MISIONOLOGÍA
Etimológicamente M. viene a significar «tratado o ciencia de la misión». El
término está compuesto del sustantivo latino missio y del nombre griego logos.
En un principio hubo algunas dicusiones entre los misionólogos en torno al
vocablo estilísticamente correcto: ¿debía decirse misiología o misionología? De
hecho se emplean ambos. El segundo preferentemente en Italia y España; el
priméro en los países de lengua francesa, inglesa y portuguesa. En lengua
alemana se emplea la voz Missionswissenschaft (ciencia de las misiones).
Las definiciones reales de la M. son muy diversas, según la escuela a que
pertenezca el autor que la formula. Podemos acoger aquí la de un conocido
misionólogo español, Pío Mondreganes: «Es la ciencia que estudia razonada y
sistemáticamente la actividad expansiva de la Iglesia Católica en sus
fundamentos, origen, desarrollo, leyes, finalidad, medios y métodos» (Manual de
Misionología, 2 ed., Madrid 1947, 10-11).
1. Historia y desarrollo. Aunque el tema de la misión de la Iglesia y de
las diversas actividades a través de las cuales esa misión se cumple y realiza
entre los pueblos paganos, así como los problemas teológicos conexos (necesidad
de la fe y del bautismo, salvación de los paganos, nacimiento y desarrollo de la
Iglesia local, valor y sentido de la religión natural y de las religiones
históricas no cristianas, etc.), han sido desde muy antiguo objeto de la
reflexión y estudio teológicos, la M., como disciplina particular, es
relativamente reciente: proviene de la segunda mitad del s. XIX.
Sus orígenes son protestantes. El hecho es significativo y merece ser
comentado. La Iglesia católica ha tenido siempre conciencia clara de su misión
universal, y, por tanto, de la obligación que le incumbe de dirigirse a todos
los pueblos; de ahí que la praxis misionera se desarrollara ampliamente sin
necesidad de que la ciencia teológica se detuviera a fundamentarla y explicarla
(v. MISIONES II). En el mundo protestante no sucedía lo mismo. Las afirmaciones
luterano-calvinista sobre la inexistencia del libre arbitrio y sobre la
predestinación,' conducían no a una expansión apostólica sino a un
particularismo religioso, de ahí que cuando los protestantes iniciaron la acción
misionera, sintieran pronto la urgencia de justificar y fundamentar esa
actividad.
El pionero de la M. fue Gustav Warneck, que fijó de manera prácticamente
definitiva la M. protestante en su gran obra en cinco volúmenes, Evangelische
Missionslehre. Había nacido en Naumburg de Sajonia en 1834, estudiado Teología
en Halle, donde recibió el influjo del pietismo (v.) de su época. Después de
unos años de docencia en Barmen,en los que explicó materias misionológicas, se
encargó de una parroquia en Rotenschirmbach, que regentó durante 22 años, y
donde publicó la mayor parte de sus estudios. En 1896 se retiró, y comenzó a
enseñar M. en Halle, hasta 1908. M. el 26 sept. 1910. Puede decirse con razón
que él es el padre de la M. moderna. En él se inspirarán los siguientes autores
protestantes (y los primeros católicos también), que siguieron profundizando en
esta materia. Por misión cristiana entendía el conjunto de actividades del
Cristianismo que tiende a implantar la Iglesia y organizarla entre los no
cristianos. Se la llama Misión -decía- porque se basa en una orden de envío de
Cristo, jefe de la Iglesia; porque se realiza por unos enviados o misioneros;
porque alcanza su fin último cuando ya no son estos misioneros necesarios. El
fin de las Misiones consiste, según Warneck, en extender el cristianismo entre
los no cristianos, esto es, implantar la Iglesia cristiana en el mundo entero,
implantación que no puede hacerse por el simple anuncio accidental y esporádico
a algunos individuos, de las verdades cristianas de la salvación, sino que exige
todo un organismo ordenado a la fundación, mantenimiento y organización de una
comunidad cristiana de la Iglesia, enraizada en el mismo pueblo. Pero si éste es
el fin general de la misión, su fin próximo es para Warneck la conversión y
salvación de los individuos reunidos en pequeñas comunidades de creyentes. El
trabajo misionero no termina hasta tanto no haya llegado a la formación de una
Iglesia, que puede transformar toda la vida de un pueblo.
