EUCARISTÍA.SAGRADA ESCRITURA.


El sustantivo eujaristia (acción de gracias), en el sentido sacramental hoy en uso, se empleó ya en los más antiguos escritos cristianos (Didajé 9,1; 14,1; S. Ignacio de Antioquía: Ad Smyrn. 7,1; 8,1; Ad Philad. 4; S. Justino: Apolog. I, 65 ss.; etc.). En el A. T. y en el N. T., el vocablo, bien como sustantivo, bien como verbo (eujaristein), es empleado en relación con las ideas de bendición a Dios, alabanza, acción de gracias. En el A. T. suele indicar una exclamación, frecuentemente litúrgica, de acción de gracias a Dios, que antecede o sigue al recuerdo de los beneficios o portentos obrados por Dios (=anamnesis; v.) y va acompañada de exclamaciones de bendición (=eulogia, exomologesis, hebreo=berakháh; cfr. los comienzos de los Ps 103, 104; 105; 106; Sap 18,2; 2 Mach 2,27; 12,31 etc.) (V. BENDICIÓN II).
     
      Los documentos del Magisterio eclesiástico (v.) y los escritos teológicos aducen gran riqueza de textos del N. T., en los que se consideran diversos aspectos del misterio (v.) eucarístico. Incluso algunos textos del A. T. son considerados como prefiguraciones y profecías de la E.
     
      l. Figuras eucarísticas en el Antiguo Testamento. El maná (v.) que alimentó a los hebreos en el Éxodo de Egipto, es uno de los tipos (v. INTERPRETACIóN II) más usados: ya Jesucristo lo puso en relación con el alimento eucarístico (cfr. lo 6,31.49-59) y lo mismo algunos autores del N. T. (cfr. Apc 2,17; Heb 9,4).
     
      Otro tipo es la oblación de Melquisedec (Gen 14,1720; v.). La profecía de Mal 1,11 que habla de una oblación pura de todas las gentes en todo lugar de la tierra (v. MALAQUIAS), es considerada por el Conc. de Trento como una verdadera profecía eucarística, recogiendo con ello una antiquísima y autorizada tradición (cfr. Denz.Sch. 1751-1752).
     
      Pero el cordero pascual, que se sacrificaba en la Ley mosaica, es el tipo por excelencia de la E. en el A. T. La frase de S. Juan Bautista con que designó a Jesús «he ahí el Cordero de Dios...» (lo 1,29) debió, sin duda, contribuir a subrayar la imagen del cordero como tipo de Jesús (v. CORDERO DE DIOS I). En la tradición de S. Juan Apóstol el cordero fue uno de los principales símbolos de su cristología (cfr. Apc 5,6.12; 14,4 etc.), en la que se funden bajo el símbolo Cristo-cordero varias imágenes y temas del A. T., como el rito del cordero pascual (lo 19,36; cfr. Ex 12,1 ss.) y el «Siervo sufriente de Yahwéh» (cfr. Is 42,1-7; 49,1-9; 50,4-9; 52,13-53,12; v. SIERVO DE DIOS), que carga con los pecados y dolores de los hombres, sin ofrecer resistencia, como cordero llevado al 'matadero. La cristología de S. Pablo aporta bases fundamentales para la tipología Cristo-Cordero pascual (cfr. p. ej., 1 Cor 5,7: «porque nuestro Cordero pascual, Cristo, ha sido inmolado»). Entre otros textos importantes sobre esta tipología en el N. T., cfr. Act 8,32; lo 19,36; Apc 6,1; 12,11; 19,9; etc. A partir de las fuentes bíblicas, la teología ha desarrollado en profundidad la explicación de esta tipología Cristo-Eucaristía-Cordero pascual (cfr. ya en S. Tomás, Sum. Th. 3 q73 a6).
     
