Promulgado por el 1 Conc. ecuménico de Nicea (325; v.) contra Arrio. Según
noticias del testigo Eusebio de Cesarea, confirmadas por el examen
interno, está redactado a base del Símbolo de la Iglesia de Cesarea en
Palestina. Probablemente el obispo Osio de Córdoba (v.), presidente
eclesiástico del Concilio, tuvo una parte señalada en la redacción del
Credo, aunque no haya sido propiamente su autor y menos aún S. Atanasio
(v.) o un cierto Hermógenes. Según el testimonio de Eusebio, de Atanasio y
de Marcelo de Ancira, presentes en el Concilio, el Símbolo de Nicea
rezaba: «Creemos en un Dios Padre todopoderoso, hacedor de todo lo visible
e invisible; y en un Señor Jesucristo, el Hijo de Dios, Unigénito
engendrado del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios,
luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho,
consustancial al Padre, por quien todo fue hecho, lo que está en el cielo
y lo que está en la tierra; quien por nosotros los hombres y por nuestra
salvación bajó y encarnó, se hizo hombre, padeció y resucitó al tercer
día, subió a los cielos, vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos; y en
el Espíritu Santo» (Denz.Sch. 125). Seguía un apéndice que excomulgaba a
los asertores de proposiciones típicamente arrianas.
En la estructura del Símbolo Niceno echamos de ver la profesión
trinitaria y el ciclo cristológico tomados del Cesariense, pero de raíces
más profundas, como dijimos. Lo que los Padres de Nicea incluyeron para
rebatir abiertamente los errores de Arrio son las frases: «es decir, de la
sustancia del Padre», «engendrado, no hecho, consustancial al Padre»; por
medio de estas expresiones afirmaban que el Hijo lo es naturalmente del
Padre y tiene su misma naturaleza, divina. El término más neurálgico y
decisivo era el «consustancial» (homousios), que fue la señal de batalla
para los sucesivos arrianos y semiarrianos (v. ARRIO Y ARRIANISMO). El
vocablo, no bíblico, se encuentra ante todo en la literatura gnóstica del
s. iI, pero ya desde el Iii era de uso bastante corriente cuando menos en
Alejandría. Quería significar que el Verbo, por ser verdadero Hijo, no era
ajeno a la naturaleza del Padre, como las creaturas, sino que su
naturaleza era tan divina como la del Padre.
El Símbolo promulgado por Nicea obtuvo la aprobación explícita y
encomiástica de los Papas Julio I, Dámaso y sus sucesores, fue ratificado
por el I Conc. de Constantinopla (381; v.) fue citado en el de Éfeso (431;
v.) como piedra de toque para verificar la ortodoxia de Cirilo de
Alejandría (v.) y la herejía de Nestorio (v.) y fue confirmado por el Conc.
de Calcedonia (451; v.). Es la primera definición dogmática en el
Magisterio de la Iglesia. Sin embargo, apenas se afirmó en el uso
litúrgico.
Como norma de fe el Símbolo de Nicea constituye el primer escrito
que hay que creer como la S. E. y después de ella, por expresar la verdad
revelada por Dios. La tradición comienza a escriturarse. Es cierto que la
mayor parte de las expresiones del Credo de Nicea están en la Biblia, pero
no todas, pues contiene palabras tomadas del lenguaje filosófico que
sirven para definir con más precisión la verdad revelada. El Magisterio de
la Iglesia impone la verdadera interpretación de la Biblia. Los textos de
la filiación divina del Verbo hay que entenderlos en sentido estricto,
mientras que los qué contienen la palabra «hecho» atribuida al Hijo hay
que tomarlos en su sentido amplio. Con eso el Magisterio de la Iglesia
demuestra que se funda en dos bases y recibe la Revelación por los dos
cauces de la Biblia (v.) y la Tradición (v.); aquí la Tradición esclarece
autoritariamente la Biblia; Biblia y Tradición trasmitidas por el
Magisterio de la Iglesia hallan en el Símbolo de Nicea una síntesis
doctrinal. Aparte de la Iglesia católica, todas las comunidades cristianas
admiten hoy el Credo de Nicea. Un Decreto del Conc. de Éfeso prohibió las
modificaciones ideológicas de dicho Símbolo (Denz.Sch. 265).
BIBL.: E. SCHWARTZ, Das Nicaenum
und das Constantinopolitanum auf der Synode von Chalkedon, «Zeitschrift
fiir neutestamentliche Wissenschaft» 25 (1926) 38-88; H. DU MANOIR, Le
symbole de Nicée au concite d'Éphése, «Gregorianum» 12 (1931) 104-137; T.
CAMELOT, Symbole de Nicée ou Foi de Nicée?, «Orientalia christiana
periodica» 13 (1947) 425-433; G. DOSSETTI, Il símbolo di Nicea e di
Costantinopoli, Roma 1967; 1. ORTIZ DE URBINA, El símbolo niceno, Madrid
1947; fD, Nicea y Constantinopla, Vitoria 1969.
J. ORTIZ DE URBINA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
|