La línea marcada por Warneck la siguieron todos sus sucesores
protestantes. En 1902 aparece el primer estudio de introducción misionera debido
al misionero W. Bornemann, Einführung in die evangelische Missionskunde im
Anschluss an die Basler Mission. Estudia la naturaleza de esta nueva disciplina,
que cataloga como verdadera ciencia, con un campo de investigación bien
determinado. Comprende todo lo que en el conjunto misional cristiano puede
prestarse a una elaboración científica, tanto en su desarrollo pasado (historia
misional), como en su estado actual (estadística y geografía), y en su doctrina
fundamental y práctica (doctrina o teoría misional). Después de Warneck y
Bornemann, siguió una pléyade de misionólogos protestantes, luteranos,
reformados y anglicanos. Citamos los más importantes: J. Richter, C. Mirbt, M.
Schlunk, H. Frick, J. Warneck, Br. Gutmann, H. W. Schomerus; y entre los
contemporáneos: K. S. Latourette, que es sobre todo historiador, W. C. Lamott,
L. Newbigin, Mc Connell, Andersen, etc.
La M. católica tuvo como iniciador al Oblato de María Inmaculada, P.
Robert Streit, y al profesor de la Univ. de Münster y sacerdote del clero
secular, Dr. Josefh Schmidlin. Cronológicamente comenzó antes Streit, pero
sustancialmente la M. católica debe más al Dr. Schmidlin. De 1905 a 1910 fue el
P. Streit director de la revista «María Immaculata», y en ella comenzó
publicando sus primeros artículos sobre la necesidad de sistematizar un cuerpo
de doctrina misional. Así las cosas, en 1909 se reunió en Breslau el Congreso
ordinario de los católicos alemanes, bajo la presencia del Príncipe Luis von
Lówestein durante el cual se habló en varias ocasiones de temas misionales. Von
Lbwestein se puso al habla con Streit, y decidieron el nombramiento de una
comisión especial para estudiar los temas misionológicos. Esa comisión se reunió
por primera vez en Berlín el 22 en. 1910, bajo la presidencia del mismo von
Lówestein y de Streit. Se redactó una memoria que fue enviada a todos los
obispos alemanes y superiores religiosos, y a todos los profesores católicos y
directores de Seminarios. En ella se exponía por primera vez un proyecto sobre
cómo podría desarrollarse la M. católica, tanto en el campo jurídico doctrinal,
como en el histórico. En una segunda sesión de la mencionada comisión, en
Augsburgo el 24 ag. 1910, intervino ya directamente J. Schmidlin, que abogaba
por la fundación de una revista científica misional. Nació así la Zeitschrif t f
ür Missionswissenschaf t, publicada ya al año siguiente, y de la que fue
Schmidlin director casi hasta su muerte, al estallar la II Guerra mundial. En su
cátedra de Münster había explicado ya, por lo demás, en el curso 1909-10, un
tratado sobre el desarrollo de las misiones católicas en las colonias alemanas.
Desde 1910 se creó en la misma Universidad la primera cátedra de M. con carácter
de cátedra extraordinaria, que, a partir de 1914, se convertiría en ordinaria.
Así comenzaba un Instituto de M. en Münster, donde recibirían su formación los
primeros misionólogos especializados católicos. El mismo Schmidlin publicó la
primera Introducción católica a la M., Einführung in die Missionswissenschaft, y
luego otros estudios misionológicas como la Katholische Missionslehre in
Grundriss y la Katholische Missionsgeschichte. Fue de esta forma como J.