      2. Los relatos del Nuevo Testamento sobre la institución de la Eucaristía. El N. T. contiene cuatro relatos sobre la institución: Mt 26,26-28; Me 14,22-24; Le 22,1920 y 1 Cor 11,23-26. El Evangelio de S. Juan habla de la promesa de la E. (lo 6,48-58), pero no de la institución. Otros textos importantes del N. T. que se relacionan con la E. son: 1 Cor 1,1-6; 10,14-22; Heb 13,7-15. Los textos de la institución de la E. (Mt, Me Le y 1 Cor) coinciden en lo esencial y tienen semejante estructura literaria. Muestran, sin embargo, diferencias secundarias, según las cuales no coinciden literal y exactamente ninguno de ellos entre sí. Cabe distribuir los cuatro relatos en dos grupos (Mt-Mc y Lc-1 Cor), de los cuales seguidamente se presenta una sinopsis:
     
      Mt 26,26-28
     
      Mientras estaban comiendo,
      tomó Jesús pan,
      y, pronunciada la bendición,
      lo partió
      y, dándoselo a sus discípulos,
      dijo:
      «Tomad, comed, esto es mi cuerpo».
      Tomó luego un cáliz y,
      dadas las gracias,
      se lo dio,
      diciendo:
      «Bebed de cl todos, porque esto es mi sangre
      de la Alianza,
      la derramada por muchos
      para remisión de los pecados».
     
      Le 22,19-20
     
      Y tomó pan,
      dio gracias,
      lo partió
      y se lo dio diciendo:
      «Esto es mi cuerpo
      que se entrega por vosotros;
      haced esto en memoria mía». De igual modo,
      después de cenar,
      el cáliz, diciendo:
      «Este cáliz es
      la Nueva Alianza en mi sangre,
      que se derrama por vosotros».
     
      Mc 14,22-24
      Mientras estaban comiendo,
      tomó pan,
      y, pronunciada la bendición,
      lo partió,
      se lo dio,
      y dijo:
      «Tomad,
      esto es mi cuerpo».
      Tomó luego un cáliz y,
      dadas las gracias,
      se lo dio,
      y bebieron todos de él.
      Y les dijo:
      «Esto es mi sangre de la Alianza,
      la derramada por muchos».
     
      1 Cor 11,23-25
      Porque yo recibí del Señor
      lo que os he transmitido:
      que el Señor Jesús,
      la noche en que fue entregado
      tomó pan
      y, después de dar gracias,
      lo partió
      y dijo:
      «Esto es mi cuerpo,
      que se da por vosotros;
      haced esto en memoria mía».
      Asimismo también
      el cáliz después de cenar,
      diciendo:
      «Este cáliz es
      la Nueva Alianza en mi sangre.
      Cuantas veces lo bebiereis
      hacedlo en memoria mía».
     
     
      Tan evidente es la coincidencia de Mt y Me que ha hecho pensar en una dependencia literaria: lo más probable es que Me influyese en aquél. Ambos representan seguramente la tradición palestinense, que S. Pedro debió llevar a Roma, del que Me y Mt tomarían la fuente básica para sus relatos. El texto de S. Lucas y el de S. Pablo muestran entre sí una coincidencia menos acusada (Le parece también influido por Me, además de tener su fuente principal en 1 Cor). Este grupo representaría la tradición propagada por S. Pablo en las comunidades helénico-cristianas, aunque esa tradición se remonte también, en última instancia, a la primitiva comunidad palestinense, quizá por medio de la de Antioquía.
     
      La diferencia de más relieve entre ambos grupos radica en la frase «haced esto en memoria mía», que falta en Mt y Me, pero viene una vez en Le y dos en la epístola a los corintios. También Mt y Me omiten la frase relativa al pan «que es entregado por vosotros», recogida en Le y 1 Cor (aquí sin el participio didomenon=que es dado). Otras diferencias se refieren a las palabras relativas al vino; Le y 1 Cor resaltan que el cáliz es la Nueva Alianza [v. ALIANZA (REL.) II] en estrecha relación con la sangre de Cristo («la Nueva Alianza en mi sangre»), mientras Mt y Me expresan directamente la identidad cáliz=sangre («esto es mi sangre»). También hay diferencias de estructura: Mt y Me relatan las palabras relativas al cáliz inmediatamente después de las del pan; mientras Lc y 1 Cor sitúan entre ambas la Cena («después de cenar»). Existen, en fin, pequeños contrastes de detalle dentro de cada grupo: Supuesta la dependencia de Mt respecto de Me, se separan en algunos pormenores, el más importante la adición final «para remisión de los pecados», que añade Mt. En resumen, la recensión de Mt tiende a la precisión literaria y teológica, a la claridad y a la corrección lingüística; Me, en cambio, muestra menor preocupación y dominio a estos respectos, lo cual le da mayor probabilidad de arcaísmo, de ser texto menos elaborado» que Mt.
     
