El Corpus Dionysiacum. Con el nombre de Dionisio el Areopagita han llegado
hasta nosotros cuatro tratados bastante extensos, que están dedicados a un
discípulo de nombre Timoteo, y una decena de cartas bastante breves; este
conjunto, recibe la denominación de Corpus Dionysiacum: Los nombres
divinos (De divinis nominibus, 13 cap.) estudian los nombres inteligibles
de Dios que le da la S. E. y la reflexión humana. La teología mística (De
mystica theologia, 5 cap.) explica cómo el alma se une a Dios en una
contemplación extática y en qué consiste la oscuridad divina. La jerarquía
celeste (De coelesti hierarchia, 15 cap.) describe el mundo angélico de
las inteligencias; el fin y la naturaleza de su jerarquía. La jerarquía
eclesiástica (De ecclesiastica hierarchia, 7 cap.) presenta a la Iglesia
en cuanto que reproduce la jerarquía del mundo de los espíritus, con sus
tres «sacramentos», tres consagraciones sacerdotales y tres estados
sometidos a los precedentes. Las Cartas abordan diversos temas: la
tiniebla y la luz inaccesible (1 y 5), la condición teándrica de Cristo
(4), la trascendencia divina (2), el respeto de la jerarquía (8), la
actitud que hay que observar en los tiempos de persecución (10) y otros
temas.
Tratados ficticios o perdidos. El Corpus dionysiacum debería poseer
muchos otros tratados a los cuales nos remite su autor. ¿Son reales o
ficticios? Aboga por la segunda suposición el hecho de que no haya quedado
ningún vestigio de estas obras. Una pérdida de tal clase es difícilmente
explicable. Estos tratados deberían ser los siguientes: Los ensayos
teológicos, La teología simbólica, Del alma, Del justo juicio de Dios, De
los objetos inteligibles y de los objetos sensibles. A esta lista es
preciso quizá añadir los tratados De los himnos divinos, Sobre las
propiedades y los órdenes angélicos y Sobre la jerarquía legal.
Problema del autor. El autor quiere hacerse pasar por el Areopagita
Dionisio convertido por S. Pablo (Act 17,34), lo que se admitió
generalmente hasta el Renacimiento. Los trabajos de J. Stiglmayr y de H.
Koch, a finales del s. xix, demuestran que el Corpus Dionysiacum es del s.
v o principios del vi. Además, estos escritos no son citados jamás durante
los cinco primeros siglos. En el De divinis nominibus (3,2) se encuentra
una cita de un discurso atribuido a Juvenal de Jerusalén, pronunciado en
el año 451. En favor de Dionisio se arguyó que S. Cirilo de Alejandría
(v.) habría invocado su autoridad (cfr. PL 68,991), pero el pasaje no es
auténtico. La influencia de Proclo (v. NEOPLATÓNICOS) sobre el autor del
Corpus Dionysiacum es un hecho fuera de duda. El conjunto de la doctrina
aparece como claramente posterior al Conc. de Calcedonia (v.). Pero el
autor aborrece las polémicas con los monofisitas (v.). Por esto es
probable que tenga relación con el Henoticon (v.).
Al destruir una leyenda, la crítica se imponía una tarea pesada:
¿Quién es el que ha compuesto el corpus dionisiaco? Se han sugerido
diversos nombres sin que, hasta el momento, pueda concluirse nada seguro.
Entre ellos, Esteban Bar Sudaili, Dionisio de Alejandría (v.), Severo de
Antioquía, S. Basilio (v.), Pedro el Ibérico (411-491), obispo de
Constantina-Maiouma desde el 452, Sargis (Sergios) de Resaina, etc.
El universo dionisiaco. Evoca los principales temas de las
cosmologías antiguas. Su estructura espiritual, jerárquica, triádica, es
herencia del neoplatonismo. Cada triada entra en relación con la triada
que le precede o con la que le sigue. La primera triada angélica se
relaciona directamente con Dios. La función de toda jerarquía es la
divinización. Esta puede conseguirse por el conocimiento de las cosas
divinas (episteme) o por la actividad santa (energeia). La actividad
comienza por la purificación y la conversión. Pero ésta es solamente una
condición de una verdadera actividad teárquica que manifiesta por
consiguiente un triple carácter: purificación, iluminación y unión. La
ciencia dionisiaca aparece frecuentemente como un sinónimo de
contemplación (teoria), de la iluminación (elampsis), de la oración (euque).
El orden jerárquico constituye de este modo orden, ciencia, actividad, con
todo lo que estas realidades implican.
Jesucristo es la cabeza de la jerarquía humana y, en cuanto Dios,
preside la jerarquía angélica. Verbo encarnado, realiza el proceso
descendente que debe iluminar, y el proceso ascendente que reúne los
diversos órdenes. La jerarquía celeste está constituida por 1) Serafines,
Querubines, Tronos, 2) Dominaciones, Virtudes, Potestades, 3) Principados,
Arcángeles, Ángeles. La jerarquía eclesiástica está constituida por una
triada que inicia (obispos, sacerdotes, ministros) y una triada que es
iniciada (monjes, pueblo santo, órdenes purificadas). La jerarquía
eclesiástica se sitúa entre la jerarquía legal del A. T. y la jerarquía
celeste; es espiritual y material. En su modo de conocimiento entran a la
vez los símbolos sensibles y las contemplaciones inteligibles. Comprende
toda la vida de la Iglesia, sobre todo la vida sacramental. Esta vida
divinizada tiene su fuente en el Bautismo (v.) o sacramento de la
iluminación. Se desarrolla en el sacramento de la unión (Eucaristía; v.),
del óleo santo, de las ordenaciones sacerdotales, de la consagración
monacal y de los funerales.
