MIQUEAS
I. EL PROFETA. M. es uno de los doce profetas menores. La palabra de Yahwéh le
es dirigida en tiempo de Jotám (740-736), Ajaz (736-716) y Ezequías (716-687),
reyes de Judá. Es, pues, contemporáneo de Isaías (v.). Tiempo especialmente
dramático el que le tocó vivir por el poder creciente de Assur y las revueltas
políticas en las que se ven comprometidos los pequeños reinos de Palestina
Ambientación histórica. El reino de Judá (v.) acaba de conocer una época
de esplendor. Los antecesores inmediatos de Jotám, Amasías y Ozías, son
presentados triunfalmente en el libro de las Crónicas (2 Par 25-26). Jotám
también, goza de un periodo de paz que le permite fortalecerse. Pero el poder
del reino asirio crecía más y más, buscando( la expansión por Occidente.
Mientras tanto, el nuevo rey de Judá, Ajaz, se entrega al culto de Baal (v.),
quema ofrendas en el valle de los hijos de Hinón, y llega a pasar a su hijo por
el fuego, según las abominables prácticas de los enemigos de Israel. Por todo
esto Yahwéh lo entrega al rey de Siria que lo derrota, llevándose gran numero de
deportados. También le combate y derrota el reino de Israel (v.). Ajaz, en lugar
de recurrir a la protección de Yahwéh, se dirige a Asiria. Tiglatpileser III
interviene contra Damasco y Samaría (734-732) a petición del rey de Judá; desde
ese momento el poder político del imperio de Assur pesa cada vez más en la vida
de Palestina. Pero el gran rey está lejano, y tiene numerosas dificultades en su
reino; por eso los pequeños principados palestinenses y sirios se agitan con
frecuencia. Estas rivalidades son fomentadas y sostenidas por Egipto ya que
favorecen su propia seguridad; pero Asiria actúa con dureza y termina siempre
restableciendo la paz y la sumisión
Oseas, último rey de Israel, cae en poder de Salmanasar V el 724, poniendo
la línea de combate muy cerca de Samaría. Va a ser otro rey asirio, Sargón II,
el que en 721 tome la capital de Israel. Las insurrecciones continúan y los
asirios siguen castigando duramente a los rebeldes. Por su parte Judá consigue
permanecer neutral. Al año siguiente, un levantamiento en Damasco de los
filisteos y de algunos pueblos de Samaría (v.) provoca una vez más a las armas
asirias
En 705 muere Sargón II y le sucede Senaquerib, que se encuentra con el
reino en rebelión. También Palestina está en pie de guerra a su llegada al
trono. Ahora Judá no permanece neutral, sino que toma parte en la insurección
general. Senaquerib triunfa de sus enemigos en Babilonia y viene a Palestina.
Emprende una dura campaña contra Judá que, con la ayuda egipcia, se ve
incomunicada. El rey asirio va conquistando una por una las ciudades del reino
del Sur. Las inscripciones deltiempo hablan de la caída de 46 ciudades y de
200.000 prisioneros. Pone sitio a Jerusalén y obtiene de Ezequías un fuerte
tributo (2 Reg 18,13-16). La ciudad, sin embargo, permanece sin conquistar,
conservando el rey Ezequías su trono, a diferencia de los otros miembros de la
revuelta. De momento el territorio queda libre de asirios, pero gravado con un
fuerte impuesto y con algunas ciudades menos, que han pasado a poder de los
súbditos fieles de Asiria. Este periodo y el del rey siguiente, Manases, es de
una fuerte humillación para los judíos
Estas desgracias nacionales tienen graves repercusiones en la vida
religiosa. Ajaz es el primero en sentir la tentación del atractivo del culto de
los vencedores. El pueblo está bajo una fuerte impresión respecto del poder de
los dioses asirios (2 Reg 18,33-35). Ezequías reacciona fuertemente contra la
tentación; emprende una profunda reforma del culto de Yahwéh, purifica el templo
y destruye la obra de los reyes idólatras que le precedieron. Esta reforma, que
nos relata 2 Reg 18 y 2 Par 29, se puede situar al principio del reino de
Senaquerib
Por otro lado, existía también una grave crisis social. La administración
real, la nueva situación sedentaria del pueblo, el desarrollo del comercio con
los pueblos vecinos han transformado la antigua estructura del pueblo de Dios;
se ha formado una clase adinerada que, favorecida por la organización existente,
acrecienta su poder día a día. Junto a ellos están los depauperados, los hombres
de la tierra, los anawim Yahwéh (v. POBRES DE YAHWÉH). Perfil biográfico. Su
nombre es Mikayahu y significa `¿Quién como Yahwéh?'. Es distinto del profeta M.
de que nos habla 1 Reg 22. El libro nos da pocos datos de su vida. Procede de
Morasti, a unos 45 Km. aproximadamente al sudoeste de Jerusalén, recientemente
localizado en Tel Djeidé, en la región de Gat. Puede ser que tuviera algunos
contactos con Isaías del que es coetáneo (Is 10,27 ss. y Miq 1,10-16; Is 5,8 ss.