      Las diferencias entre Le y 1 Cor son más notorias que las vistas entre Mt y Me.: Le omite el segundo mandato institucional, que trae 1 Cor después de las palabras referentes al vino. Le es menos claro que 1 Cor (e incluso que Mt y Me) en la narración de la institución de la E., al no mostrar con tanta precisión como ellos la distinción estricta entre lo concerniente a la pura institución y lo relativo a otros detalles de lo ocurrido en la última Cena (v. CENA DEL SEÑOR). En este sentido, Le 22,14-18 enmarca la institución eucarística en la cena pascual judaica de Jesús con sus discípulos, revistiendo a toda ésta de un sentido general eucarístico; Le 22,14-18 corresponde con 1 Cor 11,23, pero en Le no se trata propiamente de la institución, como en 1 Cor. Esa es la causa por la que Le mencione en el vers. 17 un cáliz, que no es estrictamente el eucarístico, sino el segundo cáliz ritual de la cena pascual judía. Los otros tres relatos omiten ese cáliz lucano, por no pertenecer a la E. cristiana y carecer, por tanto, de interés para su propósito. La inclusión de Le dio lugar a que algunos copistas antiguos (códice D, varios ms. de la Vulgata), al encontrarse con el segundo cáliz, el del vers. 20, que es el propiamente eucarístico, lo omitiesen junto con su contexto; se dio así lugar a la llamada forma breve de Le, que suprime el periodo 19b-20, intento desacertado de los copistas por armonizar el relato de Le con los otros y resolver la dificultad para ellos de los dos cálices. Sin embargo, el texto lucano permite enmarcar mejor la institución eucarística en la cena pascual judía y, por tanto, poseer una garantía más del valor histórico de los relatos de la institución. Por otro lado, la estructura de Le, con su sencilla continuidad de las perícopas (Le 22, 14-18.19-20) reflejan no sólo su preocupación historiográfica, sino también el testimonio de la más antigua tradición del kerigma o predicación apostólica y las relaciones tipológicas de la pascua judía con el sacrificio de Cristo en la cruz y su «representación» en la celebración eucarística.
     
      3. Carácter litúrgico y tradicional de los relatos de la institución. A la vista de la estructura literaria, del vocabulario y giros tan semitizantes (que disuenan del estilo de S. Pablo y Le, incluso de Mt) y de otras consideraciones histórico-literarias, se concluye que los cuatro textos de la institución están tomados de la tradición litúrgica, esto es, del culto de la primitiva comunidad cristiana. El relato de la institución debió tener una formulación antiquísima: anterior a la redacción de los Evangelios (v.): anterior, desde luego, al a. 57 d. C., dado que aparece en la 1 Cor; de seguro, antes del 50-52, época de fundación de la comunidad de Corinto, amplio periodo en el que S. Pablo se dedicó intensamente a instruir a esa comunidad en la vida cristiana; antes incluso del a. 45, fecha muy probable del primer viaje misional de S. Pablo y Bernabé (S. Pablo ya habría sido instruido sobre la celebración eucarística, bien en Antioquía, bien ya en Damasco). La antigua formulación litúrgica se acerca, pues, mucho a los a. 30 ó 33, los más probables para la muerte de Jesús (v. CRONOLOGÍA II).
     
