NEOMARXISMO
El término n. es una designación cronológica, pero responde a concretas
determinaciones lógicas: el movimiento de renovación del marxismo que ha tenido
lugar a mediados del s. XX. Aunque los representantes del movimiento han surgido
en los más diversos países, su foco corresponde a una definida área geográfica:
Europa central.
1. Planteamiento y representantes. Tomado el término n. en sentido lato,
su significado cubre una extensión de intereses aproximados a los que abarca el
de revisionismo. Dé aceptar este sentido lato puede hablarse de un n. desde la
segunda generación marxista, figurando en esa corriente nombres que adquirieron
relieve ya en vida de Engels, como es el caso de Bernstein. Pero entonces más
bien debería hablarse de neosocialismo de un modo genérico. Lo que ante todo
preocupaba a Bernstein, y con él a sus coetáneos Kropotkin, Sidney Webb (v.),
laurés, Bebel, etc., era la cuestión práctica relativa al proceso evolutivo del
capitalismo al socialismo, problema más de política que de teoría filosófica. De
ahí que a esos autores no les ofreciera demasiada preocupación el asunto de
salvar la ortodoxia de un sistema como el de Marx. Esta cuestión surge algo más
tarde con respecto a quienes, como Mehring, Plejanov, Deborin, Kautsky y Rosa
Luxemburg, al aliarse con todo lo que propugnaba el ideal revolucionario,
cualquiera que fuera su fuente, quedaban convertidos a los ojos de los
seguidores estrictos de los textos de la Ideología alemana o El capital en
revolucionarios ilusos o idealistas, incapaces de superar con las armas de su
socialismo vulgar o utópico el orden de cosas montado por el capitalismo.
El n. propiamente dicho sobreviene cronológicamente cuando las doctrinas
de Marx se han afianzado como socialismo científico, recibiendo su expresión
oficial en los programas comunistas que se desarrollan en la U.R.S.S. desde la
revolución de 1917. El n. surge así con la intención de proponer una
interpretación de la obra de Marx no condicionada a los dictados del aparato
oficial, erigido a través del partido en intérprete autorizado de la misma. Este
movimiento corre, pues, paralelo a la consolidación de las doctrinas de Marx en
sistema rígido bajo la inspiración del partido como lo exigió Lenin (v.), y bajo
la política cultural del régimen jerarquizado como lo estableció Stalin (v.).
Con la muerte de este último (1953) y con la denuncia de la dictadura
personalista que caracterizó su mandato hecha por Kruschov (1956), los esfuerzos
dispersos del movimiento salen a plena luz, tomando carta de naturaleza la
tendencia agrupadora de muchas figuras que ofrecen profundas diversidades entre
sí, pero que coinciden también en muchos rasgos. Esta tendencia genérica es la
que propiamente merece el calificativo de neomarxista. En ella coinciden viejos
disidentes desarticulados en la época del comunismo monolítico y jóvenes
intelectuales que se dan a conocer en el ambiente de las tendencias
policéntricás y liberalizadoras que vienen después.
Geográficamente este n. puede tenerse por fenómeno europeo continental. A
él se suman figuras como las del francés Lefébvre, el italiano Gramsci, el
alemán Habermas, el húngaro Gyórgy Lukács (v.), el suizo Goldmann, el polaco
Schaff, el checoslovaco Kosik. Podrían añadirse otros muchos nombres: Garaudy,
Mury, Korsch, Adorno (v.), Luporini, Delta Volpe...
Sigue siendo pieza central de la corriente neomarxista el materialismo
(v.), pero paliando algunas de sus consecuencias -denunciadas por la historia y
puestas de especial relieve al difundirse en los ambientes culturales europeos
los intereses antropológicos y existencialesmediante el recurso a algunas ideas
sobre la creatividad humana. Ya los mismos Marx y Engels se sintieron incómodos
ante el problema de interpretar la historia y sus contenidos partiendo de una
base rígidamente económica, y es precisamente en las oscilaciones de éstos donde
se apoya el n. La estructura material de la historia tuvo que ser ampliada por
el propio Marx en contacto con la nueva fundamentación de la biología hecha por
Darwin (v.) y con la interpretación positivista de la cultura, p. ej., la de
Taine (v.). La fe en el economismo que traduce el prefacio a la Crítica de la
economía política fue en parte minada por el propio Marx en la introducción que
preparó para esa misma obra. Esa introducción, que no fue publicada en tiempo de
Marx (lo hizo más tarde Kautsky), ha pasado a ser pieza clave en el n.,
concretamente en Lukács (P. Demetz, Marx, Engels y los poetas, Barcelona 1968,
100-101, 194, 205).
