Teólogo dominico español del s. XVI y obispo de Canarias, famoso por su
intervención en el conc.de Trento y por ser uno de los iniciadores de la
Teología fundamental. N. en Pastrana (Guadalajara) el 6 en. 1509 y m. en
Toledo el 30 sept. 1566.
Primeros años. La infancia de C. transcurrió en la villa de
Pastrana, que por aquellos años atravesaba momentos de esplendor desde que
la familia de los Mendoza la convirtiera en centro de sus actividades.
Allí acudió desde Tarancón (Cuenca) el licenciado Herrando Cano y allí
casó con Luisa López, que le dio dos hijos, Melchor y Luis. Habiendo
quedado viudo contrajo nuevo matrimonio con María del Valle Delgado, de la
que tuvo otro hijo, Francisco, que murió poco después. Muertos también su
esposa y su hijo Luis y habiendo entrado en los dominicos Melchor, el hijo
mayor, D. Hernando entró en los franciscanos, distinguiéndose por su
piedad, prudencia y ciencia. Estas motivaron que en 1539 fuese nombrado
confesor de las hijas de Carlos V, María y Juana. Cuando la primera casó
con Maximiliano II lo llevó consigo a Alemania; Hernando m. en Viena en
1553.
En 1523, después de recibir la primera enseñanza en Pastrana,
Melchor C. entró en los dominicos de Salamanca, donde tuvo como profesores
a Diego de Astudillo y Francisco de Vitoria, por quien siempre conservó
gran admiración. Ordenado presbítero en 1531 fue trasladado a S. Gregorio
de Valladolid donde volvió a coincidir con Astudillo y donde, en 1533,
comenzó a enseñar; tuvo por compañeros a Fray Luis de Granada y Bartolomé
de Carranza. Con este último inició entonces una rivalidad que más tarde
se convirtió en enemistad honda y duradera. En 1536 y 1542
respectivamente, obtuvo en Roma los grados de bachiller y Maestro en
Teología por la Univ. de Bolonia. Para entonces se había acreditado C.
como hombre de singular energía, vehemencia de carácter, fuerte voluntad
en el obrar, que no siempre acompañó de un espíritu moderado y que le
ocasionaron contiendas y disgustos.
Catedrático de Alcalá. El 19 mar. 1543, por cese de Pedro de Castro,
fue provista la cátedra de Prima de Teología de la Univ. de Alcalá en
favor de C. Un día después, con una lección magistral, tomó posesión de la
misma. Aunque se conservan pocos datos del paso de C. por Alcalá, se sabe
que comentó el libro IV de las Sentencias de Pedro Lombardo y la 2-2 de la
Sum.Th.de S.Tomás. Por aquel entonces la Univ. de Alcalá alcanzaba la
cumbre de su esplendor, equiparándose a la de Salamanca, por obra de
alguno de sus más ilustres profesores entre los que cabe destacar, además
de C., a Juan de Medina, Alvar Gómez, Dionisio Vázquez, Mancio de Corpus
Christi, Domingo de Soto y otros.
Cuando C. llegó a Alcalá se había impuesto el tomismo, pero aún
persistían las tendencias nominalistas que habían presidido poco antes el
desarrollo filosófico de las aulas complutenses. C. «no está del todo
exento de ciertas tendencias nominalistas en algún aspecto de su doctrina;
y no parecería des acertada la explicación de quien atribuyese esa
orientación a su permanencia en la Univ. de Alcalá» (J. Sanz, o. c. 179).
También en Alcalá, donde la Inquisición había procesado a S. Ignacio de
Loyola, comenzó la aversión de C. hacia la naciente Compañía, aversión que
más tarde desembocaría en declarada oposición.
Catedrático de Salamanca. El 12 ag. 1546 muere en Salamanca
Francisco de Vitoria, a la sazón titular en aquella Universidad de la
cátedra de Prima de Teología. Para cubrir su vacante se convocó oposición,
a la que se presentó Juan Gil de Nava, titular de la misma disciplina en
la cátedra de Vísperas. Los dominicos, que venían regentando
ininterrumpidamente dicha cátedra desde que la ocupara el maestro Deza (y
que siguieron en ella hasta el Maestro Herrera, en tiempos de Felipe III),
designaron como candidato a C., por el enorme prestigio que ya entonces
había alcanzado. Ganada la cátedra el 23 oct. 1546, C. se incorporó
oficialmente como Maestro a la Univ. Salmantina el 18 dic. 1546.
