FARISEOS


Nombre y fuentes. El nombre fariseo, párúsh en hebreo moderno, perúsha' en arameo y siriaco, y pharisaios en griego, significa el separado. Con este término se designa un grupo o tendencia cultural religiosa del judaísmo, desde la época de los Asmoneos (v.), que florece en tiempos de Jesucristo y de los comienzos del cristianismo. La etimología de la palabra f. es explicada de modo diferente según los autores; los f. son los separados, ¿pero de qué o de quién? Las respuestas son varias: separados del sacerdocio, de la impureza (Sabim, V.1; Aboth, 111,13), del pueblo de la tierra (cfr. lo 7,49); otros autores asimilan f. (p r s) a persa, puesto que varias ideas del fariseísmo tendrían sus orígenes en la cultura y religión persas de los tiempos del judaísmo posexílico. De todas formas, los f. son nacionalistas y rigoristas religiosos que se consideran el verdadero Israel y que entre sí se dan el nombre de amigos, los haberim, y también de piadosos, los hasidim (v. ASIDEOS), que son los observantes fieles de la Ley de las tradiciones de los padres.
     
      Los f. no se mencionan explícitamente en el A. T. La fuente principal para conocerlos es Flavio Josefo (v.) en su Bellum Judaicum (11,8,14) y principalmente en sus Antiquitates Judaicae (XIII,5,9; XIII,10,5,6; XVII,2,4; XVII1,1,2). Varias indicaciones aparecen en la Michina (Yadayim, IV,6,7.8; Demai, 11,3; IV,6,9,12). Otra fuente importante son los Evangelios, los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de S. Pablo (p. ej., Philp 3,5; Gal 1,12 ss.).
     
      Los f. aparecen como descendientes espirituales de los asideos (v.), que apoyaron la revuelta de los Macabeos (v.). Según Flavio Josefo, «en aquel tiempo había tres sectas (airéseis) entre los judíos, que pensaban diferentemente con respecto a las cosas humanas. Eran denominados fariseos, saduceos y esenios. Los fariseos dicen que ciertas cosas, no todas, son fruto del destino; otras, sin embargo, están en nuestro poder el realizarlas o no. Los esenios (v.) muestran que el destino es la clave de todo: nada ocurre a los hombres que no sea según su decreto. Los saduceos (v.) suprimen el destino, pensando que las cosas humanas suceden no por el hecho del destino, sino que todo depende de nosotros mismos» (Ant. Jud. XIII,5,9). Los f. forman un grupo cultivado que se opone a la vieja aristocracia anquilosada (Ant. Jud. XVIII,1-4), y llegan a tener influencia en el pueblo (ib. X111,10,5; XVII,2,4).
     
      Historia. El origen de los f. se remonta a la estructura sociológica y religiosa del judaísmo en tiempo de la restauración persa (v. ASIDEOS), en el que se constata un ideal separatista y una tendencia a la formación de grupos de piadosos. Los sacerdotes y los escribas (v.) son los elementos principales que contribuyen a la formación de las nuevas estructuras del judaísmo. Del grupo sacerdotal se originarán los saduceos y del grupo de los escribas los f. (cfr. Mt 23,25; Le 11,37). Ambos son herederos espirituales de los asideos (1 Mach 7,12 ss.), en los que se apoyan los primeros reyes asmoneos (v.) al reaccionar contra la helenización.
     
      El grupo de los f. aparece más caracterizado en tiempo del asmoneo Juan Hircano (135-105 a. C.; v. ASMOtvEOS) con quien entra en oposición, manifestándose ya la aceptación popular del fariseísmo. Flavio Josefo (Ant. X111,10,6). El segundo epigrama de Cant 8,11-12 sería, según algunos, producto de un escriba f. de este motivo de la rivalidad entre Juan Hircano y los f. es que éstos, fieles a la estricta observación de la Ley, exigen del rey que abandone el título de Sumo Sacerdote, por razones relacionadas con su ascendencia materna; tal exigencia del f. Eleazar suscita la ira del monarca que, desde entonces, se pasa al partido de los saduceos (Ant. XIII,10,6). El segundo epigrama del Cantar de los Cantares (8,11-12) sería producto de un escriba f. de este tiempo si se entiende como una crítica acerba al rey, que se presenta con pretensiones de un nuevo Salomón, y al funcionalismo saduceo; para los f. la política de Juan Hircano es una usurpación del dominio que pertenece solamente a Dios (vers. 12). Flavio Josefo afirma que los f. por su simplicidad de vida (Ant. XVIII 1,3; Bell. Jud. 11,8,14) se oponen a la riqueza y arrogancia de los saduceos, que tienen su origen en una aristocracia de nacimiento y comprada por el dinero, mientras que los f. quieren formar una nueva aristocracia basada en la cultura y el conocimiento de la Escritura: «Había entre los judíos una secta de personas orgullosas de su exacto conocimiento de la Ley tradicional» (Ant. XVII,2,4). Este ideal de educación es una reacción contra la influencia griega, y fortalecerá el fariseísmo como conductor de la vida religiosa y moral del pueblo (cfr. Abobth 1,11; Eccli 51,23).
     
