LIBREPENSAMIENTO


Este término carece de una significación precisa en el ámbito de la cultura. Se pueden distinguir cuatro acepciones del mismo: 1) L. es aquella actitud según la cual todo pensador, en la resolución de los problemas de toda índole con los que se enfrente, ha de atenerse, única y exclusivamente, a su facultad racional, sin someterse al principio o criterio de autoridad. En este sentido, l. se opone a espíritu de escuela, es decir, a la aceptación de una tesis porque así se haya hecho tradicionalmente en el seno de la escuela filosófica -o de otra índolea la que pertenezca; tal sería el caso del autós éfe pitagórico (v. PITÁGORAS). También en este sentido todo filósofo, por la misma naturaleza de la Filosfía (v.) ha de ser un librepensador. 2) En una significación más restringida, l. se opone al dogmatismo religioso. Es aquella equivocada actitud que rechaza toda creencia dogmáticoreligiosa y toda Revelación divina por considerar que en ella se encierra un obstáculo insalvable para el libre desenvolvimiento del pensar racional (v. REVELACIÓN III-IV). En este sentido, puede decirse que Teodoro el Ateo (v. SOCRÁTICOS) es un librepensador de la Antigüedad y que Voltaire o Sartre son librepensadores modernos. Esta actitud puede desembocar en el indiferentismo (v.) religioso o en el ateísmo (v.) o en diversas formas de racionalismo (v.). 3) En una acepción aún más limitada, I. representa una corriente intelectual que trascurre a lo largo de los s. XVII y XVIII en la que se distinguen dos ramas; una, preferentemente francesa, la de los llamados libertinos, que abarca el s. XVII, y otra, fundamentalmente inglesa, la de los librepensadores, que se extiende desde finales del s. XVII hasta el XVIII (v. ILUSTRACIÓN). 4) En su significado más estricio, I. designa a la actitud intelectual adoptada por la segunda de las ramas anteriormente citadas, la de los librepensadores. En este artículo tomaremos la palabra I. en esta última acepción, si bien estudiaremos brevemente a los libertinos, en cuanto precedente inmediato y directo.
     
      Libertinismo. Este movimiento se desarrolla en Francia, y con menor intensidad en Italia, durante el s. XVII.
      Sus características principales -difíciles de señalar, ya que el libertinismo no constituye una unidad y sus tesis varían notablemente de unos a otros autores- pueden ser: 1) La actitud antirreligiosa y, de un modo especial, anticatólica. 2) El agnosticismo (v.). 3) La negación de la moral tradicional cristiana, que queda sustituida por un hedonismo (v.) casi absoluto (de ahí el sentido que en el lenguaje vulgar tiene hoy día la palabra libertino). 4) La exaltación del valor de la razón humana, como contrapuesta al «fraude religioso». 5) La índole aristocrática de la actividad intelectual y del saber, que deben quedar restringidos a unos pocos elegidos. Entre sus numerosos representantes (Launoy, Marolles, Diodati, Sorbiére, Quillet, Trouller, Bourdelot, Naudé, Patin, Dehénalut, etc.) cabe destacar a Frangois de la Mothe le Vayer (n. en París en 1588; m. en París en 1672). Pascal (v.) y otros pensadores se ocuparon de su refutación (v. APOLOGÉTICA II, 3).
     
      Librepensadores. Son considerados como los sucesores directos de los libertinos. Preponderantemente son ingleses, pero cuentan con importantes adeptos en Francia. Frente al libertinismo, que es primordialmente una forma de vivir -como puede verse en el caso de Saint-Évremond-, el I., adopta una actitud más especulativa. Las líneas rectoras del I. son: 1) El deísmo (v.), negador de la Providencia divina. 2) La defensa de una religión natural, como contrapuesta a las religiones reveladas, en las que ve una impostura. 3) La implantación de una moral natural, también enfrentada a la moral basada en la Revelación. 4) La negación de lo sobrenatural (v.) y suprarracional; nada ha de admitirse que vaya en contra o por encima de las leyes naturales y que no haya pasado por el tamiz de la razón humana. 5) La concepción soteriológica del saber, ya que en él y sólo en él podrá encontrar el hombre su libertad. Oponiéndose al aristocratismo cultural de los libertinos y acercándose a la Ilustración (v.) mantiene que la cultura tiene que ser asequible a todos los hombres, pues la liberación que lleva consigo no puede ser privilegio de unos pocos. Con facilidad se deduce que el I. es un claro antecedente y está íntimamente conectado con el pensamiento de la Ilustración.
     
      Herbert, Edward (Lord H. de Cherbury). En sentido estricto no es un librepensador; sin embargo, al menos por lo que respecta al deísmo, fue la fuente en la que bebieron todos los representantes del I. N. en Wroxester el 3 mar. 1583; m. en Londres el 20 ag. 1648. En su De veritate, prout distinguitur a revelatione, a verisimili, a possibili et a falso establece las bases capitales del deísmo y la religión natural: 1) Existencia de Dios. 2) Obligación humana de dar culto a Dios. 3) Los vicios y pecados deben expiarse con el arrepentimiento. 4) Después de la muerte el alma es inmortal y recibirá premio o castigo. Los dogmas y ritos religiosos que no se reduzcan exclusivamente a los antes citados deben ser rechazados.
     
