EZEQUIEL


1. El profeta y su tiempo. Ezequiel era hijo de un sasacerdote de Jerusalén llamado Buz¡ (Ez 1,3). Nada se sabe del lugar y fecha de su nacimiento. Tomando como base la fecha de su vocación (a. 592: para toda esta cuestión seguimos la cronología de C. Schedl, Geschichte des Alten Testaments, IV, Innsbruck 1962, que cuenta el primer año de la deportación -«principio de la deportación»- como año cero) y suponiendo que entonces tuviera unos 28 ó 30 años, E. debió nacer hacia el 622620 a. C. El 622 se encontró en el templo el Libro de la Ley (2 Reg 22,3 ss.) y este hallazgo impulsó la reforma religiosa de Josías. Durante la infancia y juventud de E. ocurrieron en Palestina sucesos importantes que debieron dejar su huella en la mente del joven sacerdote. El 612 desaparecía Nínive de la escena histórica. El 609 perecía trágicamente el rey Josías, llevando consigo a la tumba las esperanzas que en él se habían puesto. Ese mismo año subía al trono su hijo Joacaz, que sólo reinó tres meses, pues fue depuesto y deportado a Egipto por Nekó II (2 Reg 23,31-35; Ez 19,4-5). Le sucedió Joaquim (609/8-597), llevado al trono por Nekó. Durante el reinado de Joaquim reaparece en Palestina la idolatría. El año 608 pronuncia Jeremías (v.) un sermón en el templo que casi le cuesta la vida. Es muy posible que E. haya escuchado o tenido noticia de este sermón, pues Ez 18 tiene muchas semejanzas con Ier 7,1-15 y 26,1-24. El 605 Nabucodonosor (v.), entonces príncipe hereditario de Babilonia, venció en Karkemis al Faraón Nekó II. Esta victoria señaló el comienzo de la hegemonía babilónica sobre la región siropalestinense. Ezequiel habrá vivido, sin duda, estos acontecimientos y habrá visto con simpatía la actitud de Jeremías, quien por entonces predijo la ruina de Jerusalén y del templo (Ier 19,1 ss.; 20,1-6) y dictó sus primeras profecías a Baruc (Ier 36,1 ss.).
     
      El 597 caía Jerusalén en manos de Nabucodonosor. Durante el asedio, o poco antes, moría Joaquim, sucediéndole su hijo Joakin, que sólo reinó tres meses, pues Nabucodonosor lo deportó a Babilonia, junto con la reina madre, altos funcionarios de la corte, notables de la ciudad, guerreros y artesanos (2 Reg 24,8,10 ss.; 2 Par 26,10). Entre estos deportados se encontraba la familia de Buz¡, cuyo personaje más importante había de ser Ezequiel. La familia de E. era, sin duda, una familia ilustre, pues Nabucodonosor sólo dejó en Palestina a las gentes de condición humilde. Como sacerdote, Buz¡ conocía perfectamente las tradiciones religiosas de su pueblo y sin duda habrá procurado imbuir en su hijo E. una sólida formación religiosa. Ezequiel aprendió en su casa el respeto al templo y a los ritos sagrados, comprendió la pureza que se exige a los ministros del altar y otras prescripciones morales, religiosas y rituales, de todo lo cual da amplio testimonio su libro.
     
      Los deportados perdieron sus propiedades y sólo pudieron llevar consigo lo imprescindible para el viaje. Cuando cuatro años más tarde E. anuncie la deportación de los que quedaron en Palestina (Ez 12,1-16), el profeta podrá describir con todo realismo los preparativos y angustias de esa deportación, pues él mismo había vivido otra semejante. En Babilonia, los desterrados se dedicaron principalmente a las labores del campo. Las comunidades judías podían organizarse libremente, elegir sus propios jefes -los «ancianos»- y moverse de una parte a otra sin dificultad. Pero carecían de templo, de sacrificios regulares y se encontraban en un país impuro, lejos de la presencia de Yahwéh. Los falsos profetas les aseguraban que el destierro duraría poco (ler 29,8 ss.), y las gentes no podían hacerse a la idea de que el destierro fuera un castigo de Dios por los pecados de la nación. En este ambiente material, espiritual y moral vivía E., dedicado como los demás a las tareas agrícolas en la colonia judía de Tell-Abib, a unos 80 Km. al sudeste de Babilonia (Ez 1,1; 3,15). No sabemos cuándo se casó; sólo sabemos que vivía allí, en una casita de adobes, con su mujer, a quien amaba tiernamente (Ez, 24,15). Un día de verano, el 21/22 jul. 592, se le aparece Yahwéh (Ez 1,1 ss.) y lo envía como profeta a sus compañeros de exilio para disipar sus ilusiones de un próximo retorno a la Patria, para anunciarles la ruina definitiva de Jerusalén y para preparar los ánimos a la conversión y a la restauración futura.
     
