JONÁS


Nombre bíblico del quinto profeta menor y protagonista del libro veterotestamentario del mismo nombre.
      En 2 Reg 14,25 encontramos una leve referencia sobre J. con ocasión de su augurio profético sobre las conquistas de Jeroboán 11, rey de Israel. Otra información más abundante la tenemos en el libro de Jonás (Ion), pero su valor histórico estricto depende del género literario que deba atribuirse al libro y a los pasajes en cuestión.
      El contenido del libro es, en resumen, el siguiente: Jonás recibe la misión divina de predicar la penitencia en la ciudad pagana de Nínive. Para desentenderse de esa misión embarca hacia Tarsis, es decir, en dirección contraria. Dios hace desencadenarse una tempestad. Los marineros creen ser castigo de Dios, echan suertes para averiguar el culpable y recae sobre Jonás. Lo arrojan al mar: un monstruo marino lo traga, pero lo devuelve ileso a la orilla. Jonás, a la vista del milagro operado con él, marcha a Nínive a cumplir su misión. Ésta tiene completo éxito, con la penitencia de los ninivitas. Pero el profeta, de espíritu mezquino, se disgusta por el perdón divino concedido a los ninivitas, a la vista de su penitencia. Este argumento resulta muy apto para el desarrollo de la doctrina que a través de él se revela, como veremos.
      La narración de Jonás. Una simple lectura de Ion no deja de causar extrañeza ante la multitud de milagros y hechos extremadamente asombrosos que se advierten por todo el libro. Enumeremos lo más saliente. Entre los acontecimientos más extraordinarios o milagrosos destaca sobre todo la conversión súbita de la gran ciudad de Nínive (v.). Si esto es histórico, se estaría en presencia de un milagro sin igual en la historia de la humanidad, muy superior al de Pentecostés. Y sobre la extrañeza de esta rápida conversión en masa, otra no menor: de un hecho tan portentoso no ha quedado ninguna huella, si se exceptúa el libro que tenemos entre manos.
      Otro motivo de extrañeza son las dimensiones extraordinarias que la narración da a Nínive, si las comparamos con los datos de las excavaciones. Según éstos, cinco kilómetros de longitud y dos de anchura. Los tres días de camino que se necesitaban para atravesarla, según parece que debe entenderse la frase, supone una longitud muchísimo mayor. Esto supuesto, vengamos a las interpretaciones.
      La narración como historia estricta. Es la interpretación más comúnmente dada en épocas pasadas: tiene la narración de J. como sucedida realmente.
      Las palabras de Jesucristo que se leen en dos pasajes (Mt 12,38 ss. y Le 11,29 ss.), parecen suponer la historicidad de Jonás.
      La mayor parte de los Padres, por no decir todos, creen en la historicidad de Ion y muchos lo afirman explícitamente. A las dificultades o extrañezas que suscita la lectura de la narración, creen poder responder suficientemente. La multitud de milagros no tiene por qué extrañar, una vez admitido el poder de Dios y el régimen, digámoslo así, de privilegio en que estaba el pueblo escogido. Los tres días de camino, de donde se desprende la grandeza desmesurada de Nínive, tratan de explicarlo o, por el perímetro o por el conjunto de población de toda aquella zona de la cual Nínive sería el núcleo, o por el recorrido laberíntico de sus calles, o también no entendiendo los tres días propiamente del camino sino del mensaje, o del tiempo que se tardaría en predicar el mensaje por todos los barrios de la ciudad. La conversión en masa sería un milagro más, y no hay razón para negarla. El que no quede rastro de tal acontecimiento religioso, es un argumento de silencio. No tenemos una documentación completa de aquel tiempo.
      Respecto a esta interpretación, llamada a veces tradicional-histórica, hay que hacer algunas observaciones que la coloquen en su justo valor. Respecto al término tradicional hay que tener en cuenta la distinción bien sabida, entre la que se puede llamar tradición dogmática y la tradición puramente histórica.