      Junto a ese origen cultual, aparece el carácter tradicional de los relatos. La introducción de 1 Cor 11,23 no ofrece dudas: el vocabulario es el técnico para expresar el mecanismo de la tradición: «he entregado» (paredoka) lo que «he recibido» (parelabon); la expresión apo tou Kyriou se interpreta comúnmente no como una revelación directa, sino como una enseñanza de la tradición auténtica «que se remonta hasta el Señor».
     
      4. Antigüedad de la formulación de los relatos. Hoy se admite que la forma más antigua es la de 1 Cor, siguiéndole por orden Le, Me y Mt. He aquí en breve algunas de las razones por las que se ha establecido ese orden de antigüedad:
     
      1) 1 Cor y Le (sin la adición en Le del giro «derramada por vosotros», relativo a la sangre) no presentan el ajuste redaccional de las palabras relativas al cáliz con las del vino: ello es un indicio de arcaísmo; mientras la armonización de ellas, como aparece en Me y Mt, es prueba de «reelaboración» del texto.
     
      2) La mención de la Cena en 1 Cor y Le entre las palabras relativas al pan y las del vino es también un signo de arcaísmo, inexplicable como adición posterior: no se concibe que en la Iglesia primitiva se hubiera osado separar la liturgia eucarística (del pan y del vino) por la intercalación de un banquete o cena. La mención de la Cena en 1 Cor y Le aparece como un dato referente a la Cena histórica de Jesús, conservado en los primitivos relatos de la institución eucarística y no añadido después, toda vez que la tendencia fue precisamente la contraria, según consta en los documentos de los dos primeros siglos: separar banquete (v. ÁGAPE) y celebración eucarística (insinuada ya en Me 14,25) hasta suprimir el primero (testimonios ya en S. Justino). Por el contrario, la ausencia en Me y Mt de la alusión a la Cena se interpreta como una supresión al relato primitivo: en todo caso, Me y Mt representan una formulación de la institución de la E. más evolucionada, sobre todo Mt, que la de 1 Cor y Le.
     
      3) Una vez en Le y dos en 1 Cor viene el mandato «haced esto en memoria mía», que no existe en Me y Mt; su ambientación es claramente judaica (cfr. Ex 12,14) y muestra el carácter de nueva pascua cristiana de la E. También aquí 1 Cor y Le parecen más arcaicos que Me y Mt. La ausencia en éstos del mandato puede explicarse porque en los momentos de redacción de ambos (o de su fuente literaria), la celebración eucarística estaba tan sólidamente establecida que no era ya necesario recordar las palabras del mandato.
     
      4) Se ha subrayado (cfr. J. Betz, Die Eucharistie in der Zeit der griechischen Váter, Friburgo 1961) que en los relatos de 1 Cor y Le gravita más claramente la predicación originaria centrada en el tema del «Siervo sufriente de Yahwéh» (serie de afirmaciones de Jesús en las que muestra haber cumplido los vaticinios mesiánicos del `ÉbedYahwéh de Isaías (cfr. Le 4,17-21; 22,37; Me 8,31; 10,33.45; etc.). Sobre todo, es en 1 Cor donde esta predicación arcaica es más patente («que fue entregado» 1 Cor 11,23b; «que se da por vosotros», 24b; «anunciáis la muerte», 26b). Le también menciona la misma idea en 22,1% y 20b, si este último giro es auténtico de Le y no una adición tomada de Me por mano de muy antiguos copistas, por la tendencia a veces de armonizar y completar textos. En cambio Me y Mt sólo hacen una vez mención de la idea de entrega (Me 14,24b; Mt 26,28b) y no en relación con el cuerpo (y aquí está lo importante) sino con la sangre. Hay que hacer en cambio la salvedad de que el giro «por muchos» (hiper pollon) de Me y Mt es más arcaico que el «por vosotros» (hyper hymon) de 1 Cor y Le: en aquéllos es una evocación de la frase de Is 53,12; pero este giro resultaba ininteligible a los oídos no semíticos; 1 Cor y Le habrían hecho su «traducción» a la mentalidad griega cambiando «muchos» por «vosotros». La mención en 1 Cor y Le del tema de la «Nueva Alianza en la sangre» sería otro rastro de la cristología del «Siervo de Yahwéh» (cfr. J. Betz, art. Eucaristía en Conceptos fundamentales de la Teología, II, 62-65). En todo caso, estas observaciones muestran que los relatos de 1 Cor y Le, más aún que los de Me y Mt, representan un estadio antiquísimo. En resumen, estas y otras consideraciones críticas han hecho concluir en el siguiente orden: 1 Cor, Le, Me y Mt, que indica la antigüedad respectiva, no exactamente de la fecha de redacción, sino de la forma redaccional de los relatos de la institución eucarística.
     
