MUJER III. MEDICINA
Desde la constitución de su aparato genital hasta las reacciones peculiares de
sus órganos endocrinos en las diferentes épocas de su vida, existen múltiples
rasgos somáticos y biológicos que tienden a diferenciar el varón de la hembra,
tanto en su aspecto morfológico (v. CUERPO HUMANO), como en el biológico y
psíquico. Su estudio forzosamente debe iniciarse con la determinación y la
diferenciación sexual desde el mismo momento de la fecundación (v.), cuando
todavía no existe una diferenciación anatómica de sus órganos genitales, ni del
sistema glandular endocrino propio.
1. Determinación y diferenciación sexual. Se efectúa inmediatamente
después de la fecundación. El núcleo del espermio contiene dos cromosomas
sexuales: X e Y. El núcleo masculino, después de los fenómenos de reducción y
división, puede contener un cromosoma X que al unirse con el núcleo femenino o
de la célula ovular, el cual siempre contiene un cromosoma X, da como resultado
que el núcleo de la célula resultante de la fecundación contenga dos cromosomas
X, es decir, se trata de una hembra (XX). Si, por el contrario, el núcleo del
espermio en su división de reducción de cromosomas pierde el cromosoma X,
permanece en él el cromosoma Y, el cual pasa a formar parte del núcleo de la
primera célula depués de la fecundación, que contendrá, por tanto, el cromosoma
X procedente del óvulo y el Y procedente del núcleo del espermatozoide; la
fórmula resultante XY es la correspondiente a un varón (V. CROMOSOMA).
La diferenciación sexual total se inicia a partir de los siete a ocho
años, especialmente desde el punto de vista psíquico (tendencia a juegos propios
del sexo y reacciones propias de cada uno de ellos), pero es más acentuada en el
momento de la pubertad, que constituye un periodo más o menos largo, durante el
cual aparecen diversas modificaciones morfo-biológicas en el organismo infantil,
propias del sexo correspondiente. Su comienzo así como su duración es variable y
están condicionados por diferentes factores: raza, clima, alimentación e incluso
factores de orden social. Los órganos genitales: ovario, trompa, útero, vagina y
vulva, se desarrollan considerablemente (V. REPRODUCCIÓN II). En el primero,
crecen algunos folículos primordiales hasta alcanzar su desarrollo casi
completo; a veces no tiene lugar la ovulación, es decir, su rotura con la
expulsión del óvulo, ocurriendo entonces una atresia del mismo; también acontece
el desarrollo acentuado de las células tecales, por cuya actividad aumentan las
hormonas estrogénicas (v. ESTRÓGENOS), las cuales actúan sobre el organismo y
dan origen a los rasgos morfológicos, biológicos y psíquicos propios de la m. De
un modo evidente repercuten estas hormonas sobre los restantes órganos del
aparato genital, especialmente sobre el útero, al que estimulan en su
crecimiento, aumenta de volumen el cuerpo y es mayor en relación con el cuello;
estos cambios son característicos de la m. después de la pubertad. También
ocurren importantes modificaciones a nivel de la vagina, que se traducen en las
variaciones de la colpocitología y que están en relación con la actividad
ovárica. Por ello, el examen de la colpocitología, o estudio de las células que
contiene el exudado vaginal, adquiere una gran importancia en el estudio de la
fisiología ovárica.
2. Pubertad. Al llegar a la pubertad (v. ADOLESCENCIA Y JUVENTUD), la m.
sufre acentuadas modificaciones morfológicas y psíquicas. Concretamente en ese
periodo se manifiestan tres fenómenos: 1) aparición de la primera regla o
menarquia; 2) acentuación de los caracteres sexuales primarios; 3) aparición de
los caracteres sexuales secundarios. La pubertad comprende todo el periodo de
transformación de la niña en m. y durante ella aparece la menarquia o época de
la primera regla y, además, la nubilidad, es decir, la aptitud para ser
fecundada. El algunas ocasiones pubertad y nubilidad son sincrónicas, pero lo
más frecuente es que esta última aparezca varios años después de la pubertad; no
obstante, la época de la pubertad y menarquia puede ser muy variable en cuanto a
edad de aparición.