      Tindal, Matthew. N. en Beer Ferrers ca. 1656; m. en Oxford en 1733; considerado como el primer librepensador inglés. En su tratado Christianity as Old as the Creation afirma la existencia de una religión natural sobre las bases establecidas por Herbert. Los principios de esta religión han persistido a lo largo de la historia humana, aunque hayan sido adulterados por las religiones positivas. El cristianismo, según él, ha sido sólo una reedición de esa religión natural, si bien, posteriormente, ha adoptado la forma de religión positiva y se ha corrompido a causa de los errores mitológicos contenidos en la Biblia y de los intereses del clero. El cristianismo debe someterse al crisol de la razón para alcanzar su prístina pureza.
     
      Woolston, Thomas. N. en Northampton en 1669; m. en 173l. En su obra The Moderator between en Infidel and an Apostate, sobre las líneas generales del l. intenta una interpretación alegórica de los Evangelios para armonizarlos con la religión natural del deísmo.
     
      Toland, John. N. en Redcastle (Irlanda) el 30 nov. 1670; m. en Putney el 11 mar. 1722. En su obra principal, Christianity not Misterious, viene a coincidir con las tesis de Tindal. El cristianismo es la expresión más pura de la religión natural, pero, según él, ha sido desvirtuado al integrar una serie de misterios que son inasequibles a la razón. Una adecuada interpretación de los Evangelios pondrá de relieve que en el cristianismo no hay tales principios suprarracionales. Fue el primero que utilizó la palabra f reethinkers, librepensadores, para designar a los defensores de estas teorías.
     
      Collins, John Anthony. N. en Heston en 1676; m. en Londres en 1729. Su obra principal es Discourse of FreeThinking, occasioned by the Rise and Growth of a Sect called Free-Tinkers, cuyo título indica el auge que estaba tomando el I.; niega la distinción entre antirracional y suprarracional, identificando ambas nociones en un intento de crítica de los misterios del dogma cristiano.
     
      Chubb, Thomas. N. en East Harnham en 1689; m. en Salisbury en 1747. En su escrito más destacado, The True Gospel of Jesus Christ, mantiene, sin aportar nada de interés, las ideas generales del I.
     
      Bolingbroke, Lord (Henry Saint-John). N. en Battersea en 1678; m. en Londres en 175l. Entre sus escritos destacan las Letters on the Study and Use of History. Fue uno de los últimos representantes del I. inglés.
     
      Bayle, Pierre. N. en Carla (Languedoc) en 1647; m. en Rotterdam en 1706. Es el principal representante del I. francés. Autor del Dictionnaire historique et critique; su escepticismo le llevó a apartarse de algunas de las tesis connaturales al I., cual es el caso de la existencia de Dios, de la que dudó a causa de la presencia del mal en el mundo, postura que fue criticada y contraargumentada por Leibniz (v.). Cree que hay oposición entre razón y Revelación, defendiendo una depuración de la religión positiva. Mantiene la independencia de la ética respecto de la religión. Su influencia fue muy poderosa sobre los iluministas franceses (v. ILUSTRACIÓN I, 3).
     
      El I. incide en los errores racionalistas, al no admitir más fuente de la verdad y del conocimiento que la razón humana; no considera que Dios puede manifestarse al hombre en la Revelación sobrenatural; falsamente pone una oposición entre Revelación y razón, entre ciencia y fe, sin considerar que entre ellos no puede haber oposición, puesto que ambas provienen de Dios. El movimiento del I. nacido con el intento de unificar el hecho racional con el hecho religioso, anula la cuestión excluyendo los valores sobrenaturales y reduciendo todo contenido religioso al terreno de las ciencias positivas y experimentales. Se comprende fácilmente que Pío IX lo condenase en el Syllabus (Denz.Sch. 2901-2990). Naturalmente, esto nada tiene que ver con unía libertad de pensamiento o librepensamiento, en el sentido de la primera acepción dicha, en el ámbito filosófico-científico, o con la legítima autonomía (v.) de las diversas ciencias (v.), cosa siempre defendida por la Iglesia (cfr., p. ej., enc. Humani generis de Pío XII).
     
     

V. t.: DEISMO; ILUSTRACIÓN; RAZÓN II; REVELACIÓN IV. BIBL.: J. M. RoBERTSON, A short history ot treethought, ancient and modern, Londres 1899; íD, A history ol lreethought in the nineteenth century, Londres 1929; J. B. BuRY, A history ol freedom of thought, Londres 1913; P. HAZARD, La crisis de la conciencia europea, Madrid 1941; ÍD, El pensamiento europeo en el s. XVIII, 2 ed. Madrid 1958; F. VALJAVEC, Historia de la Ilustración en Occidente, Madrid 1964; R. PINTARD, Le libertinage érudit dans la premiére moitié du XVII, siécle, París 1943; A. LANG, Teología fundamental, I, Madrid 1966, 45-169; y la bibl. indicada en los arts. a los' que se remite.

 

J. BARRIO GUTIÉRREZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991