Compositor alemán; n. en Hamburgo el 7 mayo 1833, m. en Viena el 3 abr.
1897. Su padre, contrabajista, le inicia en la música. Estudia después
piano con Cossel y, sobre todo, con Marxsen, uno de los maestros más
ilustres de la época, que le enseña también composición. Durante estos
años de estudio (1843-52) consigue formarse una vasta cultura literaria e
histórica. La precaria situación económica familiar le obliga a trabajar
desde su infancia, tocando, como su padre, en las cervecerías y
componiendo música para tal fin. Sus primeras obras importantes (Sonatas
Op. 1 y 2, Scherzo Op. 4 para piano) datan de los últimos años de esta
etapa juvenil. En 1853 se relaciona con el violinista Remenyi, con el que
emprende giras de conciertos. Por mediación de Remenyi conoce al gran
violinista J. Joachim, que será para él un fiel amigo y un valioso
consejero durante toda la vida e incluso le recomienda a Liszt ya Schumann.
El primero le recibe en Weimar, de forma amistosa aunque no exenta de
reservas. Schumann, en cambio, se entusiasma con la música del joven B. y
escribe en la «Neue Zeitschrift für Musik» un histórico artículo,
desbordante de elogios, donde señala a la atención del público el
nacimiento de un nuevo genio. La amistad y los consejos de Schumann
tendrán para B. un inestimable valor. En los trágicos años finales de
Schumann (1854-56), cuando su demencia obliga a recluirle en una casa de
salud, se establece cerca de sus familiares para confortarlos y ayudarlos.
Por lo demás, su amistad, teñida de un cierto color amoroso, hacia Clara
Schumann, no concluirá sino con la muerte de ésta.
Durante unos años, B. lleva una existencia trashumante,
simultaneando su labor de creación con la actividad de concertista que le
proporciona no sólo un modus vivendi, sino la oportunidad de ir dando a
conocer sus obras. Entre 1856 y 1857 desempeña el cargo de maestro de
capilla del príncipe de Lippe-Detmold. En 1858 se establece temporalmente
en Hamburgo, donde amplía su experiencia como director de coros. La
ausencia de un ambiente propicio en su ciudad natal le empuja a aceptar,
en 1863, el puesto de director de la Singakademie de Viena,
responsabilidad que declina al año siguiente. No obstante, hace de Viena
su residencia permanente, efectuando entretanto numerosos viajes,
profesionales o de vacación, por diversos países europeos. La nombradía de
B. es ya muy grande, y el estreno del Réquiem Alemán (1867) afianza su
reputación de alcance internacional. En 1871 acepta la dirección de la
Sociedad de Amigos de la Música de Viena, tarea que desempeña hasta 1874.
Comienzan a llegar los nombramientos honoríficos que coronan una carrera
gloriosa: la Univ. de Cambridge le nombra doctor honoris causa en 1877;
otro tanto hace la de Breslau en 1881, y las Acad. de Bellas Artes de
Berlín y París le aceptan entre sus miembros en 1881 y 1896,
respectivamente. A partir de 1891 B. comienza a sufrir de un cáncer en el
hígado, al que él, en principio, no presta atención. Los progresos de la
enfermedad le obligan, sin embargo, a hacer una cura en Karlsbad en 1896.
Es el año de la muerte de Clara Schumann y, también, el de las últimas
composiciones de B. (4 Cantos serios y 11 Preludios de Coral para órgano),
impregnadas de una gravedad que hace presentir la próxima muerte del
compositor. El 7 mar. 1897 asiste al último festival de sus obras, que
acaba en un triunfo apoteósico. El 13 de ese mismo mes acude al estreno de
una opereta de su amigo Johan Strauss, y antes de finalizar el espectáculo
se ve obligado a regresar a su domicilio y guardar cama, para no abandonar
ya el lecho. Su tumba, en el cementerio de Viena, está cerca de las de
Beethoven y Schubert y del monumento a Mozart.
En su vasta obra, B. se nos presenta como un típico representante de
la Alemania del Norte, cuya cultura se ha nutrido de las leyendas y la
literatura de su terruño, y como un espíritu profundamente romántico
inclinado a la expresión confidencial. El aspecto ligero, superficial, que
la influencia vienesa ha impreso circunstancialmente en algunas de sus
obras o el hungarismo que transparece en algunas otras (y no sólo en las
famosísimas Danzas húngaras), tiene una importancia puramente marginal. Lo
mejor de la obra de B., y con esto señalamos a casi toda ella, porque hay
pocos músicos cuya producción presente un nivel tan constante en su
calidad, realiza una magnífica síntesis entre las formas clásicas, que él
renueva ampliando y enriqueciendo el plan, y el espíritu romántico. En
esos aspectos, B. se muestra como legítimo heredero de Beethoven y
Schumann. Del primero tiene el Sentido del equilibrio formal, de la lógica
y la coherencia en el desarrollo de las ideas, y una formidable maestría
técnica que, probablemente, no tiene igual entre sus contemporáneos. Del
segundo hereda la sensibilidad profunda, la efusividad lírica contenida
por un cierto pudor que le impide caer en exhibicionismos sentimentales, y
la tendencia a un tono confidencial, íntimo, recogido, que encuentra su
más bella expresión en las breves piezas pianísticas de su último periodo.
