LEVITAS
La institución del levitismo. El nombre procede de uno de los hijos de Jacob y
Lea, Leví (hebreo léwi, griego leuites), cuya etimología popular es dada en Gen
29,34 y Num 18,2.4. La tribu de Leví es mencionada junto a la de Simeón (Gen
34,25) cuando ambos vengan a su hermana Dina. Por otra parte, en el A. T. los I.
ejercen funciones sacras. Todos estos datos plantean la temática del levitismo y
del sacerdocio como instituciones de la religión de Israel. Su estudio aumenta
en complicación con el descubrimiento de las inscripciones de El-`óla, gran
oasis al norte de Arabia y de la antigua Dedan o Betel (Gen 35,3; 1 Par 1,32):
los términos descifrados lw' y lw't, son interpretados por algunos autores como
ejercicio de una función cultual. La antigua crítica aseguraba que los
funcionarios de los primitivos santuarios de Israel, que los textos denominan
l., nada tenían en común con la tribu de Leví, desaparecida casi en sus orígenes
(Gen 34,1 ss.; 49,5 ss.), y que el nombre caracterizaba una función cultual
aunque los I. nada tenían que ver con Moisés (v.).
Otros autores, por el contrario, piensan que la función religiosa de los
I. se remonta a la época de Moisés y no era exclusiva de la tribu de Leví. Tal
institución tendría un origen madianita (cfr. Ex 3,1; v.). Los nombres Iw' y
lw't de las inscripciones de El'óla confirmarían ese origen, y tal institución
pertenecería a las tribus que penetraron en Canaán por el mediodía. Las tribus
del Norte poseerían un sacerdocio con cierto mimetismo de los santuarios
cananeos; y los sacerdotes de Yahwéh habrían ido sustituyendo a los sacerdotes
de Baal (cfr. Hólscher, Levi, en RE X11,2155-2208; S. Mowinckel, Levi, en RGG
III,1601-1603; Priestertum, IV,1488-1492).
No parece exacta la distinción entre la tribu de Leví y los I. En las
inscripciones ya citadas los términos lw' y Iw't derivan de la raíz lwh III:
Dado que estos términos «son extranjeros al dialecto mineano y a los protoárabes
en general, es posible que hayan sido tomados de la población judía de Dedan.
Según la fonética (el aleph en lugar del yod) ese préstamo se hace del arameo.
Esto no entraña dificultad: los judíos hablaban arameo en Dedan como lo hacían
en Elefantina. Los mineanos, sin embargo, modificaron el sentido del término a
fin de adaptarlo a sus necesidades: de persona entregada a Dios o consagrada a
su servicio, el levita en un préstamo entregado a, la divinidad» (R. de Vaux,
Levites minéens et Levites Israélites, en Bible el Orient, París 1967, 285 ss.).
Después de muchas y dispares hipótesis y conjeturas críticas, se concluye
que el mejor camino para comprender la historia de los I. es partir de que el
levitismo es una institución original en Israel, y desde aquí intentar
comprender los datos de la tradición israelita sobre la historia y fl„ición
cultual.
Historia. La tribu de Leví, mencionada al lado de la de `,Imeón (v.
ISRAEL, TRIBUS DE), después de una aventura en la región de Siquem desaparece
como tribu (Gen 34, 25; 49,5 ss.; cfr. Dt 27,12 ss.). Sus elementos guardan, sin
embargo, fuertes uniones con el sur de Palestina (Num 26,58) y con el santuario
de Cades (Dt 33,8-11; Ex 32,26-29). Es, por tanto, posible intentar rehacer la
historia del levitismo a partir del sur y tener en cuenta la obra fundacional e
institucional de Moisés, que es un I. (Ex 2,1) y la cooperación de su hermano
Aarón (Num 20, 22-29; V. CORÉ).
Si el origen del levitismo es oscuro, se puede, con todo, suponer que
después de la experiencia del Éxodo y de la permanencia en Cades, los elementos
supervivientes de la antigua tribu de Leví se infiltraron en el territorio de
las otras tribus, llevando consigo las tradiciones primitivas de la religión de
Moisés (Dt 33,8 ss.), uniéndose, pues, por lazos de sangre y filiación mosaica.
