ESCOLAPIOS


Nombre oficial: Orden de clérigos regulares pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías (Ordo Clericorum Regularium pauperum Matris Dei Scholarum Piarum: Sch. P. ó S. P.), llamados también piaristas en países germanoeslavos y anglosajones y calasancios en algunos iberoamericanos.
     
      1. Erección. Fundados en Roma por S. José de Calasanz (v.) a fines del s. XVI. El contacto con la ignorancia, sobre todo religiosa, de los niños pobres, y sus trabajos en la escuela de_ doctrina cristiana en la Iglesia de S. Dorotea del Trastevere, llevaron al fundador a transformar su actividad catequética dominical en diaria (1597); amplió la escuela a la alfabetización, instrucción primaria y educación de la masa de niños que no tienen maestros, eliminó a los alumnos de pago y convirtió la escuela en cotidiana y popular, admitiendo gratis a toda clase de alumnos. Ello constituye la creación de la primera escuela popular (cfr. Pastor, XXIV,68). En 1602 ya es realidad el nombre de Escuelas Pías (E. P.) y Clemente VIII las constituye, mediante una aprobación oral, en congregación secular sin votos. El calificativo «Pías» indicó el fin principal de las nuevas «Escuelas»: la educación en la piedad. El 6 mar. 1617 Paulo V (Breve Ad ea) formó de ellas la «congregación paulina de los pobres de la Madre de Dios de las Escuelas Pías», de votos simples; y Gregorio XV las elevó a Orden religiosa de votos solemnes el 18 nov. 1621 (Breve In supremo). Con ello las E. P. son Orden religiosa en el sentido estricto de la nomenclatura del Derecho canónico actual. Cronológicamente es la última de las órdenes, eslabón entre las grandes órdenes antiguas y las modernas congregaciones de votos simples. El mismo Gregorio XV aprobó las Constituciones y les concedió los privilegios de las órdenes mendicantes (Breve Ad uberes de 15 oct. 1622). Urbano VIII les eximió de procesiones y actos públicos, concediéndoles además (Breve Ad uberes de 7 ag. 1630) en propiedad el nombre de Escuelas Pías. Pero Inocencio X (Breve Ea quae de 16 mar. 1646) redujo la Orden a congregación sin votos dando como razón «las graves perturbaciones» suscitadas. La historia demuestra, sin embargo, que no fueron ajenos a tales perturbaciones y reducción la enemistad contra los escolapios del jesuita y Visitador apostólico Silvestre Pietrasanta y del asesor del Santo Oficio Mons. Albizzi, aunque éste reconoció su error después y contribuyó a restituir la Orden. Cumplido el decenio de la reducción, Alejandro VII (Breve Dudum felicis de 24 en. 1656) erige las E. P. de nuevo en congregación de votos simples y, finalmente, Clemente IX (Breve En iniuncto de 23 oct. 1669) las reintegra a su primitivo ser de Orden de votos solemnes con todos los privilegios de los mendicantes. Después, Inocencio XI (Breve Nuper pro de 13 mar. 1684) confirma la exención de la Orden en relación con los Ordinarios del lugar.
     
      2. Derecho. a) Código: lo constituyen las Constituciones y las Reglas Comunes; el poder legislativo lo detenta exclusivamente el capítulo general, asamblea democráticamente elegida que representa a toda la Orden. Las Constituciones las escribió S. José de Calasanz entre 1619 y 1621 en Narni, cerca de Roma. Aprobadas por Gregorio XV no se publicaron en su ed. oficial hasta 1781. Para España e Iberoamérica se publicó otra ed. oficial en 1833 en Madrid. Ambas estuvieron en vigor hasta el CIC de 1917. Las Constituciones, adaptadas a éste, fueron aprobadas en 1939 (ed. 1940) y con algunas modificaciones aparecieron en 1957. Su texto no se puede cambiar sin consentimiento de la Santa Sede, cosa que no acontece con las Reglas Comunes, modificables por el capítulo general y que son leyes meramente internas.
     
      b) División territorial: las E. P. se dividen en Provincias a cuyo frente está el provincial; viceprovincias que dependen de aquéllas y se erigen, dada su lejanía geográfica, para que se autoadministren en gran parte, y Delegaciones provinciales, presididas por un Delegado con las facultades que le otorgue el delegante.
     
