MARCOS EVANGELISTA, SAN


Datos bíblicos:
      a. Nombre: En los escritos del N. T. aparece un personaje, importante en la Iglesia apostólica, que unas veces es llamado Juan (Act 13,5-13); otras Juan-Marcos (Act 12,12; 15,37) y otras Marcos solamente (Act 15,39). Por la simple lectura de los lugares citados, se ve que se trata de la misma persona. Nada tiene de extraño que un judío usase dos nombres: uno hebreo Juan (Yóhizncin, Yahwéh ha sido benigno, o Don de Yahwéh, Donato) y otro latino helenizado Marcos (Markos, Marcus, distinguido, cortés, etcétera), máxime si procedía de provincias del Imperio romano (cfr. Act 1,23). En S. Marcos como en S. Pablo, el nombre romano terminó por imponerse sobre el hebreo.
      b. Familia: Era hijo de María, viuda al parecer, de alta posición, en cuya casa se reunía la primitiva iglesia de Jerusalén (Act 12,12 ss.). Una tradición antigua (Act. Sanct. 2,1867,434: PG 87,4091 ss.) nos atestigua que es la misma casa donde el Señor celebró la última Cena e instituido la Eucaristía, y que el hombre que llevaba el cántaro (Me 14,13) era el mismo Marcos, detalle conservado por el evangelista y del que lo toma Le 22,10. También parece que «el muchacho, que seguía (al grupo del prendimiento) cubierto con una sábana» (Me 14,51 ss.) era el propio M. que guarda este dato como íntimo recuerdo personal. De ser así, Getsemaní (v. OLIVOS, MONTE DE LOS) debió de pertenecer al patrimonio de la familia. Era primo de Bernabé (v.), una de las grandes figuras de la primitiva Iglesia (Col 4,10) y al ser Bernabé levita y de Chipre (Act 4,36) parece natural que M. perteneciese a la colonia chipriota de Jerusalén y que fuese levita, como su primo. Así lo cree el Prólogo de Prisciliano (s. I v).
      c. Actividad evangélica: Se inicia con Bernabé y Pablo (v.), quienes cumplido su ministerio de llevar subsidios a la iglesia de Jerusalén se volvieron a Antioquía llevándose a M. (Act 12,25). Enviados de nuevo Bernabé y Saulo a la misión, para la que les había llamado elEspíritu Santo, embarcaron rumbo a Chipre donde predicaron en sus sinagogas, teniendo a M. como auxiliar o diácono (Act 13,1-6) y una vez evangelizada la isla, al zarpar de Pafos a Perge de Pamfilia Pablo y los que con él estaban, M. se separó de ellos y se volvió a Jerusalén (Act 13,13). Cuando más tarde Pablo y Bernebé visitaron las comunidades ya evangelizadas, Bernabé quiso llevar consigo a M. pero S. Pablo se opuso, pues juzgaba que no debían llevarle por cuanto los había dejado desde Pamfilia y no había ido con ellos al trabajo (Act 15,38). Como la divergencia de criterios fue irreductible ambos se separaron en la tarea misional y «Bernabé tomando consigo a Marcos se embarcó para Chipre» (Act 15,39). Los acontecimientos posteriores (Col 4,10; 2 Tim 4,11; Philm 24) indican una plena reconciliación de S. Pablo con Marcos.
      Unos 10 años más tarde encontramos a M. en Roma (Col 4,10) como «intérprete de Pedro» y un poco después como «escritor de su evangelio», según lo presenta la tradición. Su relación con aquél debía de ser ya antigua. Sabemos que liberado Pedro (v.) por el ángel, se dirigió a la casa de María, madre de M., donde era muy familiar (Act 12,11-17); esto ocurría hacia el a. 44, antes de la actividad misionera de M. con Bernabé y Saulo. Pedro le llama su hijo, prueba al parecer, de que él mismo le evangelizó y bautizó (1 Pet 5,13; 1 Cor 4,15). Y, cuando escribe desde Roma su primera Epístola, M. se halla con él (1 Pet 5,13). Tal testimonio, junto con los datos de la tradición, hace suponer que M. se hallaba en Roma como «intérprete de Pedro» antes de llegar S. Pablo, con el que, olvidadas las diferencias de la primera separación, ahora le sirve como auxiliar (Philm 24), de consuelo (Col 4,10 ss.) y de gran utilidad para el ministerio (2 Tim 4,11). En Roma, hacia el a. 60, debió de escribir el Evangelio conocido en la tradición como Evangelio según S. Marcos (en las citas, Me).
      Consta que tuvo intención de visitar la iglesia de Colosas y que S. Pablo le recomendó a los colosenses: «hacedle buena acogida» (Col 4,10). No sabemos si realizó tal visita; pero sí, que estaba en Oriente y por aquellas tierras, pues Timoteo (v.) al parecer en Éfeso, recibe este encargo de S. Pablo: «Procura venir pronto... Y a Marcos... tráele...: que me va a ser útil para el ministerio» (2 Tim 4,9-11; cfr. Act 13,5).
     
