ITALIA, HISTORIA DE LA IGLESIA: D. ÉPOCA POSTERIOR AL RISORGIMENTO
1. Iglesia y Estado. Una vez consumada la unidad italiana (v. v, 8), tras el
último ataque a los Estados Pontificios que, al abrigo de la Guerra
franco-prusiana, permitió la conquista de Roma (20 sept. 1870), esta ciudad
pasaba a ser la capital del nuevo reino de I., y el Papa se constituía en
voluntario prisionero en el palacio Vaticano, originando la situación que
durante más de media centuria se denominaría la cuestión romana. Su solución,
así como el desarrollo de las relaciones Iglesia-Estado hasta la constitución
del nuevo Estado de la Ciudad del Vaticano y la firma del Concordato entre la
Iglesia e I., se encuentran desarrolladas con detalle en otros lugares de esta
Enciclo pedia (V. RISORGIMENTO; ESTADOS PONTIFICIOS II; LETRÁN, TRATADO DE;
VATICANO, ESTADO DE; PÍO IX, PAPA; LEÓN XIII, PAPA; PÍO X, SAN; BENEDICTO XV,
PAPA; PÍO XI, PAPA). La solución adoptada ha regulado las relaciones
IglesiaEstado hasta nuestros días, primero bajo el régimen fascista y luego tras
la II Guerra mundial, ya que en la Constitución de la joven República (1946) se
canonizaban los Acuerdos de Letrán: «El Estado y la Iglesia son, cada uno en su
propio dominio, independientes y soberanos. Sus relaciones se rigen por los
Acuerdos de Letrán. Una modificación de estos Acuerdos, aceptada por las dos
partes signatarias, no exige la revisión de la Constitución». En líneas
generales y hasta fechas muy recientes, puede decirse que no ha habido
conflictos notables en las relaciones Iglesia-Estado, tanto bajo el pontificado
de Pío XII (v.) como en los de Juan XXIII (v.) y Paulo VI (v.).
2. Santos y fundadores. En medio de un contexto político-social adverso,
la Iglesia en I. dio buena prueba de su vitalidad resistiendo los elementos
corrosivos contra su estructura y doctrina y ajustándose siempre a la situación
cambiante. Esta realidad se puso de manifiesto especialmente en el florecimiento
de la espiritualidad, en el resurgir de las antiguas Ordenes junto a las
numerosas fundaciones nuevas y en abundantes frutos de santidad. La gran mayoría
de las congregaciones fundadas se dedicaron al apostolado activo en multitud de
formas; educación, servicios benéfico-asistenciales y actividad misionera fueron
los temas que obtuvieron una atención preferente. El crecimiento más notable fue
el experimentado por los salesianos (v.), fundados por S. Juan Bosco (v.), y las
Hermanas salesianas, fundadas por el mismo santo con la colaboración de S. María
Mazzarello. Entre los más conocidos fundadores de una o más congregaciones de
hombres y mujeres merecen una mención especial S. Gaspar de Búfalo (Soc. de la
Preciosa Sangre), S. José Cafasso (v.), S. José Benito Cottolengo (v.), S.
Antonio Gianelli (Hijas de N. S. del Huerto), S. Vicente Pallotti (pallottinos),
b. Leonardo Murialdo (congregación de S. José), Giuseppe Allamano (Misioneros de
la Consolata), Guido Conforti (Misioneros Javerianos), Luigi Guanella (Hijas de
la Providencia, Hijos del Sagrado Corazón), Pío Lanteri (Oblatos de la Virgen
María), Luigi Orione (Hijos de la Divina Providencia, Misioneras de la Caridad)
y Giovanni Scalabrini (v.). Entre las mujeres fundadoras mencionemos a S.
Bartolomea Capitanio y S. Vicenta Gerosa (V. HERMANAS DE LA CARIDAD), S.
Francisca Cabrinl (Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón), S. María Crocifissa
di Rosa (Siervas de la Caridad), S. María Rosello (Hijas de N. S. de la
Misericordia), b. Magdalena Canossa (Hijas de la Caridad de Canossa), b.
Constanza Cerioli (Hijas de la Sagrada Familia), b. Paula Frassinetti (doroteas),
b. Elena Guerra (Oblatas del Espíritu Santo), b. María de Mattias (Adoratrices
de la Preciosa Sangre), b. Teresa Verzeri (Hijas del Sagrado Corazón) y
Giuseppina Vannini (Hijas de S. Camilo).