      5. Historicidad de los relatos. La tesis del protestantismo liberal, que interpretaba los relatos de la institución de la E. como un producto de la fe cristiana pospaulina (v. LIBERAL, TEOLOGÍA), no sólo se opone al dogma, sino que carece de todo apoyo historiográfico, entre otras cosas, porque la coincidencia sustancial de los relatos, junto con sus discrepancias accidentales y su gran antigüedad, no dejan tiempo suficiente, entre la muerte de Jesús y la fecha de composición del relato eucarístico, para una supuesta evolución. Tampoco tiene base la objeción fundada en el carácter litúrgico de los relatos, pues éstos, a la vez que textos litúrgicos son testimonios del factum. Los mismos escritos del N. T. testimonian las dificultades que, desde el principio, presentaba la fe eucarística (cfr. lo 6,48,66). Ésta no habría sido aceptada por la primitiva comunidad palestinense si no hubiera sido respaldada con el testimonio de los hechos; el factum esencial eucarístico es confesado como una verdad de fe (cfr. Sinópticos, Pablo, Evangelio de Juan y Hebr), que no ofrece la más mínima discusión. Los relatos, en suma, conservan fielmente los acontecimientos esenciales de la acción institucional de Jesús, desinteresándose, en cambio, por detalles de pura facticidad sin importancia para la fe; en otras palabras: tienen un valor verdaderamente histórico, pero no son una crónica interesada por describir todos los pormenores ocurridos en la última Cena.
     
      6. Sentido de las palabras de la institución. El sentido de la celebración de la E. depende decisivamente de la interpretación de las palabras de la institución, especialmente de las dos frases: «Esto es mi cuerpo» (los cuatro textos) y «esto es mi sangre» (Mt y Me, o su equivalente «este cáliz es la Nueva Alianza en mi sangre» de Le y 1 Cor). En ambas ¿habló Jesús a la letra, o se expresó por imágenes o símbolos? La respuesta aquí brevemente esbozada se basará en el estudio puramente exegético de los textos. Para más amplia visión, v. ii.
     
      1) Subrayemos, para una recta comprensión del sentido, que en ambas frases clave, el vocablo «esto» no se refiere al acto de partir el pan o escanciar el vino, sino a la cosa que Jesús presenta a sus discípulos, es decir, a lo que ante sus ojos aparecía como pan y vino respectivamente. No tienen sentido las interpretaciones que ven en esas palabras sólo un anuncio de la muerte de Jesús, tales como «debo morir como este pan es roto y este vino derramado», u otras semejantes. Por tanto, con las palabras sobre el pan, Jesús indicó realmente su cuerpo, y con las relativas al cáliz también realmente su sangre. 2) El texto de Me es de una clara crudeza realística: «Tomó un cáliz y, dadas las gracias, se los dio, y bebieron todos de él, y les dijo: esto es mi sangre de la Alianza, la derramada por vosotros». Igual se ha de decir de las palabras de Me relativas al pan. Pero Me, que depende de la tradición antigua judeo-cristiana, es literalmente independiente de 1 Cor: es imposible que S. Pablo haya sido el inventor de la interpretación realista de las palabras de la institución; él se limitó a tomar esa interpretación de la tradición autorizada en la que fue instruido (cfr. 1 Cor 11, 23). A mayor abundamiento, Mt, también independiente de 1 Cor, es como Me crudamente realístico (cfr. Mt 26,26-28).
     