      c) Gobierno: el poder ejecutivo descansa sobre el General y sus cuatro asistentes (italiano, centroeuropeo, español y de países extra Europam) que está al frente de toda la Orden y la representa, debe visitarla durante su mandato, sexenal y reelegible, por sí o por delegado, durante el curso escolar y tiene jurisdicción ordinaria sobre todos sus miembros; el Provincial y sus cuatro Asistentes, con jurisdicción ordinaria en su provincia religiosa, que visitará durante su mandato, trienal y reelegible en el capítulo provincial; y el Rector o Superior local, que gobierna inmediatamente la casa o colegio, con jurisdicción sobre todos sus miembros. Éste tiene dos clases de oficiales religiosos: mayores (prefecto, maestro o profesor de las escuelas, director de alumnos internos, dos censores de la Economía local, director espiritual del alumnado, directores de las asociaciones para escolares o religiosas, cte.) que nombra el Provincial y menores (secretario de la comunidad, cronista, prefectos de la sacristía, archivo, biblioteca y oración continua, cte.), que nombra el rector.
     
      3. Espiritualidad. Arranca del impulso y práctica del fundador. No tiene un sistema propio; ha tendido genéricamente a la «perfección de la caridad» (Constituciones) que el e. se esfuerza en conseguir no sólo mediante el cumplimiento de los tres votos comunes, sino sobre todo con el cuarto voto específico: el de la educación cristiana de la juventud.. El ministerio de educar a niños y jóvenes con vistas a la renovación de la sociedad penetra y enriquece la espiritualidad escolapia. Por ello las virtudes _intelectuales son estimadas y a los niños se les trata con gran reverencia porque hacen las veces de Cristo. La Orden se distingue de todas las demás por este cuarto voto solemne.
     
      Rasgos típicos de esta espiritualidad son: 1) meditación de los misterios de la humanidad de Cristo recapitulados en la Pasión (v.); aunque no está previsto ningún método peculiar de meditación, y en general se puede decir que el ignaciano es el más seguido; sin embargo, tanto las Constituciones como los escritos del fundador encarecen el abandono a la guía del Espíritu.
     
      2) La devoción a la Eucaristía (v.) ante cuyo Sacramento el e. envía a sus alumnos a rezar por turno durante las horas de clase, de modo que mientras se trabaja en las escuelas, algunos alumnos recen sin interrupción. Esta práctica se llama oración continua, muy frecuente en los comienzos de la Orden; hoy se practica en algunas casas: este grupo de niños reza, bajo la dirección de un sacerdote, por la dilatación y unidad de la Iglesia, por la paz del mundo y la buena marcha de las escuelas.
     
      3) La devoción a la Virgen María Madre de Dios ocupa lugar destacadísimo; la profesión religiosa de los votos se hace a Dios y, por mandato expreso del fundador, también a la Virgen, a quien no se le toma como mero testigo; cotidianamente se recitaban en todas las casas las letanías lauretanas y la «coronilla de los cinco salmos» con cinco antífonas que, en acróstico, formaban el nombre de María, patrona principal de la Orden (desde 1968, esta práctica se ha sustituido por las vísperas del Breviario); la «corona de las 12 estrellas», otra devoción cotidiana típica, auténtico tratado de teología trinitaria sobre la obra de la creación de María como Madre de Dios; las siete fiestas de la Virgen, precedidas de ayunos especiales; la recitación de las letanías lauretanas con los alumnos y profesores al fin de las clases y cantadas los sábados en la iglesia. Son todas muestras de la devoción mariana que la Orden cultiva en los religiosos y en los alumnos; la •historia de todos los colegios está llena de Academias, discursos, congregaciones... marianos, y todas las oraciones comunes acaban con la recitación del Sub tuum praesidium, con su correspondiente traducción para los alumnos. La espiritualidad del e. no es, pues, para sí exclusivamente, sino que se trata de comunicarla al alumnado.
     
      4) La piedad con que los e. han de mantener, según sus normas, su espiritualidad y la de sus alumnos, no se limita a la recitación de oraciones sino que tiende a promover una constante y asidua frecuencia de los sacramentos de la confesión y comunión «que es uno de los principales o el principal medio para obtener copioso fruto con nuestro instituto en los jovencitos» (Carta 871 de S. José de Calasanz).
     
      5) No deben faltar los ejercicios espirituales para religiosos y alumnos, asociaciones, convivencias, etc., de tipo más moderno. La espiritualidad es, pues, de signo ascético aunque no por eso han faltado auténticos místicos: el fundador, Juan Crisóstomo Salistri, S. Pompilio Ma Pirrotti y otros.
     