En efecto, el Pentateuco dice que Moisés era un I. (Ex 2,1; 4,14; 6,16-20; Num
26,59; v. NÚMEROS, LIBRO DE LOS). ¿No resulta normal que Moisés hubiese asociado
a su obra a los miembros de su propia tribu?
Levita de formación egipcia, Moisés inicia su obra en el Delta del Nilo,
la confirma en el santuario de Cades y después en las estepas de Moab, donde
muere. La tradición conserva el recuerdo de que el sacerdocio del santuario de
Dan se remonta a Moisés por medio de Gersón (Idc 18,30). Y se constata también
la presencia de I. en la ciudad santa de Siquem (Dt 27,14; los 8,33; Os 6,9), en
Gálgala (los 3,3 ss.), Bétel (Idc 20,28) y Silo (1 Sam 1,24-25; 1 Sam 1,28). A
este santuario se une la importante figura de Samuel (A. González-Núñez,
Profetas, sacerdotes y reyes en el Antiguo Israel, Madrid 1962, 134). Una
tradición reciente hace de él un I. (1 Par 6,18-23), originario del clan de
Efrata, rama de Efraín, y lleva la tradición mosaica hasta la región de Rámáh y
al sur de Jerusalén en los tiempos de la monarquía. En tiempos de David hay I.
en Jerusalén (2 Sam 15,24); Abiatar, oriundo de la familia levítica de Silo, es
primeramente una figura errante al lado de David, después, un oficial de Sadoc (cfr.
1 Sam 22,14-20) y finalmente un exiliado en Anatot (1 Reg 1,27,35; cfr. Ier
1,1). Sadoc es un sacerdote principal de Jerusalén en tiempo de David. No es
imposible el origen araonida de Sadoc, pues la tradición guarda el recuerdo de
la muerte de Aarón cerca de Cades y con anterioridad, a través de Eleazar, había
pedido aliarse con éste (Esd 7,1-5). El nombre de Ithamar, cuarto y último hijo
de Aarón, nos lleva a Tamar, ciudad del sur (Idc 1,16) e indica también una
penetración del levitismo en el territorio del mediodía, llegando hasta Hebrón (Idc
1,20).
En tiempo de la monarquía davídica hubo en Jerusalén una primera tentativa
de centralización del culto y de asimilación de los cleros locales (Ex
34,24.26). Cabe entonces hacerse una idea de la presencia de los I. en toda la
región: en Dam un clero descendiente de Moisés a través de Gersón; en Betel un
clero que se une a Fines descendiente de Aarón por Elazar (Idc 20,28); en Anatot,
los descendientes de Ithamar por Abiatar; y en Jerusalén Sadoc, cuya familia
estaba destinada a ocupar un lugar importante en la futura jerarquía sacerdotal
(Ez 44,15 ss.). La expansión geográfica de los I. y la política de asimilación
de los cleros locales nos lleva al origen de las ciudades levíticas, cuyas
listas (los 21,1-42; 1 Par 6,39-66) originan algunos problemas, principalmente
en relación a las fechas. Unos críticos opinan que es una simplificación tardía,
posterior al cisma samaritano; otros, que es resultado de la reforma de tosías;
y otros, en fin, que procede del tiempo de Salomón.
Después del cisma de Jerobolin I hay grupos de I. diseminados por el
territorio, que se dejan contaminar en parte por la religión cananea (Os 4,6;
Soph 1,4) y otros que se vuelven los defensores de la tradición antigua
principalmente en la ciudad de Siquem (Os 6,9; Os 13,1; Mich 6,7). En Jerusalén
la estructura del clero se afirma con las renovaciones impuestas por la Alianza
(1 Reg 12,8; Is 28,7; 2 Reg 23,5) y se nota un esbozo de jerarquía (2 Reg 23,4),
donde predomina la influencia de la familia de Sadoc.
