CHINA. HISTORIA DE LA IGLESIA


El cristianismo en Ch. ha tenido que luchar con gravísimas dificultades a todo lo largo de su historia, en la que se han efectuado tres intentos de evangelización: el de los nestorianos (v. NESTORIO), introductores del cristianismo en Ch. en el s. VII; el de los franciscanos, en el s. xiv; y el de los jesuitas y demás misioneros, desde el s. xvI hasta nuestros días, en que no conocemos el estado de ese cristianismo, perseguido, si no aniquilado, por los comunistas.
     
      1. Primera introducción por los nestorianos. Las primeras noticias del nestorianismo chino proceden de las cartas y relaciones de algunos misioneros del s. xiv y de los primeros exploradores europeos, como los Polo (v. POLO MARCO). Pero sólo dan a conocer el estado de los nestorianos en aquel momento, sin datos de su historia anterior. Estos últimos los proporciona la famosa estela o lápida hallada en 1625 en Si Ngan-fu, la Sian actual, capital de la provincia de Shensi y de todo aquel reino de entonces; estela que había permanecido enterrada desde la persecución del 845. Por ella conocemos la historia del nestorianismo en Ch. a partir del s. vii. Consta de cinco partes: 1) una exposición doctrinal; 2) historia de la cristiandad nestoriana en Ch. del 635 al 781; 3) un elogio de Y¡-sseu; 4) un elogio poético de los Emperadores que se citan en la parte histórica; 5) el acta de erección de la misma. Ante todo, nada se dice de una evangelización previa del apóstol S. Tomás, según han sugerido algunos autores. No puede dudarse de que es cristiana, pues su parte doctrinal expone con suficiente detalle las principales doctrinas cristianas, como las referentes a: Dios, misterio de la Santísima Trinidad, creación, justicia original, pecado, Encarnación, nacimiento del Señor, Redención, Ascensión. No se trata de un catecismo, sino de un recuerdo erigido el 4 feb. 781, tras la reunión anual en el invierno del 780-781. En el orden administrativo eclesiástico, se habla incluso de un obispo llamado Juan. Al parecer, otros dos eran coepíscopos; y de los 70 monjes mencionados, 24 parece ser que eran sacerdotes.
     
      De todo esto resulta que existía en aquellas fechas una comunidad nestoriana esparcida por todo el reino, sobretodo en los puertos y en las principales ciudades comerciales del interior. Los monjes y sacerdotes habían sido introducidos probablemente por algunos comerciantes persas. Algunos ocupaban cargos públicos y tenían su influjo hasta en la corte. Todos los monasterios irradiaban su propia actividad misionera, y ello sería la causa principal de la subsiguiente persecución del 845. No conocemos el número total de cristianos de esa época. En todo caso, para el a. 1000, parece que habían desaparecido totalmente. Volverían a reaparecer en los s. xt y xtt, ahora procedentes del corazón mismo de Asia.
     