      4. Fin y actividades específicas. Resulta de lo anterior que la naturaleza y fin de la Orden consisten en la preocupación especial por la instrucción en la piedad cristiana y en las letras humanas y por toda otra clase de formación tanto religiosa como profesional, que deben impartirse en las escuelas de la Orden, a los niños y jóvenes de cualquier condición, sobre todo a los más necesitados. No se ciñe, pues, su finalidad ni a las escuelas de primeras letras, ni excluye las ciencias mayores. El fin específico es la instrucción y educación humana y cristiana a comenzar «desde los más tiernos años para contribuir a la renovación cristiana de la sociedad». Desde los tiempos del fundador se abrieron también internados y seminarios y se enseñaron las ciencias mayores, esto es, la filosofía y la teología. Los alumnos mediopensionistas aparecen ya en la segunda mitad del s. XVIII.
     
      La actividad de las E. P. se ha centrado preferentemente en las escuelas primarias y medias de alumnado normal; pero no es ajena la preocupación por los niños y jóvenes con deficiencias sensoriales (ciegos y sordomudos), escuelas profesionales, orfanotrofios, misiones y parroquias especialmente en regiones escasas de clero. La tradicional gratuidad de las E. P. sufrió un colapso en la segunda mitad del s. XIX: los centros vivían generalmente de las aportaciones de los ayuntamientos pactadas con la Orden, pero al dejar éstos de cumplir las bases de fundación, y hacerse preciso abandonar muchas veces la gratuidad, Pío IX prefirió la supervivencia de los colegios, a la extinción de la educación impartida por las E. P. Esta dedicación a la enseñanza, realizada con tanta intensidad, ha apartado a los e. de otras actividades distintas, como publicaciones, orientación de movimientos eclesiales, etc., que la Orden no ha atendido de manera especial.
     
      5. Historia. En 1601 llegaron las E. P. a tener 700 alumnos y se les enseñaba lectura, escritura, ábaco o aritmética, gramática latina, doctrina cristiana y buenas costumbres, con sus respectivos maestros. Las nuevas escuelas constituyeron el primer grupo escolar graduado. Los domingos, alumnos y profesores tenían una catequesis solemne en la parroquia. Entre los primeros colaboradores de S. José de Calasanz figuran: Marco A. Arcangeli, Santiago Ávila, Francisco Villoslada y Juan F. Fiammelli, Gelio Ghelini, Regulo Bellotti, Andrés Basso, Gaspar Dragonetti, etc., y siete seglares llamados Hermanos. En 1612 adquieren sede definitiva en S. Pañtaleón, Casa Madre de la Orden.
     
      La expansión italiana y centroeuropea (1617-56) se produce después de la aprobación pontificia. Además de Roma surgen los colegios de Frascati, Mentana, Moricone, Magliano y Narni. En 1623 Génova, Savona y Carcare forman la Provincia de Liguria. Siguen Nápoles, Florencia, Nikolsburg (Moravia), Palermo, Cagliari y en 1642 Varsovia y Podoloniec (Polonia). El crecimiento numérico de religiosos corre paralelo a la expansión territorial. En 1637 hay ya seis Provincias con 27 casas y 362 religiosos (124 sacerdotes, 79 clérigos estudiantes y 159 hermanos) y 70 novicios. La clase de hermanos es muy numerosa, muchos enseñan en las escuelas y desde 1627 reciben la tonsura y se llaman «clérigos operarios». Esta tentativa de crear una clase de enseñante no sacerdote provocó un descontento que desembocó en agitación al recibir dos de ellos, particularmente preparados y doctos, la Ordenación sacerdotal. Los capítulos generales de 1637 y 1641 abolieron, consecuentemente, la clase de «clérigos operarios». Destacan en este periodo los llamados e. galileanos que apoyan a Galileo Galilei por orden del fundador después de la condena del Santo Oficio: F. Michelini, C. Settimi, A. Ambrogi y A. Morelli.
     
      Restablecida la Orden en 1656 se distinguen entre los generales el segoviano Juan García del Castillo (15841659), antiguo confesor de S. José de Calasanz y fidelísimo a su espíritu; Juan C. Pirroni (1640-85) que reorganizó la curia general, promovió la observancia y se preocupó de la formación de los futuros e., y obtuvo el Breve Exponi Nobis de 3 sept. 1686 que permitía poseer bienes estables para mantener a los estudiantes, futuros e., e introdujo la Orden en España con la fundación de Moyá (Barcelona). Juan F. Foci (1650-99) compuso una Ratio studiorum pro nostris que aprobó el capítulo general de 1718.
     