En tiempos del Deuteronomio (v.) los I. son sacerdotes como los de
Jerusalén (Dt 18,1; 18,1-3a.3b-4.5.6-8). Durante el exilio, el profeta Ezequiel
parece establecernos un principio firme para la jerarquía dando la preferencia a
la familia de Sadoc (Ez 44,15 ss.). Durante la restauración persa se nota la
preocupación de rehabilitar a Abiatar, que antes había sido echado a un lado por
Salomón (Esd 8,2): así se forman las genealogías sacerdotales, procurando
unificar todo en torno del antepasado común: Aarón (Esd 7,1 ss.; Neh 10,39;
12,47; 1 Par 24,3 ss.; 2 Par 8,14). A finales del s. IV a. C. se recoge en los
libros de las Crónicas una lista donde Yehoyarib está al frente de las clases
sacerdotales que ya son influyentes y efectivas. Para entonces el levitismo y el
clero de Jerusalén habían alcanzado ya la madurez de la que es testimonio el
documento sacerdotal del Pentateuco (v.) y la historia del Cronista (=libros de
Crónicas o Paralipómenos) que contienen teologías del culto y del sentido del
sacerdocio, cuyos principales patronos son Moisés, Aarón y David.
Los levitas y el sacerdocio. a) Sacerdotes no levitas. Aparecen en la
primera etapa de la religión de Israel. Los sacrificios son realizados por los
padres de familia, profetas y reyes (Idc 6,19; 13,19 ss.; I Sam 1,2 ss.; 14,34).
Sin embargo, los I. aparecen ya con una cierta preferencia para las ceremonias
cultuales (Idc 17,1 ss., 10-13; 18,19). Son considerados como padres e inspiran
respeto sacral (1 Sam 22,17), y como depositarios de una bendición divina (Ex
32,29). En su difusión por las ciudades y pueblos de Palestina, los I. intentan
trasmitir la pureza de la religión mosaica en lucha contra la asimilación de
costumbres, ritos y clero de origen o influjos cananeos en los diversos
santuarios. Dt 33,8 ss. guarda un antiguo fondo de concepción levítica.
b) Los sacerdotes levitas. Desde los inicios de la monarquía davídica se
puede decir que adquiere preferencia el sacerdocio de los I. Están dispersos por
todo el territorio (Dt 12,12,18; 14,28-29; 26,12). Va a ser en los medios
levíticos del reino del Norte (v. ISRAEL, REINO DE) donde se origine la
mentalidad de la tradición deuteronómica en cuyo medio surge la figura de Oseas
(v.), I. que lucha contra el sincretismo cananeo en favor del auténtico culto
basado en el amor y en el conocimiento de Dios (Os 2,15; 4,6; 6,6). Es aquí
donde parece encontrar su ambiente la redacción de Dt 33,8-11, que varios
críticos datan del tiempo de Jeroboam II.
Después de la caída de Samaria, la reforma de Ezequías en Jerusalén trata
de la situación de los I. sacerdotales (cfr. Is 28,7 ss.) y afirma el principio
de la supremacía del clero de Jerusalén, reconociendo, sin embargo, el derecho
de los sacerdotes I. (Dt 18,6-8) en la práctica cultual que los profetas
procuran purificar en su mejor sentido (cfr. Is 1,10-17). Con la reforma de
tosías (2 Reg 23,5.9) se confirma el principio del sacerdocio levítico de Dt
18,1 ss.: todos los l. son sacerdotes. Durante el exilio, Ezequiel (Ez 44,15 ss.;
v.) lanza el principio que más adelante estructurará la jerarquía a partir de la
importancia de la familia de Sadoc. Ezequiel no niega el derecho de los
sacerdotes l., pero reduce sus actuaciones y competencias (Ez 44,15-31).
