1. Concepto. Es la «acción educativa que se realiza con sujetos que
presentan características claramente distintas de las tenidas por
corrientes o normales» (V. GARCÍA HOZ). Es cuestión previa, pues, a este
planteamiento la determinación del concepto de normalidad en los sujetos,
cuestión que tampoco resulta demasiado sencillo resolver. Generalmente se
trata de niños o jóvenes, para quienes resulta imposible seguir un proceso
de aprovechamiento regular en el centro docente, debido a deficiencias
físicas, psíquicas, caracterológicas, sociales o morales. El problema que
estos alumnos precisados de e. especial plantean en el mundo es
ciertamente aterrador. Según estadísticas comparadas, el número de sujetos
que en cada país necesita de estos cuidados no suele ser inferior al 8% de
la población en edad de escolarización. Los distintos países van
últimamente enfrentándose con la cuestión, pero los cuidados son todavía
por lo general insignificantes, exceptuando aquellas naciones que disponen
de mayores posibilidades.
La e. especial, Pedagogía de anormales, Pedagogía terapéutica,
Pedagogía curativa, etc., que de todas estas maneras y de algunas más se
determina, es una disciplina relativamente reciente en su pretensión
científica, aunque, como hemos de ver, establecimientos y educadores
dedicados al cuidado y ayuda de los anormales han existido desde hace
muchos años. Precisamente España ha tenido importantes educadores que
destacaron en esta rama pedagógica. Parece ser que ya en el año 1409
existía en Valencia un centro que se preocupaba del cuidado y asistencia
de deficientes psíquicos y enfermos mentales, creado por fray Gilabert
Jofre. En el monasterio de San Salvador de Oña (Burgos), a mediados del s.
XVI, el monje benedictino español fray Pedro Ponce de León (1520-84)
descubrió un método de tipo audiovisual para enseñar a hablar a los
sordomudos. Se dice que escribió un libro para divulgar dicho método, pero
no ha sido encontrado. Otro español, J. Pablo Bonet (1560-1620),
especialista igualmente en enseñanza de sordomudos, escribió el primer
libro hoy conocido sobre el tema, al que tituló Reducción de las letras y
Arte para enseñar a hablar a los mudos (Madrid 1620). En su método se
sustituye el oído por la vista para percibir los momentos fundamentales de
la palabra. Hasta finales del s. XVIII no encontramos noticias que se
refieran a la enseñanza y educación de ciegos. En 1771 se conoce la
iniciativa del francés Valentin Haüy, en París. Comenzó enseñando a unos
cuantos invidentes a tocar distintos instrumentos musicales para pasar
luego a iniciarles en la lectura de gruesos caracteres latinos fabricados
en relieve. Al conocerse los resultados conseguidos por Haüy, fueron
muchos los especialistas que se lanzaron tratando de igualar los logros
del francés. Aunque algunos autores ya habían desechado el procedimiento
de las letras en relieve, reemplazándolo por un sistema de puntos
formando. grupos también en relieve, fue otro francés, Louis Braille
(1805-52; v.), quien lo perfeccionó y universalizó, utilizándose
actualmente todavía con gran éxito.
En cuanto a la educación de enfermos mentales, es histórico el caso
con el que se enfrentó Juan Itard (1775-1838), a quien le fue encomendado
un niño oligofrénico encontrado en estado salvaje en los solitarios
bosques del Aveyron (Francia). Itard dedicó cinco años a su educación
logrando resultados que causaron verdadera sensación en su tiempo. Sus
experiencias llegaron a hacerse clásicas en el campo de la Psiquiatría
infantil. A consecuencia también de esta experiencia resultó la creación
en París de un centro, posiblemente el primero de esta clase, dedicado a
la educación e instrucción de deficientes psíquicos. El interés fue
extendiéndose y a finales del s. XIX en casi todos los países europeos
había algunos de estos colegios especializados. España fue uno de los
países que más tarde se incorporó a esta labor, pues el primer centro
dedicado a la educación de débiles mentales no llegó a funcionar hasta
1921. Aunque, como se ha visto, la preocupación por paliar el problema ha
existido desde hace tiempo, la verdad es que el mayor impulso se ha
logrado en los últimos 25 años, es decir, a partir del fin de la II Guerra
mundial.