Schmidlin y R. Streit, cada uno desde sus puntos de vista, contribuyeron a la
formación de una M. católica tal como existe hoy, enriquecida por numerosas
investigaciones de los estudiosos, confirmada sus principios doctrinales por
diversos documentos pontificios y por el Decreto sobre la actividad misionera de
la Iglesia aprobado por el Conc. Vaticano II el 7 oct. 1965.
Los países y centros donde se ha desarrollado más la M. son, en primer
lugar, Alemania, y concretamente Münster, es decir, la escuela de los
continuadores de Schmidlin, entre los que cabe mencionar a Thomas Ohm y Joseph
Glazik. En el mundo de habla francesa, sobresalen las escuelas de Lovaina, cuyos
representantes más significativos son los jesuitas Charles y Lange; y la de
París a la que cabe vincular a P. Glorieux, H. De Lubac, A. Perbal, A. M. Henry,
A. Rétif. También en España la M. ha tenido importantes cultivadores, a partir
del card. Benlloch. Más adelante completaremos estos breves datos históricos, al
hablar de las revistas, semanas misionológicas, etc.
2. La Misionología en cuanto ciencia. Una primera cuestión que suele
plantearse es si la disciplina a la que llamamos M. reúne las condiciones
necesarias para que se le atribuya con toda propiedad el nombre de ciencia, con
personalidad propia e independiente. La discusión al respecto se inicia a partir
de los comienzos mismos de su historia: Streit considera la M. más bien como una
agrupación de los aspectos misionales de las diversas ciencias eclesiásticas,
agrupación que venía, exigida principalmente por razones prácticas y
metodológicas, pero no la consideraba propiamente una ciencia. Schmidlin, por el
contrario, veía en la M. una ciencia especial dentro del cuadro de las ciencias
eclesiásticas, es decir, dotada de substantividad suficiente como para ser
acreedora al nombre de ciencia. Entre estas dos corrientes fluctúan todavía las
opiniones de los misionólogos recientes y actuales. Aunque obviamente no se le
reconoce a la M. un objeto formal independiente de la Teología, son claras la
amplitud y características peculiares de la materia de que se ocupa, lo que
aconseja su estudio independiente de las otras ciencias eclesiásticas. Es, pues,
una especialización teológica. Aceptada esta caracterización los autores se
dividen en aspectos más de matiz: algunos la ven como especialización
prevalentemente doctrinal (Jetté, Loffeld, Ohm), otros como especialización
histórico-teológica (Seumois), y algunos como especialización pastoral (Rahner,
Glazik).
Pasando ahora al contenido y estructuración de esta ciencia así
caracterizada, podemos distinguir una triple proyección, lo que termina de
perfilar cuanto acaba de ser dicho y permite ver una posible vía de superación
de las divergencias. La triple proyección a que nos referimos es, en efecto, la
siguiente: doctrinal, jurídico-práctica o pastoral, e histórica. La parte
doctrinal pertenece claramente a la Teología, ya que la misión de la Iglesia, de
la que la actividad misionera deriva, es un hecho de orden sobrenatural en sus
principios; y un estudio doctrinal en ellos no puede pertenecer más que a la
Teología radicada en la Revelación y en la Tradición. Lo mismo podría decirse de
la parte práctica, que dice relación a la existencia futura de la misión, ya que
la parte práctica de la M. estriba, sobre todo, en el estudio de los métodos de
realización misionera, métodos cuya concreción está determinada por diversas
circunstancias concretas de tiempo y lugar; pero que en su esencia dependen ante
todo, de principios que delimitan la acción, y de sus exigencias teóricas y
doctrinales. La parte histórica, finalmente, tiene características propias, ya
que es, como su propio nombre indica, una historia de las misiones. En una
palabra, la M. doctrinal y la práctica vienen a ser como una especialización de
la Teología, como la M. histórica o historia de las Misiones, lo es en cambio de
la Historia Eclesiástica general.