El n., según eso, es una forma de revisionismo estricto. Opera sobre Marx
desde dentro, pero recusando la interpretación dogmática u oficial. Es el
sentido que tiene la declaración de Lefébvre cuando afirma: «una sistematización
se derrumba: el dogmatismo marxista» (Problémes actuels du marxisme, o. c. en
bibl. VIII); o cuando Lukács precisa: «Marxismo ortodoxo no significa adhesión
sin críticas» (Histoire et conscience de classe, o. c. en bibl. 18). Cierto que
ninguno de los representantes del n. aceptará ser tenido por revisionista
reformador, pero es, no obstante, una calificación acertada. Supuesta esta
determinación genérica del significado y situado el n. dentro de movimientos
comunistas, conviene especificar más detenidamente algunos de sus rasgos.
2. Rasgos concretos del movimiento. a) El n. implica un intento de vuelta
a Marx, para darle una interpretación diversa de la oficial. Frente a la línea
dogmática se invoca el núcleo de la doctrina, tratando de podar al sistema de
aquellas partes que, a juicio de los neomarxistas, no son esenciales, sino que
-dicen- respondían a las condiciones de la época en que se formuló, pero no son
exigidos por su lógica interna; y, en cambio, subrayar otras que -según ellos-
tendían a quedar en segundo plano en la interpretación dogmática de Marx; entre
ellas, la dialéctica.
b) Del conjunto de la obra. de Marx adquieren especial relieve para estos
autores los escritos de la época de juventud, gran parte de los cuales fueron
desconocidos para los primeros teóricos del marxismo. Entre otros títulos se
insiste en los Manuscritos económico-filosóficos. Pero se tiende a salvar la
continuidad, buscando, p. ej., en El capital el desarrollo de tesis que presiden
todos los análisis anteriores, aunque en ocasiones obren implícitamente. Así
Lefébvre insiste en que «el desarrollo de su pensamiento -la teoría económica-
no destruye sino explicita y enriquece el humanismo concreto» (Le matérialisme
dialectique, o. c. en bibl. 83). «El socialismo científico de Marx, incluyendo
numerosas modificaciones esenciales respecto a la forma del socialismo heredado
de sus predecesores, sin embargo, lo deja intacto en cuanto a su punto de
partida: el hombre y su causa» (A. Schaff, La concezione marxista dell'individuo,
Morale e societá, Roma 1966, 66). Con la vuelta al Marx joven adquiere
importancia la filosofía de Hegel. Los neomarxistas son por eso acusados de
liquidar a Marx en favor de Hegel. La respuesta de los representantes del n. es
que, como repetidamente lo afirmó el propio Marx, Hegel no puedeser considerado
como un «perro muerto»; y concluyen diciendo que no se trata de retroceder a
Hegel desde Marx, sino de pasar por Marx leyendo a Hegel. Las controversias a
este respecto pueden verse centradas en torno a la crítica que suscitó la obra
primeriza de Lukács, Historia y conciencia de clase (1923).
c) La vuelta al Marx joven significa colocar en primer plano los intereses
antropológicos, bajo la forma de una filosofía humanista. Los neomarxistas
hablan así de trasformar el sistema marxista para llegar a un «humanismo total».
Las nociones de cosificación, alienación, subjetividad, persona, tienen así un
gran relieve en la polémica entre estas dos corrientes del marxismo (cfr. D.
Bell, El debate sobre la alienación, en Varios, El revisionismo. Ensayo sobre la
historia de las ideas marxistas, Madrid 1968, 299-325). La versión dogmática del
marxismo -dicen los n.- tiende hacia el totalitarismo, y el totalitarismo «se
opone a la realización total del hombre», ya que en él se vacía a los sujetos de
su interioridad, de su conciencia y motivos personales, instrumentalizándoles al
servicio ciego de una causa (Lefébvre, Le matérialisme dialectique, o. c. en
bibl. 133, 152).