Durante la época que nos ocupa y hasta 1967 fueron canonizados S. Pío X,
S. Francisco Bianchi, S. Francisco de Camporosso, S. Gabriel Possenti, S.
Domingo Savio (v.), S. Vicente Strambi, S. María Boscardin, S. Gema Galgani (v.)
y S. María Goretti (v.); beatificados, Esteban Bellesini, Contardo Ferrini (v.),
Inocencio de Berzo, Antonio Pucci, Plácido Riccardi, Nunzio' Sulpizio, María
Pallotta y algunos de los Mártires de China (v.). María Cristina de Saboya,
reina de Nápoles, fue declara venerable.
3. Teología y ciencia eclesiástica. En 1864 apareció la enc. Quanta cura,
acompañada del Syllabus. Se había operado en los últimos años un sensible cambio
en la Curia romana, caracterizado por un progreso del espíritu religioso y una
creciente desconfianza ante las ideas liberales, los métodos críticos que
llegaban de Alemania y los resultados de la ciencia moderna, que parecía, en
ciertos aspectos, difícil de conciliar con la fe tradicional. En el Syllabus,
junto a la condena de desviaciones doctrinales ya conocidas (panteísmo,
materialismo y racionalismo; v. voces correspondientes) venía a proclamarse el
liberalismo (v.) como el error del siglo. En 1867, al convocar Pío IX el Conc.
Vaticano I (v.), lo hacía ante la necesidad de la Iglesia de enfrentarse con la
realidad de un mundo nuevo que, en ciertos aspectos, aparecía como esencialmente
anticristiano.
La crisis del modernismo (v.) tuvo matices muy peculiares en I. No
encontraremos aquí seguidores de importancia del modernismo dogmático-filosófico
de Tyrrell o del modernismo escriturístico de Loisy (v.). Aquí se propagaban las
ideas y tendencias modernistas por los Studi religiosi de Florencia y, sobre
todo, con el talento novelístico de Fogazzaro (v.), en su novela Il Santo
(1905); poco después, por los escritos de E. Buonaiuti y la acción de R. Murri,
quien dará al modernismo italiano su peculiar acento político. Con las condenas,
S. Pío X en 1907 (Decr. Lamentabili y enc. Pascendi) se rechazan, además de los
errores dogmáticos, las opiniones de Murri, que acusaba a la Iglesia de alianza
con las clases poseedoras y propugnaba una instrumentalización de la misma para
convertirse en el apoyo de los pobres en su lucha con los ricos.
En las ciencias eclesiásticas, desde principios del s. xix nos encontramos
con tentativas de renovación de la escolástica. A este resurgir de los estudios
escolásticos contribuyeron poderosamente los Romanos Pontífices con sus
exhortaciones y directivas, entre las que descuella la enc. Aeterni Patis, de
León XIII, sobre la restauración del tomismo, en la cual se declara a S. Tomás
de Aquino (v.) celestial patrono de las escuelas católicas y se recomiendan sus
escritos y su doctrina como lo más apto para desarraigar y rebatir los errores
modernos. S. Pío X insistió repetidas veces en el mismo tema. En este campo
descollaron Liberatore y San Severino, ambos profesores de Nápoles, y más tarde,
Perrone, Mazella, de Agustinis, Palmieri, Zigliara y Satolli.
En moral y Derecho canónico, también se produjo un pujante resurgir:
Scavini, D'Annibale, Ballerini, Gasparri, Santi, de Angelis, Wernz. En las
ciencias bíblicas han destacado Rossi, Patrizi y Ubaldi. En historia
eclesiástica merecen ser conocidos Tosti, Savio, Mai, Pitra; en arqueología, de
Rossi y sus discípulos, Bruzza, Garrucci, Armellini, Marucchi, Wilpert.
4. Movimientos laicales. Desde 1868, el non expedit prohibía a los
católicos italianos participar en las elecciones políticas de cualquier tipo.
Confirmaba la prohibición en 1874, se suavizaría algo dos años más tarde, al
permitirse a los católicos tomar parte en las elecciones municipales y
provinciales. Sólo bien entrado el s. xx desaparecería por completo esta
prohibición. Pero, entre tanto, lo más activo del laicado católico dirigió su
esfuerzo hacia el campo de la acción social con la creación de la Opera dei
Congressi, fundada en 1875 por G. Acquaderni y G. B. Paganuzzi, que recogía en
parte el programa de G. Toniolo y que, por voluntad del Papa, agrupaba todas las
asociaciones sociales de los católicos: buena prensa, conferencias populares,
cajas rurales. Divisiones internas fueron causa de que S. Pío X disolviese esta
obra en 1904. Al año siguiente, el mismo Pontífice instituyó la Unione Popolare,
destinada a aunar esfuerzos en la propaganda y en las iniciativas sociales.
Hacia 1885, tras el impacto del socialismo, comienza a aparecer una idea
que posteriormente tuvo un amplio desarrollo: la democracia cristiana (v.