      Los f. se oponen también a la política de los asmoneos Aristóbulo I y, principalmente, Alejandro Janeo (103-76 a. C.) (Ant. X111,13,5; una alusión a esta situación se hace probablemente en 4 Qp Nahum: cfr. Allegro, JBL, LXXV, 1956, 90). Janeo, al final de su reinado, comprende la influencia de los f. y que el camino para una buena política es aliarse con ellos y gozar de su influencia popular.
     
      De este modo los f. pasan a ser un grupo influyente en la política de Salomé Alejandra (76-67 a. C., en cuya época se convierten en las figuras más importantes del Sanedrín (v.). Es significativa la afirmación de Flavio Josefo: «Alejandra Salomé designó a Hircano como Sumo Sacerdote a causa de su edad, pero sobre todo por su falta de energía. Permitió a los fariseos hacer todo lo que les agradaba y también ordenó al pueblo a que les obedeciese. Como los reglamentos introducidos por los fariseos, de acuerdo con las tradiciones de sus padres, fueron abolidos por su suegro Hircano, ella los restauró. Aunque ella mantenía el título de soberana, los fariseos poseían el poder. Por ej., reconducían a los cautivos, libertaban a los prisioneros; en una palabra, en nada diferían de señores absolutos» (Ant. X111,16,2). Los más célebres f. de esta época son Simon ben Saatah y Judá ben Tabay (cfr. Jer. Hag., 11,77d; Sota 47a). Para algunos sería de este tiempo el libro de Judit (v.), que manifestaría el ideal farisaico. En este ambiente se debe colocar el trabajo de los f. para la revalorización de los antiguos textos bíblicos y la formación de una nueva literatura. Este trabajo es un testimonio de las principales creencias de los f. en la línea de la resurrección y de la tradición que reinterpreta los antiguos textos: «Se leía la Biblia y se meditaba en una Tradición viva, preocupada en responder a las necesidades espirituales del pueblo judío en todos los momentos de su existencia. Al final del siglo primero de la Era cristiana, los círculos rabínicos farisaicos, después de haber impuesto poco a poco su hegemonía durante la época de los asmoneos, determinarán definitivamente en Jabné (griego Yamnia) el texto y el canon de las Escrituras» (R. Tournay, «Rev. Biblique» LXIX, 1962, p. 505). Y ciertamente en este mismo ambiente se debe colocar la literatura intertestamentaria, en la que los f. exponen sus ideas apocalípticas y mesiánicas concernientes a la instauración del Reino de Dios (v.) y a la obra del Mesías (v.) davídico (v. APóCRIFOS BÍBLICOS I; APOCALIPSIS II).
     
      La influencia farisaica continúa en tiempo de Herodes el Grande (v.), que tiene que adaptar su política-,a sus exigencias y susceptibilidades. Los saduceos, con sus sumos sacerdotes, mantienen la dirección del Sanedrín; mientras los f. se aseguran mayor influencia popular (Ant. X111,10,6; XVII,2,4; XVI11,1,3). En este tiempo se robustece la cultura farisaica con maestros como Sammay (v.) e Hilel (v.), que engrosan la lista de las grandes «parejas» que constituyen la tradición (cfr. P. Aboth 1,1 ss.). De la escuela de Hilel sobresalen las figuras de Gamaliel I (v.) y Johanan ben Zalcay.
     
      En tiempos de Jesucristo los f. forman el cuadro fundamental de la cultura popular y religiosa del judaísmo. El ambiente dibujado en los Evangelios muestran a Jesús en controversia con los f.; la enseñanza de Jesús, por medio de parábolas, a fin de mostrar el verdadero sentido de la justicia del Reino de Dios, se opone a la mentalidad y legalismo de los f. (cfr. Mt 5,20; Le 15,1 ss.; Mt 23,1 ss.). Mientras S. Mateo (23,25) identifica a escribas y f., S. Lucas (11,37) los distingue: todo escriba (v.) no era necesariamente f. Por su origen popular los f. en esta época continuaban más próximos del pueblo que los saduceos (Ant. X111,10,5). Entre los años 30 y 70 la máxima figura farisaica es Gamaliel (v.) que habla a favor de los cristianos en el Sanedrín (Act 5,34), siendo también maestro de S. Pablo (Act 22,3; Gal 1,10 ss.; Philp 3,5). Después de la caída de Jerusalén, la tradición farisaica continúa en la población de Yabné (o Yamnia) con Johanan ben Zakay. Y al principio del s. Ii aparece la brillante personalidad de Aquiba (v.). A partir de la caída de Jerusalén (v. CELOTES) los saduceos representan un ideal antiguo, perdiendo su influencia, de modo que es el fariseísmo quien continúa, en el futuro, la vida del judaísmo (v.).
     
