NICOLÁS DE CUSA (Nikolaus Schiffers)
Vida. Cardenal, filósofo y teólogo alemán; mediador entre Edad Media y Moderna.
El toponímico «de Cusa» o «Cusano» (Cusanus) se deriva del lugar de su
nacimiento, Kues, enfrente de Bernkastel, a unos 50 Km. al NE de Tréveris. Su
padre, Henne, era barquero. El apellido de N. -Krebs, latinizado Cancer- en los
manuscritos aparece también con las variantes ortográficas: Kribs, Chrypffs,
Crefftz, etc. Según dos testimonios inexactos contemporáneos, el Cusano n. entre
agosto de 1400 y agosto de 1401. Estudió en Deventer (1413-16), Heidelberg
(1416-17) y Padua (jurisprudencia, matemáticas, astronomía, latín y griego),
donde se doctoró en derecho canónico en 1424. Vuelto a su patria renana, siguió
estudios de filosofía y teología en la Univ. de Colonia, donde el decano de la
Facultad de Artes, Heimeric van den Velde (Heymericus de Campo), enseñó a N. la
obra universal de Alberto Magno con todas las corrientes pitagóricas,
(neo-)platónicas, agustinianas y franciscanas y le familiarizó con el simbolismo
y la mística filosófica de Raimundo Lulio (v.; cfr. E. Colomer, o. c. en bibl.).
Ordenado sacerdote (1430) y nombrado decano de San Florino en Coblenza, ya
en 1432, a propuesta de su amigo de. estudios en Padua el cardenal-legado
Juliano Cesarini, N. fue llamado a participar activamente en el Conc. de Basilea
(v.). Desilusionado por el desorden de los partidos, N. se adhirió totalmente al
papa Eugenio IV y siguió a Cesarini, a fines de 1437, al nuevo Conc. de Ferrara
y Florencia. Fue miembro de la delegación papal que acompañó al emperador Juan
VIII Paleólogo y al patriarca José en su viaje desde Constantinopla a Italia,
cuyo resultado fue la vuelta y unión de la Iglesia ortodoxa griega a la Iglesia
Católica Romana (6 jul. 1439; V. FLORENCIA, CONCILIO DE). Los años siguientes,
N. los dedicó, además de a una intensa labor filosófico-teológica, en
infatigables viajes, sobre todo en Alemania, a la defensa de los derechos
papales y la conciliación entre los dos poderes, representados entonces por el
habsburgo Federico III -e1 abuelo de Carlos V (I de España)- y el papa Eugenio
IV (1431-47). Por estos méritos, el humanista Eneas Silvio Piccolomini (1458-64,
después Pío II) llamó a N. «el Hércules de los Eugemanos».
Siguiendo la intención in pectore de Eugenio, su sucesor Nicolás V
(1447-55: «el mejor de los Papas del Renacimiento»), el 20 dic. 1448 nombró al
Cusano cardenal, y en el Año Santo de 1450 príncipe-obispo de Brixen (en
italiano, Bressanone) en el valle del río Eisack, en el Tirol del Sur. Elegido
cardenal-legado para Alemania, N. recorrió, durante todo el año 1451 hasta la
primavera de 1452, 76 ciudades en Austria, Baviera, Franconia, Turingia,
Sajonia, Westfalia, Holanda, Bélgica y Renania, realizando un inmenso trabajo de
visitas y predicaciones, de reforma religiosa y de conciliación, que le valió el
nombre de «ángel de la paz». El 12 abr. 1452 tomó posesión de su obispado en
Brixen, donde realizó una gran obra pastoral (los sínodos de 1453, 1455 y 1457).
Su celo en la defensa de la independencia eclesiástica llevó a una contienda
primero jurídica, después armada, con el duque Segismundo del Tirol, que cercó y
aprisionó al cardenal en la pequeña ciudad de Bruneck, en el Pustertal (montes
Dolomitas). N. pudo salvarse y marchar a Roma, y desde este ataque de violencia
en abril de 1460 no volvió a Brixen.
Nombrado por Pío II Vicario general y Camarlengo, continuó sin cesar su
actividad conciliadora, tan difícil en una urbe multicéfala como Roma. Pronto
llamaron «vicepapa» al Cusano. Siguiendo a Pío II hacia la costa adriática,
donde iría a reunirse la flota de la cruzada cristiana contra la invasión turca,
N. sufrió el último ataque de una enfermedad crónica y murió en el palacio
obispal de Todi (Umbría), el 11 ag. 1464. Tres días después murió en Ancona su
amigo Eneas Silvio, el papa Pío II. Los restos mortales de N. fueron trasladados
a Roma y enterrados en su iglesia titular cardenalicia, San Pedro in vinculis.
Su corazón reposa en Kues, en la más noble y perdurable de sus fundaciones, el
hospital de San Nicolás, que alberga desde hace más de cinco siglos a pobres y
enfermos y, además, guarda los manuscritos clásicos, patrísticos y medievales
que N. había reunido sistemáticamente en sus viajes en Oriente y Occidente, y
que ofrecen fuentes preciosísimas para la investigación.