      La actividad de E. se divide en dos periodos, separados por la fecha trascendental de la ruina de Jerusalén (a. 586; v.). Durante el primer periodo, que comprende desde el 592 al 586, E. es el anunciador del juicio divino (Ez 3,26), es decir, debe explicar al pueblo el sentido de la ruina de Jerusalén que ya nadie puede evitar. Durante el segundo, que abarca desde el 585 al 570 -año del último oráculo datado (Ez 29,21)- E. es el centinela del pueblo (Ez 33,7), esto es, debe preparar a los desterrados para la restauración que se iniciará en Palestina.
     
      Los principales acontecimientos de su vida pueden establecerse con seguridad a base de unas cuantas fechas que el propio profeta se cuidó de anotar en su libro. Estos hechos, situados cronológicamente, son los siguientes: A los siete días de la vocación, E. realiza sus primeras acciones simbólicas (cap. 3,16a; cap. 4-5, menos 4,4-8). El 9 ag. 591 contempla en una visión la profanación del templo de Jerusalén y ve cómo la Gloria de Dios (v.) abandona el Santuario y la ciudad (cap. 8-11,13). El 1 sept. 590 recibe la visita de algunos «ancianos de Israel», que vienen a consultarle sobre diversas cuestiones cultuales (20,1-31). El 5 en. 587 anota, por orden de Dios, la fecha del asedio de Jerusalén y anuncia la caída de la ciudad con la acción simbólica de la caldera (24, 1-14). El 26 en. 586 profetiza que el «gran cocodrilo» -el Faraón Jofra- será arrojado al desierto (29,1-16). El 19 abr. 586 anuncia que el brazo del Faraón se ha roto y no podrá pelear (30,20-26). El 11 jun. 586 predice la ruina de Egipto, simbolizado en un cedro abatido (31,1 ss.). Poco después de este oráculo -otros piensan que ocurrió el 5 en. del 587, fecha del asedio de Jerusalén- pierde a su esposa y no debe hacer duelo por ella (24,15-27). Luego se queda mudo (3,26), cae postrado (3,25; 4,4-8) hasta la llegada del fugitivo que le trae la noticia de la caída de Jerusalén. El 17 ag. 586 Jerusalén era un montón de ruinas (Ier 52,12; 2 Reg 25,2,8).
     
      El 8 en. 585, cinco meses después del asalto de la ciudad, llega el fugitivo y comunica a E. la noticia (Ez 33,21). El día anterior el profeta había recobrado el habla (33,22). A partir de este momento comienza el segundo periodo de su actividad profética. El 3 mar. 585 compone un canto fúnebre a la «muerte del gran cocodrilo», Egipto (32,1 ss.). A esta misma fecha corresponde el oráculo contra Tiro (26,1 ss.). El 16 abr. 585 pronuncia otro oráculo contra Egipto: la bajada del Faraón a los infiernos (32,17 ss.). El 17 abr. 572 comenzó a circular por la región de Babilonia la visión del nuevo templo (cap. 40-48). El 16 abr. 570 pronuncia su último oráculo contra Egipto (29,17-21). Aquí acaban las noticias ciertas sobre la vida y actividad de Ezequiel. Una tradición judía posterior afirma que E. murió asesinado por un jefe del pueblo.
     
