biblia comentada, Madrid 1961, 1073-1122; P. P. SAYDON, Oseas, en Verbum Dei, 11, 2 ed. Barcelona 1960; G. RINALDI, 1 proteti minori, en La Sacra Bibbia, Turín 1959, 1-121; D. Buzy, Les symboles de !'Anclen Testament, París 1923, 33-93; J. COPPENS, L'histoire matrimoniale d'Ossé, en Alttestamentliche Studien, 38-45; P. CRUVEILMER, De interprétation historique des événements de la vie lamiliale du prophéte Osée (1-3), «Revue biblique», 23 (1916) 342-362; G. M. BEHLER, Divini amoris suprema revelatio in antiquo foedere data (Os 1), «Angelicum», 20 (1943) 102-116.

 

A. GARCÍA-MORENO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991