En el curso 1546-47 comentó C. el IV libro de las Sentencias y la
Tertia pars de la Sum.Th, comenzando por la q60, y compuso la Relectio de
sacramentis in genere. En 1547-48 continuó el comentario de las Sentencias
(IV) y compuso la Relectio de poenitentiae sacramento. En años sucesivos
comentó la Sum. Th: 1 ql-39 (1548-49); 1 q50-64 (1549-50); 1-2 q53-56 y
q71-74 (1550-51). Aparte de esta actividad docente sostuvo C. en estos
años una abundantísima correspondencia con lo más destacado de la
intelectualidad española; una muestra la constituye la controversia
epistolar con Juan Ginés de Sepúlveda en torno a las causas de la guerra
justa.
Melchor Cano en Trento. Si ya entonces C. era uno de los teólogos de
más prestigio, éste alcanzaría mayor altura con su designación por Carlos
V, orden de 30 dic. 1550, para formar parte de los teólogos que debían
asistir en representación suya a la segunda convocatoria del conc. de
Trento (1551-52). En esta designación influyó sin duda el padre de C.,
confesor de la familia real; se conservan dos cartas del mismo a Felipe II,
entonces príncipe regente, recomendándole el envío de su hijo a Trento.
Aparte de C. asistían, enviados por Carlos V: Bartolomé de Carranza, por
entonces provincial de los dominicos, Alfonso de Castro y J. de Ortega,
franciscanos, el Maestro Gallo, catedrático de Biblia de Salamanca y el
Dr. Arze, canónigo de Palencia. Además de otros numerosos españoles no
enviados por el Emperador, entre los que destacaban los entonces jóvenes
jesuitas Diego Laínez y Alfonso Salmerón, teólogos pontificios. C. llevaba
como compañero y secretario al dominico Diego de Chaves.
En el desarrollo de las sesiones del concilio se distinguió C. por
su prudencia, haciendo de mediador entre las diversas escuelas allí
representadas y resolviendo numerosas consultas de procedimiento que le
hacían los presidentes del concilio. Un biógrafo antiguo dice que fue muy
estimado por los Padres del concilio «porque allende de la sutileza de su
ingenio y erudición escolástica, fue muy versado en las escrituras
Sagradas, y en la lición de los sagrados Concilios y doctores antiguos: y
juntamente fue muy eloquente y poderoso para declarar y persuadir sus
conceptos» (J. de la Cruz, Corónica de la Orden de Predicadores, Lisboa
1567, libro 5, cap. 19, 246). El mismo C. enjuicia su labor en Trento con
estas palabras: «No fue un simple juego de niños, sino una verdadera
lucha, la que ante la expectación del orbe, sostuvimos en el Concilio de
Trento, en donde servimos de gran luz a los Padres, disipamos las
tinieblas de los adversarios, y fuimos considerados como teólogos» (De
Locis theologicis, Madrid 1791, libro XII, cap. XII, 321). En la sesión
XIII, actuó en defensa de la transustanciación, de la Comunión bajo una
sola especie y de la necesidad de la confesión antes de recibir la Sagrada
Comunión (cfr. A. Theiner, Acta genuina Concilii Tridentini, Agram 1874,
493 ss.). En la sesión XIV pronunció un discurso sobre la Penitencia,
siguiendo la línea de sus Relectiones de poenitentiae Sacramento, que
causó impresión (cfr. ib. 534 ss.). En la sesión XV tuvo C. su más
brillante actuación con el discurso que pronunció el 9 dic. 1551 y que se
recoge con pocas variantes en De Locis (libro XII, cap. XI, 247-321). En
él desarrolla la noción de sacrificio según la doctrina católica y refuta
a la vez los falsos conceptos de Lutero, haciendo gala de sus
conocimientos teológicos, filosóficos, dialécticos y gramaticales.
