MONOTEÍSMO I. RELIGIONES NO CRISTIANAS, 1.


1. Noción. Etimológicamente m., «un solo Dios», es la creencia en un Dios único, junto con la adoración y culto que se le da. Se opone principalmente a politeísmo (v.), que cree en la existencia de muchos dioses, y también al dualismo (v.) que afirma la existencia de dos dioses opuestos, de cuya lucha nacería el mundo.
      En un sentido estricto, se dará m. sólo cuando la palabra o el concepto «Dios» se predique de un solo ser, del que se cree dependen todas las cosas, y especialmente los destinos de los humanos: ordinariamente implica la idea de creación de la nada de todo cuanto no es Él; creación (v.) que funda su dominio universal y su providencia que todo lo abarca. En este sentido estricto, el m. es sólo propio del judaísmo (v.), del islam (v.) y del cristianismo (v.); también se da entre los modernos parsis (v. PARSISMO), reliquia del antiguo mazdeísmo (v.), probablemente también monoteísta, pese a su aspecto dualista; monoteísta estricto parece fue también el budismo (v.) primitivo, al menos a juzgar por los documentos más antiguos que de él nos hablan, las inscripciones del emperador Asolca; y quizá también monoteístas puedan llamarse aquellas sectas de la India que centran todo su culto en Vishmí o en Siva, bien que en ellas no suela darse la denegación del nombre divino a otros seres; y lo mismo puede decirse de aquellos pueblos primitivos que admiten la creación de la nada.
      En sentido lato, pero verdadero, se dará también m. cuando, aunque aplicando el nombre de «dios» a muchos seres, se establece y cree de tal modo en la superioridad de uno de ellos que los demás se conciban como creaturas suyas, o al menos como totalmente subordinados y simples administradores de su providencia en determinados aspectos. Este m. lato admite muchos grados y matices, siendo a veces difícil determinar si se trata ya de m., o se ha entrado por el contrario en un verdadero politeísmo, no sólo nominal, sino también real. Cuando se mantiene vivo el concepto de creación de la nada, la superioridad del Ser Supremo es esencial: los demás dioses subordinados se concebirán como dioses con relación a los hombres; pero como meras creaturas con relación al Ser Supremo creador, y por más que éste a veces parezca casi desentenderse del mundo 'que creará, dejándolo al cuidado de dioses subordinados, no por eso es menos verdad que éstos actúan como meros delegados suyos, a Él subordinados, y sin que Él renuncie a intervenir cuando se le invoca. Al olvidarse el concepto de creación, la aplicación de un mismo epíteto divino al Dios supremo y a los dioses inferiores tiende a disminuir las distancias entre éstos y aquél, puesto que nada hay ya que justifique una superioridad esencial o radical; añádase que muchos de los dioses supremos, o jefes del Panteón respectivo, debido a las conquistas sucesivas de pueblos y mezclas de culturas y mitologías, aparecen como suplantadores, por no decir usurpadores, de otros anteriores, lo que lógicamente implica el que también ellos puedan ser a su vez destituidos por otros, con lo que el concepto de divinidad suprema se esfumaría en realidad: tal el caso del Zeus griego, y de los dioses supremos nacionales de turno mesopotámicos. Pero tales dioses usurpadores lo son sólo aparentemente, en cuanto sustituyeron a un Dios supremo anterior de otro pueblo. De todos modos, las líneas divisorias entre el Dios supremo y los dioses subordinado! son muy fluctuantes, y cabe suponer, no sin fundamento, que en un mismo pueblo y dentro de una misma religión hubo siempre verdaderos monoteístas, así como también verdaderos y auténticos politeístas, dependiendo la alineación de cada cual más de la genuinidad del respectivo espíritu religioso que de los datos que la religión o la mitología oficial pudiera ofrecerles.
     

BIBL.: V. MONOTEÍSMO I. RELIGIONES NO CRISTIANAS, 3.

 

A. PACIOS LÓPEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991