      La tesis tradicional que acabamós de exponer sobre el lugar, tiempo y modo de la actividad de E. ha sido impugnada en los últimos treinta años por diversos autores. Sus posiciones pueden resumirse fácilmente en cuatro hipótesis: (1) Hipótesis de un ministerio exclusivamente palestinense de E. realizado antes de la caída de Jerusalén (a. 586) y cuyo contenido se encuentra en los cap. 1-39; un redactor del exilio habría redactado el libro en torno al 572 (Ez 40,1), dándole el carácter babilónico actual, y habría añadido los cap. 40-48. La defienden, entre otros, V. Herntrich (1933) y J. B. Harford (1935). (2) Hipótesis de un doble ministerio de E., primero en Palestina, desde el 592 al 586, y después en Babilonia, desde el 585 al 570. La defienden, entre otros, A. Bertholet (1936), P. Auvray (1947), A. van den Born (1947), W. Robinson (1948) y J. Steinmann (1953). (3) Hipótesis de un triple ministerio de E., primero en Babilonia, donde recibió la vocación el 592, después en Palestina, en donde actuó hasta la ocupación de la ciudad (a. 586), y, finalmente, en Babilonia de nuevo, hasta su muerte. La defienden principalmente O. R. Fisher, D. N. Freedman y A. Bentzen. (4) Hipótesis de un Pseudo-Ezequiel; nunca ha existido tal profeta; el libro sería un pseudoepígrafo escrito por un autor desconocido entre el 240 y el 180 a. C. La expuso C. C. Torrey (1934). La tesis tradicional, que consideramos la más válida, sostiene que E. actuó únicamente en Babilonia desde el 592 al 570. La defienden, entre otros, J. Ziegler (1948), C. G. Howie (1950), A. Lods (1950), G. Fohrer (1952 y 1955), H. H. Rowley (1953), A. Gelin (1957), F. Spadafora (1948 y 1960), O. Eissfeldt (1964), W. Eichrodt (1966), M. Testa (1966).y W. Zimmerli (1959-1968). Las razones en favor de esta tesis son muchas y las dificultades que presenta son siempre menores que las de cualquiera de las otras hipótesis.
     
      2. El libro y sus problemas de autenticidad y composición. El libro de E. consta de tres partes: A) Oráculos contra Judá y Jerusalén (cap. 1-24); B) Oráculos contra las naciones (cap. 25-32); C) Oráculos de restauración mesiánico-escatológica (cap. 33-48). Este orden, a primera vista, tan perfecto está perturbado por una serie de factores: 1) hay narraciones duplicadas o muy parecidas (3,17-21 y 33,7-9; 18,25-29 y 33,17-20; 11,16-21 y 36,16-28); 2) la inmovilidad del profeta (3,25; 4,4-8) y su mutismo (3,26) se ponen al principio del libro, cuando históricamente sucedieron mucho más tarde (el a. 586); sobre estos dos hechos hay varios relatos que evidentemente están fuera de lugar; la sucesión lógica sería: 3,22-27; 4,4-8; 24,25-27; 33,21-22; 3) los oráculos contra las naciones están intercalados en el libro actual precisamente en el tiempo de mutismo del profeta, es decir, entre 24,27 (comienzo del mutismo) y 33,21-22 (fin del mutismo); esta ordenación del material no puede ser primitiva; 4) la visión del carro de Yahwéh (1,4-3,15) está interrumpida por la visión del volumen (2,1-3,9); 5) la visión de la idolatría de Jerusalén (cap. 8-11) está cortada por dos fragmentos (11,1-13 y 11,14-21) que no pertenecen a este contexto; 6) de los siete oráculos contra las naciones, que llevan una fecha, cinco están colocados cronológicamente, pero dos -el 1° contra Tiro (26,1) y el 3° contra Egipto (29,17)- están fuera de lugar. Estos datos parecen revelar una historia larga y complicada en la redacción definitiva del libro de E. Esta historia ha debido seguir las siguientes etapas:
     
      a. Los dos diarios de Ezequiel. En el libro actual hay dos series de textos que contienen datos cronológicos precisos. Cada una de esas series da siete fechas. La la contiene datos de la vida de E.; la 2a recoge oráculos contra las naciones. Las fechas del primer «diario» son:
     
      1) 21/22 jul. 592: Teofanía, vocación y misión del profeta (1,1-3,15).
     