c) Sacerdotes y levitas. En la época persa la restauración va unida a una
renovación del sacerdocio (Zach 6,9 ss.). Se precisa un restablecimiento de la
alianza de los I. (Mal 2,4 ss.; Ier 33,17 ss.). En este tiempo el sacerdocio se
estructura en una jerarquía que comprende: el sumo sacerdote, los sacerdotes y
los l., ministros subalternos del culto. En los textos P. Aarón es el prototipo,
y sus hijos Eleazar e Ithamar son los que fundamentan el sacerdocio de los hijos
de Aarón, o los descendientes de las familias de Sadoc y Abiatar de donde salen
los sumos sacerdotes (Esd 8,2; 7,1 ss.). Los demás I. son diferentes de los
sacerdotes. Sin embargo, la institución levítica está afiliada a Moisés (Num 3);
los l. están al servicio de los sacerdotes, de quienes son considerados oblatos,
en la línea de exigencia de Ex 13,11 ss. (cfr. Num 3,9-13), reciben una
ordenación (Num 8,5-15), pero no pueden ejercer todas las funciones
sacerdotales, y si alguien se atreviera, cometería una acción digna de castigo (Num
16-18). Los sacerdotes, representados en Aarón, Eleazar y Fines, tienen
conciencia de su elección (Num 17,1-3), y de la alianza perpetua de su
sacerdocio (Num 25,10-13).
Función levítica. Los textos antiguos atribuyen a los I. ciertas funciones
privativas: la guarda del efod y de las suertes sagradas (Idc 18,5; 20,1; 1 Sam
14,18.19.36 ss.; 22,10; 23,9-12; 30,7-8); principalmente Dt 33,8 les atribuye la
función de dar la respuesta oracular que se hacía de acuerdo con las exigencias
de la religión del desierto (cfr. Dt 33,9 ss.). Ejercían una función educativa
que, a través de la influencia de los sabios, da origen al estilo deuteronómico.
Enseñaban Ley y el Derecho consuetudinario, y según Dt 17,8-13 ejercían
funciones judiciales. Un texto de Mal 2,4-7 recuerda esta función importante de
la enseñanza que ya era una exigencia de Oseas en su juicio sobre el sacerdocio
(Os 4.4).
Los textos hablan además de la función cultual de los I. que ofrecían el
incienso y el sacrificio perfecto (Dt 33, 10 ss.; 13,17). Actuaban ante Yahwéh
para servir, bendecir y ofrecer las primicias (Dt 17,12; 18,5; 26,3 ss.; v.
DIEZMOS Y PRIMICIAS I). Se supone que vivían gracias a los diezmos (Num 18,21).
En la tradición sacerdotal del Pentateuco se atribuye la institución de los l.
ante las necesidades del servicio y transporte del Tabernáculo (Num 1,50 ss.;
3,7-8; 4-15; 7,9; Dt 10,8; 31,9-25); son textos que guardan recuerdo de la
antigua liturgia del Arca, herencia de los tiempos antiguos de la religión del
desierto (cfr. Num 10,35 ss.) y que son presentados según la teología de estos
mismos documentos. El autor sagrado procura precisar y alabar el sentido del
servicio de los I.; su historia es una apología del culto de Jerusalén frente al
culto del monte Garizim (v.): es el culto legítimo, fundado por David, que
aparece como otro Moisés. Todo el sentido del culto se hace en torno del Arca
depositada en Jerusalén, a cuyo alrededor gira todo el servicio levítico, no
sólo el transporte de la misma (1 Par 13-16; 2 Par 35,3; v. AMÉN). El autor
describe ese servicio (I Par 23,26): preparación de la materia del sacrificio,
ayuda a los sacerdotes en la preparación del holocausto; los I. penetran hasta
el Sancta sanctorum; son también escribas (v.) y catequistas. Sus funciones
principales parecen ser la salmodia (1 Par 16,7,27; 25,1 ss.) y la enseñanza de
la ley (2 Par 35,3).
Esta situación perdura a lo largo del judaísmo (v.). Los I. son
mencionados en el N. T., principalmente en la Epístola a los Hebreos (v.), donde
el autor procura mostrar el sentido del Sacerdocio de Cristo: oriundo no de la
tribu de Leví, sino de la de Judá, único y verdadero sacerdote de la Nueva
Alianza, mediador en su cualidad de Hijo, superior a los ángeles y a Moisés,
cuyo acto sacerdotal consistió en la ofrenda de su vida. Con la destrucción de
Jerusalén (a. 70) los I. desaparecen como casta dedicada al culto.
V. t.: INSTITUCIONES BíBLICAS I, 2; SACERDOCIO II; CRONOLOGíA II.
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LUIS BERTRANDO GORGULHO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991