«La exposición de la Sma. Eucaristía conduce al espíritu de los fieles a
reconocer en ella la maravillosa presencia de Cristo, y le invita a una
comunión con El. Al mismo tiempo favorece de modo excelente el culto en
espíritu y en verdad que le es debido». Con estas palabras define la
finalidad de la e. y su teología la Instrucción Eucaristicum Mysterium (n°
60). La e., como las otras devociones eucarísticas fuera de la Misa, es
resultado de la doctrina de fe cristiana sobre la presencia verdadera real
y sustancial de Jesucristo en la Eucaristía. De ahí surgió la necesidad en
los fieles de ver la Hostia para adorarla, y de esta necesidad de ver las
sagradas especies nacieron las devociones populares de la Eucaristía,
principalmente las procesiones y la e. (v. EUCARISTíA III y Iv).
La práctica de exponer el Smo. Sacramento aparece narrada por vez
primera en la vida de S. Dorotea (m. 1394). El biógrafo de la santa
refiere que todas las mañanas acudía temprano a la iglesia para ver la
Eucaristía expuesta en un ostensorio (v. CUSTODIA). Después de la herejía
protestante, en reacción contra los reformadores que no admitían la
presencia real, se multiplicaron las profesiones de fe en la presencia
permanente del Señor en la Eucaristía. De este hecho se benefició la
práctica de la e. del S. Sacramento. En el s. xvi nació la costumbre de
las cuarenta horas, que consistía en exponer el Sino. Sacramento a la
vista de los fieles, durante ese tiempo consecutivo. Sin embargo fue en el
s. xvii, llamado el siglo de la exposición frecuente, cuando se multiplicó
la e. del Smo. Sacramento. Por la misma época nacieron en Francia y en
Bélgica dos prácticas del mismo tipo, que fueron la adoración perpetua y
la adoración reparadora en los días que preceden a la Cuaresma. Junto con
estas prácticas se extendió la costumbre de exponer frecuentemente el
Santísimo por las tardes, y especialmente los jueves.
La Iglesia, que ha alentado frecuentemente esta devoción y ha
establecido siempre normas fijas y bastante severas para presidir su
práctica, se ha preocupado también de que no se multiplicase abusivamente.
En 1642, ante las quejas de un obispo sobre la excesiva frecuencia de esta
práctica por parte de ciertos religiosos, la Congregación de Ritos exigió
que hubiera siempre una causa pública y aprobación del Ordinario (Decreta
authentica Congregationis sacrorum Rituum, Roma 1898-1927, n° 800). En
este mismo documento se hace distinción entre la e. pública y la privada,
distinción recogida luego por el CIC (can. 1274). Para la e. privada, es
decir, la que se hace con el copón cubierto, no existen limitaciones. En
cambio, para la e. pública, o sea, cuando se hace visible la hostia en la
Custodia (v.), mantiene el derecho actual lo establecido por el Conc. de
Colonia (1452), a saber, que sólo puede practicarse en la fiesta del
Corpus Christi (v.) y durante su octava o, por razones justas y graves, en
cualquier otra circunstancia, con aprobación del Ordinario. En algunas
partes se introdujo la costumbre de celebrar la Misa con el Santísimo
expuesto. Ello era inevitable en algunas iglesias durante las cuarenta
horas de e. Pero la Iglesia siempre ha desaconsejado tal práctica, para
poner de relieve la acción sacramental en el acto nuevo de presencia real
que se efectúa en la Misa. La Instr. Eucharisticum Mysterium proscribe
definitivamente esta costumbre (n° 61).
La e., lo mismo que las procesiones (v.) eucarísticas, tiene un rito
conclusivo que es la bendición con el Santísimo, cuyo origen se remonta,
cuando menos, a los primeros años del s. xiv. La Iglesia considera la
bendición eucarística como un verdadero acto litúrgico, y por eso exige un
formulario oficial aprobado (Instrucción de la Sagrada Congregación de
Ritos, 3 sept. 1958, n° 47). V. t.: EUCARISTíA 111 y IV.
BIBL.: E. DuMONTET, Le désir de
voir 1'hostie et les origines de la dévotion au Saint Sacrement, París
1926; M. RIGHETTI, Historia de la Liturgia, II, Madrid 1956, 541 ss.; R.
BERAUDY, El culto de la Eucaristía fuera de la misa, en A. G. MARTIMORT,
La Iglesia en oración, 2 ed. Barcelona 1967, 510 ss.; PAULO VI, Intr.
Eucharisticum Mysterium, 25 mayo 1967.
I. FERNÁNDEZ DE LA CUESTA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
|