Obras. Es admirable la amplitud de la actividad literaria de N., a pesar
de su absorción en sus obligaciones pastorales, políticas y administrativas.
Teoría y práctica forman en él una unidad inseparable; aunque hay en él, a
veces, excesiva mezcla de ideas, de métodos y de ciencias. El primer testimonio
es De Concordantia Catholica, su obra más extensa (474 págs. en la ed. crítica
de Heidelberg), que N. entregó en Basilea al emperador Segismundo y al Concilio
el 10 oct. 1433. Se anuncian ya claramente los principios de N.: cómo el finito
participa del infinito, cómo las singularidades se relacionan con el todo, cómo
el todo está presente en sí mismo y en cualquier parte suya. El primer libro
considera el Todo compuesto: la Iglesia misma; el segundo libro trata de su
alma, el sacerdocio; el tercer libro se dirige a su cuerpo, el Sagrado Imperio.
Las reformas propuestas por el Cusano entusiasmaron a los mejores patriarcas
alemanes, hasta a Joseph Górres en 1815. La siguiente obra del Cusano, ahora
como matemático, fue De reparatione Calendarü (1436).
En el viaje de vuelta de su misión en Constantinopla (dic. 1437 - en.
1438), en alta mar, vivió la experiencia decisiva para su concepción filosófica,
real y mística a la vez: cómo el horizonte del mar nos parece infinitamente
extendido, como una línea recta; y, sin embargo, es un círculo con radio muy
grande, testimonio de la forma esférica de la Tierra. Fue el comienzo de la idea
de la coincidentia oppositorum, de la coincidencia de los opuestos en el
Infinito; éste es el meollo de la obra filosófica principal de N., De docta
ignorantia, redactada en un periodo de relativo alivio en su patria moselana y
terminada en Kues. el 12 feb. 1440. El Cusano intenta una demostración de la
Verdad ontológica, que S. Agustín había expresado en la fórmula: «Nosotros vemos
las creaciones de Dios porque son, pero son porque Dios las ve» (Confesiones,
XIII,38,53). Su argumentación convence: sabemos con certeza que nuestra finitud
nunca podrá alcanzar la verdad en toda su precisión y plenitud; y cuanto más
conscientes somos de nuestra ignorancia, tanto más se convierte en una
ignorancia docta, en sabiduría filosófica. Porque la duda e inseguridad
presupone la existencia de la verdad, cuya esencia y existencia tan sólo puede
ser fundada en una inteligencia infinita, eterna y creadora. Así la Verdad
precisa luce en las tinieblas de nuestra ignorancia (Docta ignorantia, I,3-26).
La cosmología, que N. desarrolla en el segundo libro, por razones teológicas
-Dios sólo es el absoluto-, anticipa en cierto modo las modernas teorías de la
relatividad y supera definitivamente el cosmocentrismo antiguo (II,11-12; 23).
La coronación es, la Cristología del tercer libro que, después de una profunda
teoría filosófica de la individuación (III,1), enseña la necesidad de una unión
hipostática entre Creador y creación (III,2), que no es posible sino en una sola
persona: Jesús (III,3-9), que vive en la Iglesia (III,10-12).
íntimamente vinculada con la docta ignorancia es el pensamiento en
convergencias, en conjeturas. La primera parte del libro Dé coniecturis (1440)
contiene la lógica (no formal, sino concreta e integral), la aritmética y el
simbolismo de la tensión entre la Unidad (luz, cielo) y la «alteridad» (ser
otro, diferencia, tiniebla, mundo); la segunda parte abarca la antropología y
teoría del conocimiento y auto-conocimiento del alma, que se traslada, a través
de los niveles ascendentes de la sensibilidad, imaginación, razón,
intelectualidad, hacia «la alegría inefable de tocar la visión de la Verdad y
Hermosura una y eterna» (II,6). En 1444-47, N. escribió una serie de opúsculos:
El hermoso diálogo De Deo abscondito (Dios escondido), que busca a Dios como
fuente de la Verdad una e inefable, mayor, anterior y superior a todo, y que
termina con la Visión de Dios. Siguieron De quaerendo Deum (Buscando a Dios), De
f iliatione Dei (Hijo de Dios), De dato patris luminum (El don del padre de la
luz), Dialogus de Genesi (marzo 1447) y Apologia doctae ignorantiae (oct. 1449).
Durante 1450, N. escribió en Italia una de sus obras más modernas, donde
un hombre sencillo, humilde y prudente, al estilo de los diálogos de Platón,
enseña la verdadera sabiduría de la creación divina (los dos libros Idiota de
sapientia). A continuación, en Idiota de mente, N. desarrolla «la primera
Crítica de la Razón pura» (según Leo Gabriel, ed. de Viena, t. III, XIX).
Contiene la definición acaso más clara de «Visión creadora» y «Verdad
ontológica» desde S. Agustín: «La mente divina es una fuerza que confiere el ser
(vis entificativa), nuestra mente es una fuerza que se asimila el ser (vis
assimilativa) » (De mente, cap. 7; ed. Viena, 534). El siguiente libro, Idiota
de staticis experimentas, es uno de los primeros manuales de la naciente física
experimental; y en el mismo a. 1450 N. creó, en De transmutationibus geometricis,
y De arithmeticis complementas, una aproximación ya al cálculo infinitesimal.