      Datos extrabíblicos: Eusebio (Hist. Ecles., 2,16) y S. jerónimo (De vir. illu., 8) dicen que M. fundó la iglesia de Alejandría en Egipto, haciéndose eco de tradiciones anteriores. De hecho la principal liturgia de tal iglesia ha sido asociada al nombre de Marcos. La principal dificultad en contra es el silencio de los Padres alejandrinos, como Clemente y Orígenes.
      Que M. sufrió martirio lo afirman Los Hechos de Bernabé y Marcos (apócrifo del s. v), lo repite Gelasio (PL: 59,139) y a partir del s. v es creencia general.
      Los bolandistas (Act. Sanct., 3,347-61) dicen que fue martirizado en la aldea de Búcoli, en los alrededores de Alejandría, y el Chronicon Paschale (PG 92,608) que lo fue durante el imperio de Trajano. Nada de todo esto está probado.
      De Alejandría fueron trasladadas las que se suponían sus reliquias a Venecia el a. 825, cuya República lo adoptó como celestial patrono, erigiendo en su honor la maravillosa Basílica de S. Marcos, y tomando el símbolo del evangelista (el león alado con el libro del Evangelio) como su escudo, que esculpió en todos sus monumentos y posesiones. Tal símbolo, originado de la aplicación patrística de Ez 1,10 a los evangelistas, ha llegado a ser el distintivo inseparable de toda la iconografía de M. cuya fiesta litúrgica se celebra el 25 de abril.
     