Contemplación y éxtasis. Los símbolos de la S. E. constituyen el
primer campo sobre el que se ejerce la contemplación dionisiaca. Ellos
hacen entrar en formas y en esquemas sensibles (morfoseis, esquemata),
aquello que escapa a toda forma. Es un don de la bondad de Dios. Pero
nosotros debemos remontarnos desde estas figuraciones materiales hasta las
realidades inteligibles y santas. Este esfuerzo es la tarea esencial de la
contemplación: la exégesis espiritual de los símbolos naturales y
escriturarios. Pero la liturgia sacramental solicita también el esfuerzo
constante de las inteligencias. Es en la jerarquía eclesiástica donde
Dionisio explica diversos símbolos sacramentales y su liturgia. Esta
inteligencia de las ceremonias nos hace participar en la vida divina de la
que son portadores los sacramentos. Pero hay dos condiciones para que esto
se realice: la iniciación espiritual y la integración en la jerarquía
eclesiástica por el Bautismo. La liberación progresiva de las imágenes y
de los esquemas permite a la inteligencia llegar a la contemplación de los
nombres inteligibles de Dios, tal como nos los presenta la misma palabra
de Dios.
Por consiguiente, toda contemplación es esencialmente anagógica: es
necesario que el entendimiento abandone progresivamente todos los órdenes
de realidades creadas que han permitido su ascensión. Al término último de
su esfuerzo, la contemplación rebasa, se niega a sí misma y deja lugar al
estado propiamente místico, al éxtasis (v.) divinizante, que es una
ruptura o bien con el mundo de los sentidos, o bien con el mundo de las
inteligencias.
Influencia del Corpus Dionysiacum. Un buen número de estudios sobre
la teología y la espiritualidad orientales reivindican para los escritos
del Areopagita una influencia de primer rango. Sin duda, ésta es más
grande en la literatura siriaca que en cualquier otra parte del Oriente.
Es cierto que se encuentran citas y alusiones a los textos de Dionisio en
Máximo el Confesor (v.) y en Leoncio de Bizancio. De S. Juan Damasceno
(v.) se puede afirmar que no ignora nada de la teología de Dionisio. La
polémica del hesicasmo (v.) en el s. xiv hizo leer a Dionisio. Pero para
apreciar verdaderamente su influencia real, es bueno que recordemos que
apareció en un tiempo en que los temas esenciales de la espiritualidad
oriental eran ya generalmente conocidos, utilizados, comentados. No se
puede atribuir a Dionisio lo que él mismo ha tomado de sus predecesores:
deificación, éxtasis, tinieblas, etc. En Oriente se utiliza más al
Dionisio teólogo que al místico y se explotan ciertas especulaciones suyas
en filosofía, en exégesis, en liturgia, etc.
La influencia occidental «del más latino de los Padres griegos», por
el contrario, ha provocado estudios considerables. Desde la Alta Edad
Media, Dionisio no ha dejado a ningún pensador indiferente. Es utilizado
ya por Gregorio Magno (v.); en el 649 se nos atestigua la presencia de un
manuscrito griego de sus obras en la biblioteca de los papas. Desde este
tiempo, la Iglesia romana quiere tratar a Dionisio como doctor. Se pueden
seguir las huellas de su doctrina en la escuela de San Víctor (v.) y entre
los cistercienses: S. Bernardo (v.), Guillermo de Saint-Thierry (v.).
Después de la traducción hecha por Roberto Grosseteste, Dionisio es una de
las fuentes de la teología de Alberto Magno (v.); su influencia es
sensible en S. Tomás de Aquino, Eckhart, Tauler, Juan de Ruysbroeck,
Gerson, Nicolás de Cusa (v. voces correspondientes).
En España, el Exercitatorio de la Vida Espiritual de G. X. de
Cisneros (v.) está lleno de pensamientos y de citas implícitas de
Dionisio. La idea de la contemplación dionisiaca es tomada de nuevo por F.
Osuna (v.), Laredo y es bien asimilada por S. Juan de la Cruz (v.) y los
escritores carmelitas de los s. xvtl y XVIII. Por estas razones, Fenelón
(v.) le considera como «un gran testigo de la tradición».
V. t.: NEOPLATÓNICOS; CONTEMPLACIÓN;VÍAS DE LA VIDA INTERIOR.
BIBL.: Ediciones: PG 3; P.
CHEVALIER, Dionisiaca. Recueil donnant 1'ensemble des traductions latines
des ouvrages attribués au Denys de l'Aréopage, 2 vol., París 1937-50
(también da el texto griego); La hiérarchie céleste, en Sources
Chrétiennes 58 (1948); C. PERA, S. Thomae Aquinatis. In Librum beati
Dionysii De divinis nominibus expositio, Turín-Roma 1950; para las otras
ed., cfr. Dionysiaca, 1,20-65, y sobre las traducciones II,249-262.
TOMÁS SPIDLÍK.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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