MARÍA MICAELA DEL SANTISIMO SACRAMENTO, SANTA

 

VIDA.

Santa española, fundadora de las Adoratrices del Santísimo Sacramento y de la Caridad.
      Vida. Micaela Desmaisiéres, vizcondesa de Jorbalán, n. en Madrid el 1 en. 1809. Perteneciente a una familia de la aristocracia, estudió en Francia, en las Ursulinas de Pau, regresando a España al fallecer su padre. Se sucedieron una serie de desgracias familiares: su hermano Luis murió en accidente, su hermana Engracia se trastornó mentalmente; su hermana Manuela tuvo que marchar al destierro por las ideas legitimistas de su marido. La misma M. M. se vio obligada, por cuestiones de intereses, a romper las relaciones con su novio, perteneciente a la mejor sociedad madrileña. Acompaña entonces, muerta su madre, a su hermano, primero a París y después a Bruselas, haciendo vida social en el ambiente del cuerpo diplomático, conciliando la más estricta observancia en su vida espiritual con las obligaciones familiares y sociales. Tanto en París como en Bruselas dejó el recuerdo de una extraordinaria caridad con pobres, enfermos, necesitados, iglesias desmanteladas, etc. Su fama llegó hasta el mismo rey Luis Felipe (v.), quien la distinguió públicamente por esas actividades.
      Vuelta a Madrid tuvo lugar el encuentro que iba a decidir su vida. Su confesor, eJ P. Carasa, la había encomendado a María Ignacia Rico de Grande, quien la llevó un día al Hospital de San Juan de Dios donde, según nos dijo Micaela, «sufre el olfato, la vista, el tacto y los oídos». En aquel hospital eran atendidas las pobres mujeres de la calle de las enfermedades que contraían por su actividad. Micaela ignoraba tanto la existencia de tales mujeres, como el mal trato que la sociedad les daba después de haberlas corrompido. Cuando se percató de la situación que esperaba a aquellas mujeres a la salida del Hospital, pensó que había que hacer algo. Ambas amigas se hicieron con una casita donde recoger a las que salían, se formó una junta, se preparó un sencillo reglamento, se consiguió alguna ayuda de la Comisaría de Cruzada, y se llegó a la conclusión de que el empeño era tan difícil que no podía quedar en manos mercenarias. Entonces ella sintió que Dios la llamaba a aquella tarea, dejó su casa, se fue a vivir con aquellas mujeres, e inició de lleno su espléndido apostolado.
      La vida de M. desde entonces es de una grandeza y heroísmo fuera de lo común. Tuvo que hacer frente a la insidia y a la incomprensión, temiendo incluso el asalto de su casa. Tampoco faltó la persecución de los buenos: un día es un crédulo arzobispo el que organiza una escena en la que insulta y rebaja hasta lo increíble a la santa; otro día su propio ordinario, quien dando oídos a las habladurías, intenta retirar el Santísimo Sacramento de la casa. Ella misma confesó tener enfrente a todo el clero de Madrid. Pese a ello, la santa seguía haciendo todo tipo de trabajos: sale por las calles pidiendo limosna; vende míseramente alhajas vinculadas al recuerdo de su madre, recibidas de la familia real y llenas de recuerdos históricos.
      La Congregación fue consolidándose (v. ADORATRICES). El 6 en. 1859, fiesta de la Epifanía, hicieron los votos temporales Micaela y sus siete primeras compañeras. El 15 jun. 1860 emitió Micaela sus votos perpetuos. Se inició la expansión del Instituto, primero a Zaragoza y después a Valencia, Barcelona, Burgos... Todo ello entre las mayores dificultades. Por tres veces, en 1834, 1854 y 1855, tuvo que hacer frente a las epidemias. La Congregación tuvo grandes dificultades económicas; nadie, muchas veces, quería ayudarlas.
      Con extraordinaria energía y ánimo fuerte la santa hizo frente a todo. No faltaron tampoco las crisis internas: defecciones muy dolorosas, como la de la Superiora de Valencia. Y embrollos humanamente insolubles, hasta el punto de escribir en cierta ocasión a sus religiosas: «Dudo yo que haya superiora ni más acusada, ni más calumniada, ni más reconvenida».
      En 1865 el cólera había estallado en Valencia. Era evidente el gravísimo riesgo de contraer el mal; la santa intuía que la esperaba la muerte allí, y así lo demostraba su empeño en recorrer todas las casas, lo solemne y triste de las despedidas, el estilo de algunas cartas... A la angustia de las circunstancias se unió la noticia de que una de.las recogidas en el Colegio acababa de cometer un sacrilegio cuando ella llegó, lo que la impresionó enormemente. Pronto se presentó la enfermedad, muy dolorosa, por ir acompañada de calambres casi continuos, que la santa soportó con ánimo extraordinario. M. santamente 24. ag. 1865. Fue depositada en un nicho del cementerio de San Martín, a duras penas, pues se la quería enterrar en la fosa común. Veintiséis años más tarde, pudo ser llevado su cuerpo a la casa de la Congregación, donde hoy se venera. La heroicidad de sus virtudes fue proclamada en 1922. Su beatificación tuvo lugar el 7 jun. 1925. y su canonización el 4 mar. 1934. Su fiesta se celebra el 25 de agosto.
      Sus restos se conservan en la casa de RR. Adoratrices de Valencia, en artístico mausoleo, obra del escultorVallmitjana; y en la casa de la Congregación de Madrid se venera la masa encefálica incorrupta. Un mes antes de morir pintó su retrato, por orden de la Reina, Luis Madrazo, retrato que se conserva también en la casa de Madrid, así como una fotografía de su cadáver. En París, los marqueses de Casa Valdés poseen un retrato pintado en 1846 ó 1847 por Mlle. Deharme, durante la estancia de la santa en dicha capital.
     