Para finalizar este breve resumen histórico sólo basta recordar las
siguientes interesantes aportaciones: María Montessori con sus ideas sobre
educación sensorial y motórica; Alfredo Binet y sus trabajos para la
determinación del nivel mental; el establecimiento del perfil psicológico
individual de Rossolimo; los revolucionarios estudios psico-analíticos de
Freud (v.), etc. Algo que con el tiempo ha evolucionado bastante es la
consideración que siempre se tuvo de la e. especial como cuestión
meramente asistencial. Hoy domina la idea de que con estos cuidados la
sociedad no hace sino cumplir un deber indiscutible para con estos seres
disminuidos. «Toda persona tiene derecho a la educación» (art. 26 de la
Declaración Universal de Derechos Humanos); no deben existir
discriminaciones, ni tan siquiera sabiendo de antemano que con los
deficientes el trabajo educativo será más penoso y los resultados menos
lucidos.
2. Anomalías y su clasificación. Pero, ¿qué sujetos pueden ser
considerados anormales? El Dr. García Hoz habla de tres criterios para
determinar el contenido real del concepto «sujeto especial» o «anormal
excepcional»: a) Criterio subjetivo. Según este criterio, será anormal
«aquel que difiere notablemente del yo de quien habla o del grupo social
de ese yo». Naturalmente, a nosotros esta estimación personal no nos vale,
pues, del mismo modo, el propio sujeto que habla o decide es igualmente
anormal para otros muchos. b) Criterio estadístico, según el cual pueden
considerarse sujetos normales aquellos cuyas características personales
abundan más; los anormales serán los que difieran de los más numerosos.
Por su objetividad, este criterio puede considerarse válido. Mas no carece
de inconvenientes, p. ej., los que encontramos a la hora de precisar los
límites entre la normalidad y la anormalidad. Una de sus ventajas más
importantes, empero, es la de poder estimar de un modo cuantitativo las
cualidades personales con relación a la zona convenida como origen de la
normalidad. c) Criterio biológico. Los anormales, según este criterio, son
los enfermos. El sujeto normal sería aquel que estuviera en posesión plena
de sus potencias, cuestión ésta que resulta difícil de precisar. Como
ocurre con los anteriores, este criterio tampoco soluciona mucho, pues no
delimita debidamente el término que andamos buscando.
Son muchos los intentos que ha habido de clasificación de las
anomalías. Con el fin de no complicar excesivamente las cosas, vamos a
adoptar aquí una clasificación tan sencilla como lógica. Como primer paso,
y considerando las dos jerarquías de la vida humana, la física y la
psíquica, podemos agrupar las anomalías en esos dos grandes grupos:
anomalías físicas y anomalías psíquicas. 1) Entre las deficiencias físicas
puede hablarse de deficiencias sensoriales, motóricas y de lenguaje. Las
primeras pueden referirse a defectos de la vista (ciegos, amblíopes...) o
del oÍDo (sordos, hipoacúsicos, duros de oído...). Los deficientes
mogólicos pueden ser: paralíticos, lisiados, espásticos, poliomielíticos,
etc. Los deficientes de lenguaje: disfásicos, disfrásicos, dislálicos,
etc. 2) Entre las deficiencias psíquicas citamos las siguientes: a)
Mentales. Si estas deficiencias son de tipo cuantitativo nos encontramos
con los oligofrénicos (en sus grados ligero, medio y profundo); si son de
matiz cualitativo nos hallamos ante los histéricos, epilépticos y
psicópatas en general; si las perturbaciones mentales son de origen
orgánico, hay que citar a los mogólicos, los cretinos y aquellos sujetos
con vitalidad escasa (prematuros, cardiacos, tuberculosos, cte.). b)
Deficiencias psíquicas caracteriales. En este apartado habrá que incluir
primeramente a los sujetos rebeldes, actitud que en un alto porcentaje de
ocasiones se debe a incoherencias del carácter; los sujetos indolentes,
cuyo aspecto tanto desespera a veces a los educadores por considerar que
indica una desestimación de su trabajo o de su persona; también se
incluyen aquí los desidiosos, negligentes, inestables, etc. c)
Deficiencias psíquicas de índole afectiva. Comprende este grupo a los
sujetos asociales, amorales, deprimidos, inhibidos y, en fin, a todos
aquellos que se reúnen bajo la común denominación de niños o adolescentes
problema (problem children), niños difíciles, etc.