      **REC
      MARCOS EVANGELISTA, II. EL EVANGELIO.
      Autor. 1. Datos externos. La tradición cristiana atribuyó siempre el segundo de los evangelios canónicos a S. Marcos (V. BIBLIA II).
      a.Testimonios: El primer testimonio escrito se remonta a la primera mitad del s. u:
      1) Papias escribe: «Y esto decía el Presbítero (Juan): Marcos, intérprete de Pedro, escribió cuanto había memorizado sobre los hechos y dichos de Cristo, con exactitud, aunque no en orden. Que no había sido oyente ni seguidor del Señor, sino... más tarde, de Pedro, que predicaba el Evangelio en orden a la utilidad de los oyentes y no como quien pretende compilar una historia de la predicación del Señor. Así que Marcos en nada faltó escribiendo algunas cosas cual las conservaba en la memoria; pues lo que pretendía era: no preterir lo que había oído y no añadir cosa falsa alguna» (Eusebio, Hist. Eccl., III,39,15).
      2) S. Justino escribe hacia el a. 155: «en los Comentarios de Pedro se encuentra que Cristo impuso el nombre de Boanerges a los hijos de Zebedeo» cita que se halla solamente en Mc 3,17 (Dial. c. Triph. 106: PC, 6,714).
      3) El Canon Muratoriano (c. 160-180) mutilado hasta lo referente al Evangelio de Mc dice: «a las que estuvo presente y así puso», lo que probablemente ha de ser completado así: «Marcos... fue oyente de las predicaciones de Pedro, a las que estuvo presente y así puso» por escrito.
      4) S. Ireneo (m. 202), discípulo de S. Policarpo, que lo fue de S. Juan en su obra Cont. Haer., escrita siendo papa Eleuterio (175-189), dice: «...Después de su partida (de S. Pedro y S. Pablo), Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, nos trasmitió por escrito, lo que Pedro había predicado» (III,1,1.10,5: PG 7,844 ss., 878 ss.; Eusebio, Hist. Ecl. V,8,2).
      5) El Antiguo Prólogo latino (s. II-III) dice: «Marcos, apodado colabodáctilo... fue intérprete de Pedro, después de cuya partida, escribió su Evangelio en las regiones de Italia» (Exp. Tim., 47,1935-36,532-38).
      6) Clemente Alejandrino atestigua que «Marcos, seguidor de Pedro, puso por escrito el Evangelio, que Pedro predicaba, a ruegos de los cristianos de Roma» (Eusebio, Hist. Ecel. VI,146,5-7; 11,15,2).
      7) Orígenes «El segundo fue, según se nos ha trasmitido el Evangelio de Marcos, que lo escribió siguiendo las predicaciones de Pedro» (Eusebio, Hist. Eccl. VI,15,5: PG XIII,829).
      8) Los Padres de los siglos siguientes, como Eusebio, jerónimo etc., repiten y corroboran estos mismos testimonios.
      Los herejes antiguos, conocieron el Evangelio de Marcos así:9) Marción (v.), aunque no admite más que a Lucas como portador de la verdadera doctrina de Jesús, conoce que la Iglesia admite los otros evangelios.
      10) Tertuliano escribiendo contra él, dice: «Aunque en el Evangelio que escribió Marcos, se diga de Pedro, de quien Marcos fue intérprete» (Adv. Marc. IV,5: PL 11,396; Ireneo Adv. haer. III,11.7; PG VII,884).
      11) El Prólogo monarquiano (priscilianista) del s. IV dice: «Marcos, evangelista de Dios y por el Bautismo su (de Pedro) hijo y discípulo en la divina predicación, escribió su Evangelio en Italia» (Exp. Tim, 48,1936, 188 ss.).
     
      b. Testigos: Son los manuscritos de los primeros siglosde la Iglesia los que han conservado en todo o en parte el Evangelio de S. Marcos.
      1) El Diatessaron (una Harmonía de los 4 Evangelios) compuesto por Taciano (v.) (170), de cuyo original existe un fragmento encontrado el a. 1933 en Doura Europos.
      2) El ms, p45 (Papiro Chester Beaty) s. III, contiene Mc 4,36-40; 5,16-26.38-43; 6, 1-2.16-24.36-50; 7,3-15.2537; 8,11-26.34-38; 9,1-8.18-31; 11,27-32; 12,13-16.
      3) De extraordinaria importancia es el art. de J. O'Callaghan, Papiros neotestamentarios en la cueva 7 de Qumrán, «Bíblica» 53, 1972, 91-100. El autor propone la identificación de los fragmentos 705=Mc 6,52-53 y 7Q6= =Mc 4,28. Tales fragmentos estaban científicamente datados, con anterioridad a esta identificación, como de la primera mitad del s. I (no posteriores a la década del 50). Esta identificación confirmaría los datos de la Tradición católica, en contra de lo afirmado por algunos críticos.
      4) Los Códices mayúsculos (v. MANUSCRITOS II) más importantes: El B (s. IV, Vaticano) contiene todo Mc menos 16,9-20; el S (s. IV, Sinaítico-Londres), todo menos 16,9-20; el A (Alejandrino, s. V, Londres), todo Mc.; el D (Beza) (s. v, Cambridge), todo Mc; el W (s. v, Washington), falta 15,13-38 y tiene otra conclusión más larga, etc.
      5) Con Versiones (del original griego) conservamos códices desde el s. IV en adelante (V. BIBLIA VI).
      Estos códices aportan el fundamento para una toma de posición sobre la conclusión de Mc, que se halla en la Vulgata: Mc 16,9-20. Al no encontrarse tal perícopa en algunos de los mejores códices griegos (y en Padres que como Eusebio y Jerónimo no la favorecen) es probable que tal perícopa no pertenezca a la primera redacción del Evangelio. Pero en todo caso la Iglesia la ha recibido en su uso, se encuentra en muchos códices antiguos y en la Vulgata; por tanto, ha de tenerse por inspirada y canónica conforme a lo decretado por el Conc. de Trento (EB 60). La respuesta de la Comisión Bíblica (IX, 26 jun. 1912) a este respecto dice que «las razones contra la autenticidad no son tales que den derecho a afirmar que dichos vers. 16,9-20 no han de ser recibidos como inspirados y canónicos o que demuestren al menos que Marcos no es su autor» (AAS 4, 1912, 463-465; EB 396).
     
