DURKHEIM, ÉMILE


Sociólogo francés; n. el 15 abr. 1858 en Épinal (Lorena) y m. en París el 15 nov. 1917. De origen judío, se dice que se preparó para rabino siguiendo una tradición familiar. Cursó los estudios secundarios en su ciudad natal y se trasladó a París con el propósito de ingresar en la Escuela Normal, lo cual logró en 1879. Admiró entre sus maestros al historiador Fustel de Coulanges y sobre todo al filósofo E. Boutroux, quien, al sostener, en contra del positivismo imperante, la tesis de que las leyes naturales son siempre contingentes, sugirió a D. que los problemas sobre naturaleza, el objeto y el método de la ciencia han de someterse siempre a una revisión crítica. También aprendió de él cómo la síntesis no es mera reunión de elementos, sino algo distinto, orgánico, que es lo que le confiere unidad. Por eso la biología no puede reducirse a la física-química por lo cual los hechos psíquicos sólo pueden explicarse socialmente, dando origen especialmente a Las reglas del método sociológico (1895). También Renouvier, Kant y Comfe decidieron a distancia su vocación intelectual. Aunque D. se negó a ser considerado positivista, no llegó a salir del positivismo.
     
      Vocación sociológica. Decidióse por la sociología a causa de su insatisfacción ante el estado de la disciplina filosófica y de su deseo de contribuir a la consolidación moral de la Tercera República (H. Alpert, Durkheim, México 1945) cuyos ideales fueron la democracia, el laicismo y la ciencia positiva. Consideró siempre la importancia de la especialización a fondo en cualquier disciplina para evitar el retoricismo, habitual en las enseñanzas. Graduado en la Normal, fue designado profesor de Filosofía. Es entonces cuando empieza a ser influido por sociólogos como Spencer, Scháffle y Espinas debido a lo cual su primera concepción de esta ciencia estuvo impregnada de organicismo biologicista. Así, la idea de lucha por la vida impregna su explicación causal del desarrollo de la división del trabajo. De Espinas toma la noción de conciencia colectiva junto con la importancia de estudiar tipos sociales particulares en vez de hacer sociología como una suerte de filosofía social. Schäffle dejó en él cierta veta de antiintelectualismo que matizaba un tanto su rigurosa concepción de la primacía absoluta del razonamiento. Después, la influencia, entre otros, de Ribot, dejó huella en D. de la importancia de los aspectos inconscientes de la actividad humana, así como la idea de que el estudio de lo patológico es fundamental para entender lo normal. Con la primera idea atacaba la concepción finalista de la sociología y la segunda le indujo a elaborar una patología de lo social como ciencia. En 1885-86 conoció los trabajos de Frazer sobre la religión primitiva, de los cuales surgiría Las formas elementales de la conciencia religiosa (1912) y pasó seis meses investigando los métodos y el contenido de la filosofía que se enseñaba allí, así como la situación de las ciencias sociales, especialmente la de las ciencias morales. Le atrajo particularmente Wundt, a partir de cuya influencia dedujo que la ciencia moral no puede ser creada de nuevo como pretendía el positivismo vigente. En 1887 comienza a profesar en la Univ. de Burdeos, enseñando Sociología y Pedagogía. En adelante, comenta Alpert, iba a ser a la vez sociólogo, ciudadano francés y profesor, rasgos que caracterizan su personalidad. En 1898 apareció L'Année Sociologique importantísima revista de sociología inspirada por D. Ésta no sólo fue órgano principal de la sociología francesa, sino que gracias a ella el influjo de su fundador resultó también decisivo.
     