d) El tema del hombre total es interpretado por los n.. como la «autocreación
del hombre» mediante la praxis. De esta forma la discusión se centra sobre las
relaciones entre la infraestructura socioeconómica y las superestructuras
culturales. La idea de una resultancia mecánica de estas últimas a partir de las
primeras -propia de la interpretación dogmática del marxismo- cede el puesto -en
el n.- a la afirmación de una interacción dinámica. La mayor parte de los
neomarxistas son intelectuales de formación humanista, que no se resignan a
aceptar la especie de volatilización del «mundo del espíritu» que se deriva de
la interpretación economicista de Marx: de ahí su postura. Son criticados por
los marxistas oficiales, que les acusan de liquidar el materialismo histórico
-una de las dos aportaciones fundamentales de Marx, según Engels-, derivando así
hacia una nueva forma de idealismo. Los n. se defienden diciendo que el tema
suscitó escrúpulos en el propio Marx como manifiesta la ya citada «Introducción»
a la Crítica de la economía política.
e) En dos esferas incide fundamentalmente este subrayado de lo
supraestructural: en la del arte y en la de la moral. La cuestión relativa al
arte significa una toma de posiciones respecto al «realismo socialista».
Entronizado como estética oficial del marxismo desde 1934, implica entender el
arte como reflejo exacto de los cambios históricos hechos conciencia en la
jerarquía inspirada del partido. La inteligencia tenía asignado el cometido de
fabricar armas para la lucha en vistas al triunfo comunista: su ley era la
disciplina y el servicio. Contra este concepto de la estética reacciona, p. ej.,
Lukács, no sin zigzagueos, postulando un «gran realismo», que, sin romper con
Marx, tenga la vista puesta en el progreso y la libertad. Al redactar, al final
de su vida, el sistema de Estética, aboga por una continuidad cultural, en la
que salta a primer plano Aristóteles (P. Demetz, Marx, Engels y los poetas,
291). Al publicar Schaff El marxismo y el individuo humano (1965), se observa
que emprende una defensa de la persona en un contexto en que, sacando a plena
luz la obra de Lukács, postula francamente la libertad para la inteligencia y la
obra de creación.
f) Más importante si cabe y más significativo es el tema moral. De Marx se
ha dicho que, con mentalidad de moralista, excluyó de su obra la moral (R.
Tucker, Philosophy and Myth in Karl Marx, Cambridge, USA, 1967, 11-27).
Frecuentemente se ha visto el socialismo científico incompatible con cualquier
forma de tratado ético. Sin embargo, los mismos marxistas encontraron incómoda
esta laguna y se apresuraron a intentar llenarla. El marxismo dogmático acudió
para ello a procedimientos parecidos a los empleados en relación con la
estética, es decir, por medio de dictados. Pero la moral así establecida forma
parte del aparato totalitario, manifestándose como instrumento de represión, y
evacuando el significado mismo de la dialéctica. El n. se caracteriza por
acentuar los aspectos éticos dándoles un tono libertario y diciendo que ésa es
la explicación adecuada de ideas fundamentales del propio Marx, aunque sólo
implícitas en su obra (G. Della Volpe, Umanesimo positivo e emancipazione
marxista, o. c. en bibl., 128). Su posición consiste, pues, en afirmar que, por
debajo de las ideas económicas de Marx, hay un mensaje ético, un fundamento
humanista, que es lo que le da su fuerza radical. En otras palabras, si cabe
describir la posición del propio Marx como la afirmación de la identidad entre
filosofía y economía, ética y ciencia, hombre e historia; el marxismo dogmático
acentúa el momento económico y científico; mientras que el n. proclama, en
cambio, la filosofía, la ética y el hombre frente a la economía y la ciencia.
g) Las consecuencias prácticas de esta toma de posiciones son amplias. Así
los neomarxistas sostienen que en el terreno político se impone hoy el
policentrismo revolucionario; en el terreno social, la coexistencia, y en el
cultural, el diálogo. .El marxismo oficial ha denunciado estas tomas de posición
como una capitulación; quienes las defienden afirman que se trata de una
realista vuelta a Marx para revalidar sus tesis en las condiciones históricas
del presente.
3. Visión de conjunto. Un juicio valorativo sobre la corriente neomarxista,
cuyas ideas fundamentales acabamos de exponer, puede hacerse tanto desde el
punto de vista político como del filosófico. Por lo que respecta a lo primero
hay que señalar que si bien el n. ha tenido amplio eco en ambientes
universitarios e intelectuales, no ha conseguido hasta ahora dar lugar a un
movimiento político de envergadura o a una revisión de las posiciones de los
partidos comunistas. Su influjo se ha mantenido en los ámbitos académicos,
alcanzando todo lo más a grupos minoritarios o a movimientos de juventud cuya
consistencia o posibilidad de incidir fuertemente en la acción política aún no
ha sido demostrada.