Aparte de las relacionadas, que podemos denominar deficiencias por
motivos intrínsecos o endógenos, los especialistas suelen referirse a otro
tipo que llaman deficiencias por motivos extrínsecos o exógenos, por
considerar que las causas de las anormalidades provienen del exterior de
cada uno, del ambiente en que se vive. Se trata de influencias
perjudiciales procedentes del ambiente familiar, escolar y social de los
diferentes sujetos. En multitud de casos se ha observado por psicólogos y
psiquiatras que el origen de ciertas perturbaciones residía en los graves
problemas existentes en el seno familiar. Y tratándose de familias que
pueden considerarse normales, también se da el caso, con mucha frecuencia,
de provocarse perturbaciones afectivas o de conducta por exceso de
paternalismo o por exagerada severidad a la hora de cumplirse los deberes
educativos propios de los padres.
Por causa del ambiente escolar también se pueden originar
situaciones conflictivas, ocasionantes igualmente de perturbaciones
afectivas o caracteriales. Puede esto ocurrir por motivos muy diferentes:
defectuosa acomodación en los primeros meses de escolaridad; impotencia
por parte de muchos alumnos de poder abarcar el exceso de materias o
disciplinas; fatiga producida por la intensidad de las últimas semanas del
curso con su secuela de exámenes, excitaciones, temores, cte.;
metodologías ineficaces o inadecuadas, etc. En muchos alumnos, la
sensación de fracaso puede ir en aumento hasta conducirles a un fuerte
estado depresivo con indicios neuróticos. Muy graves y frecuentes son
también las nocivas influencias procedentes del ambiente social en que se
desenvuelven los alumnos. El mal ejemplo de los mayores, la pobreza, el
abandono, la influencia tantas veces deformativa de los medios de
comunicación de masas, etc., son auténticas plagas caídas sobre el mundo
actual y que amenazan con aplastar toda una cultura desarrollada durante
siglos. Estos males ocasionan igualmente graves conflictos que pueden dar
lugar a trastornos afectivos y morales.
3. Diagnóstico y tratamiento. La educación o reeducación de sujetos
anormales precisa, si quiere realmente asegurar su eficacia, de la
estrecha colaboración entre pedagogos, psicólogos y psiquiatras. Pero no
debemos olvidar que la tarea que en esta actuación corresponde al maestro,
al educador, tiene sin duda una importancia especial. Normalmente, es el
maestro el primero que nota la deficiencia en cuestión, si no fue antes
descubierta por la familia. Ello es natural, pues no puede discutirse que
es en la práctica escolar de cada día donde puede observarse con relativa
facilidad por el educador si el alumno en concreto puede o no seguir un
proceso educativo regular. Mas para establecer un diagnóstico válido
necesitamos otros elementos de juicio, además de esa observación referida.
Precisamos el historial familiar y escolar completo del alumno y,
asimismo, toda una serie de exploraciones psicológicas y médicas.
Las exploraciones psicológicas irán encaminadas primeramente a
determinar lo que los especialistas llaman perfil psicológico. Intenta
este perfil dar una idea de conjunto de las capacidades de cada alumno,
valorando antes para ello, por separado, sus aptitudes intelectuales,
retentivas, de atención, juicio, cte., por medio de tests específicos en
cada caso (v. TEST PSICOLÓGICO). Conviene también observar con atención
las reacciones de los examinandos durante la realización de las pruebas
para comprobar detalles, como su grado de fatigabilidad, interés,
indiferencia, excitación, temor, cte., reveladores sin duda de aspectos
interesantes de su personalidad. Otro nivel que importa igualmente
diagnosticar es el nivel de instrucción, que puede realizarse por medio de
tests instructivos, escalas de producción escolar, etc. Puesto en relación
con el nivel mental, nos proporciona un valioso dato, como es el llamado
cociente de rendimiento (v. RENDIMIENTO ESCOLAR). Las tendencias afectivas
constituyen también un necesario factor que precisa ser explorado. Hoy
suelen emplearse para este fin los llamados tests proyectivos (v. CONDUCTA
II, 3), que nos revelan las capas más profundas en cuanto a instintos,
emotividad y rasgos caracterológicos. En muchos centros dedicados a la
exploración psicológica, se emplea hoy el dibujo de los niños como medio
para manifestar su afectividad. La exploración médica deberá ser dirigida,
siempre que sea posible, por uno de los llamados médicos escolares. Los
cometidos de este profesional fueron claramente determinados por la
Conferencia Int. de Higiene Escolar, celebrada en Grenoble en 1954. Los
diferentes exámenes somático, sensorial, neurológico y psiquiátrico deben
ser valorados conjuntamente por el médico escolar que dará un informe
definitivo. Compendiadas todas las observaciones y experimentaciones que
se han mencionado, resultará un diagnóstico que es el que debe determinar
la actuación consiguiente más apropiada.
