MARIANA DE JESÚS, BEATA


N. el 17 en. 1565, en la calle y Parroquia de Santiago de la ciudad de Madrid. Se la llamará siempre Mariana, por haber nacido el día de S. Mariano, aunque en su partida de bautismo figura solamente el nombre de María. Sus padres fueron: Luis Navarro, peletero al servicio de la familia real española, y perteneciente a los famosos gremios madrileños, y Juana Romero. El padre quedó viudo y contrajo segundas nupcias. De ambas esposas tuvo numerosos hijos, de los cuales M. vino a ser como una segunda madre. De ahí que adquiera pronto madurez psicológica, que algunos entusiastas biógrafos quieren ver como casi milagrosa. Tanto su niñez como su juventud fueron las de una reflexiva chica cristiana, normalmente piadosa y normalmente mundana. Tuvo relaciones serias, de noviazgo, con un hijodalgo y, en su despuntadora juventud, hay quien la atribuye juegos inocentes, y hasta galanteos incipientes, con su paisano y coetáneo Lope de Vega (v.).
      Hacia los 22 años de edad toma la determinación de consagrarse totalmente a Dios. Suspende las relaciones con su prometido, de quien afirma el P. Salvador que, por ello, se volvió loco; se cortó el cabello y el P. Presentación asegura que se desfiguró la boca, para mejor apartarse del mundo. Desde entonces, lleva una vida piadosa y penitente. La ayudan y dirigen en el nuevo camino emprendido el franciscano Antonio del Espíritu Santo y, especialmente, fray Juan del Santísimo Sacramento. Este último, fraile de la Merced, fue el maestro de espíritu y el modelador de la espiritualidad de M. Por mandato suyo escribió M. su Biografía.
      Excepto en los años (1601-06) en que la Corte española (a la que tuvo que seguir la familia de M.) vivió en Valladolid, M. residió siempre en Madrid, en donde fue magnífico ejemplo de virtudes heroicas. Tomó el hábito de Terciaria de la Merced, en 1613, y con él recorrió Madrid entero impartiendo caridades de todas clases, y con él murió en olor de santidad, en el convento de Santa Bárbara, el 17 abr. 1624. En vida y en muerte fue aclamada unánimemente como «la Santa». El mismo año de su muerte se inicia el proceso de beatificación, en el que intervienen al unísono la nobleza, el pueblo llano y los reyes de España. Habían sido incontables los favores y milagros que M. prodigó con su pueblo: el beneficio de las lluvias, curaciones milagrosas, limosnas, ayudas económicas, etc. Ella había contribuido decisivamente a que S. Isidro (v.) fuese canonizado y proclamado patrón de la capital de España. El Ayuntamiento de Madrid colocó su estatua en la Puerta de Alcalá, e hizo que presidiera las sesiones en el Salón del Municipio; intentó también acelerar lo posible la canonización de M. para declararla copatrona de la ciudad, juntamente con S. Isidro Labrador.
      La beatificación tuvo lugar en 1783, por el papa Pío VI. Su cuerpo permanece incorrupto y se venera en la Iglesia de Madres Mercedarias (calle Valverde 15, Madrid). Ha sido inspeccionado repetidas veces, y en distintas épocas, por equipos de técnicos. La última inspección médica tuvo lugar en 1966. La calificación ha sido siempre la misma: inexplicable científicamente. La devoción a la beata M. de J. sigue ferviente entre el pueblo madrileño y se le siguen atribuyendo milagros.
      Obras. M. no fue persona de letras. Se le atribuyeron muchos escritos. Los definitivamente confirmados por la Sagrada Congregación de Ritos son los siguientes: Autobiografía, escrita por mandato de su director espiritual y cuyo manuscrito se conserva y ha sido publicado e impreso juntamente con las biografías que de la autora escribieron Juan de la Presentación, J. Gilabert Castro y Elías Gómez (v. bibl.). Sentencias espirituales o Poema a las virtudes que, con los Tercetos a la humildad, son admirable doctrina espiritual que se viste de verso y que, como la Autobiografía fueron publicados por sus diversos biógrafos.
      Si los escritos de M. de J. carecen de un especial valor literario, aunque la doctrina sea admirable, no se puede decir lo mismo de la fisonomía espiritual y humana de ella. La beata M. de J. tuvo un relieve histórico, todavía no estudiado. En el aspecto social marcó una impronta y realizó una labor apostólica de excepción.
     
     

BIBL.: Fr. J. DE LA PRESENTACIÓN, La Corona de Madrid, Madrid 1673; Fr. P. DEL SALVADOR, La Azucena de Madrid, Madrid 1764; 1. GILABERT CASTRO, Vida de la Beata Mariana de Jesús, Madrid 1924; M. L. Ríos, Biografía de la Beata Mariana de Jesús, Santiago de Chile 1924; F. SORDINI-LANFRANCHI, Vita della María Anna Di Gesu, Roma 1934; F. C. SAINZ DE ROBLES, Beata Mariana de Jesús, La estrella de Madrid, Madrid 1947; E. GóMEz DomfNGUEz, La Madre Mariana. Aportaciones a la biografía de una madrileña, Madrid 1965; V. IGNELZI, María Anna di Gesú, en Bibl. Sanct. 8, 1032-1033

 

E. GÓMEZ DOMÍNGUEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991