DEMOCRISTIANOS, PARTIDOS). Nada tiene que ver en su origen con el catolicismo
liberal de mediados de siglo. Sus primeros propugnadores la quieren adivinar
dibujada en algunos puntos de la Rerum novarum (1891). Posiblemente, más que del
documento pontificio, la idea surge de las mismas circunstancias de la época, de
las condiciones políticas y sociales nuevas. Desde el primer momento, la
democracia cristiana pareció a muchos como la panacea que permitiría resolver el
antagonismo entre la Iglesia y el Estado moderno. La tentación era clara y
comprensible. Aparece ahora la gran oportunidad de que la Iglesia domine al
Estado enemigo, justamente a través del voto democrático inorgánico,
especialmente en los países que aún conservan una fuerte mayoría católica, entre
ellos, la misma I. El medio es la instrumentalización de los católicos,
agrupados en un partido único, bajo la dirección de la Jerarquía. En toda la
Europa católica pesa con fuerza el deseo de imitar el Zentrum (olvidando que las
circunstancias alemanas son muy peculiares) o la experiencia belga, también de
características muy definidas. El primer documento pontificio que recoge la
expresión «democracia cristiana» es la enc. Graves de communi (1901),
complemento de la Rerum novarum. Se ve a la democracia cristiana como el medio
de superar la lucha de clases. Se indica que la democracia cristiana nunca podrá
contribuir al derrumbamiento de un Gobierno legítimo y que deberá insistir en el
mantenimiento del derecho de propiedad. León XIII no se refería en la encíclica
a la democracia cristiana como a un partido político, sino como a un amplio
movimiento dentro del cual cupieran las más distintas alternativas. Era, sin
embargo, la tentación demasiado próxima. Por eso, uno de los primeros actos de
gobierno de S. Pío X será la publicación en 1903 de un motu proprio en el que se
indicaba que en ningún caso deberían actuar los demócratas cristianos en
política monopolizando la representación católica. La democracia cristiana no
debería ser un partido político. Tras la supresión del non expedit, la creación
del PPI (Partido Popular Italiano) por obra del sacerdote siciliano Luigi Sturzo
(v.) canalizó la acción política de la mayoría de los católicos, quienes, tras
el paréntesis del régimen fascista, se agruparon de nuevo en el partido de la
Democrazia Cristiana.
Entre las asociaciones de fieles con carácter apostólico promovidas por la
jerarquía hay que mencionar especialmente a la Acción Católica (v.), que, aunque
de ámbito universal, ha tenido su máximo desarrollo en I.
El interés por la educación movió a numerosos católicos a reunirse y
promover peticiones para limitar el proceso de secularización de las escuelas y
para promover escuelas católicas a nivel parroquial y diocesano. Estos intentos
consiguieron en 1921 la apertura de la Univ. Católica de Milán.
5. Vida de piedad. La renovación que en este terreno se inició en la época
anterior (v. C) continuó con nuevo impulso. El resurgir general había de
manifestarse particularmente en una intensificación de la piedad, tan dañada
desde la época jansenista, lo que se logró por una viva devoción a Cristo y
mayor diligencia y fervor en el culto divino. La renovación litúrgica se
manifestó sobre todo en dos campos: el canto litúrgico, en cuyo resurgir se
distinguió de modo especial S. Pío X (motu proprio 25 abr. 1904), y el acceso
del pueblo, en grado cada vez mayor, a la participación en el culto; sobre todo
desde la 1 Guerra mundial se incrementaron considerablemente las ediciones de
misales bilingües para los laicos.
En cuanto a las devociones hay varias que, aunque no sólo en I., también
aquí experimentaron un renacer extraordinario. La devoción al Sagrado Corazón de
Jesús, iniciada en Francia por S. Margarita de Alacoque (v.) se propagó en I.
especialmente por la actividad de los jesuitas y la impulsaron considerablemente
los pontífices León XIII, Pío XI (Miserentissimus Redemptor, 1928; Caritate
Christi compulsi, 1932) y Pío XII (Haurietis aquas, 1956). Se concretó en
numerosísimas instituciones y devociones: el Apostolado de la Oración, la
Adoración perpetua, archicofradías del Sagrado Corazón, comuniones reparadoras
los primeros viernes de mes, monumentos, entronizaciones en los hogares, etc.
