MATERIA I. FILOSOFÍA.
1. Introducción. Tanto el griego hyle (van) como el latín materia expresan
originalmente la «madera» de construcción que el hombre transforma para un fin
Por relación a la organización nueva que recibe el material preexistente,
la m. es el elemento potencial o indeterminado, y se contrapone a forma (v.);
por relación al cambio de figura externa de los materiales, la forma será la
figura geométrica que los limita en el espacio, la m. en cambio es lo que le da
una realidad o presencia concreta e individual, es decir, la m. será el
principio de individuación (v.); por relación finalmente a la pasividad o
inercia de los materiales, en oposición al espíritu que concibe o realiza la
forma, entonces la m. es objeto de intuición en el espacio (v.) y posee una masa
(v.) mecánica
La m. aparece, pues, en una primera consideración como «aquello de que los
cuerpos constan» en oposición o distinción a su forma accidental, figura,
organización de partes, etc. Las ciencias naturales, la Química y la Física, que
se han dedicado a investigar la m. en este sentido (v. iI), han reducido su
multiplicidad a unas 100 «materias elementales» (V. ELEMENTOS Químicos), cada
una de las cuales consta a su vez de átomos (v.) y éstos de otros corpúsculos
pequeñísimos (v. PARTíCULAS ELEMENTALES). La cuestión planteada a la ciencia
experimental es ya no la de la constitución de la m. física, sino la de su
esencia, problema tal vez más filosófico que físico, y difícil, porque
físicamente la m. se comporta ya como corpúsculo, ya como onda (v.). La m. que
investigan las ciencias naturales o experimentales es llamada por los filósofos
materia segunda, distinta de la materia prima o materia primera de la que se
ocupa fundamentalmente la Filosofía y que no es una sustancia corpórea
físicamente acabada ni puede, por tanto, ser alcanzada con los medios de la
Física, sino que es una parte esencial de los cuerpos cognoscible sólo
intelectualmente, y que junto con la forma sustancial constituye a los miSMOS
(V. HILEMORFISMO)
Por lo que atañe a una consideración filosófica de la m., la principal
cuestión que se plantea es la de su estatuto ontológico y la de su posición en
el orden del ser (v.). A este respecto, se han dado históricamente varias
posiciones, que se pueden clasificar en tres direcciones posibles: nadificación
absoluta de la materia; ontificación absoluta de la materia; ontificación
relativa. Respecto a la génesis de cada una de ellas, véanse los artículos a los
que se remite; aquí se hará una sucinta exposición sistemática
2. Nadificación absoluta: la m. es no-ser. Ésta es fundamentalmente la
postura platónica (V. PLATÓN; NEOPLATóNICOS). Desde toda la eternidad habría
tres cosas distintas: las ideas subsistentes con el Demiurgo, que siempre son y
nunca cambian; la m., que nunca es y siempre está llegando a ser, donde se
agitan los elementos en completo desorden (caos); y el espacio o vacío que
separa a la m. de las ideas, depositando sus modelos en el espacio. La m. sería
un elemento malo, negativo, cárcel de las almas. En el neoplatonismo quedará muy
difuminada esta imagen de la m. como no-ser, al admitir el dualismo dinámico-emanativo
entre idea y fenómeno: la m. sería el último y más débil grado de emanación a
partir del uno (V. EMANATISMO). Según los neoplatónicos, la m. es puro vacío y
más bien debiera llamarse no-ser; es esencialmente privación y el principio del
mal (v.). Esta consideración de la m. lleva fácilmente a formas de panteísmo
(v.), o está en estrecha relación con él
Podría hablarse de una nadificación relativa de la m., incluyendo aquí al
dualismo (v.) clásico, representado fundamentalmente por el gnosticismo (v.),
para el que la m. es ser, pero ser malo, en lucha perpetua con el ser bueno, el
del espíritu, lucha en la que al final triunfará éste
3. Ontificación absoluta: el ser es la m. Únicamente se daría el ser (v.)
en el modo de la m.; por tanto, la m. poseería de suyo su onticidad actual y
activa. El espíritu (v.) no sería más que un epifenómeno o eflorescencia de la
m. Esta m. tiene en los autores antiguos (Demócrito, Leucipo, Epicuro) una
trascendencia tal, que llega a las formas más refinadas de la consciencia. Estas
formas de materialismo, desechadas durante siglos, resucitaron sobre todo en el
s. xix con las figuras de La Mettrie, Hollbach, L. Büchner, K. Vogt y 1.