Durante muchos años ha subsistido un prejuicio que hoy, por fortuna,
se ha disipado, según el cual B. fue un músico academicista, en todo lo
que el término contiene de peyorativo, y se há esgrimido como un argumento
más la querella que, en sus días, le alzó frente a los vanguardistas
Wagner y Liszt. Esta querella, totalmente artificiosa y alimentada por los
interesados admiradores y epígonos de uno y otros compositores, tuvo
origen en el manifiesto con que algunos colegas pretendieron, en 1860,
salir al paso de las afirmaciones excesivamente parciales y beligerantes
que se vertían desde una revista musical que defendía, del lado de Wagner
y Liszt, la llamada con innegable optimismo música del porvenir. B.
cometió la torpeza de firmar dicho manifiesto, junto con Joachim, Grimm y
Scholtz, y ése fue el origen de una polémica áspera pero totalmente
ociosa, ya que tanto B. de un lado, como Wagner y Liszt del otro, eran
músicos perfectamente conscientes y, por tanto, incapaces de desconocer la
valía de sus obras respectivas. El mito del academicismo de B. ha quedado
deshecho en nuestros días gracias a un conocimiento más profundo y
desapasionado de su música y a la perspectiva con que el tiempo nos
permite contemplar su evolución y su función dentro del Romanticismo. B.,
según se plugo en demostrar nada menos que Schonberg (precisamente un
heredero de la línea Wagner-Liszt), fue un músico progresista, si bien sus
innovaciones en el aspecto armónico carecieron de espectacularidad, lo
cual no las invalida, ni mucho menos. Del mismo modo que su lenguaje
armónico es de una libertad y de una audacia equiparables a las Wagner, B.
se nos muestra también como un innovador en materia de ritmo, como un
inventor de combinaciones sutiles que confieren a su rítmica una
flexibilidad y un refinamiento incomparables. Tal es, resumida, la
aportación de B. a la sintaxis musical de su tiempo. En el terreno
morfológico es, paradójicamente, donde B. aparece como un habilísimo
constructor de formas, pero limitado por una timidez que le impide llegar
a las últimas consecuencias de la lección beethoveniana (como pudo hacerlo
más tarde Mahler, de manera más imperfecta si se quiere, pero con una
visión más audaz de las posibilidades contenidas en las últimas obras del
maestro de Bonn).
Obras principales. Orquesta: 4 Sinfonías, 2 Serenatas, Variaciones
sobre un tema de Haydn, 2 Conciertos de piano, uno de violín y un doble
Concierto para violín y cello. Para orquesta y coros: Réquiem Alemán,
Rinaldo opus 50, Rapsodia opus 53 para contralto y coro de hombres,
Triumphlied, etc. Música de cámara: 2 Sextetos de cuerdas, 4 Quintetos (de
ellos, uno con piano y otro con clarinete), 3 Cuartetos de cuerdas, 3
Cuartetos con piano, Tríos, Sonatas para violín, cello y viola o
clarinete, con piano. Para piano solo: 3 Sonatas, varios grupos de
variaciones sobre temas originales y de Schumann, Hendel y Paganini,
Rapsodias, Caprichos, Intermedios, etc.
Discografía. Es tan abundante que nos dispensa de hacer una relación
más o menos detallada. Permítasenos recomendar las versiones de B. Walter
o H. von Karajan para las Sinfonías, la de R. Kempe para el Réquiem, las
de W. Kempff o A. Rubinstein para los Conciertos de piano, y las de D.
Fischer-Dieskau para algunos grupos de lieder. Una interesante grabación
integral de la obra pianística de B. fue realizada por el pianista
norteamericano J. Katchen, poco antes de su fallecimiento.
BIBL. : C. ROSTAND, Brahms, París
1955-56; G. ADLER, I. Brahms, Viena 1933; B. LITZMANN, Clara Schuman-Johannes
Brahms: Briefe aus den iahren 1853-1896, Leipzig.
MANUEL CARRA.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp,
1991
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