Definición etimológica y diversas significaciones del término enseñanza.
El término e. proviene del latín insignare (señalar). Sus acepciones en
castellano son muy numerosas, por lo que se ha podido hablar de su
carácter polimórfico. Hagamos una descripción de sus principales
significados. El primero, según dice la R. A. de la Lengua, es «acción y
efecto de enseñar». Naturalmente esto nos obliga a tratar de saber qué es
exactamente e. y en qué se diferencia de otros procesos similares. Pero
antes de entrar en ese estudio, que constituye el núcleo de este artículo,
enumeremos las otras acepciones. El término e., calificado diversamente,
se usa para nombrar un sistema organizado en orden a proporcionar
instrucción (e. media, superior, etc.), o el método según el cual se
estructuran los esfuerzos instructivos de los maestros (e. globalizada,
personalizada, etc.). Cuando se utiliza en plural generalmente designa el
conjunto de disciplinas propias de una carrera (las e. de la Facultad de
Derecho) o de doctrinas de alguna institución (siguiendo las e. de la
Iglesia); otras veces hace referencia a aquellos hechos que dándonos
experiencia advierten cómo actuar ante las futuras situaciones análogas
(las e. de la vida).
Análisis del sentido principal del término enseñanza. Volvamos al
concepto fundamental. ¿Qué significa «acción y efecto de enseñar»? ¿Está
tomada esta expresión copulativa o disyuntivamente? ¿La e. se realiza
únicamente en las aulas según moldes típicos? Con la terminología de Ryle
diremos que la e. es, en primer lugar, una tarea ejecutada por el maestro.
Así tiene sentido la expresión «he estado enseñando toda la mañana»,aunque
ninguno de los alumnos con quien se ha estado, hayan conseguido aprender
cosa alguna. Pero también designa un rendimiento, es decir, una auténtica
subjetivación por parte de los alumnos de lo enseñado por el maestro. Más
aún, la e. que se considera como un acierto completo no es juzgada de esta
forma, tanto por el modo como se da, cuanto por las resonancias que en el
alumno encuentra. Puede, por tanto, entenderse esta «acción y efecto» de
un modo disyuntivo, pero la significación plenaria apunta a una
interpretación copulativa.
Enseñar, por otra parte, hace referencia a procesos de índole muy
varia. Se puede enseñar a amar a la patria, incitando a cantar marchas
militares, o a valorar el dinero, obligando a los hijos pequeños a que den
cuenta de las cantidades que se les entrega. No puede, por tanto,
reducirse la e. a una actividad realizada en las aulas, por la que se
transmite a los alumnos, a través de la palabra, un conjunto de hechos o
doctrinas. Por consiguiente, podríamos pensar que lo único común a todos
los procesos, mediante los cuales se trata de enseñar a los demás, es su
término intencional: el aprendizaje (v.). No es la modificación de la
conducta, según han afirmado algunos autores, desde el momento en que hay
modificaciones de la actuación sin que medie una e., como cuando nos vemos
obligados a realizar algo por la violencia o la intimidación; además puede
enseñarse algo sin que la subjetivación de tales conocimientos modifique
necesariamente la conducta («le enseñaré la doctrina cristiana, pero no es
capaz de ponerla en práctica»), aunque la mejor e. se da cuando lo
aprendido se pone realmente en práctica. Debe hacerse notar que, sin
embargo, no todo aprendizaje es fruto de una e.: podemos aprender a causa
de otros procesos distintos como son el condicionamiento, el
adoctrinamiento, el adiestramiento (v.), etc. Veamos cuáles son las
características de estos procesos que los hacen diferentes de la e.
Procesos similares al de enseñanza. El condicionamiento se produce
cuando, a través de diversos medios. se ha conseguido que el sujeto
responda de un modo fijo a ciertos estímulos de índole física. Cuando el
sujeto condicionado es un animal se suele hablar de amaestramiento.
Similar a él es el adoctrinamiento, con la diferencia de que la respuesta
estereotipada se da ante estímulos de índole intelectual. El hombre
adoctrinado es el que ha recibido, de un modo no inteligente, un conjunto
de doctrinas que mantiene y defiende creyendo que lo hace por la evidencia
intrínseca de las mismas, cuando en realidad tal evidencia o no existe o
no ha sido suficientemente captada por el interesado. El adoctrinarte
puede ser caracterizado como quien desea que los demás repitan ciertas
ideas o actúen según ciertas pautas de comportamiento, teniendo una
indiferencia absoluta acerca del camino a seguir para que el alumno
alcance tales objetivos.
Entrenar se suele utilizar cuando se persigue el dominio de alguna
técnica mediante la repetición de ejercicios.
Tampoco es sinónimo de e. el término instrucción, ya que se aplica,
ordinariamente, a un campo más reducido. Las e. que recibimos en la
escuela son muy variadas y superiores a las meras piezas informativas que
se nos transmiten y que constituyen el núcleo de la instrucción. Además,
el objeto de la instrucción suele ser algo considerado como valioso por la
sociedad, mientras que no se da esta limitación en la e. (no se puede
decir «me han instruido en las delicias del opio» y sí, en cambio, «me han
enseñado a fumar opio»).
Enseñar y educar tienen muchos puntos comunes, pero también hay
entre ellos diferencias. En líneas generales diríamos que hay educación
cuando se transmite algo valioso que es efectivamente puesto en práctica
por el educando; también se exige que no sea una mera transmisión de
información, sino que se den a conocer las bases conceptuales en que se
fundamenta lo transmitido, características todas ellas que no son precisas
en la e. Por otra parte, educación, y también instrucción, puede uno
adquirirla por sí solo, sin la necesaria intervención de otro hombre, pero
la e. suele entenderse siempre como una actividad dialógica entre quien
desea enseñar y quien recibe la e.