      Lo relativo al género literario de un libro de la S. E. (v. BIBLIA iv) desde el momento en que eJ contenido doctrinal permanece idéntico en un género literario o en otro, no se ve que tenga las características de la tradición dogmática, cuando ya empieza por no referirse a materia de fe y de costumbres. Si, por tanto, se trata de una tradición que se viene trasmitiendo a través de las edades, coincidiendo en un determinado género literario, diremos que estamos en presencia de una tradición puramente histórica, sin obligatoriedad divina, sino solamente con el peso humano de las razones que la avalan.
      Ahora bien, la historicidad de Ion no se ve que esté ligada con eJ dogma de la inspiración, ni con el de la inerrancia, ni con ningún otro dogma. No consta que haya sido revelada por Dios. No ha sido definida por la Iglesia. No es materia de fe. Por otra parte los Padres nunca han hablado de ella, ni como doctores auténticos, ni como testigos de la fe. Luego su consentimiento, aun supuesto unánime, no es criterio de tradición divina. Se puede, en consecuencia, negar la historicidad estricta de este libro, sin salirse lo más mínimo de la ortodoxia católica.
      Por eso no hay que extrañarse de que algunos, aun católicos, abandonen la tradicional interpretación de Ion sustituyéndola por otra. Si la abandonan, es porque creen con conocimientos nuevos que no tenían los antiguos, que no se explican satisfactoriamente muchos puntos en el caso de historicidad estricta. Antiguamente no se conocía Nínive, ni los asirios, ni los reyes de Asiria, como nos lo representan hoy abundantes inscripciones.
      La narración de Jonás como puramente didáctica. Otra interpretación que se va imponiendo modernamente, aun en los católicos, ve en Ion una historia fingida, a modo de novela ejemplar, o incluso de parábola escrita e inspirada con el fin de fijar la atención sobre una doctrina que se quiere inculcar. Tal enseñanza, a grandes rasgos, es la universalidad de la misericordia de Dios para todos, judíos y gentiles. Según esta interpretación, Ion sería al estiló de la parábola del Hijo Pródigo o del Buen Samaritano. Lo que cuenta y lo que el autor quiere afirmar es la doctrina, no la historia. La historia, como en las parábolas, no es más que aparente, un 'puro vehículo de la doctrina.
      A priori no hay ninguna repugnancia en que el autor humano, bajo la inspiración, escoja este género literario parabólico para expresar una doctrina. Jesucristo empleó parábolas como marco de una enseñanza y nadie ha puesto en duda, ni podría poner, la legitimidad y utilidad de este procedimiento didáctico y catequético.
      En el mismo A. T., ya desde los tiempos remotos, conocían y practicaban el recurso de la fábula, o la parábola, para dar_ más relieve al pensamiento que querían exponer, p. ej., la fábula de los árboles que buscan rey (Idc 9, 8-16).
      La dificultad mayor contra esta interpretación puede venir de las palabras de Jesucristo. Pero esta dificultad es sólo aparente. De las palabras referidas por S. Mateo y S. Lucas (Mt 12,38 ss.; Lc 11,29 ss.), cabe la siguiente explicación. Lo que narran de J. es, en la aplicación del Evangelio, como un signo o tipo, ejemplo o comparación. Jonás vuelve a la vida después de tres días; predica a los ninivitas y éstos se convierten. Cristo resucitará después de tres' días, pero los judíos permanecerán impenitentes.
      Ahora bien, las personas o los hechos que se presentan en las parábolas o narraciones fingidas, aunque tengan una existencia no real, sino sólo literaria o ideal, bastan para servir de ejemplo o comparación. La conversión del Hijo Pródigo (con existencia sólo literaria) se pone con todo derecho como modelo de una conversión real. Un predicador puede decir perfectamente dirigiéndose a pecadores reales: «Imitad el propósito firme del Hijo Pródigo. Me levantaré e iré a la casa de mi Padre». De un banquete espléndido se puede decir familiarmente que fue «como el de las bodas de Camacho», sin que a nadie que lo oiga se le ocurra pensar que debió de ser un banquete de ficción sólo porque el que narró Cervantes fue fingido. De aquí se ve la falta de consistencia dé esta argumentación: «Jesucristo estuvo realmente tres días en el seno de la tierra; luego Jonás, a quien el mismo Jesús empleó como tipo, tuvo que estar también realmente tres días en el vientre del pez». A otras dificultades se puede responder de parecida -manera.