      Con los hita¡ y los kin ingresaron grupos, que en los s. xi y XII habían ocupado regiones septentrionales. De ahí surgiría una dinastía verdaderamente cristiana dentro de la misma Administración civil china, que no ha de confundirse con la mongola. Así comenzaba un segundo periodo del nestorianismo en Ch., procedente del Asia central, donde existía entre los kerait y los ongüt. Había habido una comunidad nestoriana en Khambaliq (actual Pekín), y posiblemente toda la tribu kerait, de que habla la historia de la dinastía mongólica, era cristiana. Más aún, parece que había entrado el cristianismo en la misma familia de Gengis Khan (v.), por medio de diversos matrimonios de algunos de sus miembros. Esta tribu kerait ocupaba la parte septentrional de Mongolia. En cambio, la tribu Ongüt vivía al norte del gran arco del río Amarillo, donde Mongolia entraba en contacto con el régimen chino, en una región que más adelante se llamaría Tenduk por Marco Polo y por Montecorvino. El príncipe Nayan, contra el que luchó Kubilai en 1287, era cristiano, lo mismo que una buena parte de sus súbditos, en toda la región mongólica oriental y en parte de Manchuria. De ahí la segunda evangelización cristiana del reino chino. Entonces entrarían en contacto con las poblaciones mongólicas movilizadas por Gengis Khan. En 1254, había nestorianos en 15 ciudades chinas, incluso antes de que fuera ocupado el territorio por los mongoles. Para esta época había ya un metropolita nestoriano en Khambal¡q. Marco Polo, durante su estancia en Ch. desde 1275 a 1292, encontró diversas comunidades nestorianas dispersas por Mongolia, Kansu, Shansi, Yunnán, Hube¡, Fukien, Chekiang, Kansu, Henan y Chenkiang. Estos nestorianos eran prevalentemente extranjeros. En todo caso, el nestorianismo de estos tiempos gozaba del favor real. Así lo encontraría Montecorvino a su llegada a Khambaliq. Un chino precisamente, Marcos de nombre, llegó a ser Katholikos o Patriarca nestoriano, con el nombre oficial de Yaballaha 111; y otro, llamado Bar Cauma, obtuvo gran favor en la corte del rey persa Argún y fue enviado como legado suyo ante las cortes de Occidente y ante el Papa.
     
      2. Arzobispado de Khambaliq (1307) con Montecorvino. La primera evangelización católica de Ch. se debe totalmente a los franciscanos. El primero de ellos, Juan de Montecorvino (v.) llegó a Khambaliq en 1293, y su primer ministerio se dirigió a los nestorianos. Sobresalió la conversión del príncipe Tenduk, llamado Jorge, que hizo construir la primera iglesia católica en Khambaliq. No faltaron tampoco las persecuciones. Además de su relación con los nestorianos, Montecorvino atendía también a los paganos. En 1305 había bautizado a 6.000 chinos, que hubieran llegado a 30.000, como él mismo decía, sin las persecuciones sufridas. En 1305 pudo entrar en contacto con sus hermanos de Europa, que le daban ya por muerto o desaparecido. Sus cartas levantaron una oleada de emoción, y Clemente V pidió al general de la Orden que le presentara hasta siete franciscanos que pudieran ser consagrados obispos y enviados a Ch. Con ellos emprendieron el viaje un buen número de compañeros. En la India fallecieron tres de ellos y algunos otros misioneros. Los demás pudieron llegar a Khambaliq entre 1309 y 1311. Allí consagraron a Montecorvino, designado arzobispo de Khambaliq, con grandes facultades y privilegios, entre ellos los de erigir iglesias y consagrar obispos. En seguida comenzó el reparto de los misioneros. En Khambaliq quedaron varios Padres y dos obispos; a otros los envió a Hangcheu, y a Tangtcheu, ésta no lejos de la actual Shanghai. Algunos se habían quedado ya de primera intención en Tsiuchow, no lejos de Cantón, con la finalidad de atender a los nestorianos por allí destacados como militares y a causa de la importancia comercial y militar de aquel puerto. Montecorvino m. en su sede en 1328. Parece que se ocupó sobre todo de la comunidad armenia, de la que llevó a la unión con Roma a unos 30.000.
     
      Una legación pekinesa enviada por Toghan Timur, compuesta de 15 miembros, fue recibida en Aviñón con grandes festejos por el papa Benedicto XII. Luego recorrió otras cortes europeas: Francia, Italia, etc. Como respuesta, el Papa nombró a Juan de Marignolli, acompañado de otros 50 religiosos, como legado suyo ante el rey de Ch. En 1339 emprendían el viaje y llegaban a Khambaliq en 1341. Fueron recibidos con todos los honores por el gran khan. Para entonces aún no había llegado a Khambaliq Nicolás, el nuevo arzobispo designado para suceder a Montecorvino. Parece que en estas fechas ya habían aceptado todos los nestorianos la unión con Roma; serían unos 30.000. En 1352 estaba Marignolli de regreso en Aviñón. Se pidieron nuevos misioneros; desgraciadamente, la decadencia por aquella época del espíritu misional, unido a dificultades internas dentro de la misma Orden franciscana, impidió su envío (v. FRANCISCANOS I). A falta de personal que sustituyera a los que fallecían en Ch., la prometedora misión creada por estos franciscanos desaparecía. Cuando 250 años más tarde llegaron a Pekín los primeros jesuitas no encontraron rastro de ella.
     
