CHANSON DE GESTE


Concepto y ciclos. Poemas épicos de la literatura francesa medieval, inspirados fundamentalmente en la historia de Francia, aunque interpretada con la mayor fantasía. La gesta (lat. gesta), acción, hecho ilustre, indica precisamente la presencia de un fondo histórico (en oposición a las novelas de la Tabla Redonda), y nacional (en oposición a los poemas novelescos del ciclo antiguo). También se llama gesta el ciclo de las hazañas de un mismo héroe o de una misma familia. En efecto, estos poemas se reparten en ciclos, formados por poemas independientes y escritos en épocas muy diferentes, cuya unidad reside en la presencia de un personaje central. Se agrupan, pues, en los siguientes ciclos:
     
      1. Gesta de Carlomagno, o ciclo carolingio, historia poética fantástica del reinado del emperador. Los poemas principales son: Berte aus grans piés (Berta de los grandes pies) s. xii¡, de Adenet le Roi, historia novelesca de la madre de Carlomagno; Mainet (s. xii), que cuenta los amores juveniles de éste con Galiana, hija del rey moro de Toledo; Le Pélerinage de Charlemagne (La peregrinación de Carlomagno), s. xii, de matiz jocoso y totalmente fantástico; Huon de Bordeaux (s. xii¡), novela sobre sus hazañas, ayudado por el enano Oberón; La Chanson des Saisnes (El cantar de los sajones), s. xii, de lean Bodel, que refiere las empresas de Carlomagno en Alemania; la Chanson de Roland (v.); Aspremont y Chevalerie Ogier (Las hazañas de Oger de Dinamarca), s. xii, de Raimbert de París, sobre las guerras de Carlomagno en Italia; Entrée d'Espagne (Entrada de España), s. xiv, y Fierabras (s. xii), que tratan de las expediciones carolingias contra los moros de España; Gormont et Isembart (s. xii), cuyo tema es las mismas luchas en tiempos del rey Luis o Ludovico Pío.
     
      2. Gesta de Garín de Monglane, llamada también de Guillermo de Orange. Es la que tiene mayor cohesión y unidad. Su personaje central es S. Guillermo de Tolosa, duque de Aquitania, llamado en la épica Guillaume au curt nes -corrupción de au courb nes-, o sea, Guillermo el de la nariz corta -o encorvada- fundador del convento de Gellone, hoy Saint-Guilhem-du-Désert, y m. en el a. 812. Su tendencia es ensalzar la cruzada contra los sarracenos y sobre todo la resistencia que les opusieron los grandes señores feudales del S de Francia, vasallos de Carlomagno. Su núcleo primitivo parece haber sido la Chanson de Guillaume (Cantar de Guillermo) ca. 1140, poema que presenta ciertas analogías con la Chanson de Roland y refiere la derrota sufrida por los cristianos en Larchamp (río Orbieu, cerca de Carcassonne, en el a. 793). Este tema épico fue ampliado posteriormente en un ciclo de 24 poemas de los s. xii-xiv, que cuentan las hazañas del padre del héroe (Garin de Monglane, s. xiv); de sus hermanos (Girart de Vienne y Aymeri de Narbonne, ambos por Bertrand de Bar-sur-Aube, s, XIII); las suyas propias (Les Enfances Guillaume, La infancia de Guillermo, s. xii¡); Li Coronemenz Loo«is (La coronación de Ludovico Pío), s. xii; Le Charro¡ de Nimes (El carreteo de Nimes), s. xii; Aliscans (s. xii), la más hermosa realización poética del ciclo; las de su sobrino Vivién y las expediciones contra los moros de España (La Prise de Cordres et de Sebille, La toma de Córdoba y de Sevilla), s. xiii; Le Siége de Barbastre (Sitio de Barbastro), s. xii; Le Siége de Pampelune (Sitio de Pamplona), s. xiv.
     
      3. Otros ciclos. Los demás ciclos están menos organizados y su presentación carece de unidad. En un principio parece que se podrían reunir los demás poemas épicos en un ciclo que tuviera por tema las gestas de los grandes señores feudales: Geste des Loherens (Gesta de los loreneses), con sus poemas más importantes: Garin le Loherein, Gerbert de Metz, Anseis de Metz y Hervis de Metz, que refiere pasiones y aventuras, rivalidades y venganzas feudales; Raoul de Cambrai (s. xii), sumamente característico como muestra clara e incluso descarnada y feroz del espíritu feudal; Guillaume de Dole, de lean Renart (1212); Beuve de Hantone (s. xiii), que representa una transición hacia las novelas de aventuras; Geste de Doon de Mayence, con la serie de poemas dedicados a los señores de Manteuil y con su obra más conocida, Renaut de Montauban (s. xii), llamada también Les Quatre fils Aymon (Los cuatro hijos de Aymón), que describe la lucha de ciertos vasallos rebeldes contra Carlomagno y que ha sido uno de los poemas más populares y más imitados en toda la literatura occidental. Estas ch. de g. entroncan, entre sí y con los demás ciclos, por medio de personajes comunes o pertenecientes a la misma familia, un poco como en la Comedia humana de Balzac. Describen las hazañas, los rencores, las facciones de los grandes señores feudales, pero sin la trascendencia que, a los dos ciclos anteriores, proporciona el ideal monárquico (mejor, dinástico) y cristiano de aquéllos.
     
