JUAN DE RIBERA, SAN
Patriarca de Antioquía y arzobispo de Valencia. N. en Sevilla (27 dic. 1532) y
m. en Valencia (6 en. 1611).
Primeros años. Hijo de D. Pedro Enríquez y Afán de Ribera y Portocarrero,
conde de los Molares, marqués de Tarifa y duque de Alcalá, y de doña Teresa de
los Pinelos, de noble familia sevillana, de quien lo tuvo fuera de matrimonio.
Destinado a la Iglesia, recibe a los diez años la clerical tonsura en Sevilla.
En 1544 marcha a la Univ. de Salamanca, donde cursa cuatro años de Leyes y luego
se matricula en Teología. Fue alumno de Pedro de Sotomayor, Domingo de Soto (v.)
y Melchor Cano (v.). Tuvo ilustres amigos en la Compañía de Jesús. Se licenció
en Teología en 1557, año en que llegaba al sacerdocio. Gran lector, conoció las
corrientes erasmista y valdesiana y aspiró a una cátedra en aquella Universidad,
donde tuvo la fortuna de vivir los preliminares y la accidentada historia del
Conc. de Trento (v.) en sus dos primeras etapas.
Nombrado su padre virrey de Cataluña y luego de Nápoles, acertó a ganarse
el agradecimiento y favor de Pío IV y de los Borromeo. Felipe lI le presentó
para el obispado de Badajoz (11 abr. 1562) y el Papa accedió, otorgándole
previamente las dispensas canónicas del defectus natalium y de la edad, pues aún
no había cumplido los 30 años. Sin tardanza, marchó a residir a Badajoz, donde
visita canónicamente su diócesis (1563), publica el Conc. de Trento (1564),
convoca sínodo diocesano (1565) y asiste al Conc. Provincial Compostelano
(Salamanca 1565), donde traza un enérgico programa de reforma episcopal y pide
aclaraciones sobre el Tridentino. Cuenta entre sus consejeros a S. Juan de Ávila
y a fray Luis de Granada; combate a los alumbrados; manda hacer inventario de
sus bienes patrimoniales; cuanto le rentase la mitra se destinaría a los pobres.
Patriarca de Valencia. Su fama se hizo notoria. S. Pío V le ensalza en
consistorio, llamándole «lumbrera de toda España... dechado de gloriosas
costumbres y santidad... » y le promueve entonces patriarca de Antioquía y
arzobispo de Valencia, siendo de 36 años. Las nuevas perspectivas pastorales
abatieron su ánimo y a los cuatro meses (julio 1569) pidió licencia para
renunciar al arzobispado, pero no le fue concedida, mereciendo de S. Pío V una
hermosa carta de aliento. Trató sin demora de reformar los estudios sagrados en
la Universidad, pero tropezó con la oposición cerrada de muchos, que
interpretaron mal sus intenciones. La reforma tuvo efectividad, si bien el santo
no vio los frutos.
El conocimiento directo de sus sacerdotes y su elevación moral fue el
mayor anhelo de su espíritu: en determinadas ocasiones los reunía para
predicarles; les escribía regularmente cartas pastorales; aprovechaba la
oportunidad de la visita canónica a las parroquias y los sínodos diocesanos
(1578, 1584, 1590, 1594, 1599, 1607), breves en su legislación y de un gran
sentido práctico. Deseando perpetuar la reforma del clero, fundó un espléndido
edificio, la Capilla del Corpus Christi, para el mayor decoro y majestad de los
divinos oficios y un Colegio-Seminario para satisfacer el mandato tridentino,
dotando ambas instituciones de su peculio y con estructura original. Todavía
subsisten.
Salía cada año por espacio de tres o cuatro meses a visitar la diócesis
(500 lugares, 290 parroquias rurales) predicando en todas las iglesias. El P.