El tratamiento educativo varía según los casos. Las posibilidades de
reeducación serán algunas veces mínimas (mera adquisición de reflejos
condicionados, automatismos primarios, etc.), mientras que en otras
ocasiones podrá pensarse como objetivo en una normalización total. Lo que
sí debe hacerse, como norma general, es empezar cuanto antes el
tratamiento de cada caso particular y retenerlo, igualmente, el mayor
tiempo posible bajo la influencia de la terapéutica educativa. Este
tratamiento presenta dos dificultades para el educador: de una parte se
encuentra con el problema de la reducción del déficit en cuestión, y de
otra, con el difícil escollo relativo a la inclusión de la personalidad
deficiente en un mundo social organizado.
Los especialistas en e. especial suelen fijar su atención, unas
veces, como señal de partida de su actuación, en atender el desarrollo de
aquellas aptitudes que no se encuentran disminuidas, o sea, aprovechar al
máximo las capacidades normales del sujeto (es el principio llamado de
acomodación psíquica) y, otras veces, instaurando funciones que sean
capaces de sustituir a las deficientes (principio de compensación
psíquica).
Mas, a pesar de que no podemos determinar unos métodos que puedan
ser empleados con carácter general, sí es posible mencionar unos
principios básicos de la educación especial. Siguiendo a la profesora
Soriano Llorente, ex directora del Inst. Nac. de Pedagogía Terapéutica de
Madrid, estos principios son los siguientes: a) Reeducación de la
psicomotricidad. b) Reeducación del lenguaje. Esta reeducación, por la
estrecha relación entre pensamiento y lenguaje, afecta a toda la
personalidad del sujeto. De otra parte, el lenguaje es el mejor
instrumento para la relación necesaria con el ambiente. c) Reeducación
afectiva. En la mayoría de los deficientes se presentan desviaciones
afectivas, bien por causa psicopática o neurótica, bien por desajustes
caracteriales debidos a mecanismos de compensación de su deficiencia. Como
medio de acción psicoterápica se emplea el juego. Gracias a esta ilusión
lúdica, es posible la representación espontánea de los profundos complejos
del psiquismo infantil y la creación de posibilidades reaccionales que le
permitan descargar sus conflictos y lograr sintonizarse afectivamente con
el ambiente. d) Irradiación al ámbito familiar. Aunque los padres no
presenten anomalías psíquicas, la deficiencia del hijo puede producirles
ansiedad o desequilibrio emocional que requieren su terapéutica
correspondiente. Los padres, que tienen un importante papel en el proceso
de reeducación de sus hijos, necesitan en muchos momentos ser aconsejados
y dirigidos por especialistas en estas técnicas educativas.
Veamos ahora los aspectos más característicos de la e. especial: a)
Debe conseguirse que el niño o joven disminuido tenga confianza en los
adultos, y que éstos respeten el desarrollo de la personalidad de
aquéllos. Conviene huir de un régimen excesivamente uniforme o colectivo
que anule toda personalidad de los sujetos. b) El factor espiritual en
relación con la personalidad del alumno desempeña un importantísimo papel
a la hora de aplicar la Pedagogía curativa. Como ha dicho el Dr. Steiner,
«en el niño anormal sólo el cuerpo físico está dañado, el cuerpo
espiritual que reposa tras este cuerpo físico permanece intacto». c) Con
los alumnos deficientes, el educador debe exagerar siempre la nota en cada
explicación, descripción o utilización intuitiva. Se trata de aumentar
todo lo posible su campo de percepción por medio de estos o parecidos
procedimientos. «De la misma manera, dice el Dr. K. Schubert, que ponemos
lentes a los miopes para hacer más nítidos los objetos que se ofrecen a su
contemplación, así también convendrá dar a estos pequeños subnormales
lentes para todos sus sentidos». d) Excepcional importancia tiene la e.
artística en esta área formativa. El dibujo, la pintura, las
manualizaciones, el modelado con cera o arcilla, el canto, las
representaciones, etc., son procedimientos valiosísimos en cualquier
educación, pero con alumnos deficientes adquieren particular interés.
