LIBERIO, PAPA l. Vida


No se sabe nada cierto sobre su origen ni sobre lo que fue su vida antes de llegar al episcopado. Fue elevado a la sede de Roma, para suceder al papa julio 1, el 17 mayo 352.
      El emperador Constancio (v. CONSTANTINIANA, DINASTÍA), se oponía por entonces a S. Atanasio (v.), e intentaba hacer triunfar por todo el imperio una forma mitigada de arrianismo llamada homeísmo, doctrina que defendía que el Verbo divino es semejante (homoios) y no consustancial (homoousios) al Padre (v. ARRIO ARRIANISMO). Esta política le crearía a L. un pontificado muy difícil. Los partidarios y adversarios de Atanasio intentarán ganarle para su causa (cfr. Hilario de Poitiers, Fragm. historica, 5,2: CSEL 65). L. se daba perfecta cuenta de que, detrás de la persona de Atanasio, estaba en juego el dogma cristológico. Creyó oportuno pedir al Emperador la convocatoria de un concilio general para decidir esta grave cuestión. Constancio se limitó a reunir en su residencia de Arlés (a. 533) una asamblea de obispos galos, a los que hizo firmar un decreto condenando a Atanasio. Después de haber protestado en un principio, los legados pontificios firmaron también este documento. L. les desautorizó inmediatamente en una carta a Osio de Córdoba (v.; ib. 6,3) y pidió al Emperador que convocara un nuevo concilio, pues el primero no había tratado los problemas esenciales (ib. 5,1-6) y esta vez escogió para legados a hombres de una fidelidad a toda prueba, a la cabeza de los cuales estaba Lucifer, obispo de Cagliari (V. ESCRITORES ECLESIÁSTICOS PRIMITIVOS). En el 355 se reunió efectivamente un concilio en Milán. Los obispos, que estaban de parte del Emperador, se opusieron de nuevo a que se abordara el fondo de la cuestión y Constancio planteó a los Padres conciliares la alternativa de condenar a Atanasio o de ir al destierro. Solamente tres optaron por el destierro: Lucifer de Cagliari, Eusebio de Vercelli y Dionisio de Milán. L. les escribió inmediatamente para felicitarles por su valor y pedirles el apoyo de sus oraciones, pues preveía que su suerte sería pronto la misma (ib. 6,1-2). No se equivocaba.
      El Emperador le rogó que suscribiese la condenación de Atanasio y, como se negase, le hizo prender y le llevó a Milán para comparecer ante él. L. se mantuvo firme e inmediatamente fue desterrado a Berea, en Tracia, a fines del 355 (cfr. Teodoreto, Hist. eccl. 2,13). Constancio hizo elegir en su lugar para ocupar la sede de Roma al archidiácono Félix (cfr. Atanasio, Hist. arian. 75). Desgraciadamente, L. no se mantuvo con la firmeza de que había dado pruebas hasta entonces. Dos años en el exilio y también sin duda las instancias del obispo arriano de Berea, Demófilo, terminaron con su resistencia, y acabó abandonando a Atanasio. Sea lo que fuere de las cuatro cartas llamadas «de la cautividad» (cfr. Hilario, Fragm. hist. 4,1; 5,5-6; 5,8-9; 5,10-11), en las que anuncia su cambio y cuya autenticidad todavía se discute, parece difícil negar tal abandono y que L. suscribiera una o varias profesiones de fe de ortodoxia discutida (S. Atanasio, Hist. arian. 41; Apol. contra arfan. 89; S. Hilario, Contra Constantium, II; Collectio Avellana, 1,3; S. jerónimo, De viris illustribus, 97; Sozomeno, Hist. eccl. 4).
      Después de esto, fue autorizado para volver a Roma en el 358. El pueblo, que jamás había aceptado al antipapa Félix y que no había cesado de reclamar la vuelta de L., le hizo un recibimiento triunfal y expulsó a su rival. La segunda mitad del pontificado de L. fue menos accidentada y más firme que la primera. No tomó parte en el Concilio de Rímini (359) y condenó sus decisiones. Pero optó por una actitud conciliadora respecto a los que se habían equivocado en Rímini y reconocieron su error y se negó a seguir a Lucifer de Cagliari en su intransigencia en este punto. Poco antes de su muerte recibió una embajada de homeousianos de Oriente (v. SEMIARRIANISn1o) a los que envió cartas de comunión después que hubieran aceptado profesar la fe de Nicea y anatematizar las herejías contrarias (Sócrates, Hist. eccl. 4,12). M. el 23 sept. 366.
     
      V. t.: ARRIO Y ARRIANISMO, 5; NICEA, CONCILIO DE.
     
     

BIBL.: Cartas de Liberio en PL VIII,1341-86; JAFFE-WATTENBACH, Regesta Pontiticum Romanum, I, 2, ed. Leipzig 1885, reed. Graz 1956, 32-36; Liber Pontiticalis, ed. L. DUCHESNE, 1, París 1955, 82-83 y 207-211; p. AMANN, Libére, en DTC IX, 631-659; E. CASPAR, Geschichte des Papsttums, 1, Tubinga 1930, 166-196; G. BARDY, Les variations de l'arianisme, en FlicheMartin III,140-176.

 

ROGER GRYSON.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991