      3. Los jesuitas en China. No era nada fácil para los extranjeros entrar en Ch. En 1368 la dinastía Ming derrotaba a la que hasta entonces era propiamente extranjera: la Manchú. Como reacción comenzó un movimiento en cierto modo xenófobo, que cerraba herméticamente las fronteras del Imperio a los extranjeros. Un símbolo de esa xenofobia puede ser la Gran Muralla. Por otro lado, los turcos habían cerrado el camino por el interior. Si se quería penetrar nuevamente en Ch., era menester hacerlo por otros caminos. Los portugueses hicieron varias tentativas de penetración, sin resultado positivo, y S. Francisco Javier (v.) moriría a las puertas de Ch., a la vista de Cantón, en 1552. Por su parte, misioneros españoles lo habían intentado también desde Filipinas, fracasando varias expediciones de agustinos (1575), franciscanos (1579 y 1582), y dominicos (1587, 1590, 1596 y 1598).
     
      El fundador de las nuevas misiones chinas modernas fue el jesuita italiano Matteo Rice¡ (v.). Después de varias tentativas fracasadas consiguió adentrarse hasta ShiuHing, residencia del virrey, con el P. Michele Ruggieri. Este primer contacto con una autoridad china le sirvió para proseguir sus intentos fundacionales en la corte de Pekín (1583). Las nuevas cristiandades fueron escalonándose así: Shiu-Hing, 1583; Shiuchow, 1589; Nanchang, 1595; Nankín, 1599; y por fin Pekín, 1601. Al P. Rice¡ se le habían agregado nuevos misioneros, y todos ellos llevaban adelante, con una metodología muy propia, la nueva misión. Ricci y sus compañeros aparecían incluso como misioneros de la corte, donde muy pronto comenzaron a ganarse algunos adeptos. Entre los primeros bautizados se cuentan un familiar del Emperador, dos hijos del médico mayor del mismo, un familiar de un ministro, el general del Estado Mayor del ejército, etc. El mismo Ricci calificaba de milagro estas primeras conversiones, facilitadas en gran parte por su metodología de apostolado (v. CHINOS, RITOS). Rice¡ m. en Pekín el 11 mayo 1610, a los 57 años de edad y 28 como misionero en Ch. El Emperador expresó su condolencia y ordenó la construcción de un cementerio, donde reposaran sus restos y los de los otros misioneros. En él fueron enterrados desde 1610 a 1838 hasta 88 misioneros.
     
      En 1613 había ya 5.000 cristianos, y 19.000 en 1616, repartidos en ocho misiones principales: Shiuchow, Nanchang, Nanking, Pekín, Shanghai (1608), Hangchow (1611), Nanhiong (1612) y Kienchang (1616). Por su nobleza, muchos de estos primeros cristianos chinos fueron elevados a cargos públicos; por su celo, se distinguieron entre todos, el ministro Ly, el general Sung, 13 mandarines y 321 letrados. Para asegurar el éxito de la misión, marchaba a Europa el P. Trigault, a fin de ponerse en contacto con las autoridades eclesiásticas romanas y de la propia Orden. Entre otras concesiones, obtuvo la que se llamaría «Liturgia china», que consistía sobre todo en tres cosas: uso del bonete llamado de ceremonias, traducción de la Biblia al chino literario y uso del chino como lengua litúrgica. Las dos primeras concesiones entraron inmediatamente en uso; no así la tercera, que no llegó a implantarse nunca.
     