Desde la perspectiva filosófica el n. representa, como decíamos, un
intento de renovar el marxismo poniéndolo en relación con ideas antropológicas
provenientes tanto del antiguo pensamiento ilustrado como del moderno
existencialismo. Ese intento puede a su vez ser juzgado o desde la perspectiva
de la historia interna del pensamiento marxista y de las perspectivas
sociológicas con él relacionados, o, más radicalmente, desde la perspectiva de
la verdad filosófica sin más.
En cuanto momento de la historia del pensamiento marxista, el n. tiene un
indudable interés, ya que implica la pretensión de clarificar la substancia del
pensamiento del propio Marx distinguiendo entre el núcleo de su mensaje teórico
y aquellos elementos circunstanciales no derivados de ese núcleo, sino producto
de los condicionamientos culturales y sociales de la época en que vivió. Eso
desemboca en un intento de repensar las relaciones entre estructuras y
superestructuras, entre economía y capacidad crítica y creadora del hombre. ¿Es
legítimaesa distinción tal y como los neomarxistas la entienden?; ¿son ellos o
los marxistas oficiales los que aciertan en la interpretación de Marx? Tal es el
debate planteado.
Marx poseía gran sensibilidad cultural, desarrollada durante sus estudios
en el seno de una universidad dominada por lo que en la primera mitad del s. xtx
se llamaba la «filosofía alemana», es decir, la línea de pensamiento que culmina
en Hegel. Habiendo ya tomado la decisión de dar concreción histórica a esa
filosofía, diversas vicisitudes le pusieron en contacto con preocupaciones
sociológicas en Francia y con preocupaciones económicas más tarde en Inglaterra;
Marx llegó así a su postura definitiva: la historia económica es el sustrato de
la historia total. La filosofía se prolonga así -y en cierto modo se cambiaen
una teoría social o un economismo histórico. En las diez líneas introductorias a
Miseria de la filosofía, Marx deja planteada su posición haciendo referencia a
Proudhon (v.). Proudhon -comenta- no es aceptado en Francia por sus resabios de
filósofo alemán y tampoco lo es en Alemania por sus resabios de economista
francés. En cuanto alemán filósofo y economista, Marx protesta de ese
malentendido, aprovechando la ocasión para criticar la filosofía alemana al
tiempo que desarrolla su pensamiento en términos de economista político (Misére
de la philosophie, París 1947, 29).
Es así -en síntesis- como Marx llega a la afirmación de la identificación
entre filosofía y economía: es la historia económica -la historia de las
relaciones de producción- lo que realiza la conquista de la identidad entre
hombre y naturaleza que la filosofía hegeliana lleva a concebir como ideal.
Prolongando esa conclusión, y basándose en lo que creía percibir dada la
situación económica de su tiempo, Marx desarrolla algunas de sus tesis más
clásicas: el convencimiento de que la humanidad iba a entrar en una inmediata
fase revolucionaria; el asociar la revolución a un alto grado de
industrialización; el suponer como necesaria e inminente la descomposición
mecánica del capitalismo; el imaginar una fase de progresiva depauperación del
mundo asalariado, etc. Sus discípulos vieron que la historia desmentía las
profecías de Marx: el capitalismo ha sobrevivido, encontrando fórmulas y
recursos internos para integrar los antagonismos; el comunismo se ha aliado con
una de las más poderosas máquinas estatales; el proletariado ha perdido su
fuerza revolucionaria, incluso y particularmente en los países socialistas, etc.
Ante esa realidad se impone a los continuadores de Marx la necesidad de
realizar una renovación del marxismo. Eso puede realizarse por vía de mera
actualización: es decir, sosteniendo que permanece intacto todo el sistema
intelectual de Marx y que sólo han variado las circunstancias de aplicación; es
decir, afirmando que Marx no acertó en algunas de sus predicciones empíricas
pero que eso no afecta a ninguna de sus ideas centrales. Puede darse un paso
más, llegando así a un revisionismo: es decir, sosteniendo que esas deficiencias
en las predicciones de Marx son signo de una deficiencia de los mismos
principios y, por tanto, emprendiendo la tarea de revisar el sistema entero.