      2. Datos internos. El examen de Mc nos lleva a la conclusión de que contiene «el Evangelio predicado por Pedro» (su catequesis) ya sea:
     
      a. Por la selección de la materia: Calla todo lo que cede en honor de S. Pedro: El caminar sobre las aguas (cfr. Mt 14,28-31); su Primado (cfr. Mt 16,18 ss.); refiere lo que va en su desdoro: la reprensión recibida del Maestro (8,33); el sueño en el huerto (14,37) y sus negaciones (14,68-72), como ya lo notaron Eusebio (PG 22,216) y el Crisóstomo (PG 58,568). Sin embargo, S. Pedro ocupa lugar prominente en Mc: la primera vocación narrada es la de Pedro (1,16); el primer milagro la curación de su suegra (1,29-31); Pedro es el único nombrado en 1,39; el primero entre los Apóstoles (3,16), entre los testigos de la resurrección de la hija de Jairo (5,37), de la Trasfiguración (9,2), de la agonía de Jesús (14,33-37); Pedro es el que proclama la mesianidad de Jesucristo, pretende apartarle de la Pasión (8.29-32), y el que siempre le interpela (8.32; 9,5; 10; 1121; 13,3).
     
      b. Por la exposición de la materia, que es real y viva, como de un testigo ocular. Así la curación de la suegra (1,29-31); del leproso (1,40-45), del paralítico (2,1-12); del de la mano seca (3,1-6); de los posesos gerasenos (5,1-20) del sordomudo (7,31-35); la hija de Jairo (5,2143); la Trasfiguración y liberación del poseso (9,2-29) etcétera. Tan personal es la narración que parece se oye la voz de Pedro diciendo: «y llegamos... y entramos... y abordamos...». Es porque M. ha puesto en tercera, la primera persona de plural.
     
      c. Por la disposición de la materia, que es la misma que la de la catequesis (kerygma) de S. Pedro que conocemos por los Hechos: Jesucristo es el Señor de todo.
      En resumen, el escritor del Evangelio tenía que ser alguien muy allegado a la predicación de S. Pedro, y nadie mejor que M., a quien la tradición hace su «intérprete» y ayudante.
      El examen de Me parece confirmar el dato tradicional de que fue escrito en Roma. Supone destinatarios a los no familiarizados con la Ley, ritos y costumbres de los judíos (2,26; 7,3 ss.; 14,12; 15.42, etc.); traduce las palabras arameas (3,17; 5,41; 7,11.34; 9,43; 14,36; 15, 22.34); abunda en latinismos,, p. ej., denario (6,37); centurión (15,39.44) censo (12,14); legión (5,9.15); especulador o vigía (6,27); sextario (7,4); flagelo (15,15); explica vocablos por sus equivalentes latinos: dos leptos (12,42) equivalente a un cuarto (quadrans); el aula, que es el pretorio (15,16); dice del Cirineo que era Simón, el padre de Alejandro y Rufo (15,21) bien conocidos de los fieles de Roma (cfr. Rom 16,13).
     