Contenido y metodología de la enseñanza. Una vez circunscrito el
concepto de e. y diferenciado sumariamente de otros procesos similares,
quedan por responder todavía preguntas de suma importancia: ¿qué es lo que
debe enseñarse? ¿Cuáles son los métodos necesarios para que la e. de tales
materias sea eficaz? La respuesta a estas cuestiones no es, en absoluto,
obvia. Nuestra sociedad, frente al inmovilismo de otros siglos, puede
calificarse como esencialmente cambiante. Por ello, los contenidos de la
e. no son algo que pueda ser determinado de una vez y para siempre, ni,
mucho menos, podemos empeñarnos, irresponsablemente, en continuar
enseñando las mismas cosas que tenían sentido en otras épocas, sino que es
misión de los estudiosos de la educación de cada momento tratar de
determinar aquellas materias que constituyen, como decía Ortega, el núcleo
de las ideas vivas de la actualidad, dejando a un lado lo que no son sino
supervivencias anacrónicas; todo ello es una función que, por su
complejidad y transitoriedad, escapa de los límites de este artículo.
También es un problema de muy difícil solución conocer los métodos más
eficaces de e. No se crea que los numerosos siglos de e. han resuelto esta
cuestión, pues hasta hace muy poco la cultura era tan elitista y los
conocimientos a transmitir tan reducidos, en comparación con los actuales,
que no habían surgido, con la acuidad actual, estos problemas. De hecho,
mientras que la revolución industrial supuso y provocó la edición de
numerosos tratados monográficos sobre los detalles más pequeños de un
torno, p. ej., sin embargo, la actual revolución pedagógica no está
ayudada por estudios serios y suficientes que describan los efectos en los
alumnos de la distinción entre verbos transitivos o intransitivos, o la
comprensión de la noción de cantidad p. ej. Pero esta problemática también
escapa de los límites de este trabajo.
Licitud de la enseñanza. La enseñanza y el sentido crítico. Vamos,
por último, a afrontar el tema capital. ¿Es lícita o no la e.? ¿No supone
la e. trabar la libre espontaneidad e impedir, por tanto, el pleno
desarrollo de la propia personalidad del enseñado? Debe decirse, en primer
término, que el concepto espontaneidad, excesivamente citado a veces, no
puede convertirse en la meta de las aspiraciones del hombre. La
espontaneidad no está necesariamente emparejada con la felicidad, ni con
los auténticos valores ni con el pleno desarrollo, a menos que
arbitrariamente pretendamos igualar todo esto con el crecimiento
selvático. Otra cosa distinta es la plenitud del desarrollo integral de la
propia personalidad. Sería un grave error creer que ésta es trabada por la
e. En efecto, como dice Black, la e. puede tener una primera consecuencia
que es que el enseñado actúe amparado en las reglas que se le han
expuesto, sin tener capacidad para dar una explicación de ellas ni haber
captado verdaderamente su sentido. Tal actuación, evidentemente, es
contraria a una actitud propiamente racional. No hay posible autocrítica
sino un mero conformismo repetitivo que impide todo desarrollo de la
propia personalidad. Pero la auténtica e. es la que pasa de ese estadio
para mostrar los principios sobre los que se apoya la conducta enseñada.
Así, la actuación futura no estará sólo amparada en reglas, sino que será
capaz de invocar tales reglas. Tal capacidad hace a la acción
potencialmente autocrítica y, por consiguiente, elimina el conformismo y
la aplicación indiscriminada de las reglas, así como posibilita el avance
y el desarrollo personal que dará las respuestas oportunas ante las nuevas
situaciones.
Últimamente se concede, con razón, gran importancia al sentido
crítico. Pero esto no debe obnubilarnos al hablar de e. Muchas veces el
único camino accesible para ese posterior ejercicio de la razón es
comenzar con los hábitos, todavía no críticos. Luego, sin duda, deberán
exponerse los principios en que se basan, para huir del conformismo
irracional, y tal exposición es ya eficaz aunque, a veces, el sujeto no
fuera capaz de repetirla verbalmente. El peligro de quedarse en la etapa
acrítica es cierto, pero no es menos cierto que a la continua labor de e.
durante generaciones debemos el actual florecer de la actividad
intelectual del hombre.
V. t.: EDUCACIÓN; FORMACIÓN; ESCUELA; UNIVERSIDAD; PEDAGOGÍA.
BIBL.: ALAIN, Conceptos sobre
educación, Buenos Aires 1950: P. CHico GONZÁLEZ, Educar para el futuro,
Madrid 1970; V. GARCÍA Hoz, Educación personalizada, Madrid 1970; ÍD,
Principios de pedagogía sistemática, 4 ed. Madrid 1968; T. F. GREEN, A
topology of the teaching concept, en C. J. B. MAC MILLAN, Concepts of
teaching, Chicago 1968; B. P. KOMISAR y C. J. B. MAC MILLAN, Psychological
concepts in education, Chicago 1967; R. S. PETERS, ¿En qué consiste el
proceso educacional?, y M. BLACK, Reglas y rutinas, en R. S. PETERS (ed.),
El concepto de educación, Buenos Aires 1969; J. ORTEGA Y GASSET, Misión de
la Universidad, Madrid 1968; I. SCHEFFLER, El lenguaje de la educación,
Buenos Aires 1970; E. PLANCHARD, La pedagogía contemporánea, 5 ed. Madrid
1969. V. t. la bibl. de EDUCACIÓN I.
JOSÉ A. IBÁÑEZ-MARTÍN.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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