      4. Otros misioneros. Hasta 1631 habían sido los jesuitas los únicos misioneros, dándose la circunstancia de que ellos abogaban por un cierto exclusivismo a fin de evitar determinados conflictos de metodología en la evangelización. Lo mismo había pasado en el Japón. Por otro lado, las continuas noticias de los progresos realizados, provocaban sus correspondientes reacciones de entusiasmo en otros misioneros españoles de Filipinas, particularmente franciscanos y dominicos, y más tarde también agustinos. Desde 1626, ya estaban algunos dominicos en Formosa, misión que se consideraba más bien como puente para pasar a Ch. El primer dominico entrado en Ch., en 1631, fue el P. Angelo Cocchi, italiano. Pero el más importante de esta primera etapa lo sería el P. Juan Bautista Morales, de gran relieve en toda la ulterior controversia de los ritos chinos. Había nacido en Ecija en 1597, y llegaba a Ch. en 1633; ya conocía la lengua china. Le acompañaba un franciscano, ilustre como él en la controversia de los ritos, el P. Antonio Caballero de Santa María. En Fogan se reunieron con el P. Cocchi. Pste y Morales se quedaron en Fogan (Amoy), y el franciscano marchó a Tongtu. Muy pronto entraron en contacto con los cristianos del jesuita P. Aleni, y surgieron desde el primer momento las dificultades y discordias, en razón de la distinta metodología apostólica. Hubieron de salir huyendo, perseguidos por las autoridades, lo cual se tradujo en persecución también contra los mismos cristianos.
     
      Así comenzaba la famosa controversia de los ritos chinos. Por su parte, los jesuitas seguían su apostolado en la corte y con el pueblo. Los de la corte eran más bien misioneros de ciencia, a los que se les encargaban puestos de responsabilidad en la vida de la nación. Hasta hubo algunos mandarines. Con semejantes perspectivas, no extraña que en 1651 pensara la Sagrada Congr. de Propaganda Fide establecer en Ch. un Patriarcado con dos o tres arzobispados y 12 sedes sufragáneas. Pero de hecho, en adelante las misiones chinas vivieron en medio de las dificultades originadas por la controversia de los ritos, llevadas por tres grupos diversos de misioneros: los del Patronato portugués, jesuitas, ayudados por otro grupo de jesuitas franceses científicos; los del Patronato español, representados sobre todo por franciscanos y dominicos, y luego también por agustinos; y los de Propaganda Fide, que eran algunos franciscanos italianos, misioneros del Seminario de Misiones Extranjeras de París, y luego lazaristas. La controversia de los «ritos» fue ocasión de repetidas persecuciones, como la de 1665-69, durante la menor edad de Kang-Hi, en que fueron deportados a Cantón y mantenidos en régimen de vigilancia 22 jesuitas, tres dominicos y un franciscano.
     
      En 1700 había en Ch. 70 jesuitas. El punto culminante de la misión china puede colocarse hacia 1720. En 1726 se da el número de 300.000 cristianos, que no volvió a superarse en todo lo que resta de este periodo. La prohibición de los ritos chinos por Benedicto XIV es en 1742, y la extinción de la Compañía de Jesús en 1773. Los dominicos trabajaban, sobre todo, en Fukien; y los franciscanos se repartieron por diversas provincias: Kuantung, Fukien, Kiangsi, y sobre todo Shangung. En 1681 llegaban a su vez los agustinos, que se establecieron en Kiangsi, aunque, como consecuencia de la controversia de los ritos, salieron de Ch. en 1708 y no regresaron ya hasta 1874. A fines de siglo se unieron algunos misioneros del Seminario de París, como misioneros de Propaganda Fide.
     