      2) 29 jul. 592: Primeras acciones simbólicas (3,16a; 4-5).
     
      3) 9 ag. 591: Visión del templo profanado (cap. 8-11). 4) 1 sept. 590: Consulta de los ancianos (20,1-31).
     
      5) 5 en. 587: Comienzo del asedio de Jerusalén (24, 1-14).
     
      6) 8 en. 585: Llegada del cautivo (33,21); fin del mutismo (33,22).
     
      7) 17 abr. 572: Visión del nuevo templo (cap. 40-48). Este «diario» comprende veinte años de vida de Ezequiel. Da la impresión de algo completo en sí mismo y debe remontgrse al propio profeta. A este núcleo primitivo de oráculos pueden añadirse otra serie de profecías que, aunque carezcan de indicaciones cronológicas, tienen datos autobiográficos y contienen hechos tan importantes que es difícil pensar que faltaran en este primer «diario». Estas profecías serían, según' el parecer de Eichrodt: la muerte de la esposa (24,15-27); comienzo del segundo periodo de actividad (33,1-20); consulta de los ancianos (14,1-11); visión de los huesos secos (37, 1-15); el equipo del emigrante (12,1-20); la reunificación de los dos reinos (37,15-27); maldición y bendición sobre los montes de Israel (cc. 6; 36,1-15). A esta colección nosotros añadiríamos la promesa de la Nueva Alianza, culmen de las profecías de E.; cfr. 36,26-27 comparado con 37,5.9-10; y 36,24.26-28.37-38 comparado con 37,21,23,25,26.
     
      Fechas del segundo «diario»:
     
      1) 26 en. 586: Contra Egipto (29,1-16).
      2) 19 abr. 586: Contra Egipto (30,20-26).
      3) 3) 11 jun. 586: Contra Egipto (31,1-18).
      4) 4) 3 mar. 585: Contra Tiro (26,1 ss.).
      5) 5) 3 mar. 585: Contra Egipto (32,1 ss.).
      6) 6) 16 abr. 585: Contra Egipto (32,17 ss.).
      7) 7) 16 abr. 570: Contra Egipto.
     
      Las siete fechas de este diario también están ordenadas cronológicamente, excepto las de los oráculos 1° y 3°. En los oráculos l° (26,1) y 3° (32,17) falta la mención del mes. Los oráculos 1°, 2°, 3° fueron pronunciados durante el asedio de Jerusalén (a. 586); los oráculos 4°, 5°, 6° fueron pronunciados después de la llegada del fugitivo (8 en. 585; cfr. 33,21-22). Como ya se dijo, todos los oráculos contra las naciones están colocados en el libro actual durante el periodo de silencio. Este orden, lógicamente, no puede ser primitivo. Todo ello demuestra que los Oráculos contra las naciones debían constituir también una colección propia y completa en sí misma, preparada y ordenada por el propio Ezequiel.
     
      b. Las hojas sueltas. Además de estos dos «diarios» existen otras profecías no fechadas cuya época y momento concreto es difícil establecer. Ezequiel fue ante todo un predicador, no un escritor; pero esto no obsta para que haya utilizado muchas veces la pluma para redactar sus sermones (cfr. 1,1-3-15; 3,16b-21; 33,1-6; 33,10-20) y otras veces para poner por escrito las respuestas que daba de palabra (cfr. 16,1-43; 18,1-20; 23,1-27; 36,1638). Estos sermones y estas respuestas han podido tener existencia autónoma durante un tiempo más o menos largo.
     
      c. La redacción final del libro. El núcleo principal del libro actual está constituido por el primer «diario». Un redactor posterior introdujo en él el segundo «diario» con los oráculos contra las naciones y las «hojas sueltas», con oráculos no datados, que circulaban independientemente de las otras colecciones. El orden actual responde evidentemente a motivos teológicos, de otro modo no se explica que el redactor no haya conservado siempre el orden cronológico, cuando éste se hallaba claro en los diarios del profeta. Este mismo redactor o editor reelaboró y amplió en diversos lugares el material dejado por Ezequiel. Más adelante otros redactores, discípulos de E., cambiaron y añadieron algunas cosas, sobre todo en los cap. 40-48, sobre el nuevo templo, y en los cap. 1 y 10, sobre la teofanía divina. El libro debió terminarse unos 40 ó 50 años después de la muerte del profeta. Su redacción definitiva no parece posterior a la reconstrucción del templo (a. 520-515), porque el templo imaginado por E. no corresponde al reconstruido por Zorobabel.
     