Es esto lo que hacen en realidad los n.; de ahí su vuelta al joven Marx,
el intento de detectar líneas de fondo que -dicen-, presentes en el Marx
inicial, han sido poco subrayadas por el Marx maduro, etc. Así llegan a la
posición que hemos antes descrito, y que podría calificarse de marxismo de
conocimiento o marxismo humanista; rechazan que el marxismo se resuelva en una
teoría económica omnicomprensiva y subrayan el factor superestructural como
elemento de acción histórica, insistiendo en la creatividad humana. Hasta qué
punto eso es coherente con el núcleo del marxismo (es decir, con la visión
materialista de la historia) que ellos pretenden mantener, es algo que puede
dudarse. Y en ese sentido las acusaciones de incoherencia que los marxistas
dogmáticos dirigen a los n. no carecen del todo de fundamento.
En cualquier caso -y esto interesa especialmente ponerlo de relieve -
estos autores, en la medida en que no acaban de superar el materialismo de Marx,
inciden más o menos netamente en el ateísmo, y, por tanto, se incapacitan para
fundamentar un auténtico humanismo. Han advertido las contradicciones que
existen entre la praxis marxista y la creatividad y la libertad humanas, pero no
han sabido elevarse hasta la percepción de la raíz filosófica de esas
contradicciones (que no es un mero error de juicio histórico, sino el ateísmo
que domina todo el pensamiento de Marx, tanto el joven como el adulto), y, por
tanto, continúan en realidad sometidos a ellas.
4. Nuevas tendencias. Derivación en cierto modo de la tendencia
neomarxista estricta que se ha descrito, es el escatologismo de Ernest Bloch o
el utopismo de Herbert Marcuse (v.). La posición de estos autores podría
calificarse también de neomarxista, o, tal vez mejor, de novísimo-marxista.
Pero, como van más lejos que los anteriores -que los calificarían de humanistas
un tanto alejados de la realidad-, deben ser citados aparte.
Un movimiento de revisión de las ideas de Marx muy diverso de los
mencionados hasta ahora, es el derivado de la filosofía estructuralista. El
estructuralismo (v. ESTRUCTURA) sustituye la dialéctica por modelos formales
significativos en función de los cuales se explica la historia. El antihumanismo
de este movimiento le coloca en el extremo opuesto de los existencialistas y de
muchos neomarxistas. Tal vez por eso L. Althusser -el autor más cualificado de
esta tendencia- se presenta a sí mismo como el intérprete genuino y científico
de Marx. Para ello toma a la letra la resolución que hace Marx del hombre en la
VI de las Tesis sobre Feuerbach en el «conjunto de relaciones sociales»,
sostiene que no puede hacerse un estudio científico del «conjunto de relaciones
sociales» si no es «a condición de prescindir completamente de los servicios
teóricos del concepto del hombre»; concepto que -dice- al igual que el de
humanismo, «no intervienen ni una sola vez como conceptos teóricos» en los
análisis de Marx del hombre real (Althusser, Pour Marx, o. c. en bibl. 254-255).
Señalemos finalmente que la línea media entre el utopismo y el cientifismo
en que se escinde el movimiento de revisión del marxismo, no tiene fronteras
claras. Así Luporini y Goldmann -este último seguidor de Lukácsofrecen contactos
con la tendencia estructuralista. En líneas generales cabe decir que si aquellos
autores en los que domina el interés práctico ético, tienden a una
interpretación utópica del marxismo (de ahí, el n. y en última instancia Marcuse);
mientras que en aquellos que domina el teórico-científico abandonan las
consideraciones morales, cargando el acento en la estructura formal del sistema
(como ocurre con Althusser).
V. t.: MARX Y MARXISMO; COMUNISMO; LENIN Y LENINISMO.
BIBL.: Entre los libros más significativos del n., cabe citar G. LUKÁcs, Histoire et consciente de classe, París 1960; H. LEFEBVRE, Problémes actuels du marxisme, París 1963; íD, Le matérialisme dialectique, París 1959; G. DELLA VOLPE, Umanesimo positivo e emancipazione marxista, Azzate (Varese) 1964; L. ALTHUSSER, Pour Marx, París 1967.
S. ÁLVAREZ TURIENZO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991