Después de su viaje pastoral en Alemania, N. redactó Coniectura de ultimis
diebus (Los Novísimos, 1452). En oct. 1453, envió a los benedictinos del lago
Tegernsee (Alta Baviera), que le pedían consejos espirituales, una de sus más
hermosas obras, De Visione Dei, junto con un icono cuyos ojos parecían acompañar
al que los miraba a todos sitios, como imagen y símbolo de la Visión de Dios en
su omnipresencia. Es una apoteosis de la Visión creadora que es el Amor eterno (cap.
4) y pura acción (videre tuum est operar¡: cap. 5); es por encima y más allá de
la coincidencia de los opuestos y su Ver es Ser: todas las cosas son porque Dios
las ve (cap. 10). Meditando sobre la caída de Constantinopla (29 mayo 1453), N.
concibió su grandiosa visión de una futura conciliación universal: De pace fidei
(La paz de la fe; obra terminada antes del 14 en. 1454). En 1453-54 redactó
también los dos libros De complementas mathematicis, dedicados al papa Nicolás
V, y coronados por el opúsculo Complementum theologicum.
El 18 ag. 1458, en el amparo de su castillo de Buchenstein sobre Andraz,
en el centro de los montes Dolomitas, N. terminó otra obra preciosa: De Beryllo.
El método simbólico ahora se sirve de anteojos tallados de un cristal de berilo,
que hacen alcanzar lo antes invisible; y el berilo intelectual toca al principio
indivisible de todo (ap. 2), que es el intelecto del que todo procede al ser y
que crea sustancias cognoscitivas capaces de ver su Verdad (ap. 3). La Verdad
confiere el ser a todo (ap. 16). Todo está en el primer Intelecto de modo
cognoscitivo, así que la cognición da el ser a las cosas conocidas como causa
ejemplar de todas las formas (ap. 38): de nuevo la Visión creadora que crea la
Verdad ontológica y, por tanto, todo el ser. El simbolismo matemático queda como
método preferido del Cusano; cita en De Beryllo su opúsculo redactado poco
antes, De mathematica perfectione, que versa también sobre problemas del cálculo
infinitesimal.
En 1459 siguieron dos libritos más, hitos hacia una metafísica
trascendental y lógica integral: De principio y De aequalitate (La igualdad). En
febrero de 1460 tuvo lugar en Andraz (Tirol del Sur) el triálogo que N. llamó De
Possest -una contracción artificial de posse (poder) y est (es): el Poder es-
según la autorrevelación: Yo soy Dios omnipontente (Gen 17,1) y Yo soy quien soy
(Ex 3,13). En Roma, en el invierno de 1460-61, escribió otra obra de paz e
interpretación del islamismo: Cribratio Alchorani, dedicada al papa Pío II
(1458-64), cuya carta famosa al sultán Mehmet II de 1461 se basa en las ideas de
N.
En sus últimos libros, además de resumir y sistematizar su pensamiento, el
Cusano se acerca cada vez más a una teología positiva que, manteniendo que Dios
excede todo conocimiento humano, se atreve ya a llamarle con nombres. El
tetrálogo Directio speculantis seu De Non Aliud (en. 1462) trata del «No Otro»
como entidad del Absoluto: no hay la más mínima «dialéctica» en Él. De venatione
sapientiae (Roma, marzo 1463) acota los diez «campos» de la «caza intelectual»
de la sabiduría. Una fuerza simbólica inaudita late en los dos diálogos De ludo
globi (El juego de la pelota: Roma, octubre 1463): los movimientos físicos son
imágenes del ascenso espiritual. En el Compendium (nov.-dic. 1463), el
«cosmógrafo» cierra las puertas de los sentidos exteriores y dirige su mirada
intuitiva e interior al Creador del Mundo (cap. 8). La cumbre de las obras del
Cusano, el diálogo con su fiel secretario Pedro de Erkelenz De apice theoriae
(La cúspide de la teoría, terminada con el Memoriale; Roma, abril 1464) concluye
en la total claridad y sencillez del ipsum posse, del Poder mismo (porque el
poder incluye el ser), que designa a Dios trino y uno, cuya aparición perfecta
es Cristo (Memoriale, ap. 12 y fin).
V. t.: MODERNA, EDAD III, 3; ENTENDIMIENTO, 7.
BIBL.: Ediciones: Estrasburgo 1488, nueva ed. P. WILPERT, Berlín 1967; París 1514, reimpresión Francfort 1962; Basilea 1565; Opera omnia, ed. crítica de la Acad. de Ciencias de Heidelberg, 21 vol., Hamburgo 1934 ss.; Philosophisch-Theologische Schritten, latín y alemán, ed. L. GABRIEL, 3 vol., Viena 1964-67. Traducción de algunas obras en la «Biblioteca de Iniciación Filosófica», ed. Aguilar, Buenos Aires 1957 ss.
WOLFGANG STROBL.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991