Últimos años. A la vuelta de Trento y como recompensa a su
actuación, Julio III, a propuesta de Carlos V, nombró a C. obispo de
Canarias. Para incorporarse a la diócesis hubo de renunciar a su cátedra
de Salamanca en la que le sucedió Domingo de Soto. En 1553 renunció a su
obispado y se retiró al convento de Piedra- hita (Avila), donde terminó su
obra magna De Locis theologicis libri 'XII. Pero al año siguiente volvió a
la actividad pública. Nombrado rector del Colegio de S. Gregorio de
Valladolid, actuó como consejero de la política religiosa de Felipe II, lo
que le ocasionó luchas y enemistades, en especial la del mismo papa Paulo
IV. Nombrado en 1557 prior de S. Esteban de Salamanca, poco después, en el
Capítulo de Plasencia, fue elegido provincial de Castilla, elección que el
Papa rehusó con- firmar.
En 1558 estalló el famoso proceso contra Bartolomé Carranza,
arzobispo de Toledo desde 1557, iniciado por el gran Inquisidor Fernando
de Valdés, que nombró a C. entre los calificadores. Este procedió con
dureza y rigor en la Censura que hizo de los Comentarios al Catecismo
Cristiano de Carranza. También por entonces se hizo más viva la oposición
de C. a los jesuitas, a los que, desde 1548, prodigaba sus ataques,
colocándolos, junto a calvinistas y luteranos, como «precursores del
Anticristo».
El Capítulo de Segovia de 1559 eligió de nuevo a C. provincial, pero
el Papa volvió a no confirmar la elección. A la muerte de Paulo IV, C. se
trasladó a Roma para conseguir de su sucesor Pío IV la confirmación.
Obtenida ésta regresó a España, donde poco después, el 30 sept. 1560, m.
en Toledo en el Convento de S. Pedro Mártir.
«De Locis Theologicis». Es la obra cumbre de C. que le coloca entre
los Padres de la Teología fundamental. A su influjo se debe en gran parte
la orientación prevalentemente positiva de la teología moderna. Escrita
Con elegancia de frase y pureza de estilo, de un clasicismo modelo entre
las producciones del Renacimiento, destaca por su profundidad de
pensamiento teológico y una amplitud de erudición prodigiosa. Trata
sucesivamente de las 10 fuentes de la demostración teológica: S. E.,
Tradición oral, autoridad de la Iglesia católica, de los concilios, de la
Iglesia romana, de los Padres, de los teólogos escolásticos, de la razón
natural, de los filósofos y de la historia. El libro XII (incompleto)
trata del uso de estos loci en la controversia teológica. Estaban
previstos dos libros más: uno sobre el empleo de los lugares en el estudio
de la S. E. y otro sobre su aplicación en las disputas contra paganos,
judíos y musulmanes.
Se inspira en los Tópicos de Aristóteles y más directamente en
algunos autores contemporáneos, especial- mente en Juan de Vergara (Ocho
cuestiones del templo} , Luis de Carvajal (De restituta Theologia} ,
Rodolfo Agrícola (De inventione dialectica} y Martín Pérez de Ayala ( De
divinis, apostolicis atque ecclesiasticis traditionibus} , a los que hay
que agregar la influencia de Francisco de Vitoria y Luis Vives . No
obstante, la obra es eminentemente original, ya que C. «Con ciertas
nociones de otros autores, llevó por sus propias fuerzas esas ideas al
terreno teológico, fertilizándolo tan abundantemente, que lo que hoy
llamamos Teología fundamental brotó Con casi toda su frondosidad actual
debido al trabajo y esfuerzo del genial teólogo alcarreño» (J. Sanz, o. c.
290).
BIBL. : Obras: De Locis
theologicis libri XII (más de 30 ed. ; la primera en Salamanca 1563,
preparada por el gran inquisidor F. VALDÉS, la mejor es la de I. SERRY,
Padua 1714; otras buenas ed. son las de Madrid 1791 y la de I. P. MIGNE,
Theologiae cursus completus, 28 vol., París 1837-66. I, 58-716);
Relectiones de sacramentis in genere, Salamanca 1550; Relectiones de
poenitentiae sacramento, Salamanca 1550; Comentarios a la Sum. Th. de S.