      3) Pero no son sólo Me y Mt los que se expresan de modo realista. Es, si cabe, más crudo en sus expresiones S. Juan: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come de este pan vivirá para siempre; y el pan que yo le daré es mi carne por la vida del mundo. Discutían entre sí los judíos y decían: ¿cómo puede éste darnos a comer su carne? Jesús les dijo: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él» (lo 6,51-56; cfr. lo 6,45-66). No cabe aquí una interpretación meramente simbólica. Juan se sitúa además en una tradición bien distinta de las de Pablo y de los Sinópticos, sin embargo, la coincidencia con ellos en el nudo esencial de la fe eucarística es absoluta.
     
      4) El estado de las investigaciones da por resultado que la interpretación realista: esto=cuerpo de Cristo, y correlativamente, =sangre de Cristo, no puede haberse originado por evolución de la fe en las comunidades judeo-cristianas, pues tropezaba de lleno con la mentalidad judaica, en la cual beber la sangre era repugnante y escandaloso (cfr. Lev 3,7; 17,10 ss.; Act 15,20 etc.). Tampoco puede haber procedido de un influjo helenístico, pues es un hecho que la sociedad greco-romana reaccionó también escandalizada contra el culto eucarístico cristiano, pareciéndole un rito bárbaro, casi antropofágico. Toda explicación por evolución tropieza, en efecto, con dificultades insuperables del entorno ambiental. La única explicación que puede sostenerse es que ya desde el primer momento, desde la intención misma de Jesús, las palabras de la institución tuvieron ese sentido de identificación real: esto (lo que aparecía como pan y vino respectivamente) =cuerpo y sangre de Jesús. Este sentido, entendido y confesado por los discípulos directos de Jesús, fue transmitido en la más antigua tradición de la comunidad cristiana, como verdad esencial de la fe eucarística, aun en contra de la disposición humana general que se mueva fuera de la inteligencia de la fe.
     
      5) Ningún crítico serio niega hoy gire el sentido realístico de los términos con que fue instituida la E. es una doctrina en S. Pablo: 1 Cor 10,15-16 y 11,27-29 explican en ese sentido las palabras de la institución de 1 Cor 11,23-25.
     
      V. t.: CENA DEL SEÑOR; CENÁCULO.
     
     

BIBL.: 1. BETZ, Eucaristía, en Conceptos fundamentales de la Teología, II, Madrid 1966, 62-71; íD, Eucharistie, en LTK 3, 1142-1157; íD, Die Eucharistie in der Zeit des griechischen Váter, Friburgo 1961; M. SCHMAUS, Teología Dogmática, VI. Los Sacramentos, Madrid 1961, 229-254; íD, Aktuelle Fragen zur Eucharistie, Munich 1960; 1. SOLANO, Textos eucarísticos primitivos,Madrid 1954; J. SCHMID, El Evangelio según S. Marcos, Barcelona 1967, 373-384; A. PIOLANTI, El Misterio Eucarístico, I, Madrid 1958, 52-140; J. DANIÉLOU, Sacramentos y culto según los Santos Padres, Madrid 1962, 215 ss.; CH. JOURNET, La Misa, presencia del sacrificio de la cruz, Bilbao 1959; J. LECUYER, El sacrificio de la Nueva Alianza, Barcelona 1968; 1. COPPENS, L'Eucharistie néotestamentaire. Exégése et théologie, en Les Saintes Scriptures et leur intérprétation, Gembloux-París 1968, 262-281; L. BouYER, Le mystére pascal, París 1945; A. G. MARTIMORT, Les signes de la Nouvelle Alliance, París 1959; J. M. R. TILLARD, L'Eucharistie, Páque de 1'Église, París 1964; P. BENOIT, Les récits de l'institution de 1'Eucharistie et leur portée, en Exégése et Théologie, 1, París 1961, 210-239; J. P. AUDET, Esquise historique du genre littéraire de la Bénédiction juive et de l'Eucharistie Chrétienne, «Revue Biblique» 65 (1968) 371-399; M. MEINERTZ, Teología del Nuevo Testamento, Madrid 1966, 131-144.

 

J. M' CASCIARo RAMíREZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991