CORPORATIVISMO II. POLITICA.


Concepto. Corporación (de corpus, cuerpo social, comunidad) indica una agrupación de hombres que buscan algo más que realizar en común un fin externo, pues a eso se añade una «vida corporativa», un espíritu de corporación, una comunidad auténtica (v. COMUNIDAD II). El c., pues, puede definirse como la doctrina que concibe la sociedad formada por corporaciones, más que por individuos aislados, o bien, como el movimiento que aspira a reorganizar la sociedad siguiendo el principio corporativo. En concreto, el c., en su concepción actual, debe entenderse dentro del marco histórico en que nace.
      Historia. Ante la crisis del liberalismo capitalista y rehuyendo la solución socialista apoyada en el Estado, algunos pensadores católicos, como A. de Mun (v.) y el marqués de La Tour du Pin (v.), buscaron el remedio de los males sociales en la vuelta a las tradiciones medievales, con sus gremios y corporaciones, que fueron suprimidos por la Revolución francesa. Este pensamiento tuvo eco en diversos sectores, y el tradicionalismo (v.), en general, lo acogió. En principio, podía aparecer como simple c. social: reforma de la vida económica y del trabajo a base de las formas corporativas, superando la empresa capitalista y el contrato libre de trabajo; del trabajo a base de las formas corporativas, superando la empresa capitalista y el contrato libre de trabajo; incluso, más ambiciosamente, quería reestructurar sobre ese principio la sociedad entera, proclamando la «soberanía social» de los grupos intermedios junto a la soberanía política del Estado.
      Como consecuencia de la crisis de la democracia parlamentaria en los a. 20 de este siglo, apareció un nuevo c. no ligado a posición alguna confesional y que iba a ser un c. político, que aspiraba a la reorganización del Estado, introduciendo la representación corporativa, por lo menos junto a la individualista del sufragio universal. Y ahora se daban intentos positivos de aplicación, que tenían su antecedente en una propuesta del abate Sieyés (v.) durante la Revolución y en el Acta adicional de los Borbones de 1815. En Alemania y Checoslovaquia se hicieron intentos de representación económica que fracasaron. Y, sin contar con el pintoresco intento del poeta D'Annunzio, con su Carta di libertó del Carnaro, hay que acudir a los países que rompieron con la democracia para ver otros intentos más pretenciosos. Así, Italia creó en 1934 las Corporaciones y, en 1939, una Cámara de Fascios y Corporaciones. Austria promulgó en 1934 una Constitución corporativa y autoritaria, de inspiración cristiana. Portugal, bajo Oliveira Salazar, instauró en 1933 una República autoritaria y corporativa, donde, junto a las corporaciones económicas, que reúnen a patronos y trabajadores, figuraban la Iglesia, la universidad y las profesiones liberales. Todas esas corporaciones querían ser sociedades intermedias (v. SOCIEDAD II, 4) entre las células primarias (familia, municipio) y la nación, que se integra de este modo sin caer en el estatismo. En Francia, por los a. 30, hubo tendencias doctrinales hacia el c., y luego conatos de realización con el régimen de Vichy. En España, por último, tras los intentos del general Primo de Rivera, y aparte un anteproyecto de Constitución con la República que quería crear un Senado representativo de intereses sociales organizados y que fracasó, el régimen salido de la guerra civil se orientó pronto hacia una cierta forma de c. político y social, a través de los sindicatos verticales, que agrupan a empresarios y trabajadores, con representación propia en las Cortes.
      Formas. Las dos principales son las ya expuestas: c. social y político. Puede hablarse también de un c. administrativo, basado en la descentralización de servicios y en la autonomía de los órganos administrativos de gestión, dirigidos por funcionarios técnicos. Manoilescu hablaba de c. subordinado (las corporaciones y el parlamento corporativo no son fuente de poder legislativo supremo), mixto (con una cámara corporativa junto a la tradicional) y puro (sólo la cámara corporativa). La realidad es que nunca ha habido un c. puro, ni siquiera mixto, en sentido estricto, pues los ejemplos históricos nos muestran un c. autoritario (Austria, Portugal, España), en que se declara formalmente la superioridad del poder político, e incluso totalitario, con dominio total del Estado (Italia).
      Juicio. Manoilescu llegó a afirmar que el s. XX sería «el siglo del corporativismo». No parece, sin embargo, que su predicción vaya a cumplirse. A ello contribuye no sólo el que otros modelos o corrientes sociales se han impuesto, sino también a una debilidad intrínseca al c. mismo: ha estado en efecto caracterizado por un cierto abstractismo, sin haberse conseguido plasmar nunca en un modelo histórico auténtico. O, para ser más exacto, cuando lo ha conseguido ha manifestado una clara tendencia al autoritarismo, que no estaba tal vez en los idealesde sus promotores originales, pero de la que no ha conseguido librarse.
      El c. implica un aspecto claramente positivo: intentar buscar un modelo de estructuración social que no se base sobre la idea de lucha de intereses, sino sobre la de cooperación; pero esa intención no ha conseguido plasmarse en una realidad operativa. Es precisamente esa intención que anima a los primitivos promotores del c. lo que explica que sus ideas reciban una atención por parte de diversos documentos de la doctrina social de la Iglesia (Rerum novarum, Quadragesimo anuo...), que lo señalan como una posible solución, aunque, obviamente, sin canonizarlo. Por lo demás, nunca faltaron escritores católicos contrarios a él, como Luigi Sturzo (v.) y el card. Herrera Oria (éste, por lo menos, atacaba el c. profesional basado en intereses materiales y, por lo mismo, impropio del espíritu cristiano).
     
      V. t.: CORPORACIÓN; GREMIOS; LA TOUR DU PIN, CHARLEa' HUMBERT; PODER I; SOCIEDAD II, 4.
     
     

BIBL.: M. FAGOAGA, Democracia, totalitarismo y corporativismo, «Cuadernos de Política social» 19 (1953); E. AUNós, Las Corporaciones de trabajo en el Estado moderno, Madrid 1928; 1. AZPIAZU, El Estado corporativo, Madrid 1952; M. MANOILESCU, Le siécle du corporativisme, París 1934 (hay trad. española); CH.H. LA ToUR DU PIN, Hacia un orden social cristiano, Madrid 1936; M. BOUVIERAjAM, La doctrine corporative, París 1943; 1. L. DíEz GUTIÉRREZ O'NEIL, Portugal corporativo, Madrid 1940; G. PIROU, Le corporativisme, París 1935; B. GRUBER, Berulsgemeinschalt und Wirtschaltsordnung, Heidelberg 1953.

 

A. PERPINÁ RODRÍGUEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991