      El general Andrés Boschi (1665-1721), dio gran impulso a la enseñanza de las ciencias exactas. En los generalatos siguientes se abren en España los colegios de Barbastro, Puigcerdá, Daroca, Alcañiz, Madrid (1728), Igualada, laca y Zaragoza (1732). Las Const. Nobis quibus de 1 mayo 1731 y Pontificalis officii de 30 jun. 1733 de Clemente XII reconocen el derecho de los e. a enseñar las ciencias mayores y regentar cátedras universitarias. Después se fundan colegios en Mataró, Getafe y Valencia en 1738. Una estadística de la época nos habla de nueve provincias, una viceprovincia, 123 casas, 1.680 religiosos y 21.000 alumnos. El general español Cayetano Ramo (1713-95) publicó la primera ed. oficial de las Constituciones en 1781, con validez hasta 1917. La vitalidad de las E. P. es muy grande en este periodo; sigue su extensión centroeuropea y dan a la Iglesia 14 obispos: entre ellos, los españoles Basilio Sancho (1728-87) arzobispo de Manila, creador del clero indígena en Filipinas cuyo primer Concilio Provincial celebró; Felipe Scío de San Miguel (1738-96), gran pedagogo, traductor de la primera versión católica española de la Biblia completa y además comentada (Valencia 1791) que ha tenido más de 70 ed. totales o parciales (V. BIBLIA VI, 9,A); y Melchor Serrano (1738-1800) obispo auxiliar de Valencia. La bula Inter graviores de 1804 independizó las E. P. de España del gobierno central romano. El patriarca de las E. P. restauradas es el Vicario general Jacinto Feliu (1787-1867), profesor de la Acad. Militar de Segovia, que lleva la Orden a América (1857, Cuba) e impulsa el nacimiento y expansión de las religiosas Escolapias. Entre todos los vicarios generales españoles sobresale Manuel Pérez (183094) que funda Irache (Navarra), casa central de estudios filosóficos y noviciado de generalicios, religiosos dependientes del Vicario, para misiones americanas; erigió casas en Chile (Concepción, Yumbel, Copiapó), Sevilla (orientada como puerto natural hacia América), Panamá, Tucumán, Buenos Aires, Córdoba, Santurce y Santiago. El vicariato independiente lo abolió el motu proprio Singularitas regiminis de Pío X en 1904. En 1947 desaparece incluso el nombre de vicario, sustituido por el de delegado para las casas de formación. La I Guerra mundial dejó maltrechas las provincias centroeuropeas y la Guerra civil española (1936-39) arruinó muchos colegios y diezmó el personal religioso. Pero la reacción ha sido rápida y eficaz: ha seguido la extensión a Iberoamérica, USA, Japón, Senegal y Francia. Una estadística de 1970 enumera: 16 Provincias, siete Viceprovincias, cuatro Delegaciones, 189 casas, 2.197 religiosos y 101.129 alumnos. El régimen de gobierno sigue invariado, pero el de la elección de superiores mayores y rectores está en experimentación y quedará fijado en el Capítulo general de 1973. La Orden sigue siendo clerical exenta de votos solemnes.
     
      6. Hagiografía. Las E. P. cuentan con dos santos canonizados: José de Calasanz (v.) y Pompilio Ma Pirrotti y un ven., Glicerio Landriani. Sin embargo, son muchos los e. considerados canonizables, con fama de santidad o martirizados. La Orden ha concentrado todo su esfuerzo en la labor educativa que constituye su fin, y ha prestado poca atención a promover las causas de beatificación de sus miembros. A ello hay que añadir la pobreza tradicional y que la única causa que entusiasmó a toda la Orden ha sido la del propio fundador. Esto hizo olvidar las de Pedro Casan¡ y Glicerio Landriani, introducidas por el mismo fundador, hasta que Pío XI, milanés v conocedor de la familia y virtudes de éste, la promovió hasta declarar la heroicidad de sus virtudes en 31 mayo 1931.
     