      5. Conflictos jurisdiccionales. Surgieron al entrar en Ch. los misioneros de Propaganda Fide, pues Portugal reclamaba todo el territorio chino como agregado a su Patronato, y Propaganda Fide quería obrar con independencia de Portugal, por medio de sus vicarios apostólicos (v.). El conflicto mayor estuvo en la organización de la jerarquía. Se añadió además la intransigencia del vicario Charles Maigrot en el asunto de los ritos, agravada con la intervención del legado pontificio Maillard de Tournon. La designación de estos vicarios apostólicos operaba un cambio de gobierno. Pero en 1690 la Santa Sede erigía, atendiendo a las reclamaciones de Portugal, las diócesis de Pekín y Nanking, colocándolas bajo el Patronato lusitano, con lo que venía a quedar en peligro la existencia de los mismos vicariatos. En 1696, nuevo acuerdo entre Portugal y la Santa Sede: dentro del Patronato quedaban las diócesis de Macao, Pekín y Nanking, y fuera de él podría la Santa Sede erigir vicariatos y nombrar vicarios apostólicos bajo el régimen de Propaganda Fide. Según eso, además de las diócesis dichas, se erigían cinco vicariatos: Fukien, Shensi, Kiangsi, Szechuan y Yunnán, y en los años sucesivos, los de Kueichow y Shansi. Las misiones se desarrollaban así en 12 provincias. En 1701 había en Ch. 117 misioneros en total: 59 jesuitas, 29 franciscanos, 18 dominicos, 15 parisienses y seis agustinos. La decadencia comenzó unos años después, debida primero a las persecuciones y expulsiones como consecuencia de la controversia de los ritos, y a las discordias entre los mismos misioneros; y luego, a la extinción de la Compañía de Jesús.
     
      6. Las misiones modernas a partir del siglo XIX. Al alborear el s. xix eran cinco las misiones principales en el Imperio chino; los lazaristas, que desde 1784 habían sustituido a los jesuitas y dirigían las de Nanking y Pekín, extendiéndose a las regiones de Hube¡, Kiangsi, Honan y Chekiang; los dominicos españoles, en la provincia de Fukien; los franciscanos, en las de Shangtung, Shansi, Shensi, Hube¡ y Hunan; los misioneros del Seminario de París, en el vastísimo territorio de Szechuan, Kueichow y Yunnán; y los portugueses, que seguían en Cantón y Macao. Perduraba la organización eclesiástica anterior: tres diócesis del Patronato y tres vicariatos de Propaganda Fide. Éstos eran Szechuan, Fukien y Shansi. En total, 198 sacerdotes (de ellos 89 chinos) y unos 300.000 fieles. Hubo persecuciones en 1802 y 1811 con el martirio de algunos misioneros. En 1825 no quedaba más que el obispo de Nanking, y había desaparecido una tercera parte de los misioneros, sin que desde 1801 hasta 1829 hubiera llegado ningún otro misionero nuevo. Ya muy avanzado el siglo, entraron en escena las potencias occidentales, obligando a los chinos a una postura más amplia y tolerante. Francia se convertía de hecho en la potencia protectora de todos los misioneros, que viajaban por el territorio chino con pasaporte francés.
     
      En 1842-44 comenzaron los tratados diplomáticos con Francia, Inglaterra y Estados Unidos, que no podían menos de ser beneficiosos a las misiones tanto católicas como protestantes. En 1842 volvían los jesuitas a sus antiguas misiones, pero las persecuciones seguían, pues muchas veces los chinos hacían caso omiso de sus tratados de paz con las naciones europeas. Se añadió un periodo de anarquía interna, alimentada por los bandidos llamados tai-ping, que duró de 1850 a 1864. Intervinieron por segunda vez las potencias europeas, llegándose al tratado de Tientsin, de 1857, por el que quedaban abolidas las leyes persecutorias y se reconocía sobre las misiones católicas el protectorado francés. Llegaron nuevos misioneros: jesuitas en 1842, de Milán en 1858, de Scheut en 1865, del Verbo Divino en 1879, agustinos en 1874. Y con los sacerdotes, las religiosas y los hermanos. Pero el s. xix se cerraba con la revolución de los boxers (18991900; v.), que causó mártires y numerosos estragos entre los cristianos (v. CHINA. MÁRTIRES DE LA). Había por entonces 82 vicariatos y 740.000 católicos. En 1927 tuvo lugar una nueva revolución, la sudista, apoyada por los comunistas, pero que reaccionó contra ellos después. La acaudillaba el general Chiang Kai-chek (v.). En 1922 se erigía la delegación apostólica de Ch., y en 1926 eran consagrados los seis primeros obispos chinos, presagio de la futura jerarquía nativa, que iría aumentando de año en año. En 1946, vísperas de la revolución comunista, se establecía la Jerarquía residencial.
     
