Famoso santuario mariano existente en la archidiócesis de México, donde,
según la tradición, la Virgen María se apareció. El relato cuenta que la
Virgen, en la colina de Tepeyac, al NO de la ciudad de México, se apareció
al indio Juan Diego, natural de Cuauhtitlán, el 9 de diciembre de 1539, y
le manifestó, en lengua náhuatl, sus deseos de que allí le fuese erigido
un templo. El indio fue a ver al Prelado, Fr. Juan de Zumárraga (v.), pero
éste se mostró incrédulo. Le mandó volver y pidió una señal. Dos días más
tarde, en una nueva aparición, la Señora le dijo a Juan Diego que llevase
unas flores al Prelado, aunque en esa época del año no crecían. Juan
Diego, sin embargo, las encontró y cuando, ante el obispo, dejó caer las
flores de su tilma (manta de algodón que llevan los campesinos a modo de
capa), se dibujó en ella la imagen de la Virgen. Era la señal. Al mismo
tiempo, Juan Bernardino, pariente del indio, sanaba de una grave dolencia.
Zumárraga colocó la imagen en su oratorio y luego en la iglesia mayor para
veneración de toda la ciudad. Es la imagen que actualmente se venera.
Documentos escritos. La Bibl. Nac. de México guarda el resumen de la
entrevista entre Zumárraga y Juan Diego. Está redactado por el intérprete
Juan González que luego fue sacerdote, canónigo de la catedral y más tarde
jesuita. Es, sin duda, el documento más antiguo, y su importancia radica,
sobre todo, en ser la declaración de un testigo presencial de la
entrevista.
El documento más conocido es la Relación de Valeriano, indio natural
de Atzcapolzalco y uno de los primeros alumnos del Colegio de Sta. Cruz de
Santiago de Tlatelolco. Es la relación más importante. Fue Valeriano
alumno aventajado, sucesor en la cátedra de latín de fray Bernardino de
Sahagún (v.), con quien colaboró en su Historia General de las cosas de
Nueva España. De la Relación de Valeriano, escrita entre 1560-70, existen
varios manuscritos en bibliotecas norteamericanas. El primero en utilizar
el documento fue Miguel Sánchez, siendo publicado en 1649 por el bachiller
Luis Laso de la Vega. Consta de dos partes: en la primera se hace una
relación detallada y directa del suceso, sustancialmente, tal como la
hemos reseñado más arriba; en la segunda, se relatan los milagros
ocurridos bajo esta advocación. Es bastante posterior e incluye sucesos
del s. XVII.
Otro grupo documental escrito lo forman el testamento de Cuauhtitlán
(redactado probablemente en 1559 por un familiar de Juan Diego, cuyo
original en lengua indiana y papel de Maguey se halla en el Archivo del
Santuario) y el Cantar de Francisco Plácido, que tuvo en sus manos el
jesuita P. Francisco de Florencia. Ambos hacen alusión expresa a las
apariciones.
De valor inapreciable habrían sido los informes especiales que, tal
vez, redactó el obispo Zumárraga. Pero hasta hoy están perdidos. Hay
referencias de ellos, si bien confusas y muy posteriores. Algunos piensan
que el obispo nunca escribió relación alguna, pues hasta el Conc. de
Trento no se exigían informes sobre acontecimientos sobrenaturales.
Documentos dignos de tenerse en cuenta son también los Anales de los
indios que clasificamos según su procedencia en dos grupos: los de la
región poblanotlaxcalteca -cinco y un mapa-, y los del valle de México
-seis y un mapa-. Todos consignan la aparición con ligeras variantes.
Referencias concretas encontramos también en una obra del criollo D.
Juan Suárez de Peralta, terminada en Sevilla, en 1589, y publicada en
Madrid, en 1878; en unos sermones, en lengua nahuatl, del s. XVI y XVII y
conservados en la Bibl. Nac. de México; en la literatura poética
novohispana; en las representaciones dramáticas. Ya en el s. XVII aparecen
tres historias de la milagrosa aparición: la del bachiller Miguel Sánchez
(1648), las de Laso de la Vega (1649) y la del jesuita P. Mateo de la Cruz
(1660).
Tradición oral. El culto a la Virgen Guadalupana aumentaba
constantemente; por eso, en 1666, del 18 feb. al 22 mar., se realizó una
investigación formal sobre el milagro de Tepeyac con objeto de autorizar
la tradición y recabar de la Santa Sede la concesión de oficio y misa
propios. Los testigos examinados, los más relacionados con el lugar y
algunos ya centenarios, sabían de las apariciones e informaron de la
continuidad de la tradición y creencia general. No obstante, las
referencias a los primeros acontecimientos son vagas; no en vano habían
pasado 135 años. Otra investigación se hizo en 1723 siendo arzobispo
Lanciego y Eguilaz. También demostró la continuidad de la tradición. Pero
éste es su único valor. El mismo que el de otras investigaciones ordenadas
y realizadas en el s. XIX.
El culto. La primera capilla fue levantada en 1553, siendo obispo
Zumárraga. El arzobispo Montufar comenzó una segunda edificación más
grande (1556), y aún hubo una tercera en 1662. La primera piedra del nuevo
santuario se colocó en 1695, siendo prelado Mons. Aguiar y Seijas. Fue
solemnemente dedicado en 1709. En 1737 la Virgen de Guadalupe fue
proclamada Patrona de la ciudad de México y en 1746 el patronazgo se
extendió a toda Nueva España. Benedicto XIV (1754) aprobó el patronazgo,
concedió misa y oficio propios y elevó el santuario al rango de colegiata.
En 1895 la imagen fue oficial y solemnemente coronada y, con tal ocasión,
se restauró y amplió el edificio; otras ampliaciones, en 1930, completaron
la Basílica actual. En 1910 Pío X extendió el patronazgo de la Virgen de
Guadalupe a toda Hispanoamérica. Pero no sólo en América, en muchas partes
de Europa e incluso de Asia, se ha establecido y arraigado la devoción a
la Virgen Guadalupana.
Varios Papas han patentizado su amor a la Virgen bajo esta
advocación: León XIII compuso una liturgia latina completa. Pío XII, con
motivo del cincuenta aniversario de su coronación, declaró que la Virgen
de Guadalupe era «la Reina de México y Emperadora de las Américas». Por lo
demás, el ritmo de la devoción es creciente; el grandioso edificio no
puede contener a las constantes peregrinaciones. Y si es posible que los
orígenes de la tradición aparezcan históricamente desdibujados, lo cierto
es que el santuario de Guadalupe ha sido y es uno de los pilares de la
probada fe del pueblo mexicano.
BIBL.: M. CUEVAS, Álbum histórico
guadalupano del IV centenario, México 1930; DEMAREST-TAYLOR (eds.), The
Dark Virgin: The book our Lady of Guadalupe: A documentary Anthology,
Freeport 1956; M. GARCÍA ICAZBALCETA, Investigación histórica y documental
sobre la aparición de la Virgen de Guadalupe, México 1952; A. M. GARIBAY,
La Maternidad espiritual de María, México 1961.
P. CASTAÑEDA DELGADO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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