y Miq 2,1-5). Su polémica contra los profetas de profesión hace suponer que no
provenga de sus filas (v. PROFECÍA Y PROFETAS I). Por su modo de hablar podemos
deducir que se dedicaba a las labores del campo, sufriendo la incuria de la
política de los gerifaltes de Jerusalén. Esto le hace más sensible ante los
problemas del pueblo sencillo, está mejor preparado que Isaías para observar el
contraste entre el lujo de los ricos de Jerusalén y la miseria del pueblo de la
tierra (3,10), la soberbia confianza de aquéllos en sus posesiones (4,14), los
fraudes de los comerciantes (6,10-12), las discordias en las familias (7,5)
Su ira y su pena provienen de la alta idea que tiene de los destinos del
pueblo de Dios. No es un Estado más en el que, como en los demás, haya de
exaltarse el poder. Los nombres de Israel y de Jacob tienen un valor religioso;
se trata de un pueblo escogido, de una familia religiosa, cuya escisión es una
grave injuria a Dios. Así la defensa ante el ataque enemigo no es algo meramente
político o jurídico que nazca de un deseo de reorganización social, sino del
afán de restaurar la gran familia de Abraham. La tierra ha sido dada por Dios a
su pueblo (Lev 25,23-28; Jos 13,21), es herencia de los padres, es algo sagrado.
Su defensa no es la de una propiedad cualquiera, ni la de un derecho ordinario.
La tierra tiene un título cualificado e inalienable de pertenencia al pueblo de
Dios
II. EL LIBRO. Género literario y división. Toda la obra del profeta está
determinada por un género literario corriente en la literatura bíblica, el de
rib, palabra hebrea que significa juicio o litigio ante un tribunal (v.
BIBLIAMIQUEASiv, c.). En el libro hay tres momentos en los que se llama a juicio
con la palabra «escuchad» (1,2; 3,1; 6,1), llamada de atención ante la acusación
que comienza a relatarse. Los términos característicos del género se prodigan en
el texto. Después de la acusación viene la amenaza del castigo por el delito
cometido, pronunciándose finalmente la promesa de la restauración. De nuevo la
misericordia de Dios se pone de manifiesto. Los castigos de Yahwéh, tan
terribles a veces, tienen siempre un marcado tinte medicinal y redentor
Podemos dividir el libro en las siguientes partes: la) Dios llega a juicio
con su pueblo, poniendo por testigos a todos los pueblos. Los pecados de Judá e
Israel provocan su ira devastadora, finalmente calmada para salvar al resto que
ha permanecido fiel (1,2-2,13). 2a) Dios llama a juicio a los magistrados de la
casa de Israel, acusa a los falsos profetas que han seducido al pueblo, a los
jueces que han juzgado inicuamente, a los sacerdotes que han enseñado por
salario. Sión será arada como un campo y Jerusalén quedará como un montón de
ruinas. Pero finalmente vendrá la restauración y el templo de Yahwéh se asentará
sobre la cima de los montes (3,1-5,14). Yahwéh convoca a todos los montes de la
tierra para que asistan al juicio que va a tener con su pueblo. Comienza con una
pregunta cargada de dramatismo: «¿Pueblo mío, qué te he hecho? ¿En qué te he
molestado?». Su ingratitud hará llegar el día de Yahwéh pleno de sangre y de
dolor. Entonces el pueblo clavará sus ojos en Yahwéh que le perdonará una vez
más (6,1-7,20)
Esta alternancia de castigos y promesas ha sido considerada por muchos
como artificial, haciendo pensar en la mano de un segundo redactor. Es cierto
que muchos de los elementos del libro no se pueden atribuir a M. Pero después de
una fase extremista en que sólo se le concedían los cap. 1 y 3, estamos en un
nuevo periodo en que sólo se pone en tela de juicio algún que otro fragmento de
la sección 5,8-7,7. Para la solución de estos problemas nuestros recursos son
bastante limitados. El texto es oscuro, y los oráculos demasiado breves para
poder servir de apoyo firme. Pero ello, por otra parte, no permite afirmaciones
categóricas respecto a la no autenticidad del texto
El mensaje. En 6,8 podemos ver un resumen del mensaje que M. trasmite a
los hombres de su tiempo: «Practicar la justicia, amar la misericordia y caminar
humildemente con tu Dios». Lo primero la justicia. Dios se nos presenta como el
sumo juez de todas las gentes y especialmente de su pueblo
La alianza (v.) había sido violada. El pueblo ha obrado injustamente. Por
eso se convoca el gran juicio. A él asistirán todas las naciones de la tierra,
ya que el castigo también les alcanzará a ellas. Y también la restauración, pues
el destino de Israel está ligado a la salvación de todos los hombres. Por eso