      Características literarias. Las ch. de g. están escritas primitivamente en versos de diez sílabas, con rimas asonantes agrupadas en laisses o estrofas irregulares y monorrimas. Se salmodiaban por juglares, con acompañamiento musical; por consiguiente, no estaban concebidas para la lectura, sino para la recitación musical, de modo que el texto escrito, cuando existe, sólo representa una ayuda para el juglar. En su mayor parte, la transmisión de los textos, sobre todo de los más antiguos, debe haberse confiado a la memoria de los recitantes. A partir del s. xili, la lectura sustituye paulatinamente a la recitación y la rima consonante a la asonante, mientras el decasílabo se ve suplantado por el alejandrino (en francés de 12 sílabas). En fin, a partir de mediados del s. xv, muchas ch. de g. están refundidas para formar novelas de aventuras en prosa; varias de éstas se imprimen desde los principios de la tipografía y se siguen reproduciendo en ediciones populares (Bibliothéque bleue) hasta fines del S. XVIII.
     
      Hay en total un centenar de ch. de g., muy diferentes entre sí por la época de su producción (del s. xi al s. xiv) y por sus dimensiones (de 950 versos en Moniage Guillaume, hasta más de 20.000), así como por sus argumentos y demás características literarias. Generalmente son anónimas; sólo han llegado hasta nosotros algunos autores: Adenet le Roi, Bertrand de Bar-sur-Aube, Graindor de Brie, lean Bodel, Raimbaut de París, Richard le PHerin y el enigmático Turoldo. El mérito artístico de las obras es también muy desigual. Hay entre ellas verdaderas obras maestras (Chanson de Roland, Aliscans) y compilaciones pesadas e insípidas; intervenciones novelescas (Renaut de Montauban), con matices de fantasía y de cuento de hadas (Huon de Bordeaux), o cómicos y burlescos (Pélerinage de Charlemagne, Moniage Rainouart). Los argumentos tienen siempre una base histórica: un personaje conocido o un acontecimiento que se puede identificar; pero la interpretación del marco histórico es muy libre y novelesca, cuando no directamente fantástica. Debido a la transmisión oral, la materia épica, sobre todo en los dos ciclos primeros, está tratada como bien común: cada poeta, a su gusto, la interpreta, la repite o la modifica, la amplía por medio de nuevos episodios que a veces forman poemas independientes o, pasando el tiempo, le da nueva forma, modernizando su estilo, su versificación, y renovando los elementos de su interés. Esta refundición constante debió de producirse en todos los casos, incluso en aquellos de los que no conocemos sino una sola versión del poema.
     
      Si se quiere buscar la unidad en un género que en realidad no- la tiene, quizá pudiera hallarse en la representación que ofrecen todos estos poemas (con muy pocas excepciones, tales como el misterioso Floovant y Hugues Capet) de la sociedad feudal en la época de la monarquía carolingia y de sus ideas religiosas, políticas y sociales. Pero conviene advertir que, aunque estos poemas se refieran todos a la época de Carlomagno, proceden, tal como los conocemos, de la época inmediatamente posterior a la extinción de esta dinastía. Surge así la pregunta de si los materiales que se ofrecen en los mismos son auténticamente históricos o puramente literarios; en otros términos, si son ficciones debidas a autores que las han inventado en los s. xi-xiv, o si arrastran materiales que se vienen transmitiendo, aunque alterados, desde la misma época del hecho histórico que sirve de base a la ficción.
     
      Orígenes. La cuestión de sus orígenes viene a ser de esta forma, el principal problema y el peor escollo de los estudios relacionados con las ch. de g. Las opiniones a este respecto son muy encontradas y se matizan diferentemente. Se pueden distinguir tres clases de explicaciones:
     
      1. La hipótesis tradicional supone que las ch. de g. continúan la épica germánica del alto Medievo, bien por mediación de unos breves poemas epicolíricos o cantilenas, cantares en lengua vulgar nacidos espontáneamente a raíz de los mismos acontecimientos que refieren (hipótesis abandonada por su mismo autor, Gasten Paris), o por creaciones individuales de carácter artístico, pero al mismo tiempo integradas en una corriente épica viva y actual, que enlaza la epopeya germánica, a través de los merovingios y de los carolingios, con la épica culta del Renacimiento (Pie Rajna).
     
