HONOR. SOCIOLOGIA
Pocas expresiones como ésta conmueven de manera más profunda y emotiva el
corazón del hombre. Ante el h., por otra parte, cabe adoptar multitud de
posturas filosóficas. Desde los que, como Butler, consideran que «el honor no es
más que una palabra que sirve para que los caballeros juren por ella» hasta los
que, como Calderón de la Barca (v.), construyen sobre el concepto del h.
sugestivas ideologías al subrayar que «el honor es patrimonio del alma». De
igual manera, acaso influenciados por recónditos e indescifrables
acontecimientos, los pueblos suelen tomar también su decisión ante esta palabra.
Para algunos pueblos la expresión h. nada dice y, sin embargo, muchos otros
muestran una sensibilidad poco común ante el más pequeño matiz socio-político o
socio-religioso que pueda lesionar, aun levísimamente, algo referente a la
dignidad. La generalidad de los pensadores suele identificar el h. con la
dignidad. Efectivamente, Menéndez Pelayo adoptaba la adecuación de expresiones
anteriormente indicada. El h., considerado en su noción más general, afirmaba el
polígrafo español, no es otra cosa que el sentimiento de ladignidad personal, la
altísima estimación de la naturaleza humana en el propio individuo. Tal
sentimiento es humano y se da en todo hombre antes y después de llegar al
cristianismo; sólo que varía en sus manifestaciones. Lo que el cristiano ha
hecho es purificarle, instaurarle como todos los elementos de nuestra
naturaleza, encaminarle al bien y refrenarle.
Pero acaso, pensamos, lo que demuestra la auténtica importancia del
concepto del h. (en especial si adoptamos una perspectiva esencialmente
sociológica) es que, en efecto, «honor es el valor de una persona a sus propios
ojos, pero también a los ojos de su sociedad. Es su estimación de su propio
valor o dignidad, su pretensión al orgullo, pero es también el reconocimiento de
esa pretensión, su excelencia reconocida por la sociedad, su derecho al
orgullo». No en vano, pues, suele afirmarse que la persona espiritual e inmortal
del hombre se altera con cualquier hecho inmoral, es decir, con la ejecución de
cualquier hecho que altere la propia dignidad del hombre.
El h. necesita, y he aquí su característica más singular, de la aprobación
de los demás, es decir, el h. es un reconocimiento social. Otra de las
características más sugestivas de la expresión h., como nos recuerda Caro
Baroja, es la variedad de acepciones que esta palabra posee. En España
concretamente, sobre todo en ciertas regiones, la expresión h. ha sido
sustituida por la de «vergüenza». Quizá explique de manera convincente lo que
acabamos de indicar el hecho de que, en España, el h. goce de una doble
estimación: individual y colectiva. El h. puede serlo de una persona concreta,
pero, al mismo tiempo, también puede serlo del grupo o de la familia a la que se
pertenece.
Tanto el h. como el concepto de hombre honorable tienen en cierto sentido
como sanción los sentimientos de amor propio y vergüenza. El amor propio es la
necesidad interna y la obligación de identificarse con la imagen del yo ideal.
Esta imagen es, desde luego, un estereotipo presentado por la sociedad; queda
poco margen para la especulación individual. El amor propio se dirige a lo que
debe ser positivamente conseguido, es decir, al ideal de una personalidad social
con cualidades morales particulares, pero también con ciertos atributos
materiales. El h., evidentemente, tiene también una dimensión jurídica (v. il).
Y es que el hombre no vive sólo en el orden material, como los animales, sino
que goza y sufre en relación al concepto que de él tienen sus semejantes.
El h., en definitiva, constituye una inigualable medida pedagógica, puesto
que enseña al hombre, es decir, le dicta el cumplimiento del deber. Por eso, se
ha dicho, «cada hombre es una expresión original del honor».
BIBL.: A. BASAvE FERNÁNDEZ DEL VALLE, Filosofía del Quijote, Madrid 1959; M. MENÉNDEZ PELAYo, Antología general, Madrid; 1. G. PERISTIANY y OTROS, El concepto del honor en la sociedad mediterránea, Madrid 1968; A. GARCfA VALDECASAs, El hidalgo y el honor, Madrid 1948; L. SÁNCHEz AGESTA, España al encuentro de Europa, Madrid 1971.
1. M. NIN DE CARDONA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991