Moleschott; y a continuación con Marx y su materialismo dialéctico (v.
MATERIALISMO). El materialismo resulta ciego para la realidad total, pues pasa
por alto la peculiaridad de lo supramaterial y espiritual y de sus leyes
propias; en su repercusión en la vida práctica y social disgrega la cultura y la
moralidad. Uno de los caminos que conducen al materialismo es la confusión entre
realidad y perceptibilidad, con lo que fácilmente se llega a confundir la
realidad material con la realidad (v.) en general
4. Ontificación relativa: la m. es ser, pero un modo de ser entre otros.
Esta postura ofrece algunas variantes, que se pueden tipificar por: a) el
dualismo cartesiano; b) la teoría aristotélico-tomista
a) Para Descartes (v.) habría dos sustancias que dividen a la realidad:
«sustancia pensante» y «sustancia extensa». El hombre no sería una sustancia o
un ente uno: es un ente bi-sustancial. La m. se identificaría con la extensión,
donde no habría formas sustanciales ni fines. La m. está regida, según
Descartes, por el más puro mecanicismo (v.). En este dualismo hay una exposición
continua a la absorción o, por lo menos, preponderancia de una sustancia sobre.
otra, abocando o bien al espiritualismo (v.) (al derivr los modos de la
sustancia extensa a partir de la pensante), o bien al materialismo (v.) (al
derivar los modos de la sustancia pensante a partir de la extensa), o bien
finalmente al monismo (v.) (donde la realidad material aparecerá como fundada en
la espiritual, como el aspecto mecánico, extenso e inerte del espíritu, o
viceversa). Spinoza (v.) es un caso notable del monismo
b) La teoría cuyo origen está en Aristóteles (v.), completada o
perfeccionada luego por S. Tomás (v.), presenta el análisis y explicación a
nivel filosófico profundo de la realidad material de tres modos complementarios:
negativamente (en su carácter lógico), positivamente (en su carácter
genético-físico) y estructuralmente (por relación a la misma constitución
ontológica del compuesto). De este triple análisis nos ocupamos en los apartados
siguientes:5. Definición lógico-negativa: la m. es «aquello que en sí mismo no
se conceptúa como algo determinado, ni como cantidad, ni afectado por ninguna de
las demás categorías por las que se determina el ser» (Metaphys. VII,c5,1029a20).
No es «algo» porque no es esencia ni cuerpo constituido, sino mera potencia a
ser cuerpo junto con otro coprincipio; no da especificación alguna al cuerpo, ni
es categoría (v.) que determine al ente, ya que no es un género de entes
completos
Según las más recientes investigaciones sobre la problemática aristotélica
de la m. (Vries, Cencillo), esta definición se refiere a la m. metafísica o,
mejor, lógica: es el primer sujeto del que se predican todas las determinaciones
que en él hay, pero que él mismo no se predica de nada, pues se encuentra sin
ninguna determinación. Todas las determinaciones pueden ser aplicadas a este
sujeto por predicaciones universales. Sería entonces purapotencia en el plano
lógico, lo puramente determinable, como un aspecto, pero no una parte del cuerpo
6. Definición genético-física: la m. «es el primer sujeto de cada ser,
como elemento intrínseco y no accidental de la generación y en el que el
compuesto se resuelve al corromperse» (Phys. 1 c.9, 192a31-32). Es «sujeto»
porque está sujetado a las formas que van surgiendo en las transformaciones
sustanciales; y es «primero» porque ya no tiene otro sujeto en que sustentarse.