      2. La teoría idealista e individualista del mito literario forjada modernamente por Ph. A. Becker y, sobre todo, Joseph Bédier. La creación épica sería, como cualquier creación literaria, obra de poetas individuales. La impresión de veracidad histórica, que no resiste un serio examen, se originaría por la utilización, por parte de estos autores, de ciertas tradiciones locales, mal conocidas en los demás puntos del área nacional, pero que se conservaban, naturalmente, en los lugares o santuarios relacionados con sus protagonistas y que luego habrían sido propagadas por los juglares a lo largo de los caminos de las grandes peregrinaciones.
     
      3. El neotradicionalismo (F. Lot, Fawtier, Rita Lejeune, Menéndez Pidal), que vuelve a la teoría de la transmisión oral, a través de los siglos, de una creación épica contemporánea a los hechos que narra, pero que va creciendo y completándose con cada repetición, hasta el punto de transformarse en una «obra de varios tiempos, de varias ideologías y de varios autores» (Menéndez Pidal), es decir, en una creación colectiva. Esta explicación se funda en la constancia, dentro de los poemas, de hechos históricos exactamente mencionados que, sin embargo, no constan en otras fuentes asequibles a un poeta que no fuese contemporáneo de los mismos hechos (Lot, Fawtier); en ciertos indicios que permiten fechar en el s. x o anteriores algunos detalles de poemas muy posteriores (R. Lejeune, E. Mireaux); en la insuficiencia de la explicación fundada en tradiciones conservadas en determinados centros o santuarios (R. Louis); en fin, en la comparación con la situación análoga de España, donde se han conservado poemas históricos primitivos, contemporáneos de los acontecimientos (Menéndez Pidal).
     
      Aunque el eclecticismo (representado en este caso por 1. Siciliano) no goce de los factores de ninguno de los mantenedores de las teorías expuestas, parece que debe ser tenido en cuenta. Las ch. de g., en la forma en que se han conservado, pertenecen a los s. xr-xiv y cantan temas de los s. VIII-x. Está probado prácticamente que la transmisión de estos argumentos se ha hecho por el mecanismo de una tradición ininterrumpida, alterada y amplificada a lo largo de los siglos, como lo indica la escuela neotradicional ¡sta, y se deriva necesariamente, además, de la misma modalidad de la transmisión oral. Pero más que obras colectivas, las ch. de g. son temas colectivos, ilustrados por autores individuales. Es cierto, p. ej., que la Chanson de Roland ha pasado por varias fases de composición y que, tal como la conocemos (sería más exacto decir, en vez de que la conocemos, que poseemos resultados «contaminados»), es el producto de varias colaboraciones; pero estas colaboraciones no son coautorías, sino intervenciones a posteriori. Si hubo ocho o diez Chansons de Roland sucesivas, una de ellas siempre sería la primera, aunque no se pareciese mucho a la última. A lo largo del mismo camino, el texto lo reelaboraron otros poetas; pero siempre habrá habido un poeta al principio. La ch. de g. es obra que se fragua individualmente a base de elementos tradicionales y que se repite renovándose. Tampoco puede decirse que Fedra sea una obra colectiva, pese a haber tratado su tema Eurípides, Séneca y Racine; la diferencia radica en que a los autores de ch.de g. raras veces podemos llamarlos por su nombre y que los diversos textos, fijados sólo en su última fase, han rodado durante siglos confiados a la memoria.
     
      Las ch. de g. han tenido amplia resonancia europea y han producido una literatura épica de raigambre anglonormanda, y otra escrita tardíamente en francés por poetas italianos. Hubo numerosas traducciones e imitaciones, que van del islandés al griego bizantino y, sobre todo, un hermoso aprovechamiento poético, por un lado, durante el Renacimiento italiano, en los poemas caballerescos y, por otro lado, en el Romancero (v.) español y en los poemas de inspiración renacentista (V. ÉPICA). Para los cantares de gesta en general y en otras literaturas, v. ÉPICA.
     
     

BIBL.: G. PARIs, Histoire poétique de Charlemagne, París 1865; L. GAUTIER, Les épopées franeaises, 4 vol., 2 ed. París 1878-82; P. RAJNA, Le origine dell'epopea francese, Florencia 1884; 1. BÉDIER, Les légendes épiques, 4 vol., París 1914-21; F. LOT, Études sur les Iégendes épiques franpaises, 2 ed. París 1958; R. LEJEUNE, Recherches sur le théme: les chansons de geste et 1'histoire, Lieja 1948; I. SICILIANO, Les origines des chansons de geste, París 1951; M. DE RIQUER, Los cantares de gesta franceses, Barcelona 1953; R. MENÉNDEZ PIDAL, La Chanson de Roland y el neotradicionalismo (orígenes de la épica románica), Madrid 1959; v. t. la bibl. de CHANSON DE ROLAND.

 

ALEJANDRO CIORANESCU.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991