      S. Pompilio Ma Pirrotti. N. el 29 sept. 1710 en Montecalvo Irpino (Campania, Italia) y m. el 15 jul. 1766 en Campi Salentina (Puglia), donde se conservan sus restos; su fiesta se celebra el día de la muerte. Escapó de casa a los 15 años para hacerse e.: hecho que certifica la carta enviada a su padre. Estudió en Chieti y Melfi comenzando a dar clase en Turi en 1733. Ordenado sacerdote continuó su apostolado educativo de 1734 a 1747 en Francavilla, Brindisi, Ortona al Mare y Lanciano. Fue defendido por sus superiores religiosos, que le trataron con toda condescendencia aconsejándole y cambiándole frecuentemente de casa, ante las acusaciones de demasiada amplitud en la absolución de los penitentes o de doctrinas sospechosas con consiguientes intervenciones de la autoridad eclesiástica y civil. Se distinguió en la predicación, confesiones, misiones y dirección espiritual. Enfermizo, sufrió continuamente. Luchó contra las ideas del jansenismo (v.) y quietismo (v.) insistiendo en la frecuencia de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía. Extendió la devoción al Corazón de Jesús y a la Virgen. Su espiritualidad, típicamente ascética, puede resumirse así: amor a la cruz, despego de las cosas terrenas, abandono en Dios. Fue beatificado el 26 en. 1890 y canonizado el 19 mar. 1934.
     
      Ven. Glicerio Landriani (1588-1618). Estudió en Bolonia Filosofía y ambos Derechos y Teología en la Minerva de Roma, viviendo en casa de su hermano Mons. Fabricio que le reprochó sin éxito sus exquisiteces y arrogancia. Fabricio acudió en busca de ayuda al card. Carlos Pío, que reprendió severamente a Glicerio. Pronto cambió su modo de vida, comenzando a alentar sinceros deseos de santidad. Trabada amistad con el español Francisco Méndez, discípulo de S. Juan de Ávila (v.) y sus compañeros, trabajó en la rehabilitación de mujeres arrepentidas. Vuelto Méndez a España, Landriani y otros cinco se unen a la obra de Calasanz en 1612. Con Casani y Calasanz, representa la tendencia de la «suma pobreza» en la Orden. Trabajó como catequista en las escuelas, práctica que extendió a plazas públicas e Iglesias romanas y como prefecto de la oración continua. El método teórico-práctico sin grandes memorizaciones del Catecismo de Calasanz le sirvió de modelo. Ha sido uno de los grandes catequistas de la Orden. Sus continuas penitencias y la rigidez de su maestro Casan¡ apresuraron su muerte.
     
      Otros Siervos de Dios: Gaspar Dragonetti (1513-1628), J. Domingo Franchi (1596-1681), Hno. Pietro Caliandro (1722-1801), Faustino Míguez (1831-1925). En la Guerra civil española (1936-39) las E. P. perdieron 272 religiosos. Se ha introducido la causa de beatificación de 13 de estos mártires: José Agramunt, Enrique Canadell, Francisco Carceller, Matías Cardona, David Carlos, Ignacio Casanovas, Florencio Felipe, José Ferrer, Carlos Navarro, Faustino Oteiza, Dionisio Pamplona, Alfredo Parte y Manuel Segura. Entre los ex alumnos de las E. P. venerados oficialmente por la Iglesia figuran: S. Vicenzo Strambi, S. Gaspar del Búfalo, S. Vicenzo Palotti, S. Leonardo Murialdo y el b. Juan Nepomuceno Neumann.
     
     

BIBL.: Bullarium Religionis Scholarum Piarum, Madrid 1899; L. PICANYOL, Brevis conspectus historicus-statisticus Ordinis Sch. P., Roma 1932; C. RABAZA, Historia de las Escuelas Pías en España, 4 vol., Valencia 1917-18; C. BAU, Historia de las Escuelas Pías en Cuba, La Habana 1957; ÍD, Historia de las Escuelas Pías en Cataluña, Barcelona 1951; C. LASALDE, Historia literaria y bibliográfica de las Escuelas Pías de Espacia, 3 vol., Madrid 1897, y en «Rev. Calasancia» 1925 y 1927; A. CLAVERO, Historia de las Escuelas Pías en Sudamérica, 4 vol., ms. en Arch. Gen. de la Orden, Roma; ÍD, Historia de las Escuelas Pías en Aragón, ms. en Arch.' Prov. de la Orden, Zaragoza; J. SANTHA, Biografías críticas de los PP. Generales desde 1656 (en latín), en «Ephemerides Calasanctianae», Roma 1961 ss. (publicadas hasta 1760); C. VILA PALA y OTROS, Escolapios víctimas de la persecución religiosa en España, 6 vol., Salamanca 1963-6; A. CLEMENTE, Vida del b. Pompilio M, Pirrotti, Barcelona 1913; A. MISTRANGELO, Il ven. G. Landriani, 4 ed. Florencia 1931.

 

VICENTE FAUBELL.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991