1. Origen, naturaleza y organización. Es una organización de carácter
internacional que tiene como finalidad manifestar, acrecentar y propagar
la vida católica en todo el mundo por medio del culto a la Eucaristía.
Constituye en la vida de la Iglesia una auténtica institución, desde el
momento en que cuenta con un reglamento y es aceptada universalmente como
uno de los testimonios de catolicidad más importantes. Estas celebraciones
tienen su origen en Francia (s. xix) en un momento histórico de creciente
laicización de toda Europa; a su fundación van unidos nombres ilustres
como S. Pedro Julián Eymard (v.), mons. Segur, mons. Mermillod, Srta.
Tamisier, etc. Puede considerarse, sin embargo, a Eymard como el iniciador
de esta idea de tanta trascendencia, movido en su actividad apostólica con
el lema «salvar al mundo por la Eucaristía». Eymard fue director
espiritual de la Srta. Tamisier, quien será la gran apóstol y
propagandista de la obra. El s. xix suele llamarse también siglo de la E.,
ya que en él aparecen una serie de instituciones eucarísticas de toda
clase, como la Adoración Nocturna (1848), innumerables Congregaciones
religiosas, fruto todo ello de la gran devoción eucarística arraigada en
los fieles cristianos y en las asociaciones católicas.
Sin embargo, la manifestación más solemne del culto a la E. son los
congresos Eucarísticos. Hubo un acontecimiento que sirvió de
extraordinario aliento a los promotores de la institución. En el verano de
1873 un grupo de sesenta diputados del parlamento francés tuvieron la idea
de consagrar Francia al Corazón de Jesús, lo que llevaron a cabo en el
mismo año en Paray Le Monial (el décimo Congreso se celebraría en 1897 en
este mismo lugar). Entonces la Srta. Tamisier intensificó el apostolado
del culto a la E., no sólo en Francia, sino también en Bélgica y Holanda.
En 1874 consiguió organizar con el apoyo de mons. Segur una magna
peregrinación al santuario de los «padres grises», cerca de Aviñón, en
cuya capilla se hallaba expuesto el Santísimo desde hacía más de
seiscientos años. Por fin, León XIII aprueba definitivamente el proyecto
de celebrar un Congreso Eucarístico en Lille (1881). Los primeros siete
Congresos se celebraron en Europa: cuatro en Francia, dos en Bélgica y uno
en Suiza; el octavo rebasa los límites de Europa y tuvo lugar en
Jerusalén. La obra iba así consolidándose y cada Congreso suponía la
superación del anterior en solemnidad. En 1910 pasaron a América
(Montreal), en 1928 a Australia (Sidney), en 1964 en India (Bombay). El
primero de España tuvo lugar en 1911, cuando ya habían comenzado a
celebrarse los Congresos Eucarísticos Nacionales.
La periodicidad de la celebración no ha tenido una norma fija. En
sus comienzos se organizaron todos los años, pero luego fueron
distanciándose, ya que las concentraciones eran cada vez mayores, la
intervención de los países fue en aumento, y, sobre todo, las crisis
políticas por las que fue pasando el mundo, dificultaron la celebración
anual. La 1 Guerra mundial obligó la suspensión y se volvió a reanudar en
1922; desde entonces tienen lugar cada dos años. La II Guerra mundial
trajo un nuevo silencio desde 1938 a 1952, año en que se organizó el XXXV
en Barcelona; a partir de entonces vienen celebrándose cada cuatro años.
'Tanto los Congresos Internacionales, como los de carácter nacional
que se celebran en casi todos los países, constan de tres partes
importantes: 1) Los actos religiosos y litúrgicos (misas, comuniones,
adoraciones diurnas y noctuynas, solemnes funciones litúrgicas,
procesiones públicas con la E., etc.); 2) Los actos de estudio o parte
cultural, que comprende las disertaciones dogmáticas, teológicas, estudios
históricos, etc., sobre la E.; 3) Asambleas, exposiciones, etc.,
destinadas a dar a conocer la Iglesia Católica.
La base de la organización está constituida por dos organismos que
entienden de su preparación y funcionamiento. El Comité Internacional, que
después de la I Guerra mundial tiene su sede en Roma, y el Comité Nacional
o Local, constituido permanentemente en muchas naciones o que se
constituye de antemano en la ciudad donde debe celebrarse el Congreso. El
Comité Internacional tiene carácter permanente y tiene como misión
designar de acuerdo con las autoridades locales y la anuencia de la Santa
Sede el lugar y el tiempo donde debe celebrarse cada año el Congreso
internacional, hacer las invitaciones oficiales fuera de la nación donde
se celebre, dar su aprobación a los acuerdos de las diversas secciones,
etc. El Comité Local, que se rige por un reglamento semejante al del
internacional, después que se designa el lugar y el tiempo del Congreso,
se constituye en Comité de organización y ejecución; a este Comité
pertenece todo aquello que afecte a la organización y propaganda del
Congreso, redacción de reglamentos generales y especiales, programas de
celebraciones litúrgicas, determinar las secciones, trabajos que en ellas
deben presentarse, personas que deben tomar parte en las mismas,
preparación material del Congreso, etc.; para ello nombra otros Comités y
subcomisiones. Además, a los Comités Locales les pertenece, según su
reglamento, procurar la propagación de la obra y la celebración de
Congresos y Asambleas eucarísticas regionales y nacionales. Los Congresos
Eucarísticos, así como todas las instituciones eucarísticas, tienen como
patrono a S. Pascual Bailón por designación de León XIII con la bula
Providentissimus del 28 nov. 1897.