      Fecha de composición. No es de fácil determinación por el examen del texto. Si bien favorecería un tiempo de persecución: de los a. 65 al 67 (como S. Ireneo y otros), también es cierto que Me encontró siempre oposición (cfr. Mt 11,12; Le 16,16). El capítulo 13 hubiese sido más realista en sus descripciones, de haberse escrito después del a. 70 (post eventum). Hay que pensar también que si Act se escribió hacia el a. 63 (Act 28,30 ss.), como Lc es anterior (Act 1,1), Me, que según todos los datos, no sólo de tradición, sino también internos, le antecede, debió ser escrito hacia el a. 60, o poco antes.
     
      Características.
     
      1. Externas. Es el más breve de todos los Evangelios (Mt 28 cap. y 1068 vers.; Me 16 cap. y 746 vers.; Le 24 cap. y 1140 vers.; lo 21 cap. y 879 vers.). Sólo tiene 50 vers. propios y las perícopas, que no se encuentran más que en él son: los milagros del sordomudo (7,31-37) y el ciego de Betsaida (8,22-26); la parábola del grano, que germina por sí mismo (4,26-29) y los episodios de los parientes «protectores» de Jesús (3,20 ss.) y el joven de la sábana en Getsemaní (14,51 ss.).
      Su brevedad y el incluir menos discursos de Jesús le valió ser el menos comentado por los Padres, que encontraban todo lo de Me y mucho más, en Mt y Le, si bien su brevedad (corto) no quiere decir que sea «abreviado», como creyó S. Agustín (cfr. De consensu Evang., 1,3,4: PL 34,1044); lejos de ello Me, en las narraciones comunes a los otros Sinópticos, suele ser más detallista y concreto.
      Es en general el de tipo más arcaico de los Evangelios actuales. Representa la catequesis (kerigma) apostólica de una manera más sencilla y espositoria y menos elaborada doctrinalmente. Por eso ha gozado en el siglo pasado del favor de los críticos, que le consideran como el Evangelio más antiguo, una vez perdido el que según la tradición ocupaba tal lugar (el Mateo arameo).
      Críticos y comentaristas acatólicos han sostenido la teoría del Ur-Markus: un Me primitivo, del que se habría derivado el actual; pero de tal Ur-Markus no se encuentran claros vestigios, ni en la tradición, ni en el actual. Hoy está más bien en boga, sobre todo entre los críticos no católicos, la teoría de las fuentes, iniciada ya por J. Wellhausen y perfeccionada por la Formgeschichte o método de la historia de las formas (v.), representada por M. Dibelius y R. Bultmann (v.) y cuya influencia sedeja sentir en muchos estudios actuales; como el Comentario a San Marcos de V. Taylor (1 ed. 1952 y sucesivas hasta 1962) y en los trabajos de A. Guy, L. Vaganay, etc.
      La hipótesis general, sin descender a las peculiaridades de cada autor es que Me está compuesto de fuentes precisamente orales: la catequesis de Pedro, como atestigua la tradición: la predicación de Pablo y Bernabé; de la Iglesia de Jerusalén, etc.; y también de relatos anteriores probablemente escritos, pero de carácter transitorio.
     