La ciencia de la M., para su exposición y desarrollo, puede, pues, ser
dividida en cuatro grandes secciones: 1) Cuestiones introductorias y Ciencias
Auxiliares, como la Etnología, Historia de las Religiones, Lingüística y
Colonialística, entre otras; 2) Sección doctrinal con estas cuestiones
diferenciadas: Teología bíblico-patrística de las Misiones, Teología sistemática
misional, que es la disciplina más especificativa, ya que su objeto fundamental
es el estudio teológico de la Misión; y Teología dogmática misionera, donde se
estudian todos aquellos puntos dogmáticos que rozan con el campo misional; 3)
Sección jurídico-práctica, esto es, Derecho Misional, Teología moral misionera,
Teología pastoral misionera y Adaptación o Metodología misional; 4) finalmente,
la Sección descriptiva que comprende la Historia de las Misiones y Misionografía
o descripción de las Misiones.
La cuestión teorética fundamental de la M. es -como acabamos de decir- la
de la fundamentación y definición. teológica de la actividad misional: es, pues,
con respecto a ella como se distinguen las diversas escuelas misionológicas.
Como el tema ha sido expuesto ya al estudiar las Misiones (v. MISIONES I),
podemos limitarnos aquí a remitir a ese artículo. Los otros temas prácticos y
metodológicos son muy especializados, y exceden de las intenciones de esta
Enciclopedia. Concluiremos, pues, nuestra exposición dando una visión panorámica
sobre la historiografía misionera e informando sobre los principales centros,
congresos y revistas misionológicas.
3. Historiología de las Misiones. Intentamos bajo este epígrafe exponer el
desarrollo de la historiografía de las M. a través de los tiempos mencionando a
los autores principales. Aunque sobre la historia de las misiones se ha escrito
desde antiguo, los tratados y manuales científicamente depurados son de nuestro
siglo.
De parte católica hay, en el campo de la Historia misional, una primera
tentativa con el belga Arnold Mermannius, quien en 1572 publicó su Theatrum
Conversionis Gentium totius Orbis. En 1611 el dominico español Alonso Fernández
publica su Historia eclesiástica de nuestros tiempos, obra en la que en muchos
puntos se ocupa de asuntos misioneros. Pero la primera gran historia misional se
debió al jesuita flamenco Cornelio Hazard, Kerckelyke Histoire de Ghehecle
Wereldt; consta de cuatro vol. de más de 400 páginas cada uno, y se publicó en
flamenco, en Amberes, de 1667 a 1671, y fue muy pronto traducida al alemán. Se
distingue por la amplitud de la documentación y, sobre todo, por las inquietudes
etnográficas y misioneras del autor. Otro dominico, Tomás María Mamachi, en su
Originum Antiquitatum Christianarum Libri XX, en cinco vol., publicados de 1749
a 1755, se ocupa también de diversos pasajes de Historia misionera.
A mediados del s. XIX aparecen varios manuales. Patricio Wittman publica
Allgemeine Geschichte der katholischen Missionen von dreizehnten fahrhundert bis
auf die neuest Zeit (1846-50), en dos vol. siguiendo un método un tanto
panegirista. De 1841 es otra obra suya, Die Herrlickeit der Kirche in ihren
Missionen seit der Glaubenspaltung. Pueden considerarse como las primeras
historias generales. de nuestros tiempos, que luego influirían las posteriores.
La obra del barón de Henrion, Historia comparada de las Misiones católicas desde
el siglo XIII hasta nuestros días (ed. española, publicada en Barcelona en 1863;
el original francés es de 1846), es clásica en la historia de las misiones,
aunque no sea una obra muy científica. E. Hahn en su Geschichte der katholischen
Missionen, en cinco vol. (1857-63), aprovecha la de Henrion, pero aventajándola
en cuanto a sentido crítico. Éxito semejante tuvo la obra del inglés Thomas
William Marshal, Christian Missions. Their Methods and their Results, en tres
vol., publicada en 1862, y traducida en seguida al alemán, italiano y francés.
