CLARAVAL, ABADIA DE


En latín Claravallis, en francés Clairvaux, «Valle claro». Antigua abadía íntimamente ligada a la persona de S. Bernardo y a los orígenes de la Orden cisterciense. Situada en un recóndito valle de la Champagne.
     
      Fundación y expansión. El ingreso de Bernardo de Fontaine junto con otros 30 clérigos o nobles en la abadía de Citeaux, en 1112, marca el inicio de un vasto movimiento de expansión de la reforma cisterciense. Ya en 1113 se funda La Ferté, en 1114 Pontigny, y la tercera, en 1115, fue C. Al frente de esta nueva fundación, Esteban Harding, abad de Citeaux, puso al joven Bernardo (V. BERNARDO DE CLARAVAL, SAN). Su celo, su prestigio y su fuerte personalidad marcaron profundamente la naciente Orden cisterciense. Bajo la dirección de Bernardo, C. vivió una época de apoteosis; arrastrados por su ejemplo afluyeron a C. un gran número de postulantes, de manera tal que al momento de su muerte, ocurrida el 20 ag. 1153, la comunidad estaba constituida por unos 700 monjes, de los cuales 100 eran novicios; y el número de los monasterios de filiación claravalense ascendía a 67. De entre los discípulos de S. Bernardo, C. dio a la Iglesia un Papa, Eugenio 111 (1145-53), 12 cardenales, y 30 obispos y arzobispos. EJ influjo de C., personificado principalmente por su abad, se dejó sentir no ya sólo en el interior de la Orden, sino que alcanzó la Francia entera y Roma. S. Bernardo, en efecto, intervino en los asuntos eclesiásticos más importantes de su tiempo. C. fue favorecida por prelados y príncipes. Descuellan entre éstos el conde de Troyes Hugo 1, Teobaldo, conde de Champagne, quien en 1135 tomó a su cargo los gastos de renovación y ampliación de la iglesia y del monasterio, y Alfonso 1 de Portugal. La forma según la cual era aplicada por los cistercienses la Regla de S. Benito dio lugar a una rivalidad entre éstos y los monjes cluniacenses. Efectivamente, el celo reformista que incitaba a los cistercienses a la vuelta pura y simple de la Regla benedictina, su vida austera y alejada de las preocupaciones del mundo, así como la poca estima que sentían por el trabajo intelectual, contrastaba con la abundancia de medios materiales, el rico culto litúrgico, el sentido humanitario y la poca consideración en que tenían el trabajo manual que caracterizaban la vida monástica de Cluny. Algunos monjes de C. cometieron la imprudencia de dirigirles algunas críticas. Frente a ellos se alzó la magnánima figura del abad cluniacense, Pedro el Venerable. Por su parte, S. Bernardo salió en defensa apasionada y no siempre justa de los monjes de su comunidad, y justificó los ideales que perseguía la observancia cisterciense, escribiendo, en 1127, la Apología (PL CLXXXII, col. 896 ss.).
     
      Claraval después de S. Bernardo. El prestigio de C. se mantuvo después de la muerte del santo, hasta tal punto que en algún momento llegó a ser, contrariamente a lo establecido por la Carta de Caridad (base jurídica de la orden) en menoscabo de la autoridad del abad de Citeaux. La expansión de C. se prosiguió asimismo a buen ritmo; sus fundaciones directas e indirectas sumadas a otros monasterios antiguos que se afiliaron a la observancia claravalense, alcanzaron la cifra de 356. La abadía acumuló incesantemente rentas y donaciones; lo cual, sin embargo, no fue suficiente para impedir algunos intervalos de estrechez económica.
     
      En el curso de los años es curioso observar un cambio de actitud de los monjes de C. con respecto al criterio de Bernardo, frente a los estudios. Así, el abad Esteban fundó para incrementar la formación intelectual de los monjes de C. el Colegio de S. Bernardo de París, en 1224; Citeaux denunció esta violación flagrante de los estatutos cistercienses, pero el abad claravalense triunfó con el apoyo explícito de Inocencio IV. Posteriormente, en 1281, el Capítulo general autorizó un curso de Teología en cada monasterio. En los s. XV y XVI la decadencia de C. se hace manifiesta. El progresivo relajamiento preparó la reforma (1616) del abad Dionisio Largentier, con la que se intentaba poner freno a todas las mitigaciones regulares que paulatinamente se habían introducido, y volver a la disciplina cisterciense primitiva. Esta reforma fue aceptada por más de 50 abadías, entre las cuales cabe destacar Citeaux. Inmediatamente antes de la supresión, que sería definitiva, de la abadía, en 1790, se cuentan sólo 27 religiosos profesos. La abadía fue sacada a pública subasta en 1792. A partir de 1793 los edificios monásticos fueron destinados a usos industriales, y, finalmente en 1808, se convirtió en una casa central de reclusión.
     
      Del pequeño monasterio primitivo subsiste quizá un arco y un muro. En 1135 S. Bernardo lo había ya sustituido por otras edificaciones más amplias; en la actualidad se conserva la casa de los conversos construida entre 1170 y 1180. En 1138 se construyó una segunda iglesia, mayor que la anterior, que a su vez fue preciso ampliar ya en 1174. El plano de esta iglesia, en forma de cruz latina, presenta tres naves y un ábside con múltiples capillas. En la nave central había 10 altares, y un total de 32 en toda la Iglesia. En el coro de los monjes había 805 sillas. Sobre el centro del crucero S. Bernardo había hecho construir un campanario, que por razones de austeridad no quiso que fuera de piedra, sino simplemente de madera. La antigua biblioteca se conserva en su mayor parte en Troyes. Entre otros manuscritos importantes cuenta con la Biblia, de S. Bernardo, y la Grande Biblia de Claraval (s. X11).
     
      V. t.: BERNARDO DE CLARAVAL, SAN; CISTERCIENSES; CÍTEAUX, MONASTERIO DE.

     
     

BIBL.: 1. M. CANIVEZ, Clairvaux, en DHGE XII, col. 1050-61; Chronicon Clarevallense, PL CLXXXV, col. 1247 ss.; J. WAQUET, Recueil des chartes de l'Abbaye de Clairvaux, Troyes 1950; A. WILMART, Vancienne bibliothéque de Clairvaux, Troyes 1918; L. H. COTTINEAU, Répertoire topo-bibliographiques des albayes et prieurés, I, Mácon 1936, col. 799 s.

 

 

R. CIVIL DESVEUS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991