     

BIBL.: AAS 17 (1925) 296-298; 26 (1934) 160-164; BORRÁS, La esclava del Sacramento, Madrid 1943; T. CÁMARA, La Venerable Sacramento, Vizcondesa de Jorbalán, 2 vol., 2 ed. Salamanca 1902

 

LAMBERTO DE ECHEVERRIA

 

ESPIRITUALIDAD.

Espiritualidad. La devoción a la Eucaristía. El 23 mayo 1847, fiesta de Pentecostés, es una fecha muy importante en la vida de M. Se encontraba en París, en la parroquia de S. Philippe du Roule, cuando recibió una gracia mística que fue el comienzo de una etapa nueva en su espiritualidad, con proyección a la vida apostólica. Desde joven, la Eucaristía había ejercido un gran atractivo en su alma que estaba, sin embargo, todavía dividida entre la vida de sociedad y las obras de caridad. A partir de este momento, Cristo polarizará todos sus pensamientos, su amor y su actividad. Su espiritualidad se centra en el mysterium f idei: Cristo presente en el sacramento eucarístico; la comunión diaria es su consuelo y fortaleza. Su vida es de signo místico carismático a partir de aquella fiesta de Pentecostés, siendo muchas las gracias sobrenaturales extraordinarias que recibió desde entonces, como ella misma ha dejado consignado en sus escritos, redactados por obediencia a sus confesores, y que constan en el proceso de beatificación y canonización; gracias todas ellas relacionadas con la Eucaristía y destinadas, no sólo a su santificación, sino también a su obra apostólica. En los miembros más doloridos de la sociedad ve a los miembros del Cuerpo Místico de Cristo y les entrega, no sólo lo que tiene, sino lo que es: a sí misma. A esto hay que añadir, como métodos pedagógicos, un gran respeto a la libertad de las educandas, comprensión y formación individualizada y uso de la persuasión, nunca de la violencia. Éste fue su secreto en lo humano; en lo divino, el continuo contacto con Jesús realmente presente en la Eucaristía.
      Ascetismo. La vida ascética de la santa fue muy dura. De rica personalidad, luchó sin descanso para dominar su temperamento fuerte, transformándose en dócil instrumento de la acción divina, mediante la práctica de la mansedumbre, humildad, obediencia y penitencia. En los últimos años de su vida, llegó a la cumbre de la santidad, ayudada con los dos votos de hacer siempre lo más perfecto y no cometer pecado venial deliberado, dirigida, después de la muerte del P. Carasa (1887), por S. Antonio Ma Claret (v.).
      Otras actividades. La actividad de la M. Sacramento (así se llamó en religión) no se limitó a la fundación de las Adoratrices. Aunque no podemos desconocer que pertenecía a su tiempo y su acción se desarrolla en el marco eclesial y social del s. XIX, realizó en España una verdadera obra social, estableciendo la práctica, de seglar, de la visita domiciliaria a pobres y enfermos y fundando después las escuelas dominicales en varias ciudades de España. Pero donde más destacó su inflpencia fue como íntima amiga de la reina Isabel II (v.), ejerciendo una acción moralizadora en la corte, ajena a la política, y como amiga y consejera de varios prelados españoles.
      M. ha dejado varios escritos, de los cuales lo más notable es su Autobiografía y un extenso epistolario. No intenta en ellos darnos una doctrina, sino, siempre por orden de sus confesores, hacer la historia de su fundación y relatar las penitencias practicadas y los favores sobrenaturales recibidos. Pero en sus palabras palpitan sus propias vivencias y de hecho se contiene una doctrina en torno a la Eucaristía y a la caridad. La mayoría de sus obras son todavía manuscritos inéditos, que se conservan en el Archivo de la Curia General, en Madrid.
     
      V. t.: ADORATRICES
     
     

BIBL.: Obras: Autobiografía, Relación de Penitencias; Relación de Favores divinos; Apuntes de Ejercicios y Retiros; Reglamento interior y epistolario (manuscritos); T. MONZONCILLO, Cartas selectas, recopiladas y con notas, 4 vol. Barcelona s. a

 

MARÍA-MILENA DE JESÚS TOFFOLI

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991