El autor había sido anglicano, convertido al catolicismo, lo que explica que a
veces utilice un tono un tanto polémico. Contrapone en general la actividad
misionera de los católicos a la de los protestantes. Bien informado, aunque
falto de aparato crítico, fue tratado con aspereza por muchos protestantes de su
tiempo.
Del s. XX citamos tan sólo algunas obras. Primero la Katholische
Missionsgeschichte del prof. Joseph Schmidlin, publicada a raíz de la I Guerra
mundial, y traducida en tres vol. al italiano en 1927. Puede considerarse una de
las tres primeras Historias misionales en plan elevado y científico. En 1932 el
barón Descamps publicaba, en colaboración, su Histoire Générale comparée des
Missions, en la que el valor de las colaboraciones depende del de sus autores;
no se da la debida importancia a la aportación misional española. En 1936
publica otro francés, Armand Olichon, su obra Les Missions. Histoire de
I'Expansion du Catholicisme dans le Monde, magníficamente presentada, en París,
con abundancia de láminas y fotografías, que le dan un carácter marcado de
vulgarización, pero que está bien documentada. Al año siguiente, 1937, aparecía
otra historia de un español, Francisco Javier Montalbán, profesor de la materia
en el escolasticado jesuita de Schangnai: la primera edición se publicó en
latín, para que pudiera servir de texto a los alumnos; una segunda edición, ya
castellana, muy corregida y aumentada, la preparó en 1952 el P. León Lopetegui,
con aportación propia en algunos capítulos: Manual de Historia de las Misiones.
Al final nos da muy variados y bien confeccionados índices: sistemático,
geográfico, onomástico de autores y personas, y topográfico. Se fija
particularmente en la actividad misionera de los jesuitas y pondera en su justo
valor la acción de los Patronatos. En 1937 Paul Lessour publicaba su Histoire
des Missions Catholiques,un rápido panorama de la Historia de las Misiones, con
abundantes cuadros cronológicos a veces no exentos de equivocaciones.
En colaboración también, se publica en cuatro vol. desde 1956 a 1959, la
Histoire Universelle des Missions Catholiques, dirigida por Mons. Simón
Delacroix, profesor del Instituto Católico de París, muy bien presentada y muy
bien ilustrada con abundancia de mapas, láminas en color y fotografías. En razón
de sus muchos colaboradores, no ha sido posible evitar algunas repeticiones,
además hay puntos e interpretaciones discutibles y discutidas. El plan general
no sigue una línea fija y determinada que abarque la historia general, sino que
trata puntos muy concretos que se desarrollan bien, pero prescinde de otros. En
1957 se edita una obra que se distingue por su bibliografía, publicada en
holandés por su autor A. Mulders, con el título de Missie-Geschiedenis, y
traducida al alemán en 1960 con el de Missionsgeschichte. Die Ausbreitung des
katholischen Glauben. Exposición breve, objetiva, clara, inteligible y sencilla,
para uso de los alumnos principalmente. Nosotros mismos tenemos en prensa una
gran Historia de las Misiones católicas (aunque hace referencia también a las
protestantes) dentro de nuestra obra general Misionología, de la que forma sus
vol. XI y XII (v. bibl.).