Granada le considera «perfecta imagen del predicador evangélico». Exegeta
notable, comentó toda la Biblia. A petición de Felipe 111 aceptó el cargo de
virrey de Valencia y capitán general (1602-04), liquidando en su jurisdicción el
bandidaje, plaga general e inveterada en la cuenca mediterránea. El punto más
discutido de su actuación como pastor y consejero de los monarcas Felipe II y
Felipe 111 es, sin duda, el relacionado con los moriscos y su expulsión de la
península (1609), después del fracaso general por atraerlos a la convivencia
nacional y a la fe cristiana, en lo que J. trabajó lo indecible a lo largo de 40
años. Fue comisionado para intervenir en la reforma de mercedarios, mínimos,
cistercienses, dominicos y servitas. Favor singular dispensó a los capuchinos,
siendo fundador de la Provincia de la Sangre de Cristo. También fundó las
Agustinas Descalzas y ayudó a todos los religiosos, viendo en ellos importantes
elementos de revitalización espiritual de donde saldrían los grandes brazos para
llevar la reforma.
Espiritualidad. Tuvo trato personal con un gran número de santos de su
época: fueron sus amigos S. Pío V, S. Carlos Borromeo, S. Francisco de Borja, S.
Lorenzo de Brindis¡, S. Pascual Bailón. Tuvo noble discrepancia con S. Teresa de
Jesús. Por la gran entereza de su carácter, huye de la adulación y protesta
virilmente ante la injusticia. En contraste, sabe ser tierno y espléndido,
alargando la mano con un sentido social que entonces se desconocía: al terminar
las obras de su Colegio-Seminario, jubiló al maestro de obras con una pensión
vitalicia; a los demás operarios les costeó los derechos para conseguir el
magisterio en su propio arte. Educado siempre con grandeza, usaba para su
persona modesta vajilla y pobre cama. Las bases de su espiritualidad eran en
suma las virtudes pastorales, la oración, la penitencia corporal y los estudios
bíblicos hasta en su extrema vejez. Pero su característica más peculiar fue una
encendida devoción a Jesús Sacramentado. Falleció en su Colegio, donde se venera
su cuerpo. A las pocas semanas se iniciaron las diligencias con vistas a su
glorificación. Lo beatificó Pío VI (30 ag. 1796); Juan XXIII le canonizó (12
jun. 1960). Le retrataron El Greco, Morales y Ribalta. Falta la edición de sus
obras.
BIBL.: F. ESCRIVÁ, Vida del illustrissimo... don Juan de Ribera, Valencia 1612, Roma 1696 (fue su confesor); J. XIMÉNEZ, Vida del b. Juan de Ribera, Valencia 1798 (sobre procesos); R. ROBRES, San Juan de Ribera, Barcelona 1960 (sobre archivos); M. BATLLORí, La santidad aliñada de d. Juan de Ribera, «Razón y Fe» 172 (1960) 9-18; J. M. GARGANTA, S. Juan de Ribera y S. Luis Beltrán, «Teología Espiritual» (1961) 63-104; J. GONZÁLEZ MORENO, S. Juan de Ribera y Sevilla, «Arch. Hispalense» 32 (1960) 9-19; A. HUERGA, S. Juan de Ribera y fr. Luis de Granada, «Teología Espiritual» (1961) 105-132; M. OLAECHEA Y LOIZAGA, Algunos aspectos de la espiritualidad de S. Juan de Ribera, ib. 11-33; R. ROBRES y V. CASTELL, La visita «ad limina» durante el pontificado de Sixto V (1585-90), «Anthologica Annua» 7 (1959) 147-213; R. RoBRES, S. Carlos Borromeo y... el episcopado ibérico postridentino, especialmente a través de fr. Luis de Granada y S. Juan de Ribera, ib. 8 (1960) 83-141; ío, Biblia y ascética en S. Juan de Ribera, «Teología Espiritual» (1961) 35-62; fn, Catálogo y nuevas notas sobre las rectorías... de moriscos en el arzobispado de Valencia y su repoblación (1527-1663), «Anthologica Annua» 10 (1962) 143-191; M. RODRÍGUEZ FLORENCIo, Los estudios del b. Ribera en la Univ. de Salamanca, «Salmanticensis» VII (1960) 85-99; P. RUBIO, S. Juan de Ribera, obispo de Badajoz, «Rev. Estudios Extremeños» XVII (1961) 27-49; J. TELLECHEA, Declaración de Ribera sobre Valdés, «Hispania Sacra» (1959) 455-463.
R. ROBRES LLUCH.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991