      En resumen, la tradición judeo-cristiana ha sostenido siempre que E. es el autor del libro, aunque haya podido haber intercalaciones redaccionales posteriores; en su totalidad pertenece al canon de los libros inspirados, como libro protocanónicos (v. BIBLIA II).
     
      3. Enseñanza y mensaje del libro de Ezequiel. Respecto a Dios, a su trascendencia y condescendencia el libro de E. contiene ideas muy claras. En la teofanía inaugural Yahwéh se revela al profeta como el soberano del mundo, cuya presencia no está circunscrita a un lugar, como Palestina, Jerusalén o el templo. Dios está presente en todas partes, por tanto, también en Babilonia. Las ruedas del carro divino dirigiéndose a los cuatro puntos cardinales simbolizan la omnipresencia de Dios. Los ojos de las ruedas representan la ciencia y el conocimiento universal de Yahwéh (l-3; 8-10; 43,2 ss.). Dios es trascendente. Cuando el profeta intenta describir la visión tiene que usar expresiones vagas: era «algo como un hombre», «como un metal brillante», «como el aspecto del fuego», «algo semejante a un trono», etc. Todo lo que rodea a Yahwéh está inmensamente por encima de lo que el hombre puede imaginar.
     
      Ezequiel aparece preocupado por salvaguardar «el honor de Yahwéh» y «la gloria que se debe a su nombre» (5,13.16.17; 6,7.10.13.14; 7,4.9.27; 25,5.7.11.14.17). La expresión «sabréis que yo soy Yahwéh» suena como un martillazo a través de todo el libro. Los hombres bien o mal dispuestos tendrán que reconocer la omnipotencia de Dios a través de sus obras (6,7.13; 15,7; 17,20; 20,38). Yahwéh es dueño de las fuerzas de la naturaleza que obedecen sus leyes y cumplen sus órdenes (1,4-28; 10,1-22; 37,1-14). También es dueño de las naciones, las cuales realizan sus planes, aún sin saberlo (4,1-3,9-11) 21,1 ss.); pero Yahwéh las castigará por haber sobrepasado su cometido (27,1-25; 28,2-5; 29,1-16; y los oráculos contra las naciones cap. 25-32).
     
      Yahwéh, sin embargo, es un Dios cercano, que acompaña a los desterrados a Babilonia, vive en medio de ellos, busca su conversión y se propone realizar sus planes futuros por medio de ellos (11,14-20; 20,23-44). Las relaciones de Dios con su pueblo, basadas en una elección gratuita (Ex 19,5), suponen un acto de amor y de predilección (V. ELECCIÓN DIVINA). La inobservancia de las cláusulas del pacto traerá consigo el castigo. La historia de la nación es una sucesión de pecados (5,5-17; 16,15-54; 20,8 ss.). Israel es una «casa rebelde» (2,3.5.6.7.8; 3,7.9.; etc.), Jerusalén, una «ciudad sanguinaria» (22,2), la nación entera, una «viña estéril» (19,1014; 15,6 ss.). Por eso, Yahwéh se verá obligado a castigar; pero castiga para obtener la conversión (16,35-63; 20,1-38).
     