      7. Situación actual. Según las estadísticas de 1949 Ch. tenía unos tres millones de católicos, 200.000 catecúmenos, 2.602 sacerdotes nacionales y más de 3.000 extranjeros. En 1950 existían 138 circunscripciones eclesiásticas.
     
      Con la Revolución comunista comienza un periodo de dura persecución. Para tener una idea de lo ocurrido, he aquí algunos datos: han sido expulsados más de 80 obispos extranjeros y el internuncio del Romano Pontífice; algunos han sido encarcelados; de todos los misioneros que había en Ch. sólo quedaban, en 1960, 58 sacerdotes (una tercera parte en la cárcel), y algunas religiosas. Por otro lado, cuatro obispos y 56 sacerdotes extranjeros y más de 150 sacerdotes chinos han sido ejecutados o muertos en prisión. Además se ha favorecido la ruptura con Roma de algunos sacerdotes y obispos y constituido con ellos una Iglesia nacional.
     
      En 1952 Pío XII dirigió el primer documento al episcopado y a los fieles de Ch. después de la ocupación comunista, en el que responde a la acusación lanzada contra la Iglesia por parte de las nuevas autoridades chinas y exhorta a los fieles a mantenerse valerosos ante la persecución. El 29 jun. 1958 escribe otra carta levantando de nuevo su voz contra la persecución. También Juan XXIII, el 12 en. 1959, recomendaba especiales oraciones por los católicos de Ch. Cuál sea sin embargo la situación real de los católicos en Ch. es, hoy por hoy, muy difícil saberlo.
     
      8. Ortodoxos y protestantes. La Iglesia ortodoxa rusa había establecido sus primeras misiones en Ch. desde 1712, y para 1957 tenía un exarcado dependiente del Patriarcado de Moscú, con un arzobispado y cinco diócesis. Los fieles podrían ser en 1950 unos 200.000. Las relaciones tirantes entre Moscú y Pekín han venido a «desrusificar» esta Iglesia ortodoxa, aunque los fieles son en una buena mayoría rusos de nación. La Iglesia ortodoxa china ha quedado como Iglesia autónoma desde 1957, con metropolita propio en Pekín. El clero propiamente ruso ha debido marchar, lo que crea una situación comprometida para esta Iglesia ortodoxa. En Shanghai había otro grupo de ortodoxos, que en 1949 eran 70.000, pero dependían de la Iglesia rusa en el exilio, y hubieron de emigrar, por lo general, a Filipinas. En cuanto a los protestantes, no es fácil hacerse una idea de su situación actual. Tenían misiones florecientes. En 1807 comenzaban su labor misional con el pastor Robert Morrison. En 1844 se establecían en Shanghai. Al desencadenarse la revolución comunista, sus miembros podrían llegar casi al millón y medio, aunque los efectivos no subían mucho del medio millón. Sobresalían en el campo de la enseñanza (13 universidades) y de la asistencia social (más de 300 hospitales).
     
      V. 1.: CHINA, MÁRTIRES DE LA; CHINOS, RITOS.
     
     

BIBL.: A. SANTOS, Bibliografía misional, 11, Santander 1965, 484583; C. CARY-ELWES, La Chine et la Croix. Essai d'histoire missionnaire, París 1959; P. D'ELIA, Las misiones católicas de China, Zikawei 1933; T. HANG, Die katholische Kirche in chinesischen Raum, Munich 1963; J. M. GONZÁLEZ, Historia de las misiones dominicanas en China, 5 vol., Madrid 1964-67; F. DUFAY, La estrella contra la cruz, Azcoitia 1954; A. JANY, Les tortures de la Chine. Exposé histórique. Témoignage missionnaire, París 1958; J, MONSTERLEET, L'Empire de Mao Tse-tung, 1949-1954, Lille 1954.

 

A. SANTOS HERNÁNDEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991