JAFET
Tercer hijo de Noé, después de Sem y Cam. Su nombre es el resultado de un juego
de palabras: Yéfet (Yéfet), del verbo patah, que en la forma hif `il significa
dilatar, ensanchar, aludiendo a Gen 9,27. *Jafet se casó antes del diluvio (Gen
6,10; 7,13). En Gen 9,20-27, que según hipótesis críticas procede de una fuente
literaria distinta de las tradiciones yahwista y sacerdotal, se supone que los
tres mencionados hijos de Noé (v.) no habían contraído matrimonio cuando,
después del diluvio, tuvo su padre la desagradable experiencia del vino. Al
enterarse Noé de la conducta irrespetuosa e infantil de su hijo menor Cam (v.),
y de la conducta ejemplar de Sem (v.) y de Jafet (Gen 9,22-24), maldijo a aquél
y bendijo a éstos, con las palabras: «Maldito sea Canaán (algunos manuscritos
griegos leen Cam), esclavo de esclavos será para sus hermanos. Dijo después:
Bendito sea Yahwéh, Dios ('Élohim) de Sem, y que Canaán sea su esclavo. Que Dios
('Élohim) dilate a Jafet y que habite en las tiendas de Sem, y que Canaán sea su
esclavo» (Gen 9, 25-27).
En la bendición de J. no se emplea el término Yahwéh, con que se designaba
al Dios de Sem, sino el de 'Élohim. A J. se le desean tres cosas por parte de 'Élohim:
1) que su descendencia ocupe una extensa zona geográfica; 2) que habite en las
tiendas de Sem y, 3) que Canaán sea su esclavo. De tomar el segundo augurio en
sentido obvio y literal, supondría que la bendición de J. era mejor y más
prometedora que la de Sem, lo cual no está de acuerdo con la mente del autor
sagrado. Más que un desplazamiento de sus tiendas y su ocupación por la
descendencia de J., el texto y el contexto sugieren la idea de que entre ambas
descendencias no existía enemistad hereditaria, como son los cananeos, sino que
podían cohabitar pacíficamente y solucionar amistosamente sus diferencias. Pero
es posible que el texto tenga un matiz más teológico, y quiera significar que
entre semitas y jafetitas existirán relaciones amistosas, por las cuales J.
participaría de las ventajas de Sem, consistentes esencialmente en el
conocimiento del verdadero Dios. Por lo mismo, el texto haría referencia a la
participación de los jafetitas en las promesas mesiánicas hechas a Sem (así
algunos autores como Driver, Delizsch, Heinich). En este supuesto, las palabras
de Noé a J. serían como el preludio de la grande idea universalística de los
profetas, la cual late en Gen 12,3: «Y serán bendecidas en ti (Abraham) todas
las generaciones». En la esperanza de que venga el que debe reunir a toda la
grey humana dispersa Os 66,18), los pueblos se desparraman por toda la tierra,
fundando nacionalidades distintas; pero no deben olvidar su origen común ni su
fraternidad fundamental. Los gentiles serán los herederos de las promesas hechas
primeramente a los hebreos, descendientes de Sem.