      La Ley y la Tradición. Característico de los f. es la importancia que dan a la observancia de la Ley mosaica y a la Tradición oral. Un logion de Hilel lo afirma claramente: nadie puede honrar y servir a Dios si no posee la ciencia exacta de la Ley y la Tradición (P. Aboth 11,5). «Los fariseos impusieron al pueblo, como oriundo de la tradición de los padres, puntos de derecho que no están inscritos en la Ley de Moisés, y que el grupo de los saduceos por eso mismo no los acepta, diciendo que es preciso solamente aceptar lo que está escrito. Eso fue la causa de muchas investigaciones y discusiones» (Ant. Jud. X111,10,6; XVI1,1,4). Esas tradiciones codificadas en Yabné, después de la caída de Jerusalén en el 70, por Johanan ben Zakay, están presentes en el origen de la Michina y del Talmud (v.; cfr. D. Daube, New Testament and Rabbinic Judaism, Londres 1956).
     
      En el origen de la actitud de los f. influyen el sentido griego de la educación; los f. lo adoptan, pero escogiendo por objeto principal la Ley, a fin de formar a la juventud y al pueblo sin que se contaminen con los principios y costumbres paganos, principalmente las costumbres griegas. Tratan de orientar toda la vida, tanto la vida moral individual como sus manifestaciones religiosas y sociales, bajo la Ley, y sustentar la esperanza en la futura manifestación del Reino de Dios y la obra de su Mesías. Esta interpretación y observancia de la Ley es entendida como una búsqueda de la Justicia que se realiza por las obras externas (cfr. Le 12,54 ss.).
     
      De esta actitud se origina una jurisprudencia necesaria para la aplicación actual y concreta de la Ley, pero que lleva aparejado el peligro de una casuística formalista, en la que sucumben los f.; casuística que se transforma también en sutileza, p. ej., con respecto a lo que es o no permitido en sábado; y formalismo en rebeldía con el sentido común y con el amor al prójimo, y que a veces cae en la hipocresía. Actitudes que merecen la severa crítica de Jesús (Mt 23,1 ss.). Esa jurisprudencia orienta la vida en tres puntos que, desde los tiempos del exilio babilónico y principalmente en la época de la revuelta de los Macabeos, se transforman en los signos externos del judaísmo: el sábado, pureza legal, impuestos sagrados.
     
      Desde Nehemías (v.) la observancia del sábado (v.) pasa a ser una de las manifestaciones importantes de la vida de los judíos (Neh 13,15 ss.). En el momento de la helenización de Jerusalén la observancia del sábado es un motivo de honor que debe ser mantenido hasta incluso con el martirio (1 Mach 2,29-38). Los f. guardan este ideal y formulan toda una casuística con el fin de orientar su observancia; de esta jurisprudencia minuciosa nacen varios tratados de la Michina: Shabbath, Erubin,Beza o Yom Tom. El peligro en que caen los f. es el haber hecho de esta observancia exterior casi un absoluto, una orientación totalizante de la vida, cuando debería ser sólo uno de sus aspectos o la manifestación de una justicia más profunda, la que Jesús viene a revelar y dar la posibilidad de realizar, mostrando que el hombre es señor del sábado y que el sábado fue hecho para el hombre y no al contrario (cfr. Mi 12,1 ss.; Le 15,1 SS.).
     
      Igualmente la preocupación por la pureza legal ya era un viejo ideal del judaísmo que lo distinguía del paganismo (cfr. Lev 11,1 ss.; Esdr 9,2 ss.; v. PURIFICACIóN ii). La historia de Daniel y de sus compañeros indican el significado de las observancias referentes a los alimentos (Dan 1,1 ss.; Num 5,1-4; 19; 31,20-24). En este punto también florece la jurisprudencia casuística que establece los motivos principales de impureza (cfr. Kelim 1,1-4), y se constata la controversia de Jesús contra los f., que corren el peligro de materializar el sentido de la Alianza, la cual según el anuncio de los profetas debería ser una realidad eminentemente interior y que nace del corazón (Me 7,1 ss.) y no se debe contentar con la práctica externa de las abluciones y demás formalidades puramente rituales (Mt 15,2; 23,25-26; Le 11,38-39). También la preocupación por el pago exacto de los impuestos religiosos nace de la jurisprudencia y casuística farisaica (Mt 23,23; Dt 14,22; Heb 7,4).
     