      2. Internas: Marcos nos ha legado algo muy profundo y original: un resumen del «Evangelio de Jesucristo Hijo de Dios» (1,1) en un marco dramático y con una realidad histórica palpitante. Los hechos de Jesús son en Me de capital importancia. Todo el significado y trascendencia que aquéllos tenían habían sido revelados por el Espíritu Santo a los Apóstoles (Pedro en nuestro caso), que así lo predicaron, y a M. que fue inspirado para que lo consignara en su Evangelio (cfr. lo 14,26; 15,26; 16,12 ss.), que comienza con esta frase: «Principio del Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios». No dice «predicado por», sino «acerca» de Jesucristo. Nos ofrece un Cristo incomparablemente superior a la figura del Mesías judaico, ya que es más que «Hijo de David», es «su Señor» (12,35-37), el Cristo verdadero, el Hijo de Dios, igual en poder al Padre, Señor y juez del mundo (14, 61-64; cfr. Le 22,70).
      Marcos, pues, escribió «el Evangelio de Pedro a los romanos» como «la manifestación del poder y aparición gloriosa de N. S. Jesucristo, «todo ello confirmado» por quienes fueron testigos oculares» (2 Pet 1,16 ss.), que era el Hijo de Dios lo habían proclamado: el Padre y el Espíritu Santo en el Bautismo (1,9-11) y la trasfiguración (9,7); los mismos «espíritus impuros» por boca de hombres posesos (1,24; 5,7; 3,11); el mismo Jesucristo enseñando y actuando: a) con poder (1,22): sobre los espíritus (cfr. el poseso de la Sinagoga 1,23-28; la legión, 5,1-20; la hija de la Sirofenicia, 7,24-30; el joven lunático, 9,17-29); sobre el hombre, la enfermedad y la muerte (cfr. suegra de Simón, 1,30 ss.; el leproso, 1,40-45; el paralítico, 2,3-12; el de la mano seca, 3,1-5; la hemorroisa, 5,25-34; el sordomudo, 7,31-37; el ciego de Betsaida, 8,22-26; Bartimeo, 10,46-52; la hija de Jairo, 10,21-43; etcétera); sobre la naturaleza (cfr. apaciguando la Tempestad, 4,37-41; multiplicación de los panes 6,30-44; 8,1-9; caminando sobre las aguas 6,45-52); b) y con autoridad: sobre la ley e instituciones judías (cfr. 1,41; 7.1-23); sus enemigos (cfr. 2,6-12; 2.24-26; 3,22-27; 7,1-13; etc.) y el pecado (cfr. 2,10-12).
      La Pasión y muerte de Jesucristo parece formar grupo aparte y de excepcional importancia para el Evangelista. Después de lo expuesto sobre el poder y manifestación gloriosa de Jesús, su Pasión tenía que chocar con la mentalidad de los lectores. Sabemos que un Cristo crucificado era escándalo para los judíos (1 Cor 1,23) y necedad para los gentiles, pero Me hace notar con insistencia que la pasión había sido predicha en el A. T. (9,12; cfr. Is 53,3 ss.; Ps 21,2-22) y por Jesús (8,31-33; 9,30-32; 10,30-34), era el cumplimiento de su misión «dar la vida en rescate por muchos» (10,45; cfr. Is 53,10 ss.; Ps 21,23-32; Me 14,24) y constituía su triunfo final (8,31; 9,31; 10,31; 16-7).
      Todo esto lo desarrolla Me a grandes rasgos en un plano histórico estilizado de tiempo y espacio. El Jesucristo de Me es el Jesús real (histórico) y pretender desmitificar este Evangelio es antihistórico y apriorístico. Sería pretender despojar de todo lo sobrenatural a la Religión y a la Historia.
     
      V. t.: EVANGELIOS ll-III; NUEVO TESTAMENTO
     
     

BIBL.: PONTIFICIA COMISIÓN BÍBLICA, Respuestas de 26 Jun. 1912: AAS 4 (1912) 463 ss., EB 408 ss., Denz. 2155 ss.; íD, Instrucción Sancta Mater Ecclesia de 21 abr. 1964: AAS 56 (1964) 712-718 (trad. esp. en «Ecclesia» 30 mayo 1964, 9-12)

 

J. Á. OÑATE OJEDA

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991