han de asistir al proceso mayor de todos los tiempos, el que se verifica ante
los montes todos de la tierra entre Yahwéh y su tiempo
Yahwéh acusa: «Vosotros devoráis la carne de mi pueblo, desolláis su piel,
quebrantáis sus huesos, le hacéis trozos como carne de olla» (3,3). «Sus jueces
juzgan por soborno, sus sacerdotes enseñan por salario, sus profetas profetizan
por dinero, y luego se adoptan en Yahwéh diciendo: ¿no está acaso Yahwéh con
nosotros?» (3,11). Se sentían seguros con tener un templo en su ciudad, se
creían a salvo con un culto externo que no tenía sus raíces en el corazón
Y Yahwéh los castiga: «Todos sus ídolos serán despedazados, todos sus
salarios de prostitución quemados en el fuego, todos sus ídolos los dejaré
deshechos; han sido amasados con salario de prostituta, y en salario de
prostituta se convertirán. Por eso me lamentaré y gritaré, andaré descalzo y
desnudo, lanzaré aullidos como los chacales, y lamentos como las avestruces,
porque su herida es incurable, hasta Judá ha llegado, ha herido hasta la capital
de mi pueblo, hasta Jerusalén» (1,7-9)
La magnitud del castigo hace volver los ojos de Israel hacia el que le
libertará. Su tono es humilde: «Mas yo clavo mis ojos en Yahwéh, espero en el
Dios de mi salvación; Dios me escuchará. No te alegres de mi suerte, enemiga
mía, porque si he caído me levantaré, y si estoy en tinieblas, Yahwéh será mi
luz. Soportaré la ira de Yahwéh, ya que he pecado contra Él, hasta que juzgue mi
causa y establezca mi derecho. 11 me sacará a la luz, y yo contemplaré su
justicia» (7,7-9)
Dios se apiada de su pueblo: «Yo te reuniré, Jacob, todo entero,
congregaré el resto de Israel;, los reuniré como rebaño en el aprisco, como hato
dentro del pastizal, y estarán seguros, libres de temor. El que los guía
marchará ante ellos, estará a la cabeza...» (2,12-13). En el mismo sentido
redentivo 4,6.7.13 (V. ISRAEL, RESTO DE)
Dentro de este clima de esperanza, M. se remonta en su vuelo profético
hasta los tiempos de la restauración final. Su profecía llenará de esperanza al
pueblo de Israel: «Y tú Belén, Efrata, pequeña eres entre los millares de Judá,
mas de ti saldrá Aquel que ha de reinar en Israel» (5,1). La ciudad de David
sería la cuna del Mesías (v.); donde nació el rey más poderoso de Israel, de
allí saldría el gran Rey de los tiempos escatológicos que habría de salvar al
pueblo. Mt 2,1-7 nos refiere cómo los Magos buscan en el palacio de Herodes el
Grande al rey recién nacido; el idumeo pregunta a los sabios de su reino,
temeroso de perder su reino (V. EPIFANÍA y BELÉN DE JUDÁ). Los escribas
responden con fidelidad y la figura del Mesías se vislumbra entre líneas: El
nacido de virgen, el Emmanuel, el, Príncipe de la paz, el vástago de José (ls
7,14 ss.; 9,6-7; 11,1-6). Los perfiles del nuevo Rey hacen temblar a Herodes que
teme como nunca por su reino. Inútilmente tratará de hacerle desaparecer: «Él se
alzará y pastoreará al rebaño con la fortaleza de Yahwéh, su Dios. Habitarán
seguros porque entonces su poder se extenderá hasta los confines de la tierra. Y
Él será la paz» (5,3-4)
En medio del clima de angustia ante la inminencia del día del juicio, del
castigo de Yahwéh, se levanta una fuerte luz de esperanza. Un resto se salvará,
y nuevamente Yahwéh marchará a la cabeza de su pueblo más cercano que nunca
V. t.: ANTIGUO TESTAMENTO; PROFECÍA Y PROFETAS I; ISRAEL, REINO DE; JUDÁ,
REINO DE; HEBREOS
BIBL.: J. CHAINE, Introduction á la lecture des prophétes, 2 ed. París 1932, 79-84, R. AUGÉ, Miqueas, en Ene. Bibl. V,170-175; K. SMYTH, Miqueas, en Verbum Dei, II, Barcelona 1956, 738749; M. GARCÍA CORDERO, Miqueas, en Biblia comentada, Madrid 1961, 1201-1229; R. AUGÉ, Miqueas, en La Biblia de Montserrat, Montserrat 1957; A. VAN HOONACKER, Les Douze petits Prophétes, en Études bibliques, París 1908; A. GEORGE, Le livre de Michée, en DB (Suppl.) V,1252-1263; íD, Michée, en La Bible de lérusar lem, París 1952; A. CLAMER, Michée (livre de), en DTC V,12521263; F. NOTSCHER, Zwólfprophetenbuch, en Echter Bible, Wurzburgo 1948; S. PROTIN, La Vierge-mére chez Michée (5,2), «Rev. August.n 15 (1909,2) 8-16; P. VAN IMSCHOOT, Le prophéte Michée et son temps, «Callat. Gandav.n 17 (1930) 176-182; A. SKRINJAR, Origo Christi temporalis et aeterna, «Verbum Dornini» 13 (1933) 8-16; A. GIL ULECIA, imperio mesiánico en la profecía de Miqueas, Zaragoza 1941
A. GARCÍA-MORENO
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991