Se modifica la pelvis, que adquiere sus rasgos femeninos (v. figura). Es
característica la forma que va adquiriendo ésta, ya que por sus funciones adopta
una configuración en la que predomina la mayor dimensión de los diámetros
pelvianos transversales: biespinoso, bicrestal y bitrocantéreo. La escotadura
isquiopubiana es mucho más amplia en la m. que en el hombre y por ello el
diámetro büsquiático es mayor en aquélla. Todo ello está orientado a una mayor
facilidad en el cumplimiento de la maternidad (v.).
La musculatura se desarrolla, pero mucho menos que en el hombre. La fuerza
muscular es menor en la m. Esto debe tenerse en cuenta cuando se trata de su
educación física, que debe orientarse de modo que favorezca la conservación de
los rasgos femeninos. Por esta razón no creemos oportuna ni indicada la práctica
de ejercicios bruscos y violentos, ya que tienen por finalidad el desarrollo
muscular. De fuerza más débil que el hombre, tiene la m., sin embargo, una mayor
resistencia al dolor y a la fatiga, es más tenaz y más paciente. Aparte de su
interés higiénico general, se comprende la importancia fundamental de la
educación física de la m. en esta época de la vida, pues puede repercutir
favorable o desfavorablemente sobre el desarrollo de su cuerpo, y puedetener una
influencia eficaz en el momento de la maternidad. Por ello es importante la
vigilancia de su desarrollo en esta fase de la vida, con el fin de poder
efectuar un tratamiento profiláctico de las anomalías del mismo.
Las modificaciones psíquicas se manifiestan por el desarrollo de la
afectividad (v.) y de la imaginación. Del mismo modo que existe una diferencia
en el desarrollo orgánico entre hombre y m., existe una diferencia en el
desarrollo psíquico y así se observa, p. ej., que la inteligencia en esta última
es más precoz que en aquél. Es más sensible y afectiva, cualidades muy
necesarias para llevar a cabo su misión de criar y educar a los hijos. Su
capacidad de sacrificio es superior a la del hombre. Por eso Binet decía que «el
eje de un hombre pasa por su cerebro y el de la mujer por el corazón».
La pubertad ya alcanzada tiene un rasgo externo característico ya citado:
la aparición de la primera menstruación. Normalmente en los países mediterráneos
ocurre entre los 11 y los 12 años; pero en ella influyen poderosamente el clima,
raza, estado constitucional, alimentación y factores diversos de orden
patológico. Entre estos últimos, existen algunos de orden endocrino, que pueden
dar lugar a una pubertad precoz o retardada. En todos estos casos se precisa el
examen de la niña antes de iniciar tratamientos, especialmente hormonales, que
pueden ser, no solamente inoportunos e ineficaces, sino además peligrosos.
Durante este periodo se van acentuando, de un modo muy manifiesto, los rasgos
externos propios de la m.: disposición del vello pubiano, desarrollo de las
glándulas mamarias, disposición del tejido adiposo en nalgas y extremidades
inferiores.
La aparición de la regla suele considerarse como el signo externo más
claro de que la niña se va trasformando en m. Sin embargo, ésta ordinariamente
no adquiere su capacidad de fecundación hasta pasado un lapso de tiempo muy
variable, de dos a tres años aproximadamente. Durante este periodo, aun
apareciendo la regla normalmente, los ciclos son anovulares, es decir, no tiene
lugar la rotura del folículo ovárico maduro con la consiguiente expulsión de la
célula ovular (v. ESTERILIDAD). A partir de este momento la niña se desarrolla y
se trasforma, tanto desde el punto de vista somático como psíquico, en una m.
Ahora es cuando pueden surgir alteraciones de orden genital que afecten al
ritmo, periodicidad e intensidad de la menstruación y a las funciones
maternales.
Es preciso también conocer el significado del embarazo (v.). No se le
puede considerar como un simple fenómeno fisiológico cuya finalidad es dar vida
a un nuevo ser. Es cierto que el organismo de la madre está orientado al
desarrollo de su hijo durante la gestación; pero no es menos cierto que en este
proceso intervienen, además, factores de intensa espiritualidad (v. EMBARAZO II).