Es sujeto «del que» algo surge, porque la forma (v.) surge cuando la m. se
transforma. Es una parte inmanente del compuesto, pero determinable: no es causa
eficiente o final, sino parte potencial, determinable por otra cosa. Es elemento
«esencial» pues da lugar a una sustancia
El nudo gordiano de la presente definición es la m. física. En opinión de
los suarecianos, ésta permanece idéntica en todas las transformaciones según
toda su actualidad propia. Sin embargo, los escolásticos han identificado
corrientemente la definición lógico-negativa y la positiva-dinámica, creyendo
que ambas se referían a la m. física: por eso afirmaban que para Aristóteles la
m. primera era pura potencia. Los suarecianos, en cambio, han sostenido que para
Aristóteles la m. primera no es pura potencia física, sino pura potencia formal,
ya que carece de la perfección de la forma que puede recibir (v. infra, 8)
7. Definición potenciabontológica: la m. es «la posibilidad de ser y no
ser cada uno de los entes generables» (Metaphys. VII c.7, 1032a21-22); o como la
definen los escolásticos: «sustancia incompleta que, como parte determinable,
constituye al compuesto sustancial material». Es una parte constitutiva de la
sustancia corpórea, es decir, es sustancia como co-principio, pero no es algo
acabado en sí mismo: es sustancia incompleta, pues de suyo no puede ser una
totalidad, sino un miembro de una totalidad; es el co-principio determinable y
es determinado por el otro co-principio, por la forma (v.); la unión de ambos
coprincipios da la sustancia (v.) corpórea o material (v. HILEMORFISMO). Es
preciso añadir que la m. no es potencia (v.) en el sentido de «lo puramente
posible», que no es y puede existir: ésta es la potencia objetiva. La m. es una
potencia existente, es decir, física. Ahora bien, la potencia física puede ser
activa o pasiva; la potencia activa es capacidad de hacer, aunque ella misma no
sea una acción; la potencia pasiva es capacidad de recibir una perfección. Pero
como hay unas perfecciones que completan a la potencia en la línea de la esencia
o de la sustancia y otras que la completan en la línea meramente accidental,
correspondientemente habrá una potencia pasiva esencial y otra accidental;
evidentemente, no es esta última la que define a la m. Así, pues, la m. primera
es una potencia física, pasiva y sustancial por relación a la forma sustancial;
es un co-principio referido esencialmente a la forma
De ahí sacan los escolásticos las propiedades de la m. primera: apetito de
forma (pues todo ser tiende naturalmente o está orientado hacia lo que le
perfecciona); inengendrable (pues figura como el primer sujeto de todas las
cosas engendradas: no sale de otra cosa, sino que es creada; para Aristóteles,
en cambio, como desconocía el concepto de creación (v.), la m. primera sería
eterna); incorruptible (queda siempre bajo diferentes formas, como sujeto
último, únicamente podría concluir por aniquilación); es «una» abstractamente
(pero en concreto y de hecho es sustancialmente múltiple y variada); simple (no
compuesta a su vez de m. y forma); raíz de la cantidad (v.); es cognoscible
únicamente por relación a la forma (su naturaleza se realiza al recibir las
formas, y si éstas no pueden ser entendidas, tampoco la m.)
8. El problema de la potencialidad de la materia. Los escolásticos se
plantearon la cuestión de si la m. era potencia pura o tenía de suyo un acto.
Suárez (v.) distingue, entre acto entitativo (la existencia por la que una cosa
es puesta fuera de sus causas, oponiéndose contradictoriamente a la nada) y acto
formal (la forma en cuanto que está unida a la m. para integrar el compuesto).
