NICOLÁS II, PAPA
N. en Borgoña, se ignora qué año, y en 1046 figuraba ya como obispo de
Florencia. A la muerte del papa Esteban IX (29 mar. 1058) los condes de Túsculo
elegían a un candidato suyo que, entronizado el 5 abr. 1058, empezó a decirse
Benedicto X. Pero los cardenales y demás clero de Roma protestaron contra la
intromisión y violencia, y reunidos en Siena con el monje benedictino
Hildebrando, recién llegado de Alemania, eligieron en dic. 1058 a Gerardo,
obispo de Florencia, que tomó el nombre de Nicolás II. Tras debatida contienda,
fue entronizado en la Basílica Lateranense el 14 en. 1059. Hombre de gran
integridad moral y de aguda inteligencia, trabajó con interés, con la ayuda y
consejo del monje Hildebrando, futuro Gregorio VII (v.), en procurar la libertad
de la Iglesia y la reforma del clero.
Celebró sínodos en Sutri, Roma, Melfi y Benevento, y tuvo como legados
suyos a S. Pedro Damián (v.), Anselmo de Baggio, obispo de Lucca (luego
Alejandro II, su sucesor) y al cardenal Esteban, quienes recorrieron Italia,
Alemania y Francia, trabajando por introducir la reforma eclesiástica, no
obstante la resistencia que hallaron por doquier. Se distinguió de modo especial
por el decretodado regulando para siempre las elecciones pontificias con la
participación en ellas de los cardenales. Se considera esta disposición de tal
trascendencia en la historia de su pontificado, que puede señalarse como un hito
divisorio de dos periodos; un paso decisivo para la libertad de la Iglesia que
no estaría supeditada a poderes terrenos, que tantas veces la habían hecho
esclava de la política o de la ambición. El sínodo donde se trataron temas de
tanto interés tuvo lugar en Letrán en la primavera de 1059 con la asistencia de
más de 112 obispos. En él se condenó la herejía de Berengario de Tours (v.), se
dieron decretos de reforma contra los sacerdotes concubinarios, a quienes se les
prohibía celebrar misa y se les imponían diversas penas y censuras; se
aconsejaba al clero la vida común; se condenaba la simonía y toda clase de
investidura laica (V. INVESTIDURAS, CUESTIÓN DE LAS) y, sobre todo, se regulaba
definitivamente la elección del Romano Pontífice, sustrayéndola a la prepotencia
del Emperador y a las violentas intromisiones de la nobleza romana.
Este decreto no podía por menos de producir en la corte imperial grave
disgusto. A fin de contrapesar la reacción hostil del Emperador, N. fue a Amalfi
a confirmar en un concilio las medidas reformatorias, estipulando allí mismo un
pacto con el rey normando Roberto Guiscardo. El jefe normando de la Baja Italia,
que deseaba legitimar su soberanía en Apulia, en Calabria y en la isla de
Sicilia, todavía en poder de los sarracenos, lo obtuvo del Romano Pontífice,
comprometiéndose él por su parte a pagar, como vasallo, un censo anual a la
Santa Sede, y a defender a la Iglesia Romana y velar por la libertad de las
elecciones pontificias. Lo mismo se pactó con otro jefe normando, Ricardo de
Aversa, duque de Capua; actos ambos de capital importancia, pues desde entonces
entraba el Papa en la jerarquía feudal, como un soberano temporal con príncipes
vasallos que le prestan homenaje. En esta tarea le prestó ayuda eficaz el abad
de Montecasino, Desiderio, en buenas relaciones con los príncipes normandos, a
quien N. había hecho ya venir junto a sí, ordenándole cardenal presbítero con el
título de Santa Cecilia y nombrándole en marzo de 1059 su vicario para la
reforma de los monasterios de la Italia meridional. M. en Florencia el 27 jul.
1061.
BIBL.: Fliche-Martin VIII,17-22; A. CLAVEL, Nicolas 77 et son oeuvre disciplinaire, Lyon 19116; R. GARCÍA VILLOSLADA, Historia de la Iglesia católica, ed. BAC II, 3 ed. Madrid 1963, 175-177; A. EHRHARD, W. NEUSs, Historia de la Iglesia, III, Madrid 1961, 168-171.
T. MORAL CONTRERAS.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991