3. Fisiopatología de la mujer adulta. Al iniciarse el periodo de actividad
genital, se establece la posibilidad de fecundación, que se mantiene hasta la
época en que se inicia la menopausia y el climaterio. También aquí se debe hacer
la distinción entre ambos términos, como se hizo al definir lo que era la
menarquia y la pubertad.
La menopausia, es decir, la cesación de las reglas, se establece en un
periodo de tiempo más o menos largo, variable por diversos factores: raza,
clima, alimentación y factores de orden patológico, en especial endocrino.
Durante este periodo ocurren diversas modificaciones de tipo funcional ovárico
que, en definitiva, son las que determinan la desaparición de las pérdidas
menstruales. El climaterio comprende el conjunto de cambios somáticos y
psíquicos que acompañan y subsiguen a la menopausia.
Debemos llamar la atención sobre la aparición, con cierta frecuencia, de
hemorragias genitales más o menos intensas de variable duración y frecuencia,
las cuales muchas veces son consecuencia de modificaciones funcionales ováricas,
pero que otras están condicionadas por causas de tipo orgánico y, de un modo
fundamental, por el carcinoma uterino. Ello tiene tanta importancia, que nunca
debe dejarse de practicar una exploración completa de la enferma para descartar
su posible existencia. Es más, a la m. en esta fase de su vida (de 40 a 50 años)
interesa efectuar revisiones periódicas, aun sin tener manifestación clínica
alguna, para descartar la posible existencia de los llamados cánceres
preinvasivos, in situ, o intraepiteliales (v. CÁNCER). Todos estos términos
indican la existencia de una lesión atípica epitelial maligna no invasiva y,
junto a ellas, puede descubrirse la existencia de otras lesiones malignas, pero
ya invasivas.
Los términos preinvasivos e invasivo indican: el primero, que se trata
todavía de una lesión localizada en el epitelio que reviste el cuello del útero,
vagina o vulva,y el segundo, que ya se ha iniciado la invasión del organismo en
mayor o menor intensidad. La importancia del descubrimiento de estas lesiones es
obvia, especialmente en el primer caso, cuando todavía no se ha iniciado la
invasión del organismo, puesto que su tratamiento oportuno significa la
salvación de una vida. En esto, precisamente, se fundamenta en el momento actual
la lucha contra el cáncer genital en la m. Para ello es aconsejable la revisión
periódica en esta edad y, de un modo absolutamente necesario, cuando existen
hemorragias, y siempre debe orientarse de la siguiente forma: examen vaginal;
examen de la colpocitología; examen colposcópico; test de Schiller y biopsia
para efectuar el examen histológico de la lesión.
a) Mediante el examen vaginal periódico o cuando aparecen alteraciones
menstruales, se puede determinar si se trata de alteraciones menstruales
secundarias a causas de origen funcional u orgánico. En el primer caso, no se
apreciará ninguna modificación orgánica del aparato genital; en el segundo, se
descubrirán lesiones a nivel del cuello o cuerpo uterino, o de los demás órganos
de dicho aparato.
b) Es muy importante practicar el examen de la colpocitología,
especialmente en las m. en el periodo premenopáusico con alteraciones
menstruales (hipermenorrea o aumento de la cantidad de sangre menstrual,
polimenorrea o aumento de la frecuencia de las reglas, metrorragias o existencia
de hemorragias sin relación alguna con la menstruación), incluso en las m. en
que este periodo de la premenopausia trascurre de un modo normal. Mediante este
medio de exploración puede determinarse si existen modificaciones de tipo
funcional que suelen ocurrir en la premenopausia, es decir, si existe un aumento
de las hormonas hipofisarias folículoestimulantes o un aumento de estrógenos u
hormonas que se forman a nivel del folículo. Pero tal vez lo que tiene mayor
importancia es la posibilidad de demostrar la presencia de células de forma
anormal, con núcleos atípicos e irregulares y otras modificaciones. El conjunto
de todas ellas puede despertar la sospecha de una lesión maligna e, incluso, a
veces, puede demostrarla.