      La dogmática farisaica. La justicia farisaica se manifiesta por medio de las obras externas, que la mayor parte de las veces son un motivo de jactancia como demuestra la parábola del f. y el publicano. Las obras de limosna, de la oración y del ayuno, características de la justicia de los f., Jesús exige que sean observadas con otro espíritu, completamente distinto (Mi 6,1 ss.). De esa importancia de la práctica externa nacen los instrumentos distintivos de los f., como la Zizit (cfr. Justino, Diálogo con Trifón, cap. 46, final; Mt 9,20; Le 8,44; Mt 14,36; 23,5); los Tephlim o Filacterias, que contenían las palabras esenciales de la Ley, y que se llevaban en el brazo o en la frente, para observar materialmente las prescripciones de Ex 13,9.16; Di 6,8; 11,18 (Mt 23,5); y, por último, la Mesusa, objeto colocado en las habitaciones, según las ordenanzas de Dt 6,9 y 11,20, conteniendo la inscripción de Dt 6,4-9 y 11,13-21.
     
      Los f. daban gran importancia a la libertad del hombre y a la acción de la providencia (Ant. X111,5,9), y su concepto de la transgresión moral, acto contra la voluntad divina manifestada en la Ley, lo resumen en 613 preceptos; la consecuente idea del perdón muestra la significación de su actitud delante de Dios. En una página célebre del Talmud (v.) se enumeran siete categorías de f., de las cuales solamente una es piadosa: el beneplácito divino es para quien le obedece por amor (Ab. R. Nathan).
     
      El texto célebre de Flavio Josefo (Ant. XVIII,1,3; Bell. Jud. 11,8,14) muestra el sentido fundamental de la fe farisaica en relación con las cosas humanas y el sentido de la historia: dando una significación religiosa a los acontecimientos, piensan que eso no obsta al hombre para dirigirlos (Ant. XIII,5,9). Por eso esperan la manifestación del Reino de Dios (v.) sobre la tierra y profesan una viva esperanza mesiánica y la aparición de un nuevo orden de las cosas. En el plano teológico es donde los f. se muestran progresistas, insistiendo en varias ideas nuevas, representando una tendencia apocalíptica moderada (cfr. 4 Esdras), que supone cierta influencia de las ideas religiosas persas en el judaísmo.
      Diversos aspectos de la escatología (v.) son destacados por los f.: la inmortalidad personal, el juicio después de la muerte, la resurrección (Dan 12,1 ss.), por lo menos para los justos, «para ellos toda alma es imperecedera, pero solamente la de los buenos pasa a otro cuerpo, mientras que la de los malos es castigada con la pena eterna» (Bell. Jud. 11,8,14). San Pablo, formado en el fariseísmo, certifica esta creencia, de la que se sirve en un momento difícil de su vida (Act 23,6,8).
     
      La doctrina farisaica también desarrolla la angelología (Ant. XXIII,6,8) que se enraíza en los antiguos textos del A. T. (Gen 16,7; 22,12; 1 Reg 19,5): los ángeles (v.) forman la corte celestial y son los mensajeros de Dios (Is 6,3; Ps 29,1; 1 Reg 22,10; Ps 103,21; lob 4,18; Tob 12,15). Pero la angelología se desarrolla con influencia de especulaciones oriundas de otras culturas, como la babilónica y la persa (Enoc 11,6: angelología y especulaciones astrológicas; Enoc XX,1-8; XIV,18 ss.).
     
      V. t.: ASIDEOS;ASMONEOS;ESCRIBAS;SADUCEOS.
     
     

BIBL.: E. SCHÜRER, Geschichte des jüdischen Volkes, II, Leipzig 1909, 456 ss.; J. LEBRETON, La vie et Venseignement de Jésus-Christ, 1, Conflits avec les pharísiens, 16 ed. París 1947, 132-151; J. VOSTÉ, De sectis iudeorum tempore Christi, Roma 1929; M. J. LAGRANGE, Le Judaisme avant Jésus-Christ, París 1931, 268-301 ; J. BONSIRVEN, Le Judaisme palestinien au temps de Jésus-Christ, II, París 1935, 238 ss.; L. FINKELSTEIN, The Parisees, 2 ed. Filadelfia 1946 (sólo el aspecto social-político de los f.); A. TRICOT, El mundo judío, en A. ROBERT y A. FEUILLET, Introducción a la Biblia, 11, 3 ed. Barcelona 1970, 81-89.

 

LUIS-BERTRANDo GORGULHO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991