DIDEROT, DENIS


Vida y obras. Filósofo, novelista, crítico de arte. N. en Langres (Champaña), el 5 oct. 1713. Hijo primogénito de un matrimonio humilde y religioso, que deseó hacer de él un digno sacerdote. A los ocho años ingresó en el colegio de los jesuitas de Langres, y a los 20 se ordenó de tonsura. Su padre, que era navajero, le negó el apoyo económico al abandonar la carrera eclesiástica. Desde muy joven tuvo que ganarse el sustento redactando artículos, en los que se dejaban sentir las ideas de Baile, de los filósofos sensualistas y de los librepensadores alemanes. En 1742 era amigo de Condillac y de Rousseau. El 6 nov. 1743 se casó en secreto con Anne-Antoinette Champion, tres años mayor que él. Pronto se separó de ella para entablar relaciones con madame de Puisieuxy más tarde con Sophie Volland, con la que mantuvo una correspondencia que es la mejor manifestación de la personalidad de D. Recién casado, se dedicó a sus primeras traducciones y recopilaciones: Historia de Grecia, de Temple Stanyan; Sobre el mérito y la virtud de Schaftesbury (1745), fecha en la que comenzó a trabajar con D'Alembert para la Enciclopedia; Diccionario universal de medicina, de James, en compañía de Toussaint y Eidous (1746). En este mismo año, 1746, redactó, para una edición clandestina, su primera obra original: Pensées philosophiques, que fue condenada al fuego por decreto (París, 7 jul. 1746). En ella promueve la guerra especialmente al dogma y a la moral cristiana. Después de una desagradable reclusión en el castillo de Vincennes, el 16 oct. 1747 recibió, con D'Álembert, el encargo de dirigir la Enciclopedia con la colaboración de Voltaire, Rousseau, Holbach, Condillac, Turgot, Helvetius, etc. En 1751-52 aparecieron los 2 primeros tomos de la Enciclopedia, y en 1757 se enemistó con Rousseau. Escaso siempre de recursos económicos, se vio obligado a desprenderse de su biblioteca, que le compró su admiradora, la emperatriz Catalina II de Rusia, por 15.000 francos, permitiéndole que la disfrutara mientras viviese. En 1773 estuvo en San Petersburgo, invitado por ella, durante un invierno, hasta que el riguroso clima le obligó a regresar a París. El 19 febr. 1784 sufrió un ataque de hidropesía. A primeros de mayo abandonó la residencia de Taranne para trasladarse a Sévres, y, desde aquí, al suntuoso apartamento de la calle de Richelieu, en París, donde m. el 31 jul. 1784. Fue sepultado en la iglesia de St. Roch.
     
      Pensamiento filosófico. Sus doctrinas filosóficas . son imprecisas, mucho más que el resto de sus ideas, quizá por estar supeditadas al ideal de la Ilustración. Expresan los temas fundamentales del iluminismo y, sobre todo, el reconocimiento de los límites de la capacidad cognoscitiva humana. Recrimina las especulaciones abstractas en filosofía, por lo que ésta deberá entregarse al estudio de los hechos, que son su «verdadera esencia». La explicación de la naturaleza ha de proceder de causa particular en causa particular, sin injerencias metafísicas o abstractas de ningún tipo. Considera arbitraria, al mismo tiempo, la interpretación de la naturaleza en función de causas finales. Tal explicación, dice Diderot, pretende sustituir con las conjeturas del hombre la obra de Dios y, por tanto, es un producto de la vanidad humana, contrario al espíritu de la investigación científica (Pensées sur 1'interpretation de la nature, 1753). Demuestra, asimismo, cuán imposible le es a la ciencia aferrarse a un determinado esquema, dada la capacidad de transformación de la Naturaleza. No sin razón se le ha considerado como un antecesor de las teorías de Darwin. Cree en la realidad del mundo exterior, pero no estima necesario para explicarla apelar a un principio sobrenatural. Gracias a los trabajos de Newton y de otros sabios, «el mundo ya no es un dios, sino una máquina que tiene sus ruedas, sus cuerdas, sus poleas, sus muelles y sus pesos» y que requiere por esto al artífice que lo haya creado (Pensamientos Filosóficos, 18).
     