      Lección teológica del libro de Jonás. El tiempo en que aparece compuesto el libro, a juzgar por los arameísmos y otras razones, suele colocarse después del destierro de Babilonia. Ahora bien, es importante para penetrar en la doctrina teológica de Ion y ponderar su aportación en el proceso de la revelación divina del A. T., conocer algunas de las preocupaciones psicológicas que gravitaban en aquella época.
      A juzgar por varias indicaciones posexílicas, latía en el ánimo de los judíos una preocupación con visos de escándalo. Los profetas anteriores habían pronunciado magníficas profecías en favor de Israel y contra las naciones opresoras. El cumplimiento de estas profecías no era entendido, sino todo lo contrario. La sensibilidad religiosa de Israel, sobreexcitada por las tribulaciones del destierro y de la vuelta, acusaba el golpe. Al mismo tiempo se producía una inquietud ante las desgracias nacionales ocurridas y un odio creciente al extranjero. Así consta de varios escritos. Supuesto este ambiente, que parece constar por muchos pasajes, es muy probable que Ion vino a orientar la opinión.
      a. En cuanto a las profecías, el autor presenta un auténtico profeta con un auténtico mensaje divino que no llega a cumplirse porque han intervenido elementos nuevos (el arrepentimiento de los ninivitas). Con esto se daba a entender, o por lo menos se sugería, que del no cumplimiento no se seguía que una profecía no fuera auténtica. Aun bajo la apariencia de formulación absoluta, en el fondo podría ser condicionada como de hecho el mismo J. lo entendió, aun antes del desenlace. Sabía que si los ninivitas se convertían, Dios los perdonaría. El caso de Nínive era una aplicación del principio formulado por ler 18, sobre decretos divinos de destrucción anulados en caso de conversión.
      En este aspecto parece que quiere insistir el autor de Ion, en un ambiente en que se estima que los oráculos contra las naciones paganas no se cumplen. Era insinuar a los lectores que podían muy bien haber intervenido, después dé la proclamación del oráculo, elementos que movieron a la misericordia divina a su anulación. La conversión de algunos, o la intercesión de algún justo poderoso ante Dios, pudiera ser la causa de esa revocación del decreto.
      b. Pero la lección principal del libro parece ser ésta: «La providencia, la omnipotencia y la misericordia de Dios, se extiende a todos los hombres. Aun los peores enemigos de Israel pueden, por la penitencia, obtener el perdón».
      El autor de Ion quería dar una lección a los judíos de su tiempo desesperados contra las naciones paganas y con tendencia a recluirse en un exagerado particularismo, creyendo que Yahwéh era sólo para ellos, sin poner las condiciones esenciales para no hacerse indignos de los favores de Yahwéh.
      El autor hace una crítica del espíritu particularista. El protagonista, que representa a los judíos particularistas, es pintado con un corazón estrecho frente al inmenso corazón de Dios. Es recalcitrante a entrar en los planes misericordiosos de Dios. Primero no quiere ser portador para la ciudad pagana de un mensaje., que prevé ha de ser de misericordia; después de perdonada Nínive, está cogido por un disgusto mortal y se lo manifiesta a Dios -que perdonó. En la antítesis con Dios sale bastante malparado el protagonista.
      El libro de Jonás alcanza alturas adonde apenas han llegado los más grandes entre los representantes de la religión en Israel. El universalismo sólo será superado por la doctrina del N. T. Todo el progreso en cuanto al universalismo se echa más de ver observando la oposición que aun en el N. T. existe en los medios judíos contra la misión a los gentiles. Cuando S. Pablo dice a los judíos de Jerusalén que Dios le envía a las naciones lejanas, éstos lanzan gritos y arrojan polvo al aire, reclamando la muerte del Apóstol (Act 22,21,23).
     
      V. t.: PROFECÍA Y PROFETAS 1.
     
     

BIBL.: A. FEUILLET, ]onás, en DB (Suppl.) 1110; A. VACCARI, Il genere litterario del libro di Giona in recenti pubblicazioni, «Divinitasu, V (1961) 28; J. ALONSO DíAZ, Jonás, el Profeta recalcitrante, Madrid 1963; A. VERGER-A. M. RAGGI, Giona, en Bibl. Sanct., 6,492-501; R. CRIADO, Jonás, en Enc. Bibl., IV,580-589.

 

J. ALONSO DÍAZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991