HOMBRE VIEJO - HOMBRE NUEVO
ANTROPOLOGIA
BIBLICA
La contraposición bíblica entre «hombre viejo» (ho palaiós ánthropos) y
«hombre nuevo» (kainós o néos ánthropos) se encuentra sobre todo en S. Pablo.
Por ello es preciso analizar los principales lugares en los que la usa, para
hacer después una síntesis teológica siquiera breve.
Textos paulinos. En la Epístola a los romanos: Rom 6,6. El contexto es la
descripción de la vida nueva realizada en Cristo mediante el Bautismo (v.) y que
lleva consigo la muerte al pecado. S. Pablo explica: «Nuestro hombre viejo ha
sido crucificado para que fuera destruido el cuerpo del pecado y ya no sirvamos
al pecado». Para el Apóstol, pues, el h. viejo es el h. esclavo del pecado, el
h. en su estado anterior a la recepción de la gracia de Cristo; el cuerpo es
considerado aquí como el instrumento, el órgano, por el que el pecado actúa y
vive, el campo de las concupiscencias (este estado ha sido descrito con toda
crudeza en la misma carta: 1,18 ss.). Aunque en este lugar no se habla
explícitamente del h. nuevo, está implícito en la «novedad de vida» (vers. 4)
que supone la liberación del pecado (18), la liberación de la vieja ley (7,6),
liberación de la muerte (8,10-11) por la invasión del Espíritu de Dios
(8,2.9.11.16).
En la Epístola a los colosenses: Col 3,5-10. La perspectiva es la misma
que en Romanos. La vida nueva en Cristo, que es la aspiración al cielo (3,1-4),
es decir, una vida celestial, se contrapone a las aspiraciones de los «miembros
terrenos» (vers. 5), a saber, la fornicación, impureza, pasiones, apetito
desordenado, codicia que es culto a los ídolos, cosas todas objeto de la ira
divina (6); esto era lo que se vivía en estado de gentilidad (7). El catálogo de
vicios se prosigue con la mención de la ira, el rencor, la malicia, la
blasfemia, la obscena conversación (8), terminando con la siguiente
amonestación: «No os engañéis unos a otros; despojaos del hombre viejo con todas
sus obras y vestíos del nuevo que sin cesar se renueva para lograr el perfecto
conocimiento según la imagen de su Creador» (vers. 9-10). El h. viejo es, pues,
el h. que ha desfigurado la imagen de su Creador y que ahora vuelve a ser
modelado por Él a imagen del «Hombre Nuevo»: Cristo (cfr. D. Barthélemy, o. c.
en bibl. 109 SS.).
En la Epístola a los efesios: Eph 4,22-24. El contexto aquí es la llamada
a la santidad y la unidad (4,1-6) según la vocación y los dones que proceden de
Cristo 4,7-11). Incorporados al Cuerpo de Cristo, en la unidad de la fe y del
conocimiento de Dios, los cristianos están llamados a crecer en la caridad
abrazados •a la verdad (vers. 12=16). Esto da pie al Apóstol para hablar de la
diferencia entre la situación cristiana y la situación de los gentiles (17a) que
describe como vanidad del pensamiento, oscurecimiento de la razón, alienación de
la vida de Dios por la ignorancia y ceguera del corazón, embrutecimiento y
entrega a la lascivia y a toda clase de impureza (17b-19). Esta conducta
gentílica que es la anterior de los actuales cristianos, contraria a lo que han
aprendido de Cristo (20-21), ha de desaparecer de los cristianos: «Debéis
despojaros por lo que mira a vuestro pasado, del hombre viejo que se corrompe,
según los deseos depravados del error y renovaros en el espíritu de vuestra
mente y revestiros del hombre nuevo, el creado según Dios en justicia y santidad
verdaderas» (22-24). Estas fórmulas corresponden a la situación común a gentiles
y judíos descrita en la misma carta (2,1-3; para la distinción entre ambos cfr.
2,11-12) y a la vida dada en Cristo como una nueva creación y don de Dios
(2,4-10,14-20; el hombre nuevo de 2,15, Cristo resucitado, es el prototipo de la
nueva humanidad, recreada por Dios).
Raíces de la contraposición paulina. La noción de h. viejo y h. nuevo que,
como ha podido verse, ocupa un lugar central en la teología paulina, encuentra
su raíz última en la contraposición Adán (v.) y Cristo, que se expresa ya en 1
Cor 15,45 (v. 11, 1.4). Cristo resucitado es el «último» Adán. El primero es
terreno, Cristo es espiritual. Un paralelo es la contraposición carne-espíritu (cfr.
Rom 8,3-13; v. ESPÍRITU III). Un precedente puede verse también en la
contraposición entre el h. exterior que se corrompe, mientras el h. interior se
renueva de día en día (2 Cor 4,16; cfr. 5,17, donde se contraponen lo «viejo» y
lo «nuevo» afirmando que el que está en Cristo es una nueva criatura).
Síntesis. El primer hombre, creado «a imagen de Dios» (Gen 1,26 ss.), pero
seducido y perdido por la concupiscencia (Rom 7,10-11), ha quedado convertido en
esclavo del pecado y de la muerte (Rom cap. 5-7); por ello, como linaje del
primer Adán (1 Cor 15,21; Rom 5,12 ss.; 8,3) está condenado a morir (Rom 6,6;
Eph 4,22), se corrompe siguiendo la seducción de sus concupiscencias (ib.).
Cristo, haciendo morir en su Cruz (Eph 2,15) al h. viejo, al linaje del primer
Adán, es con su resurrección (Rom 6,4; v.) el principio de la nueva creación a
imagen de Dios (Col 3,10; Eph 4,24; Rom 8,29). El Espíritu de Dios, principio de
renovación (cfr. Ps 51,12; Ez 36,25-29; 39,29) invade con la regeneración y
renovación bautismal (Rom 6,4; Tit 3,5; lo 3,3-8) al h. que vuelve a encontrar
en Cristo la justicia y santidad originales (Eph 4,24). Para S. Pablo esta
transformación es de tal naturaleza que la llama creación (Col 3,10; Eph 4,24).
V. t.: PECADO; GRACIA.
BIBL.: F. PRAT, La Théologie de Saint Paul, lI, París 1949 86 ss. (edic. en español, México 1947); D. BARTHÉLEMY, Dieu et son image, París 1964, 23 ss. y 130 ss.; H. LIESE, De interiore homine, «Verbum Domini» 12 (1932) 257-263; D. MuÑoz, Una doble fisonomía en la Ascética paulina, Madrid 1957; A. GÜEMES, La libertad en San Pablo, Pamplona 1971; C. SPICQ, Teología Moral del Nuevo Testamento, 2 vol., Pamplona 1970-71.
MUÑOZ LEÓN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991