      Resulta problemática la acusación de ateo que se le ha imputado, pues él jamás se confesó abiertamente como tal, por más que sus escritos den pie para ello. Lo que es evidente es su anticlericalismo e indiferencia en materia religiosa. Su ética es esencialmente un retorno a la naturaleza. En el Supplément au voyage de Bougainville (1772), describe una isla fantástica en la que la vida humana queda abandonada a los instintos primitivos, independiente de toda prescripción moral y religiosa; y muestra que tales instintos garantizan la libertad y la felicidad de los individuos y de la comunidad. En facques le fataliste (1773) desarrolla la tesis de que la moral de la naturaleza no se conviene de suyo con ninguna institución, pues éstas cambian según multitud de condiciones, de modo que la única norma valiosa sería: «las instituciones serán tanto mejores cuanto más protejan la espontaneidad de las inclinaciones de la especie». Esta crítica a las instituciones se apoya en la supuesta bondad natural del hombre, que le inspiró su buen amigo Rousseau, y en la descomposición del régimen feudal. Finalmente, la familia le parece una institución en el fondo accesoria, que no tiene la condición de privatividad exclusiva que la Iglesia y las convecciones le daban.
      Otros escritos filosóficos, amén de los citados, son Entretien entre d'Alembert et Diderot y Le réve de d'Alembert (1769). Permanecieron inéditos hasta después de su muerte junto con sus cartas.
     
      Literatura. A juicio de Goethe, Diderot se preocupó más de inquietar a los amigos de lo antiguo, y promoverla revolución literaria, que de levantar una nueva concepción sobre las directrices de la tradición. En sus dramas, Le fils naturel (1757), y Le pére de famille (1758), puso en práctica su teoría acerca del teatro, que él quiso sustraer a la abstracta y clásica preceptiva, dándole un sentido más realista. Ambos dramas, traducidos por Lessing (1760), fueron precursores del llamado drama de costumbres burguesas, el cual halló mayor número de cultivadores en Alemania que en Francia. En Salons (1759-1781), establece la verdad de la naturaleza como fuente de inspiración. La mejor de sus novelas es Le neveu de Rameau (1761), dada a conocer en Alemania por Goethe (1805). Obras de gran valor narrativo y de chispeante ingenio son sus pequeños cuadros de género, que tituló Petits papiers.
     
      Arte. El pretexto para concretar sus ideas estéticas le fue dado en 1751, fecha en la que se publica el primer volumen de la Enciclopedia, cuyo artículo en torno a la belleza corrió a su cargo. Sobre la belleza señala, por una parte, la más cumplida prescindencia de lo Sobrenatural en cuanto principio determinante de la misma, y, por otra, la define en función de las-cualidades aprehensibles por los sentidos, procurando, no obstante, liberarse de un sensualismo cerrado. «Yo llamo bello, dice Diderot, todo lo que fuera de mí contiene en sí algo con qué despertar en mi entendimiento la idea de relación; es bello, en relación conmigo, todo lo que despierta esta idea» (Traité sur le beau, 1772). El juicio sobre lo bello es, según Diderot, un juicio intelectual. Su doctrina en torno a la belleza no deja de ser ingeniosa, como cualquier otra teoría puramente especulativa. Despoja a lo bello del complejo vital, que le da existencia en el arte, convirtiéndolo, en este sentido, en un concepto sobre el que se puede especular tanto como en torno a cualquier otro vocablo, cuya «esencia» se pretende descubrir en la aislada entraña de la palabra. La relación es una operación espiritual del espectador con la obra artística. Sin embargo, no podemos hablar de un «espiritualismo» absoluto en la concepción estética de Diderot, pues distingue muy bien entre lo bello, objeto de especulación, y lo bello real. Éste consiste en las relaciones entre los elementos que constituyen intrínsecamente una forma bella, y que sólo llegan a conocerse mediante la ayuda de los sentidos. Más aún; toda realización artística, según Diderot, deberá estar regida por el principio de «imitación de la naturaleza». Prueba de ello son las rudas y sagaces críticas contra el academicismo de su época en su Essai sur la peinture (1765). Ataca abiertamente a Perronneau, Houdon, La Tour, y sobre todo a Boucher, decorador de las cámaras aristocráticas, destinado a endulzar los sentidos de la aristocracia agonizante. Reprueba enérgicamente el hecho de convertir la estética al servicio de una forma ilusoria de vivir. Propone un realismo impresionista, subrayando la importancia de la luz y el color en los lienzos. «El dibujo, solía repetir, da la forma a los seres; es el color quien les da vida». Así se explica la especial admiración que sintió por las Naturalezas muertas de Chardin, «el brujo del pincel», como gustaba llamarle. Su postura, como crítico de arte, no deja de ser ambigua. V. t.: ILUSTRACIÓN; ENCICLOPEDIA; D'ALEMBERT.
     
     

BIBL.: Obras: Oeuvres philosophiques, 6 vol., Amsterdam 1772; ed. NAIGEON, 15 vol., París 1798; 21 vol., París 1821; 23 ed. 1. AsSERAT, 20 vol., París 1875-77; ed. BRIÉRE, Correspondance avec Grimm, 5 vol., París 1829; Paradoja acerca del comediante, Madrid 1964; El sobrino de Rameau, Madrid 1968.

 

R. MÉNDEZ GONZÁLEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991