Hemos de considerar además las obras de autores protestantes, que
comenzaron a publicar sus historias misioneras, también desde antiguo. Fabricius
publica, en Hamburgo en 1731, su Salutaris lux Evangelii toti orbi per divinam
gratiam exoriens. Más que una historia propiamente dicha es un repertorio de
datos y noticias, de amplia erudición, que sirven para componer luego esa
historia. Del s. xix podemos citar las siguientes: la de G. Blumhardt, Versuch
einer allgemeine Missionsgeschichte der Kirche Christi, publicada en 1828, en
Basilea, en tres vol., y traducida al inglés en 1845. J. H. Braun, Beitráge zur
Geschichte der Heidenbekehrung, 1835-41, en cuatro vol., con marcada tendencia
contra las M. católicas. En 1845 y 1846 se publicó en Hamburgo, en dos vol.,
Geschichte der Evangelischen Mission, de Julio Wiggers. En 1850, en francés,
Histoire des Missions Evangéliques d'aprés le Manuel historique et géographique
des Missions de la Société de Calu,, en dos vol. de S. Descombez. Otra historia
alemana es la de Ch. Kalkar, Geschichte der christlichen Mission unter den
Heiden, publicada en Gütersloh en 1879 en dos vol.: no sólo trata de las
misiones protestantes (v.) sino también de las católicas. El original, en danés,
apareció por primera vez en 1862. El volumen dedicado a las misiones católicas
se titula Geschichte der rómisch-katholischen Mission, publicado en 1867. De
1884 es la obra de Burkhadt-Grundmann, Les Missions Evangéliques depuis leur
origine jusqu'á nos jours, publicada en Lausana en cuatro vol., traducción del
alemán, cuya primera edición es de 1858. Una segunda es de 1876-81, arreglada
por Grundmann, y por fin esta francesa, que completó algunas cosas de la
anterior.
Del s. XX podemos citar muy buenas historias protestantes de las misiones.
En 1900 la de Barnes Lemuel, Two Thousand Years of Missions before Carey. La
famosa de Harnack relativa a los tres primeros siglos de la Iglesia, publicada
en alemán en 1902, y traducida luego a diversos idiomas, Die Mission und
Ausbreitung des Christentums in den ersten drei fahrhunderten. También es
importante la de Gustav Warneck, el gran sistematizador de la M. protestante,
Abriss einer Geschichte der Protestantischen Missionen von der Reformation bis
auf die Gegenwart mit einem Anhang über die katholischen Missionen, publicada en
Berlín en 1905. Más importante es, por su extensión y rica bibliografía, la de
Kenneth Scott Latourette, en siete vol., A Hístory of Christianity (Londres
1938-53) que, aunque es historia de la Iglesia en general, trata con
detenimiento la actividad misionera. Del mismo autor es la obra en cinco vol.,
de 1959 a 1962, sobre el cristianismo en los s.XIX yXX, Christianity in a
Revolution Age. A History of Christianity in the Mineteenth and Twentieth
Century. La parte misional se desarrolla en los t. III y V; el tercero trata de
las M. fuera de Europa, tanto protestantes como católicas, en el s. XIX; y el
quinto las desarrolla en el s. XX. El alemán Julius Richter tiene buenos
estudios sobre las M. luteranas o evangélicas en su obra Allgemeine Evangelische
Missionsgeschichte, en cinco vol., publicada de 1922 a 1932. Y finalmente la
obra en colaboración, The Progress of WorldWide Missions (Nueva York, 4 ed.
1960); y la obra de Stephen Neill A History of Christian Missions, ib. 1964.
4. Centros de estudio, revistas y congresos. Nos limitamos a dar una
panorámica general y sintética, mencionando sólo los principales.
Centros de estudio. Hay Facultades de M. en la Univ. Gregoriana (Roma), y
en la Univ. Urbaniana de Propaganda Fide (Roma). El Instituto misionológico de
mayor historia y tradición es el de Münster, fundado, como dijimos, por
Schmidlin; hay también institutos misionológicos en Nimega (Holanda), Lovaina
(Bélgica), Friburgo (Suiza), Ottawa (Canadá) y la Univ. Católica de América
(Washington).
Revistas. En España: «Misiones Extranjeras», que se dedica
fundamentalmente a recoger las conferencias de la Semana Misional de Burgos. En
Alemania: «Zeitschrift für Missionswissenschaft und Religionswissenschaft». En
Francia: «Parole et Mission» y «Spiritus». En Suiza: «Nene Zeitschrift für
Missionswissenschaft». En Bélgica: «Rythmes du monde» y «Sglise Vívante». En
Holanda: «Het Missiewerk». -En Roma: «Studia Missionalia» (publicada por la
Facultad de M. de la Univ. Gregoriana) y «Euntes Docete» (publicada por la Univ.