Unida a la anterior, la devoción y la práctica de la Eucaristía ha
aumentado considerablemente, en parte como reacción a desviaciones doctrinales,
desde las corrientes jansenistas que trataban de limitar su recepción,
liquidadas definitivamente por S. Pío X con sus disposiciones sobre la comunión
frecuente y la primera comunión de los niños, hasta las más dogmáticas
condenadas por Paulo VI en su enc. Mysterium fidei. Contribuyó notablemente a
esta renovación eucarística la institución de la Adoración Perpetua en las
parroquias y de la Adoración Nocturna. El progreso y pujanza de esta devoción en
suelo italiano se puso de manifiesto con motivo de la celebración de los
congresos eucarísticos, especialmente de los internacionales celebrados en Roma
(1905 y 1922).
Entre las devociones marianas, la de la Inmaculada Concepción (v. MARÍA Iv,
2) experimentó un notable incremento gracias a la declaración dogmática de Pío
IX (1854). En su propagación rivalizaron franciscanos y jesuitas. Las
apariciones de Lourdes (v.) ratificaron la declaración, levantando en todo el
país oleadas de peregrinos y enfermos a la santa gruta, ininterrumpidas hasta
nuestros días y acompañadas a veces por obispos y cardenales. Los salesianos han
extendido la devoción a María Auxiliadora. Nuevo incremento de amor y devoción a
la Madre de Dios tuvo lugar durante el pontificado de Pío XII, quien proclamó
~e1 dogma de la Asunción (1950) y declaró Año Santo Mariano el del centenario de
la Inmaculada (1954). La devoción al Corazón de María ha cobrado nuevo impulso
tras las apariciones de Fátima (v.). También el rezo del Santo Rosario se
incrementó considerablemente, siendo repetidamente aconsejado por todos los
Papas.
6. Organización eclesiástica y estadísticas. Eclesiásticamente, I. está
dividida como sigue: Roma es la Sede del obispo de Roma, quien a su vez es
también arzobispo y metropolitano de la provincia romana, primado de I. y
Pontífice supremo de la Iglesia universal. El país, excepto Roma y las siete
diócesis suburbicarias, está dividido en 18 regiones conciliares, 38 provincias
eclesiásticas con 156 diócesis sufragáneas más 16 archidiócesis y 66 diócesis
inmediatamente sujetas a la Santa Sede, cuatro prelaturas nullius, nueve abadías
nullius, una administración apostólica y un archimandrita. Los datos de todas
estas circunscripciones eclesiásticas (según Ann. Pont. 1972) se resumen en el
cuadro de págs. 224-229.
La Conferencia Episcopal, creada en 1952, se reúne dos veces al año. Su
trabajo está dividido entre las comisiones episcopales. El Centro de acción
litúrgica coordina los asuntos litúrgicos y organiza reuniones de tipo pastoral.
Una comisión central se ocupa del Arte Sagrado. Hay un centro nacional para
actividades catequéticas. La actividad misionera es promovida por la Unión
Misional del Clero, La Liga estudiantil misionera, y por más de 5.000 sacerdotes
italianos misioneros en otros países. La Acción Católica está bien organizada
como órgano del apostolado seglar y coordinador de la mayoría de las actividades
seglares. A la cabeza de la comisión episcopal de Acción Católica está un
cardenal.
Hay cerca de 20 diarios católicos y 10 seminarios. Entre las principales
publicaciones católicas en cuanto a asuntos culturales destacan: «La Civiltá
Cattolica», «Ecclesia», «Humanitas», «Studium», «Studi Cattolici» y «Vita e
Pensiero». Entre las revistas pastorales y litúrgicas, «Ambrosius», «Ephemerides
Liturgicae», «Orientamienti Pastorali», «Rivista del Clero Italiano» y «Rivista
Liturgica»; «Rivista di Ascetica e di Mística» y «Tabor», entre las de
espiritualidad más importantes; «Clero e Missione» y «Gentes», para actividades
misioneras; «Aggiornamenti Sociale», «Azione Sociale» y «Quaderni di Sociología
Religiosa», para cuestiones sociales; «Angelicum», «Antonianum», «Bíblica», «Carmelus»,
«Divus Tomas», «Gregorianum», «Salesianum» y «Scuola Cattolica», en Teología;
finalmente, «Rivista della Storia della Chiesa in Italia», en Historia
eclesiástica.
En 1945 fue creada una federación de instituciones docentes dependientes
de la autoridad eclesiástica para coordinar el trabajo de 11.480 colegios
católicos con 2.135.000 estudiantes.
En cuanto a otras confesiones, en 1962 los protestantes contaban 133.000
miembros; los valdenses, 28.000. Los protestantes italianos han participado poco
en las corrientes nuevas del pensamiento protestante y en organizaciones
protestantes internacionales; en cambio han sido afectados por ellas. En 1931
los miembros de las comunidades ortodoxas eran en total cerca de 6.000 (1931 es
la fecha de las estadísticas oficiales más recientes). En 1961 el número de
judíos era de 35.000.
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JOSEMARÍA REVUELTA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991