c) El examen colposcópicó tiene mucho interés no solamente en las m. pre o
menopáusicas, sino en todas las m. en su fase de actividad genital, ya que
mediante este examen se puede estudiar minuciosamente el cuello del útero y
señalar zonas con lesiones más o menos sospechosas, a nivel de las cuales es
preciso practicar la biopsia para efectuar el estudio histológico de la misma y
establecer una adecuada orientación diagnostica y terapéutica. El fundamento de
este medio de exploración, iniciado por Hinselmann, es el examen de las lesiones
mediante una iluminación perfecta del cuello del útero y con un aumento variable
de la imagen de las mismas. d) Es interesante practicar el test de Schiller, que
se efectúa mediante el toque de las lesiones que se pretenden estudiar con una
solución de Lugol. Con ello se comprueba si estas lesiones son
glucógeno-positivas o negativas. En el primer caso se trata de un epitelio
pavimentoso normal, pues contiene glucógeno, y en el segundo se trata de un
epitelio que no contiene glucógeno. Se concede gran importancia clínica a este
método fundamentándose en la observación de que las zonas con lesiones
neoplásicas son glucógeno-negativas y, por tanto, puede ayudar al diagnóstico
precoz del carcinoma de cuello de útero. Sin embargo, se ha comprobado que las
zonas glucógeno-negativas están también en relación con el funcionalismo
ovárico, puesto que en las m. con hipoestrogenismo, como es el caso de las
climatéricas, se observa la ausencia de la tinción rojo caoba oscuro, típica de
la imagen glucógeno-positiva normal. Basta un tratamiento adecuado con estas
hormonas para que reaparezca el glucógeno en las células y, con ello, de nuevo
reaparece la coloración rojo caoba propia de la reacción glucógeno-positiva. Por
todo ello, ha disminuido su valor como medio de diagnóstico precoz del carcinoma
de cuello y vagina, pero no tanto que justifique su completo abandono, ya que al
poner de manifiesto la existencia de lesiones glucógeno-negativas indica la zona
precisa donde debe practicarse la biopsia para efectuar el examen histológico.
e) La biopsia tiene un valor decisivo en el diagnóstico de una lesión
genital, por lo que debe efectuarse siempre que se haga una exploración y se
observen lesiones, aunque aparentemente no sean malignas, ya que si se hace
correctamente es bien tolerada.
En la m. menopáusica y en la climatérica se produce una regresión de los
órganos genitales. Persiste el aumento de las gonadotrofinas hipofisarias en la
menopáusica, con disminución de estrógenos y ausencia de progesterona. En la
climatérica, la regresión es mayor. Debido a la ausencia de estrógenos aparecen
fenómenos de atrofia de las mucosas del cuello, vagina y vulva. Las primeras se
manifiestan por modificaciones de la colpocitología vaginal, típica de este
periodo de la vida de la m.
Es evidente la gran trasformación del funcionalismo del sistema glandular
endocrino en la m., durante el periodo premenopáusico y climatérico. Ello
repercute sobre su estado general y su psiquismo, lo cual debe tenerse muy en
cuenta y constituye otro motivo más para justificar la vigilancia de su
evolución a fin de facilitar la adaptación del organismo a su nueva fase
funcional.
V. t.: REPRODUCCIÓN II; EMBARAZO; ENDOCRINOLOGíA; GINECOLOGÍA; GLÁNDULAS;
HORMONAS; MATERNIDAD.
BIBL.: J. BOTELLA, Endocrinología de la mujer, Barcelona 1956; G. LAROCHE, La puberté, París 1938; G. MARAÑóN, Estudios de Fisiopatología sexual, Barcelona 1931; CH. W. LLOYD, Reproducción humana y conducta sexual, Barcelona 1966; G. L. OVERZIER, La intersexualidad, Barcelona 1963; BECLERE y COL. De la puberté á la ménopause, París 1948; E. C. HAMBLEN, Endocrinología de la mujer, Buenos Aires 1950; W. KROGER y CH. FREED, Psychosomatic Gynecology, Filadelfia 1951; H. MICHEL WOLFROMM, Ginecología psicosomática, Barcelona 1962; S. DEXEUs FONT, J. M. DEXEUS TRíAS DE BEs, Tratado de Obstetricia, 2 vol. 2 ed. Barcelona 1957.
E. GIL VERNET.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991