Tomás, ed. parcial (2-2 q17-22} por F. CASADO, Roma 1969; Seis consultas
teológicas y 32 Cartas, ed. F. CABALLERO (como apéndice a su biografía);
Censura sobre los Comentarios al Catecismo Cristiano de Carranza, en I.
SANZ (cfr. Estudios) Apéndice 35, 481-538; Epistolario con Juan Ginés de
Sepúlveda y otras Cartas, en I. SANZ (como apéndices de su obra). Obras
inéditas: Comentarios al libro [V de las Sentencias de Pedro Lombardo,
1546-47, Bibl. Vaticana (BV}, ms. Ottob. 1003; Comentarios de la Sum. Th.
de S. Tomás, 1 ql-39, BV ms. Ottob. 286; I q50-64, Bibl. de! Patriarca de
Valencia, libro 1756, folios 31-82 (copiado por BARTOLOMÉ SÁNCHEZ); I
q65-72, Bibl. Nac. Lisboa, ms. 3849; 1 ql-74, Bibl. Univ. Salamanca, ms.
58 (no ofrece garantías); 1-2 q53-65 y q71-74, Bibl. del Patriarca de
Valencia, ms. 23, folios 1-254 (copiado por S. IUAN DE RIBERA}; 1-2 q53-65
y q71-74, BV ms. Ottob. 1050 y 1050b; 1-2 ql-112, BV ms. Ottob. 289 (no
puede atribuirse por completo a C.); 2-2 ql-44 y q57-186, BV ms. 4647 y
4648. Estudios: I. SANZ y SANZ, Melchor Cano. Cuestiones funda- mentales
de crítica histórica sobre su vida y sus escritos, Monachil (Granada)
1959; A. PELLICER, Noticias para la vida del LImo, Sr. Dn. Fr. Melchor
Cano, de la Orden de Predicadores (inédito, Madrid 1770, ms. 5916 de la
Bibl. Nacional de Madrid); F. A. CABALLERO, Melchor Cano, en Conquenses
ilustres, 2, Madrid 1871; M. MENÉNDEZ PELAYO, Historia de los heterodoxos
españoles, en Obras completas, 38, Madrid 1947, 7-73; M. PÉREZ, Historia
de Pastrana, Madrid 1858; C. GUTIÉRREZ, Españoles en Trento, Valladolid
1951; 814-841; V. BELTRÁN DE HEREDIA, Melchor Cano en la Universidad de
Salamanca, «Ciencia Tomista» 48 (1933) 178-208; íD, Las corrientes de
espiritualidad entre los Dominicos de Castilla durante la primera mitad
del s. XV[, Salamanca 1941; íD, La Teología de nuestras universidades del
siglo de oro, «Analecta Sacra Tarraconensia» 14 (1941) 1-29; I. QUETIF-I.
ECHARD, Scriptores Ordinis Praedicatorum, II, 1, París 1719-23, 176-178;
A. LANG, Die Loci Theologici des Melchior Cano und die Methode des
dogmatischen Beweises, Munich .1925 (con amplia bibl.); íD, Die Gliederung
und Reichweite des Glaubens nach Thomas von Aquin und den Thomisten, «Divus
Thomas» 20 (1942) 207-236, 335-346; 21 (1943) 79-97; F. DIEKAMP,
Melchioris Cani, O. P., de contritione et attritione doctrina, Roma 1925;
íD, Melchor Cano et la conclusion théologique, Roma 1925; F. EHRLE, Los
manuscritos vaticanos de los teólogos salmantinos del siglo XV[, Madrid
1930; E. MARCOTTE, La nature de la Théologie d'apres Melchor Cano, Ottawa
1949 (con abundante bibl.); M. IACQUIN, Melchor Cano et la théologie
moderne, «Rev. des sciences philosophiques et théologiques» 9 (1920)
121-141; F. CASADO, La virtud de la esperanza en Melchor Cano, Roma 1969;
R. MANUBENS" Un nuevo códice manuscrito del comentario a la 2-2 de Santo
Tomás, de Melchor Cano, «Las Ciencias» 2 (1943) 386-394.
JOSEMARÍA REVUELTA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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