2. Significado de los Congresos Eucarísticos. Aunque su origen fue
humilde, como lo demuestra el de Lille, con la presencia de 4.000 personas
y con la prohibición gubernamental de celebrar procesiones públicas, cada
vez fueron adquiriendo una solemnidad mayor, hasta llegar a ser uno de los
mayores testimonios públicos de catolicidad. Todos ellos han sido
demostraciones populares que han sorprendido a los cronistas. Han supuesto
como base la Eucaristía, sacramento de unidad, donde no existe distinción
de lengua ni raza. Sin embargo, en cada uno de ellos ha existido algo
característico y significativo. Por su solemnidad difícil será de superar
el de Montreal; por su significación ecuménica hay que destacar los
celebrados en Holanda e Inglaterra; los de Bombay y Bogotá tienen un
profundo significado social con la presencia de Pablo VI; etc. Merece
atención especial el de Roma (1905), porque significa ya el fruto maduro
del «siglo de la Eucaristía», con la campaña de la comunión frecuente de
Pío X. Los Congresos Eucarísticos rompieron muchas barreras nacionalistas
y han contribuido a un mayor acercamiento de todos los pueblos. Han
contribuido con ello a que la Iglesia tome conciencia de su catolicidad y
de los problemas que plantea en todos los niveles: disciplinar, litúrgico,
doctrinal, etc. Pero el mayor fruto de los Congresos Eucarísticos ha sido
el incremento de la piedad y devoción eucarística en los fieles. Éstos con
su asistencia masiva a los actos eucarísticos celebrados durante los
Cogresos han puesto de manifiesto la fe del pueblo en la Eucaristía.
3. Congresos Eucarísticos Internacionales hasta 1968 (v. cuadro de
la página anterior).
4. Congresos Eucarísticos Nacionales de España. La puesta en marcha
de los Congresos Eucarísticos de carácter nacional tiene su antecedente
lógico en el fervor despertado en el mundo por los de categoría
internacional. España había enviado ya representación al primer Congreso
de Lille. Fue el III Congreso Católico de Sevilla (1892) donde surgió la
idea de un congreso nacional, que aprobó León XIII el 21 mar. 1893. El
orden en su celebración ha sido el siguiente: 1. Valencia (1893); 2. Lugo
(1896); 3. Toledo (1926); 4. Granada (1957); 5. Zaragoza (1961); 6. León
(1964); 7. Sevilla (1968). No ha habido periodicidad fija, a pesar de que
en Valencia se acordara la celebración cada tres años; el primer Congreso
se celebró en Valencia por haber nacido allí la Adoración Nocturna
Española y porque allí vivió S. Pascual Bailón (v.), patrono de los
Congresos eucarísticos. Lugo es conocida como la ciudad del Sacramento, ya
que en su catedral está expuesto el Sacramento día y noche desde hace
varios siglos. Se pensó tener un Congreso en Torrijos (Toledo), donde se
conserva el cuerpo de doña Teresa Enríquez, cuya beatificación fue
solicitada por el episcopado español a raíz del Congreso de Lugo, pero
transcurridos 30 años se celebra por fin en Toledo, cuya catedral cuenta
con la custodia de Arfe, con la que, en frase de Pío XII, «el arte se puso
al servicio del Sacramento de los altares». Transcurren otros 30 años para
reunirse un nuevo Congreso en Granada, cuyas fiestas del Corpus Christi
son célebres desde los tiempos de la reina Isabel. El resto se han
celebrado cada cuatro años. Son dignos de mención los radiomensajes
dirigidos por Pío XII a Granada, por Juan XXIII a Zaragoza, Paulo VI a
León y Sevilla. A partir del Congreso de Toledo, los Legados pontificios
han sido los siguientes respectivamente: mons. Tedeschini, card. Pla y
Deniel, card. Bueno Monreal, card. Landazuri y card. Parente.
BIBL.: E. ALZA, Los Congresos
Eucarísticos Internacionales, Buenos Aires 1933; J. VNUDON, L'oeuvre des
Congrés eucharistiques, ses origines, París 1910; íD, Congrés euchar.
inter. de Lille (1881) á Paray-le-Monial (1897), París 1910; F. VRAU, Les
triomphes eucharistiques dans les 25 premiers Congrés euchar inter., París
1920; íD, Cinquentenaire des Congrés euchar. inter., Lille 1931; J. SAINZ
MAZPULE, Noventa años de congresos eucarísticos internacionales
(1881-1964), aEcclesia» (1964-11) 1731-1732. Para los nacionales de
España: J. M. BURGOS, Nuestros Congresos Eucarísticos, aEcclesia»
(1964-11) 941.
JUAN MARÍA LEONET.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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