4. Educación de los bien dotados. Al hablar de sujetos especiales,
pensamos que no hay por qué referirse solamente a aquellos que, por
defecto, necesitan de una atención particular. También los alumnos
superdotados o mejor dotados o bien dotados (v.), que todas estas
denominaciones han recibido, deben tener derecho a que la educación trate
de un modo especial de aprovechar sus mejores disposiciones. «Desde un
punto de vista lógico-estadístico, asegura García Hoz, los bien dotados
son también sujetos especiales». Lo normal es considerar como alumno bien
dotado al que destaca por sus cualidades intelectuales superiores; pero,
en verdad, esta consideración resulta insuficiente, pues los hay dotados
de talentos específicos o de talentos sociales muy notables que también
merecen esta distinción. Si examinamos el problema desde su dimensión
estadística, a los sujetos bien dotados habrá que colocarlos en el extremo
superior de la curva de distribución regular de la inteligencia. El límite
inferior suele situarse por los especialistas en el cociente intelectual (C.I.)
130 de la conocida escala Binet-Terman. Los mejores trabajos estadísticos
revelan que sólo el 1 % de los alumnos suelen rebasar el C.I. de 130;
cuando éste se eleva a 140, sólo lo superan cuatro o cinco de cada mil y
un C.I. de 150 se suele dar en un 2%o de los casos.
Un nivel mental superior a los mencionados se da en muy raras
ocasiones. Es creencia muy generalizada que los alumnos superdotados
suelen ser débiles físicamente y que, con mucha frecuencia, se producen en
ellos notorias desadaptaciones sociales, desprecian a los compañeros y sus
juegos, prefieren el aislamiento, etc. Nada más lejos de la realidad.
Últimamente se han llevado a cabo múltiples investigaciones encaminadas a
detectar las características de estos sujetos, y la mayoría de ellos
revelan que, en su contextura física, los bien dotados suelen ser
superiores en estatura, peso, fuerza muscular y que, además, aguantan
mejor las enfermedades. En el aspecto social, igualmente, resultan ser
superiores o al menos normales. Es verdad que a los juegos ruidosos
anteponen los juegos sosegados; p. ej., prefieren los juegos de mesa a los
deportes violentos. El hecho de que sean muy aficionados a la lectura
solitaria quizá haya influido en que se les haya considerado como seres
casi insociables.
De todas maneras, el hecho incuestionable es que nos encontramos de
cuando en cuando con alumnos de este tipo a los que interesa dar la
formación que su talento reclama. Lo exige también la sociedad, que algún
día posiblemente se verá regida por ellos. Al profesor de los primeros
grados de la enseñanza corresponde una importante labor: la de identificar
cuanto antes la posible superior potencialidad de algún alumno. Vendrá
después todo un proceso de observación y experimentación hasta obtener
certeza de la valía del alumno. El siguiente paso está resultando más
complicado, pues, después de numerosas controversias, aún no se han puesto
de acuerdo los pedagogos: ¿qué es mejor, situar a los bien dotados en
centros especiales o dejarlos en las clases comunes sujetos a un sistema
educativo distinto? Las dos formas poseen ventajas y no pocos
inconvenientes.
Los centros especiales dispondrán, naturalmente, de mejores medios y
de personal convenientemente preparado que atenderán a este tipo de
alumnos como merecen.
Sin embargo, suele objetarse, no dejan de ser centros de
discriminación social. Por otro lado, los alumnos pueden fácilmente
envanecerse y acabar por menospreciar, acogidos a un espíritu de casta, a
los que no reciben su misma formación. El defecto, que prontamente puede
colegirse, para estos alumnos en los centros ordinarios está en que no les
sea posible desarrollar debidamente sus potencialidades (clases muy
numerosas, programas excesivamente inflexibles, personal sin preparación
específica, etc.). Sin embargo, las últimas directrices educativas en este
campo tienden hacia una formación del bien dotado en los centros
ordinarios de e., pero atendidos por medio de los modernos patrones de la
enseñanza individualizada. Es decir, que, asistiendo a la clase que les
corresponde por su edad, reciben una atención particular por parte del
profesor o profesores. El trabajo individualizado está pensado y adaptado
para cada sujeto, según lo que a cada uno conviene, según lo que cada uno
necesita y puede desarrollar.
V. t.: PSICOLOGÍA PEDAGÓGICA; SUBNORMALES II; BIEN DOTADOS;
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