      Ezequiel, predicador y pastor de almas, se preocupó sobre todo de formar las conciencias, de disipar los errores, de afianzar las voluntades en el bien. El principio del colectivismo y de la solidaridad, válido en sí mismo, debe armonizarse con el principio, igualmente válido, de la responsabilidad personal. Dios aplicará a la nación un castigo colectivo por faltas colectivas (cap. 16; 20; 22; 23; 36,16-19; 43,8); pero en el momento de peligro, y cuando la ruina es inevitable, el profeta dirá que cada cual se salve a sí mismo (14,14-20). Lo que él pretende es preservar a algunos, que constituirán el nuevo Israel y así entrarán a formar parte del «resto» (11,14-21). Respecto a este «resto» (ISRAEL, RESTO DE), E. afirma que los escapados de la catástrofe del 586 no son mejores que los que perecieron en ella (6,8 ss.; 12,5 ss.; 14,21 ss.). Antes de la ruina, E. había predicho que sólo algunos, los justos, serían perdonados (9,4 ss.); pero sólo el juicio divino separará definitivamente a los buenos de los malos (20,35-38; 34,17,20). Lo que E. quiere asegurar es la libertad y la responsabilidad de la persona. El castigo es inevitable; pero cada individuo en particular puede librarse de él y participar en la restauración futura de la nación. Ni siquiera el pasado personal puede hipotecar el futuro. Si un justo peca, será condenado. Si un impío se convierte, será perdonado. Dios no quiere la muerte del pecador, sino su conversión (33,10-20; 18; 14,12-23). Ezequiel expone así por primera vez de una manera clara los principios de la responsabilidad personal. Antes de él, ya había hablado del tema jeremías, pero mientras jeremías sólo prevé la abolición de la pena colectiva para la era mesiánica (Ier 31,29 ss.), E. la anuncia ya para el presente (18,2-3). Su pensamiento en este asunto representa un paso definitivo en el desarrollo de la moral del Antiguo Testamento.
     
      Ezequiel conoce y desarrolla la doctrina de la alianza (ALIANZA (REL.) II). La alianza sinaítica se presentaba como un pacto bilateral. Ezequiel carga esta noción de rasgos afectivos: Israel es el rebaño y Yahwéh su pastor (34,11.15.16); Israel es la viña y Yahwéh el viñador (19,10-14; 15,6 ss.); Israel es la esposa y Yahwéh su esposo (16,1-43,59-63; 23,2 ss.). Pero la antigua alianza fracasó por culpa de la nación (16,15-43). Israel debe, pues, sufrir las consecuencias de su infidelidad: la ruina de la nación, el destierro, la dispersión por las naciones son otras tantas sanciones por la violación del pacto. Pero Yahwéh no quiere la ruina definitiva de su pueblo; le dará de nuevo su gracia y su favor; habrá otra alianza, una alianza nueva y eterna (16,60-62). La realización comienza con la vuelta de Israel a su patria y la restauración, pues Yahwéh tiene poder suficiente para dar vida a un pueblo muerto, puede vivificar unos huesos secos (37,4-14). La «nueva alianza» será una alianza de paz (37,26); la acción de Dios será sobre todo de orden espiritual. Ezequiel precisa más lo que ya había dicho jeremías (ler 31,31-34); afirma que Yahwéh actuará directamente en el corazón de los hombres, comunicándoles su santidad; les dará «un corazón nuevo» y «un espíritu nuevo» (36,25-27). El don del espíritu será para cada individuo, de forma misteriosa, el principio de una renovación interior que le procurará la fuerza necesaria para observar la ley de Dios (36,27; 37,14; 11,19) y será una garantía permanente del favor divino (39,26-29).
     
      La influencia de E. en sus contemporáneos debió de ser considerable. Se le escuchaba con gusto, aunque no siempre con provecho (33,30-33). Su predicación convertía a los hombres. Gracias a E. los desterrados comprendieron el sentido religioso de la catástrofe nacional. Posteriormente otros, p. ej. Zacarías (cap. 12-14; v.) y Daniel (cap. 7-12; v.) se inspiraron en el estilo apocalíptico de Ezequiel. Job (v.), Proverbios (v.) y Eclesiastés (v.) y heredaron su problemática sobre la retribución y la responsabilidad personal. Su influencia se aprecia igualmente en las Crónicas (v.), Esdrás (v.) y Nehemías (v.) y en la redacción de la Ley de santidad (Lev cap. 17-26). El N. T. se inspiró en algunas de sus parábolas.
     