      Concepción científica de la sociología. Los hechos sociales no pueden reducirse a los individuales, puesto que hay modos de pensar, de actuar, de sentir, externos al individuo. Lo definitorio es, pues, la presión o coacción social (contrainte) de los fenómenos sociales colectivos cuyas raíces son las creencias y las prácticas del grupo social. Los individuos las ejecutan repetidamente y sin saber por qué. Además de coactivas para el individuo son comunes a todos los miembros del grupo. Son, pues, como cosas y no se pueden descubrir por medio de la indagación psicológica. Aun cuando se relacionan con los hechos individuales no se confunden entre sí (Representaciones colectivas e individuales, 1899). Por eso D. habla de una conciencia colectiva como resultado de mentalidades individuales. Es decir, consideradas, no como suma, sino como totalidad. O sea, que el grupo piensa, siente y actúa de manera diferente a como lo puedan hacer sus miembros individuales. Científicamente se puede considerar como la generalización de los pensamientos, sentimientos y acciones del hombre medio. Existe, por tanto, una solidaridad social que es más fuerte en las sociedades primitivas que en las modernas. Aquéllas son menos diferenciadas hasta el punto de que, a veces, el individuo apenas se distingue del grupo (tipo de solidaridad mecánica). En cambio, en las sociedades evolucionadas cuanto más diferenciadas sean, allí donde la división del trabajo impulsa al máximo la especialización, el individuo adquiere creciente independencia o autonomía funcional, pero su función depende, no obstante, del todo (solidaridad de tipo orgánico). Creyente en la idea del progreso, sostiene D. que la historia de las sociedades es la historia de la evolución de la solidaridad mecánica a la orgánica. Trátase empero de un proceso de crecimiento: al crecer, las sociedades tienden a incrementar la división del trabajo tanto porque existen mayores necesidades como porque aumenta el volumen social y, con ello, la distancia social. El aumento de población es en definitiva lo que determina la evolución social.
     
      Patología social. La concepción de la sociedad como un proceso normal de integración cuyas funciones son todas positivas le lleva a analizar aquellos casos en los cuales parece ser que los miembros de la sociedad se sienten marginados de ésta considerándolos como anormales (anómicos, carentes de vinculación a las normas sociales). Tal es el origen de su famoso y clásico estudio sobre El suicidio (1897). En esa obra se pregunta: ¿cómo hace la relación entre la conciencia colectiva y la presión social que los miembros del grupo estén más o menos integrados?; para ello analiza y clasifica diversos tipos de suicidio. Sus preocupaciones le condujeron a ocuparse de la Sociología religiosa. Llevado de sus presupuestos no vio, sin embargo, la auténtica naturaleza del fenómeno religioso, y lo consideró sólo como un factor del vivir social. De ahí su preferencia por el tema del totemismo (v.), que consideró como fuente de actividades colectivas de las que nacen representaciones religiosas. Piensa, en suma, que la religión no tiene sustancia propia, sino que es la vida del grupo lo que genera la religión cuyas ideas y prácticas se refieren al grupo social o lo simbolizan. La distinción entre lo sagrado y lo profano resulta, para él, trascendental, pues, dice, las cosas sagradas no pueden ser tocadas impunemente por el profano; de ello deriva que adquiere prestigio especial quien participa en lo sagrado mediante ritos y creencias. La religión se reduce en él a un sistema unificado de prácticas y creencias relativas a cosas sagradas. Lo sagrado viene a ser la sociedad personificada y por eso es fuente principal de la seguridad social.
     
      Sociología del lenguaje: Aplicando los mismos principios, dice que el pensamiento depende del lenguaje y éste de la sociedad, siendo las categorías cognoscitivas reproducción refinada de las categorías sociales. Así, las ideas de tiempo derivan de los ritmos de vida del grupo; la de espacio, del territorio que ocupa la sociedad; la de causalidad del control que ejerce el grupo como tal sobre sus miembros. Como se ve, tiende a un determinismo (v.) social. Como las categorías en las cuales se expresa la organización del grupo y que a su vez influyen en él son jurídicas, de ahí la Sociología del derecho: este regula la solidaridad social; si es mecánica la amistad, vecindad, parentesco son las fuerzas de cohesión (reforzadas por la posibilidad de sanciones represivas). Si la especialización se incrementa se añade un nuevo motivo: restaurar el sistema social. El derecho no es sólo ya sancionador, sino también restitutivo.
     
      V. t.: POSITIVISMO; SOCIOLOGÍA.
     
     

BIBL.: Las principales obras de D., algunas de las cuales fueron publicadas después de su muerte, han sido objeto de múltiples traducciones. En la obra de H. Alpert citada en el texto se incluye una bibliografía bastante completa tanto de D. como de obras y trabajos sobre él. Lo mismo ocurre en la mayor parte de los manuales de Sociología. En las obras que se incluyen en la relación que damos pueden encontrarse referencias actualizadas., Manual de sociología, 4 ed. Buenos Aires 1970; N. S. TIMASHEFF, La teoría sociológica, 4 ed. México 1968; D. MARTINDALE, La teoría sociológica, Naturaleza y escuelas, Madrid 1968; A. POSADA, Principios de sociología, Madrid 1929 (anticuado, aunque sugerente).

 

A. CUVILLIER

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991