Urbaniana, pero que no es exclusivamente misionera). En el campo protestante,
merece mencionarse la «Internacional Review of Missions», publicada por la
Comisión de Misiones del Consejo Mundial de las Iglesias.
Congresos misionales. El primer gran animador de los congresos misionales
católicos fue J. Schmidlin. Y así el Instituto Internacional de Estudios
Misionológicos, que se fundó apenas comenzada su labor, tenía entre sus primeras
finalidades la organización de estos Congresos, no sólo dentro de Alemania, sino
aun de carácter internacional. Así pudieron organizarse, después de la I Guerra
mundial, los de Módling (Austria) en 1924, Budapest en 1925, Leitmeritz en 1926,
Posen en 1927, Würzburg en 1928, Módling en 1929, Lujbiana en 1930, Friburgo en
1932, etc. Al mismo tiempo habían comenzado ya algunos otros Congresos de tipo
más nacional. En Alemania comenzaron a organizarse semanas misionales a la
sombra del Instituto Misional de la Univ. de Münster, organizadas cada dos o
tres años. Después de la II Guerra mundial han comenzado nuevamente sin sede
fija, celebrándose en Bonn, Würzburg, o Viena en colaboración con Austria.
Sobresalió el de Aquisgrán de 1952, con una asistencia de unas 1.200 personas de
25 naciones distintas para el estudio de la Encíclica de Pío XII Evangelii
Praecones. En Austria, se celebran además los Congresos de Módling, de que ya
hemos hablado, organizados por los Padres del Verbo Divino.
Han cobrado gran importancia las Semanas Misionalesde Lovaina, organizadas
por el P. Charles desde 1922, y que por norma general vienen organizándose
anualmente, con intervención de profesores, misioneros y seglares del mundo
misional. En España tienen en la actualidad especial renombre las Semanas
Misionales organizadas en Burgos por el Instituto de Misiones Extranjeras, que
vienen celebrándose anualmente desde 1946; así como las organizadas en Bérr¡z
(Vizcaya) por las Religiosas del Instituto de Mercedarias de Bérriz (v.
MERCEDARIOS), iniciadas en 1952, y también organizadas anualmente. En Francia
tuvieron particular interés las Semanas o Congresos organizados de 1931 a 1935
para el estudio de determinados problemas teológicos misionales. En Holanda
vienen organizándose Semanas similares desde 1948 por el Instituto Misional de
la Univ. de Nimega, con asistencia prevalentemente nacional. En Italia hay
también semanas misionales que, antes de la II Guerra mundial, se celebraron en
diversos sitios, como las de Bolonia en 1928, Turín en 1930, Padua en 1932, Bar¡
en 1935 y Macerata en 1938; después de la guerra han comenzado ya de modo más
fijo organizadas generalmente en Milán y anualmente. Para no alargar la lista,
señalemos brevemente que Portugal celebra las suyas, desde hace seis años, en
Cucujáes: Canadá, en Ottawa; Estados Unidos, en Fordham; Suiza, en Friburgo;
etc. Para los congresos protestantes, v. MISIONES III.
BIBL.: Hay varios repertorios bibliográficos generales: A. SANTOS HERNÁNDEZ, Bibliografía misional, 2 vol. Santander 1965; Biblioteca Missionum, publicación comenzada por STREIT en 1916 y continuada por sus compañeros de Orden, los Oblatos de María Inmaculada; en 1972 contaba ya con 26 volúmenes; Bibliografía missionaria, publicación anual de la Universidad Urbaniana que recoge las obras y artículos más importantes del año.
A. SANTOS HERNÁNDEZ.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991