Mártir. Teología del Martirio.
 

En la primera literatura cristiana sobre el martirio no existe, ni se podía esperar, una elaboración teológica en sentido técnico. Pero hay elementos dispersos, insinuaciones, apuntes que iluminan el martirio desde una teología genérica y espiritualística. Son afirmaciones esporádicas e inconexas; pero están presentes. Se refieren en primer lugar a la misma realidad del martirio, que es considerado con una llamada especial, una gracia individuada dentro de la vocación general a la fe. Es una llamada personal para glorificar a Dios. Hipólito de Roma lo aplica igualmente a los mártires del A. T. El martirio implica la mayor dignidad, la suprema perfección. Es fruto y acto supremo de caridad (Stromata 4,21: PG 8,1341). Una de las notas más impresionantes del martirio es la identificación con Cristo. Lo afirma Orígenes en un texto de una fuerzay expresividad únicas, comentando a Gal 2,20: «Vivo yo... Si queremos salvar nuestra alma..., perdámosla por el martirio» (Exhortación al martirio, 12: PG 11,579). En cuanto a los efectos del martirio, no solamente lo equipara al bautismo; produce una purificación mayor: «Sólo hay un bautismo que puede dejarnos más limpios que el de agua: el bautismo de sangre» (Homilía VIII al Libro de los jueces: PG 12,980). Y no solamente produce la purificación de los pecados propios, sino incluso los de los otros (Exhortación, 30: PG 11,602). «Así como muchos fuimos comprados por la sangre de Jesús, muchos son rescatados por la sangre de los mártires» (ib. col. 635)
En estos primeros apuntes de teología martirial se ponen de manifiesto los efectos beneficiosos que el martirio tiene para la comunidad de los fieles. El m. es causa de la fe dentro de la comunidad (Hipólito, Comentario, 2,38,2-5). Su dinamismo interno lo recuerda Tertuliano en su recordadísimo texto del Apologético: La sangre de los mártires es semilla de cristianos (Apol.: PL 1,535). Los mártires tienen una gloria especial y juzgarán con Cristo al mundo (Orígenes, Exhortación, 28: PG 11,598)
Dos siglos más tarde, cuando escribe S. Agustín, las circunstancias de la Iglesia se han modificado en un giro total. Pero su idea y su visión del martirio son eco de la tradición de los siglos anteriores. Sus ideas aparecen decantadas y más precisas. Ya no existe el fácil e inestable entusiasmo por los mártires (De vera religione, 3-5: ML 34,125). El mártir es para S. Agustín un testigo de la verdadera religión. Por esta causa muere. Dios ha querido que los hombres sean sus testigos y Él de ellos (PL 35,1979). El valor apologético del martirio es claro: los mártires han muerto para que las falsas religiones sean eliminadas (De Civitate Dei, 4,29: PL 41, 136; cfr. U. Domínguez del Val, El martirio, argumento apologético en la Ciudad de Dios, II, El Escorial 1954, 527-542). Lo que hace posible el martirio es la caridad, que nos permite comprender que los mártires sufrieran cuanto sufrieron (Sermón 311, PL 38,1414). El mártir es otro Cristo. Esta idea, predilecta de S. Agustín, la repite con gozosa insistencia (cfr. Sermón 128: PL 38,714; Enarrationes in Ps 40: PL 36,454). S. Agustín puede verificar con una perspectiva cronológica y espacial más profunda cómo el martirio es un impresionante fermento de vitalidad. Bajo la metáfora de la vid aplicada a la Iglesia comprueba el fenómeno de la extensión de la fe por el riego de la sangre de los mártires (cfr. Enarrationes in Ps 40: PL 36,454)
No es posible rastrear los atisbos y apuntes de teología en toda la literatura patrística. Como muestra dejamos los apuntes que preceden. La elaboración posterior y escolástica está enraizada en la tradición. Puede comprobarse en el mismo S. Tomás, cuyos puntos esenciales resumimos, ya que es la elaboración doctrinal definitiva por muchos siglos. Dedica al tema la g124 de la 2-2. Respondida afirmativamente la cuestión previa del martirio como acto de virtud, fija la doctrina sobre el martirio en otros cuatro artículos con cuatro afirmaciones básicas: la) El martirio es un acto de la virtud de la fortaleza; la caridad es el motivo primario. 2a) El martirio es el acto supremo de perfección, ya que en su base está el amor, motivo fundamental de la perfección. El martirio es un signo de amor perfecto. El amor hacia una cosa se demuestra tanto cuanto por ella se desprecian las más queridas y se eligen las odiosas. Lo más apreciado es la vida y la muerte lo más huido. Dar la vida por otro es la suprema muestra de caridad (lo 15, 13). 3a) La muerte es esencial al martirio: «Es, pues, esencial al martirio que el hombre dé testimonio de la fe, demostrando con obras que desprecia todo lo presente por la adquisición de los bienes invisibles. Pero, mientras le queda la vida corporal, no ha demostrado todavía de obra que desprecia todas las cosas temporales, etc. De donde se desprende que, para que se dé perfecta noción de martirio, es preciso sufrir la muerte por Cristo». 4a) La causa del martirio no es solamente la fe sino las demás virtudes, aunque todas ellas son expresión de la fe por la que Dios nos manifiesta las obras que le son agradables
Ésta es la teología del martirio aceptada como doctrina común y que ha condicionado la legislación eclesiástica en las causas y procesos de beatificación y canonización. La síntesis más amplia, detallada, con una variadísima casuística teológico-moral es la obra de Benedicto XIV, De servorum Dei Beatificatione et Beatorum canonizatione, 2 ed. Venecia 1766

ALBERTO DE LA SAGRADA FAMILIA.


Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991