El capítulo 10 del Génesis, al señalar el árbol genealógico de los
pueblos, manifiesta los conocimientos geográficos y etnográficos de los judíos
del s. vi a. C. Todo el capítulo se reparte, según las hipótesis críticas, en
textos propios de la tradición sacerdotal (l0,la.2-5.6-7.20.22-23. 31.32) y de
la yahwista (l0,1b.8-12.13.19.21.24-30). Entre los descendientes de los tres
hijos de Noé, apenas se mencionan individuos, sino más bien se da el elenco de
los pueblos que reconocen a uno de los hijos de Noé como su epónimo o
antepasado. Ciñéndonos a la posteridad de J., vemos que proceden de él los
siguientes: «Hijos de Jafet fueron: Gómer, Mágóg, Máday, Yáwán, Tubál, Mések y
Tirás; hijos de Gómer: 'A"skénáz, Rífat y rogarmáh; hijos de Yáwán: 'Elísáh y
Tar§í§, Kittím y Ródáním. De éstos se poblaron las islas de las gentes en sus
tierras, según sus lenguas, familias y naciones» (Gen 10-2-5). Todos estos
pueblos atribuían su origen a un antepasado común, J. Los primeros que se
mencionan son los que habitaban en «los extremos confines septentrionales» (Ez
38,6). El pueblo de Gómer (en los Setenta Gómer) habitaba en las regiones
ribereñas del mar Caspio, en los alrededores de los lagos Van y Urmia. Los
documentos cuneiformes de la época de los Sargónidas los llaman gi-mir-ra-a-a, y
los griegos cimerios. El nombre de Mágóg no figura en la literatura cuneiforme;
pero en Ez 38,1, se dice: «Hijo de hombre, vuelve tu rostro a Gog y a la tierra
de Mágóg», la cual puede identificarse con Lud (Gen 10,22) o con Mat-Gag, país
de Gag. Los máday son los medos (2 Reg 17,6; Is 21,2) de la Biblia y los ma-da-a-a
de los textos asirios. Yáwán designa a los griegos de la Jonia, que los Setenta,
fuera de este pasaje, llaman ellenoi (Ez 37,13.19, etc.). El pueblo de Tubál (Ez
38,2) habitaba en los confines de Cilicia, no lejos del sur del mar Negro. Mések
aparece en la Biblia relacionado con Tubál (Ez 38,3; Is 66,19), y corresponde a
los musku de los textos asirios. El nombre de Tirás no figura en ningún otro
texto de la Biblia. Quizá pueda identificarse este pueblo con los tw-rw-9 de los
textos jeroglíficos, considerados como los piratas del mar Egeo, que se unieron
a los pueblos del mar en su ofensiva contra Egipto.
Como hijos de Gómer, se menciona en primer término a 'A°skénáz, que
reaparece en ler 51,27: «Convocad contra ella los reinos de Ararat, de Menni y
de Ascenez», y se identifica con los escitas de los griegos. El pueblo de Rífat
no se ha localizado. El nombre de Tógarmáh se menciona en Ez 38,6,
relacionándolo con Gómer, y de él dice que negociaba con «caballos de tiro y de
carrera y mulos» (Ez 27,14). Tógarmáh habitaba en la región donde nace el
Éufrates. Se mencionan cuatro pueblos salidos de Yáwán. El primero, 'Élísáh, se
cree que designa la isla de Chipre. Ezequiel (27,7) habla «de jacinto y púrpura
de las islas de Elisa». El nombre de Tarsís recuerda las colonizaciones fenicias
en Cerdeña y en la costa meridional de España (1 Reg 10,20; Is 2,16).
De los kittim se habla varias veces en la Biblia (Num 24,24; Is 23,1.12) y
en los textos de Qumrán. Es difícil señalar el área geográfica de los kittim,
que a veces parece ser la ciudad de Lamarca, en Chipre, y otras se extiende a
otras islas y costas del Mediterráneo. Los ródáním son los habitantes de la isla
de Rodas.
Bajo el nombre de J. se agrupan pueblos que de ninguna manera pueden
relacionarse con el tipo semita, ni por su fisonomía, ni por sus lenguas, ni por
sus usos y costumbres. Pero el autor sagrado, que no quiso escribir una página
de etnografía, ha puesto de relieve que Dios ha creado todos los pueblos por
igual y quiere salvar a todos. Con Cristo se rebasarán, pero-sin destruirlas,
todas las nacionalidades: «No hay judío ni griego..., porque todos sois uno en
Cristo Jesús» (Gal 3,28).
BIBL.: Además de los comentarios, ver especialmente: D. PouLET, Tous les hommes sont-ils fils de Noé?, Ottawa 1941, 314 ss.; P. DHORME, Les peuples issus de Japhet, en Recueil 6. Dhorme, París 1951, 167-191; 1. DANIÉLOu, Au commencement, Genése 1-11, París 1963, 91-108.
LUIS ARNALDICH.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991