Para los suarecianos la m. no tiene un acto formal, pero sí entitativo: la m.
tiene de suyo esencia, actualidad y existencia que no recibe de la forma; pero
es pura potencia formal, pura capacidad de recibir la forma por la que se hace
un cuerpo determinado. Y opinan así porque consideran que la existencia (v.) no
se distingue de la esencia (v.) real con una distinción real y adecuada. De aquí
deducen que la m., al tener su esencia propia, debe tener su propia existencia;
de otro modo, según ellos, no sería nada, ya que al suprimirle su propia
existencia desaparecería toda realidad
Los tomistas, en cambio, niegan que la m. tenga acto formal o acto
entitativo. La m. primera no se ordena inmediatamente a la existencia. Sólo se
ordena mediante la forma, que recibe antes de la existencia, y hay que subrayar
que el antes se ha de entender no como prioridad de tiempo, sino de naturaleza.
En todo compuesto solamente hay un esse existencial, por razón del cual existen
en común vínculo la m. y la forma. La m. está inmediatamente ordenada a la
forma, recibiendo la existencia cuando recibe la forma. El respecto a la
existencia se fundamenta en el respecto a la forma, y no al revés. Sin embargo,
hay que aclarar que este estudio es una consideración estrictamente metafísica
sobre la m. llamada materia primera, que no debe confundirse con la m. física o
con el nivel físico del problema. Tampoco es necesario entender la potencialidad
de la m. prima como pura pasividad (las propiedades de la misma, que se acaban
de reseñar en el apartado anterior, ya lo sugieren)
9. La física moderna no alcanza a una «materia primera» potencial. Con los
métodos de la física cuántica, se llega a una estructura del mundo material que
comienza con «acciones», múltiplos de la constante h de Planck (v.). La física
cuántica considera primariamente no la masa (v.) o la energía (v.), sino las
acciones (v. MECÁNICA Iv). Una acción es la energía efectuada en la unidad de
tiempo; de modo que el tiempo (v.) es un constitutivo de la energía; se trata
aquí de un producto de energía y tiempo=acciones como unidades (v. II, 1). No
hay primariamente «algo hilético» acabado, al que además le ocurre algo en el
tiempo; sino algo al que el tiempo es constitutivo; es justamente un «algo de
tiempo», es decir, la acción. Esto se expresa diciendo que toda onda
electromagnética (v.) está definida por la fórmula E/v= =E-7-=h (donde
E=energía, v=frecuencia, r=periodo; la frecuencia es magnitud inversa del
periodo y, por tanto, E/v=E•r)
Tampoco hay primariamente algo acabado e hilético que «además» llene un
espacio, sino algo para lo que el espacio es constitutivo, algo «de espacio»; o
sea, de nuevo una «acción». También la acción puede definirse como el producto
del impulso (=masa por velocidad) y del trayecto. Entonces la onda
electromagnética se definirá también por la fórmula I.a=h (donde I=impulso, X=
=longitud de onda). Lo cual significa que «algo de tiempo» es temporización;
«algo de espacio» es espacialización. Ambas fórmulas (E-r=h; I-X=h) expresan la
ensambladura «espacio-tiempo-energía». La acción máspequeña es la constante h de
Planck (=6,621 X 10-.7) (V. CUANTOS, TEORÍA DE LOS)
Según podemos apreciar, y en este nivel físico, el cuanto de acción no
tiene que ver con la pura potencia, ya que no es indeterminado, sino
profundamente determinado matemáticamente; es inteligible matemáticamente. No
tiene carácter subjetual, sino actual, de temporalización y espacialización
efectuadas actualmente: la energía ondulatoria sucede en el r(E.T=h) y el
impulso undulatorio se da en X(I-X=h). No estamos aquí ya ante una primera m.
potencial, sino ante una m. «segunda» ya actualizada. El cuanto de acción está
en acto. Lo que hay a la base de esta m. física son energías estructuradas o
conformadas. Más que a la pura potencia se acercan a la índole de la forma; o
mejor, las estructuras energéticas o entidades primarias de este mundo físico
tienen el modo de ser de la potencia, pero el rango de ser de la forma. No se
trata todavía de «formas sustanciales» insertas en las cosas, sino esbozos de
una jerarquía de estructuraciones progresivas y ascendentes. El viejo concepto
límite de «materia prima» viene a ser sustituido aquí por un boceto, y como tal
potencial, de estructuras o formas
10. Teoría momentual de K. Rahner. Como intento de variante de la
explicación filosófica de la m. puede mencionarse la teoría de Karl Rahner (v.)
