CERULARIO, MIGUEL


Patriarca de Constantinopla (1043-58), durante cuyo mandato culminó (en 1054) el cisma que separó de la Iglesia a los cristianos orientales (v. CISMA ii), y que originó las llamadas Iglesias Ortodoxas (v.).
      Son pocos los datos históricos que tenemos de los primeros años de su vida. Podrían resumirse en los siguientes. N. a principios del s. XI en el seno de una familia senatorial de Constantinopla, que tenía cierta representación en la vida de la ciudad. Tanto C. como su hermano mayor, parece que recibieron una formación adecuada para el desempeño de futuras funciones políticas, pues no pensaban entregarse a la vida religiosa o apostólica. En 1040 se fraguó un complot contra el gobierno del emperador Miguel IV, en el que, con razón o sin ella, pareció estaban complicados C. y su hermano. Ambos fueron arrestados, encarcelados y desterrados a distintos lugares. Parece ser que para evitar ulteriores injerencias en la política se aconsejó a C. que tomase el hábito monacal, para el que no parecía ser apto debido a la violencia de su carácter. Así las cosas, un día supo que su hermano se había suicidado; la noticia le produjo una crisis nerviosa y espiritual tan profunda que cambió por completo su vida, pues decidió hacerse monje para apartarse de las vanidades del mundo.
      Al acceder al trono Miguel V en 1041, se concedió una amnistía general a los detenidos y desterrados, y C. pudo regresar a Constantinopla, aunque se le vigilaba como sospechoso, en virtud de su participación en el complot anterior. Tras la muerte de Miguel V al año siguiente, la emperatriz Zoe recobraba el poder, y unos meses después se casaba (por tercera vez) con Constantino Monómaco, que reinaría de 1042 a 1055 (v. BIZANCIO I). Comenzaba a brillar la estrella de C., nombrado consejero de la corte en 1042 por el nuevo Emperador, aunque conservara el hábito de monje. Al mismo tiempo se le nombraba consejero particular del patriarca, cargo que frecuentemente aparejaba la sucesión. Efectivamente, al año siguiente (22 de febrero) y después de 10 años de gobierno, moría el Patriarca, y el 25 de marzo siguiente era ordenado sacerdote C. y elegido Patriarca, por voluntad, principalmente, del Emperador.
      No poseemos muchos datos históricos sobre el patriarcado de C., quizá porque todos sus actos habían de quedar eclipsados por el del rompimiento con Roma en 1054. Éste ha de explicarse dentro de las tirantes relaciones existentes entre Oriente y Occidente, entre Roma y Bizancio, tanto en el orden religioso como político. Al ser elegido patriarca C., ocupaba la sede romana León IX (v.). Se entablaron conversaciones entre Roma y Bizancio, pero más bien desde el punto de vista político, pues los continuos progresos de los normandos amenazaban seriamente las posesiones bizantinas del sur de Italia. Parecía necesaria una alianza con Roma para conjurar ese peligro; pero el entendimiento político no podía concebirse sin el religioso. Constantino Monómaco estaba decidido a ello, y entabló conversaciones preliminares en las que intervendría directamente C., que se había manifestado ya decidido adversario de los latinos. En connivencia con otros de sus mismas ideas, en concreto con León de Achrida, lanzó una calculada campaña contra los usos y costumbres de la Iglesia romana y ordenó el cierre de todas las iglesias latinas de Constantinopla bajo el pretexto de que se celebraba en ella la Eucaristía con pan ázimo. Roma, al saber esta determinación arbitraria, reaccionó enérgicamente, y se redactó una primera carta con la finalidad de demostrar la verdad dogmática del Primado Romano a la luz de la Tradición y la S. E. (v. PRIMADO DE S. PEDRO Y DEL ROMANO PONTÍFICE).
      Antes de su expedición a Constantinopla, llegaba a Roma una carta de C., escrita sin duda bajo la presión del Emperador, y, por tanto, con una impronta necesariamente política. Exhortaba a la paz, en un tono significativo de igualdad y sin alusiones al tema de los ázimos ni a la persecución de los latinos dentro de la ciudad. De Roma se le respondió en tonos corteses, alabando los ideales de paz, pero resaltando que esa paz sería imposible con aquellos que se obstinaban en el error. Se les pedía, pues, que manifestasen antes deseos de enmienda. La embajada romana que debería velar por los derechos de la Iglesia iba presidida por el card. Humberto da Silva, el cual, ante la obstinación de C., decretó la excomunión contra él y todos sus partidarios el 16 jul. 1054. C., a su vez, excomulgó a los legados. Así se consumaba la escisión, que se mantendrá a lo largo de siglos. Con el tiempo, la Iglesia Ortodoxa (v.) así formada sufriría otras escisiones en su seno, y también diversos ortodoxos y comunidades ortodoxas volverían a la unión con el Romano Pontífice (v. UNIÓN CON ROMA I; UNIATAS; etc.).
      C. siguió en su Patriarcado, consiguiendo el dominio, llamado autocefalía (v.), de su Iglesia, con lo que siempre había soñado. Con su procedimiento de intransigencia había visto considerablemente aumentados sus poderes jurisdiccionales; y el gesto de haber descartado todo peligro de un control jurisdiccional romano, le ofreció, además, la oportunidad de reafirmar la autoridad jurisdiccional de la propia Iglesia de Constantinopla sobre todo el Oriente y sus Patriarcados. M. el 8 nov. 1058 en Constantinopla.
     
      V. t.: CISMA II.
     
     

BIBL.: A. MICHEL, Humbert und Kerularios. Quellen und Studien zum Schisma des XI Jahrhunderts, Paderborn 1930; V. GRUMEL, Lo scisma di Michele Cerulario nel 1054, «Unitasn (1954) 36-46; B. LEIB, A propos de Michel Cérulaire, patriarche de Constantinople, «Étudesn, 282 (1954) 214-220; M. JUGIE, Le Schisme de Michel Cerulario, «Échos d'Orienta (1937) 440473; A. SANTOS, Iglesias de Oriente, II, Santander 1963, 36-40 (abundante bibl.); E. AMANN, Michel Cérulaire, en DTC X. 1677-1703.

 

A. SANTOS HERNÁNDEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991