     
      V. t.: ANTIGUO TESTAMENTO; PROFECíA Y PROFETAS 1; ISRAEL, REINO DE; HEBREOS I y II.
     
      BiBL.: Introducciones generales: S. MUÑOZ IGLESIAS, Introducción a la lectura del Antiguo Testamento, Madrid 1965, 415-423; A. GELIN, Los libros proféticos posteriores, en A. ROBERT-A. FEUILLLT (dir.), Introducción a la Biblia, 1, Barcelona 1970, 491-504.
     
      Comentarios: católicos: P. HEINISCH, en Bonner Bibel, VIII,1, Bonn 1923; L. DENNEFELD, Ézéchiel, en La sainte Bible, de L. PIROT y A. CLAMER, París 1947; F. SPADAFORA, Ezechiele, en La Sacra Bibbia, de S. GAROFALO, Turín 1951; P. AUVRAY, Ézéchiel, en Bible de Jérusalem, París 1949; A. VAN DEN BORLA, en De Boeken van het O. T., Roermond-Maaseik 1954; R. AUGÉ, en Biblia de Montserrat, Montserrat 1956; E. POWER, Ezequiel, en Verbum Dei, II, Barcelona 1956, 558-609; M. GARCÍA CORDERO, Ezequiel, en Biblia comentada, III, Madrid 1961, 778-982; PROFESORES S. J., La Sagrada Escritura, Antiguo Testamento (ed. BAC), t. V, Madrid 1970.-No católicos: R. KRAETSCHMAR, Gottinger Handkommentar, 111,3, Gotinga 1900; 1. W. ROTHSTEIN, Die Heilige Schrift des A. T., 4 ed. Tubinga 1922; J. HERRMANN, Kommentar zum A. T., Leipzig 1924; A. BERTHOLET, Hezechiel, en Handbuch zum A. T., 13, Tubinga 1936; G. A. COOKE, International Crit. Commentary, Londres 1937; J. G. MATTHEWS, Ezekiel, en American Commentary, Filadelfia 1939; G. FOHRER, Ezechiel, en Handbuch zum A. T., 1,13, Tubinga 1955; W. ZIMMERLI, Biblischer kommentar, Altes Testament, XIII,l, 1959-68; O. EISSFELDT, Einleitung in das A. T., 3 ed. Tubinga 1964, 492-515.
     
      Otros estudios L. PERETTo, Ezechiele, en Bibl. Sanct. 5,405-421; J. LAJCIAR, Ezéchiel, sa personne et son enseignement, París 1905; P. CHEMINANT, Les prophéties d'Ezéchlel contra Tyr, París 1912; J. PLEssis, Les prophéties d'Ezéchiel contra 1'Egypte, París 1912; W. GRONKOWSKI, Le messianisme d'Ezéchiel, París 1931; A. CoLUNGA, La vocación profética de Ezequiel, «Estudios Bíblicos» 1 (1941-42) 121-166; P. AUVRAY, Le probléme historique du lit,re d'Ezéchiel, «Rev. Biblique» 55 (1948) 503-519; G. GARCÍA RAMOS, Un comentario reciente a la profecía de Ezequiel, «Estudios Bíblicos» 9 (1950) 5-37; J. STEINMANN, Le prophéte Ézéchiel et les débuts de l'exil, París 1953.
      **AU
      O. GARCÍA DE LA FUENTE.
     
   

BIBL.: Obras: Todo por Jesús, 4 ed. Madrid 1959; Progreso del alma en la vida espiritual, 5 ed. Madrid 1952; El Creador y la creatura, 4 ed. Madrid 1929; Al pie de la Cruz, 8 ed. Madrid 1952; Belén o el misterio de la Santa Infancia, 5 ed. Madrid 1956. Estudios: L. COGNET, Faber en DSAM V,3-13; P. THUREAU, P. DANGIN, La renaissance catholique en Angleterre au XIX siécle, 3 vol., París 1899-1906; 1. E. BOWDEN, Vid« y cartas del R. P. Federico William Faber, trad. del inglés, Madrid 1881 (139 cartas con comentarios de un amigo personal de F.); R. CHAPMAN, Father Faber, Londres 1961; D. GORCE, Un anglicane a Váme Iranciscaine, París 1967.

 

D. DE PABLO MAROTO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991