(cfr., p. ej., Das Problem der Hominisation, Friburgo Br. 1961). Para él, en
general, la m. es sólo pensable como momento en el espíritu y para el espíritu
(finito). Fundamentalmente todo ser sería espíritu; lo material no sería otra
cosa que espíritu =ser= acto limitado y, en cierto modo, «congelado». La m.
sería sólo un momento de «limitabilidad» del espíritu finito. M. y espíritu
finito serían perfiles graduales de un ser que está en todo. El espíritu es m.
en su des-limitación; la m. es espíritu en su limitación. Con lo cual, parece
que espíritu y m. pierden en Rahner la relación tensional que tenían en S. Tomás
El espíritu finito ejerce así una doble y contradictoria función. En
primer lugar, el espíritu es aquello que «des-limita» a la m. y actualiza a la
potencia espiritual que dormita en ella (des-limitación de lo limitado). En
segundo lugar, el espíritu tiene que «venir hacia sí mismo», en cuanto que
«pone» casualmente en sí ese momento limitante, la m.; el mismo momento que el
espíritu tendrá que superar en la m. para que ésta se actualice en dirección
hacia su «más propia» onticidad o espiritualidad. Para «venir hacia sí mismo» el
espíritu tiene que poner el momento de la m. como limitación de sí mismo; mas
para libertar el ser más propio de la m. tiene, por el contrario, que superar
ese momento. Como el espíritu y el momento material respectivo se encuentran
indisolublemente unidos en el ser humano, entonces la limitación y la
des-limitación figuran como movimientos que se aniquilan mutuamente, según
Rahner. En cuanto que el espíritu haga su emisión actualizante en la m. perderá
sus propios límites, hasta difuminarse en el «ser general» (deslimitación). Mas
en cuanto que abandone esa emisión y «ponga» sólidamente el momento material en
sí mismo, se limitará en su autonomía, pero abandonará a la m. a su destino de
apatía e ininteligibilidad. El concepto mediador de este razonamiento es el de
ser. Del hecho de que todo lo que hay, espíritu y m., es ser, se desprende que
el ser tiene una función mediadora de índole dinámica: en el ser puede la m.
transcenderse a espiritualidad, y el espíritu (limitándose y viniendo hacia sí
mismo) condensarse y congelarse en m. Lo cual da pie a un peligroso
espiritualismo evolucionista con dos direcciones
BIBL.: I. PUIG, Materia y energía, Buenos Aires 1942 (monografía fundamental); R. MASI, Struttura della materia: essenza metafísica e costituzione física, Brescia 1957; íD, Cosmología, Roma 1961; P. HOENEN, Filosofía della natura inorganica, Roma 1949; PH. SELVAGGI, Cosmologia, 2 ed. Roma 1961; G. MANSER, La esencia del tomismo, 2 ed. Madrid 1953; III REUNIÓN DE APROXIMACIÓN FILOSÓFICO-CIENTÍFICA, La materia, Zaragoza 1960-61; A. WILLWOLL, Alma y espíritu, 3 ed. Madrid 1953; F. RENOIRTE, Elementos de Crítica de las ciencias y Cosmología, Madrid 1968; L. CENCILLO, Hyle, La materia en el Corpus Aristotelicum, Madrid 1958; H. HAPP, Hyle, Berlín 1971; V. GARCÍA RODRÍGUEz, Hombre, materia, evolución y vida, Barcelona 1969; E. SCHRÓDINGER, La mente y la materia, Madrid 1958; L. DE BROGLIE, Materia y Luz, Madrid 1945; H. E. HENGSTENBERG, Mensch und Materie, Stuttgart 1965; A. WENZL, Materie und Leben als Problem in der Naturphilosophie, Stuttgart 1949; v. t. la Bibl. del art. siguiente (II,1) y la de HILEMORFISMO
J. CRUZ CRUZ
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991